(R) Primera vez. (+18)

Se trataba de una noche tranquila, apacible, como la de cualquier verano. Las calles de la ciudad se encontraban bastante transitadas a pesar de ser pasadas las tres de la mañana, probablemente porque se trataba de un sábado y en el barrio rojo las prostitutas atestaban los escaparates buscando venderse al mejor postor. En el mismo sector, no muy lejos de allí viejos y jóvenes salían a beber sin grandes reparos en el mañana ni en su consecuencia.

Aquél ambiente distorsionado no le espantaba en lo absoluto, al contrario, se sentía cobijado por esa gente, pese a los disturbios y matanzas que a diario manchaban los suelos de esos apestosos callejones. Sangre, basura, semen, todo se mezclaba en las paredes de ese sector, el lado más oscuro de la esplendorosa Glass City.

Dio una calada al último cigarrillo que le quedaba, para luego lanzarlo al piso y aplastarlo con la suela de sus botas recién adquiridas gracias a los sucios negocios que se traía entre manos, en compañía de su banda de delincuentes. Perdido en sus pensamientos nocturnos, Reed barajaba la posibilidad de traicionar a esa pandilla de zopencos adictos que tantos errores cometía en sus expediciones, pues se consideraba más apto que cualquiera de ellos para liderar un gremio de bandidos.

Pero antes de llegar a una resolución concreta, alguien le apartó de sus cavilaciones y, pese a su apariencia y repentina aproximación hacia él, permaneció tranquilo.

– Reed, ¿traes algo de hierba? – Escuchó la voz de uno de sus clientes frecuentes aparecer desde un callejón, un sujeto de cuarenta y cinco que siempre apestaba a alcohol, no importaba la hora del día a la que se le encontrara. Estaba acompañado por un sujeto gordo, bastante más alto y con cara de inepto, un secuaz o un guardaespaldas, de seguro.
– Señores, el negocio está cerrado por esta noche – anunció esbozando una sonrisa llena de seguridad, solo llevaba consigo su fiel guitarra enfundada en un estuche que colgaba de su espalda. – Vance aún se encuentra en la Corte, ¿por qué no preguntas allá?
– ¡Eh, ni hablar! ¡Les debo mucho a ellos! – Respondió el sujeto, claramente alterado.
– No jodas entonces, viejo.

La Corte de los Milagros correspondía precisamente a la pandilla delictual más grande de la ciudad, cuyo territorio habían conseguido expandir a lo largo de esas semanas. Era la banda de Reed, un grupo de antisociales que se dedicaban a las estafas, al tráfico de drogas y a engañar diariamente a los transeúntes de la ciudad, haciéndose pasar por inválidos o personas que acababan de ser asaltadas para robar a los individuos de buen corazón. Meterse con ellos significaba meterse con al menos la mitad de los sujetos peligrosos de los barrios bajos.

Reed hizo ademán de querer seguir su camino pero el tipo en cuestión le frenó al colocar una mano en su hombro.

– Qué linda guitarra tienes aquí... Quizás pueda venderla bien... – comentó sonriente, con la clara intención de querer quitarle el objeto en su espalda.

Irritado por esto y negado a ceder uno de sus bienes más preciados, Reed le propinó un fuerte puñetazo en la cara sin dignarse a dialogar. Esto le significó el enfado de ambos individuos, quienes le persiguieron a lo largo de varias cuadras y con quienes se enfrentó duramente al final de un callejón, siendo derrotado por la obvia diferencia de fuerza y tamaño. Aún así, el muchacho se mantuvo firme en no querer entregar su guitarra y hasta el final la mantuvo sujeta a su cuerpo.

Me robó las botas... Menudo imbécil... pensó cuando le hubieron abandonado por fin, después de una dura paliza. Observaba sus pies descalzos y fríos mientras mantenía la espalda apoyada en la pared contigua del callejón.

Sentía todo el cuerpo adolorido pero al menos creía poder ponerse de pie, no era primera vez que se ganaba una paliza por sus comentarios e improperios hacia los más veteranos. Aún así, decidió permanecer en esa posición y descansar un rato echado en medio de ese rincón olvidado, acompañado únicamente por las ratas. Sacó su guitarra del estuche y la rasgueó con confianza, tras haber tomado el ritmo comenzó a cantar una de sus más recientes composiciones, variando su tono para hacerlo algo más dinámico y divertido. Al cabo de varios minutos se encontró a sí mismo sonriendo a pesar de todo.

Spoiler:

Desde hace días Katherine no podía estar mas que feliz con la vida, en poco tiempo se había llenado de bendiciones y le agradecía a la suerte por ello; no, debía agradecerse a si misma pues todo fue fruto de su esfuerzo. Había sido aceptada en el Covent Garden para empezar su trabajo y además seguir sus estudios, días antes fue el 2do aniversario que llevaba de novia con el amor de su vida, un chico que la había convencido de mantener por primera vez en su vida una relación seria donde él se había comprometido a hacerla feliz como novio y ahora se encontraba en Glass City pasandola en grande como un regalo de felicitación de sus padres por haber logrado subir el primer escalón hacia cumplir su sueño de convertirse en cantante de ópera.
En su viaje grupal había conocido un montón de chicas con las cuales en la noche salió a una de las mejores discotecas de la ciudad donde bailó y bebió sin parar pero ni el alcohol más fuerte le hizo olvidarse de su novio ni de aquel recuerdo que le iba a traer de la ciudad.

- ¿Uh? - Kat sintió su celular vibrar en su celular en el bolsillo y lo contestó, yendo a los baños para que la musica no impidiera la conversación - ¿Bueno, bueno?... ¡Oh! Hola corazón, ¿Cómo estas?... Estoy excelente, la ciudad es hermosa y... - pero su pareja la interrumpió para decir unas cosas, su semblante empezó a cambiar poco a poco - ¿Estas hablando en serio?... Debe ser una broma - Su novio empezó a decir bastantes cosas serias que la confundieron, dejaron triste y la enojaron - Fuck! ¡No! Yo jamas renunciaré a la ópera por esa estupidez tuya.... Eres un idiota ¿Cómo yo seria capaz de.... Ahora resulta que eres un acomplejado... ¡Pero yo te amo! ... Olvidalo, simplemente olvidalo... era una imbécil para haber creído en un idiota como tu, you cunt!... No me llames, para eso mejor uso la ouija y me comunico con Belcebú, me haría mejor compañía que tu. - Violentamente colgó el celular mientras se sentaba en el suelo molesta.

Su novio... Mejor dicho, ex-novio, algo se le metió en la cabeza de que su formación profesional perjudicaría la relación que ambos sostenían puesto que si desde hace tiempo ella ya salían tanto como antes y argumentaba que ahora que la habían aceptado su noviazgo iría el caño, pero lo peor de todo fue que la hizo elegir entre su sueño y él, algo imperdonable.
Estaba molesta consigo misma puesto que era el primer chico en el que había confiado totalmente, ella siempre tuvo relaciones que se desvanecían con el tiempo y nada serias, con él era su primera relación seria y el le había dicho que al final le gustaría esa relación...en efectivo así fue pero al final resultó ser el mayor idiota del mundo. Al menos los otros eran sinceros y más seguros en si mismos.

- Maldito idiota - no pudo evitar llorar puesto que al final lo quiso demasiado.

La chica salió del baño y le dijo a sus amigas que quería regresar temprano al hotel pues no se sentía bien y rechazó la compañía. No quería que atraparan sus ojos llorosos y su semblante triste.
Salio a la calle con todas las emociones mezcladas y compró unas cervezas, necesitaba ahogar sus penas en alcohol, al menos ya tenía unos cuantos grados encima y faltaba poco para caer en ese estado intoxicado.

- I still be loving you... Cuz I can't break it to my heart - abrió una lata de cerveza y empezó  a tomarla de un golpe mientras recordaba esa canción que había escuchado hace tanto tiempo pero que jamas creyó identificarse con ella, en su momento ella lo consideró estúpido.

canción:

Caminó en las calles perdiendose en Glass City, internandose a lugares que desde que entrabas se podía sentir que eran peligrosos a su manera por la gente presente, nada similar a lo que frecuentaba una señorita inglesa de clase media-alta. Pero no lo importó puesto que estaba dolida.

La canción no la musitaba apropiadamente, ni siquiera en el tiempo correcto, puesto que a veces le temblaba su voz y la garganta le ardía por lo que estaba aguantando, no era su voz tan prodigiosa que la hizo ser seleccionada entre los cientos de aspirantes. Incluso las lágrimas se le escaparon sin querer mientras aun cargaba su six-pack y aquel regalo el cual no sabía que hacer con él.

Paró de caminar cuando en un pequeño callejón vio un tipo tocar y cantar, no entendía japonés pues apenas empezaban sus estudios en ese idioma pero debía admitir que su voz era magnifica y le animó un poco de su situación. Le daba lástima que la posición económica no le permitiera sobresalir.
Katherine, intentó limpiarse las lágrimas y se aproximó a él para poner a su lado la bolsa con el regalo que tenía planeado darle al idiota de su ex-novio pero que ya ni lo merecía. Era un reloj pero era conmerativo de la banda favorita de aquel desgraciado y que residía en esta ciudad pero estaba con los eslabones exactos para la medida de su muñeca.

- Tómalo, solo espero que te quede - le dijo apenada mientras al azar sacó un billete y se lo dejo, no estando consciente del estado en que se encontraba al no haber estado presente. Era de 20 libras esterlinas pero ni se dio cuenta y aunque lo hubiera hecho tal vez no le hubiera importado. Se alejó de aquella calle y aquel tipo pues no quería que siquiera un vagabundo la viera llorar.

Sus dedos seguían rasgueando el instrumento como si hubiesen sido hechos para tal tarea, disfrutaba del instante a pesar del frío en sus pies y la peste ambiental. Era una verdadera lástima que su voz no fuera lo suficientemente agradable ni estuviera tan entrenada como para llevarle a alguna parte, aún si seguía siendo pobre tendría una mejor vida si al menos conseguía vivir de lo que le gustaba, estaba seguro. Pero ya se había resignado a su destino, no tenía por qué seguir dándole vueltas innecesarias al tema. Era un sujeto consciente, su madre necesitaba dinero y él no le dejaría sola.

A medida que más tiempo pasaba sus pensamientos comenzaban a ensombrecerse... ¿En qué estaba pensando con eso de liderar la Corte de los Milagros? Con suerte había conseguido salvar su guitarra esa noche de un par de borrachos de mediana edad, no estaba en condiciones de desafiar a nadie ni mucho menos de hacerse respetar como el mandamás de esos bravucones. Por el momento, lo correcto era mantenerse en su lugar y agradecer que al menos la música le acompañaba.

Reed volvió la vista hacia el frente tras captar una melodiosa voz femenina provenir desde la entrada del callejón, dejó de cantar con el fin de escucharla mejor pero no detuvo el sonido de su guitarra e inclinó su cuerpo hacia delante, evidenciándose curioso. Una bellísima mujer de apariencia extranjera se acercaba a él, le hacía entrega de un paquete y un ¿billete? Se le veía un tanto deprimida pero el moreno obvió este detalle mientras echaba un vistazo al dinero recién adquirido. No fue hasta captar la cifra que interrumpió el rasgueo de su instrumento y gesticuló sorpresa.

Veinte libras, incluso un tipo como él –no, precisamente por ser un tipo como él– supo el costo de su generosidad. Por esto, su acento y apariencia no solo confirmó que no era oriunda de esos lares sino también que estaba borracha. Reed mantuvo la guitarra en su regazo mientras echaba un vistazo al paquete junto a él y revisaba su contenido.

– ¡Woah! ¡Debió haberte costado una fortuna! – Comentó sorprendido, un reloj de marca y sumamente distintivo envuelto en papel de regalo. El muchacho levantó la mirada hacia ella, quien ya le daba la espalda. – No te lo devolveré. No, espera, me lo entregas precisamente porque sabes eso... – se corrigió a sí mismo, sin contener su intriga mientras escondía el regalo y el dinero en las profundidades de su bolsillo.

Se incorporó del suelo sin mucho esfuerzo y a gran velocidad, como si las heridas no doliesen en lo más mínimo, cargando la guitarra desnuda sobre su hombro. Reed vestía aún sus pantalones anchos oscuros y su camisa blanca sin botones pero estaba tan sucio y lastimado que no podía simular su condición de delincuente juvenil, además que su torso desnudo y sus pies descalzos confirmaban a qué baja clase pertenecía.

– ¿Te vas sin que te dé las gracias? – Preguntó en son de broma, siguiendo a la extranjera a paso veloz, hasta que consiguió adelantarse a ella e interponerse en su camino. – ¡Oye! – Pero antes de que pudiera increparla, se paralizó al ver sus lágrimas. – ...¿Estás bien?

Kathy tiró la cerveza al suelo, sin importarle mucho los riesgos ambientales... en ese momento lo que le pasara al mundo no le interesaría, tal vez al día siguiente pero por ahora no era conveniente.
Abrió otra lata de cerveza y la empezó a beber para dirigirse al hotel, aunque tal vez perdida pues se encontraba en los barrios bajos, probablemente ni los guardias de la entrada la reconocerían por su estado deplorable casi borracha y llorosa.

Mostró una mueca algo divertida por oír que el reloj era caro, tal vez para ella no tanto pero si fue difícil conseguirlo puesto que la banda era famosa incluso en Inglaterra. Al menos le consolaba que aquella obra de caridad beneficiaría a alguien que lo necesitara en esta ciudad, en especial aquel chico que era músico que ya se había vuelto consciente de que aquel acto era intencional. Los artistas debían apoyarse entre si o esa era su lógica por el momento.

El tipo le seguía hablando pero necesitaba que la dejaran sola, no, era una vergüenza ser vista así y al parecer el alcohol no le había afectado aun como para actuar con algo más de decencia.
Podía oir sus pasos que no sonaban a una suela firme impactar en el suelo sino bastante livianos.

- Déjeme en paz... solo quería darte dinero - intentó sonar segura pero su voz parecía que se había atorado a medio camino de su garganta por el dolor que sentía de aguantar las lagrimas que aun no salían del todo.

Al ponerse en frente de ella y exclamar aquellas palabras, Katherine bajó la mirada para que no la viera mejor. Los vagabundos de hoy en día deberían inmiscuirse en sus propios asuntos.
Pero vio que le faltaban zapatos y al subir la mirada vio que la camisa estaba desabotonada y así pudo darse cuanta de su estado deplorable puesto que parecía que le habían dado una buena paliza. La inglesa no pudo evitar reirse un poco de la situación, un desconocido se había preocupado de su estado emocional cuando él las tenia peor.

- Yo debería p-preguntarte eso - sacó de nuevo su cartera mientras buscaba dinero que darle a aquel tipo. ¿Por que era tan amable? No entendía eso. Tal vez le tenía compasión pues se había preocupado por ella - Mis asuntos han de ser menos preocupantes que lo que le pasó a tu linda cara... déjame ver cuanto necesitarías para un doctor... espera..

La joven iba enserio con eso de ayudarle con sus heridas, tal vez eso le alejaría de ella para que se se siguiera auto-compadeciendo sin interrupciones y sin preocupar a nadie. Además ¿Por qué tendría que importarle lo que pensara o pasara de ella un desconocido sin dinero? Debería tener mejores cosas que hacer.

Se vio ligeramente embobado al notar el gajo de billetes que traía consigo la dama pero volvió a la realidad tras una sacudida de cabeza.

– Aprecio el gesto, pero si quieres hacerme feliz cómprame una moto o unas botas nuevas. Odio los hospitales – aclaró muy sincero. Se percibía la desconfianza, eran personas completamente disimiles y él no estaba con la mejor de sus pintas, además que su malestar debía estarla trayendo deshecha, o eso podía suponer con solo un vistazo. – Esto sanará en menos de nada, el cuerpo humano es más resistente de lo que parece~ – agregó con una sonrisa confiada, indicando las heridas en su rostro con el índice.

Mal, mal, mal. Si había algo que conseguía ablandar a este adolescente virgen y bueno para nada eran las lágrimas de una fémina en problemas, todo porque automáticamente le recordaban a su desdichada madre y al deseo casi instintivo de querer protegerla. ¿Cómo podía dejar a su proveedora sola? Por su actitud, comprendía que no quería contarle el motivo de su llanto, incluso podía sentirse asqueada por la sola idea de tener cerca a un miserable como él, pero tampoco quería abandonarla a su suerte en esas condiciones.

Independiente de cual fuera su apariencia o su clase, no podía dejar a una mujer emborracharse en un lugar donde podían violarla en cualquier esquina (o matarla, en el peor de los casos), mucho menos si ésta le había ahorrado tantos meses de "trabajo" con la sola ocurrencia de regalarle un reloj de marca. Reed era un cretino deshonrado pero aún entonces le nacía lo de ser caballero.

– Preciosa, ¿sabes dónde estás? – Preguntó divertido, rodeándole un momento para luego volver sus pasos hacia donde había estado antes, regresando por el estuche de su guitarra y envolviéndola en él, para entonces cargarla en su espalda. – Este sector es peligroso, si andas sola rondando por aquí te arrancarán las orejas por esos aretes que llevas, por decir lo menos – le explicó a medida que regresaba donde ella, pero en lugar de detenerse a su lado siguió de largo, dispuesto a abandonar el callejón. – Te acompañaré adonde sea que tengas que ir, tómalo como un pago por el reloj~ – agregó, volviéndose hacia la desconocida por un instante y dedicarle un travieso guiño.

Estaba seguro de que no aceptaría pero aún de ser el caso le seguiría hasta verla dejar los barrios bajos. Era lo mínimo que podía hacer.

- No es que necesites ser feliz, pero estar sano - Katherine le hizo una mueca algo molesta y confundida. ¿En qué posición se creía aquel tipo de pedir las cosas si ella le estaba ofreciendo algo? No creía que era momento de ponerse especial. - Si es lo que tu dices, has lo que quieras... fuck it! Al cabo y a ti te da igual como a ese idiota.

Si, se había puesto algo molesta. Katherine se limpió las lagrimas que se le escapaban de sus ojos pero que sin querer le había corrido el delineador, quedando su cara un poco desastroza. Pero en ese momento las cosas no le importaban del todo.
La inglesa ladeó la cabeza de un lado a otro pues la verdad no tenía idea de donde se encontraba e incluso sacó un mapa de la ciudad se su bolso para ubicarse mejor y volver a su hotel mientras bebía de aquella lata de cerveza que le escurría por las comisuras de los labios. Aquella chica no se parecía en nada a la dama de Liverpool de hace unas horas ni siquiera en ciertas actitudes de señorita que las había mandado al caño.

- Like if I cared! Puedo comprar otros aretes cuando vuelva a casa... De hecho, se los regalo a la gente de este "sector peligroso" - sin cuidado volvió a guardar sus cosas en la bolsa y empezó a quitarse aquellos aretes de cristal de una reconocida marca de joyería - No quiero nada que tenga que ver con ese maldito desgraciado. - extendió su mano en dirección al miserable para que también los tomara, tal vez tendría una chica que le gustara y se los regalaría.

Gran parte de su bebida se le había escurrido por accidente así que la tiró pero antes de poder abrir otra lata el tipo que le decía que la guiaría a su hotel en agradecimiento de aquel regalo pero alzó la ceja confundida.

- Me acabas de decir que la gente aquí es peligrosa ¿Por qué debería confiar en ti si te encontré en este sector? - si algo aun no le fallaba era su lógica para aplicar silogismos. Pero al menos aquella premisa tenía sentido... Un desconocido se le habría ofrecido después de darle aquel reloj y casi los aretes, ya había visto cuanto dinero tenía así que la posibilidad de que le robara era alta. Quiso pensar que tal vez no era un desagradecido - Estoy en el hotel Royal Diamond, en el 11248... digo, piso 11 y cuarto 248. - con dificultad buscó en su bolsa y sacó la tarjeta la cual venía con la dirección del hotel.

Reed se mostró sorprendido ante su reacción, ¿qué le pasaba a esa? ¡Estaba completamente salida de control! Basándose en lo que había escuchado hasta el momento parecía haber terminado con su novio o viceversa, algo así. El único motivo por el que una mujer podía acabar así de borracha era por un desamor, o al menos eso es lo que su escasa experiencia con féminas le había enseñado. Ya, en serio, ¿por qué siempre acababa metiéndose con gente así?

– ¿Q-qué? – Balbuceó mientras recibía los aretes con las palmas extendidas, confundido.
– ¡Solo era un decir, maldita sea! – Aclaró, aunque en ningún momento tuvo la intención de robarle aprovechó la borrachera de la chica para guardar las joyas indiscriminadamente en el bolsillo de su pantalón. Había ganado más dinero en esa noche que en todo el mes, en el fondo se lo agradecía. – Cariño, sería más agradable para ti si confías, te acecharé de todos modos hasta que salgas de este vertedero – dijo sin pelos en la lengua, mostrándose ligeramente sombrío dado a su determinación.

Quería ahorrarse las explicaciones debido a la ebriedad de la mayor, solo diría lo justo y necesario para no confundirla, aunque por el mismo motivo sus palabras eran prestas para malos entendidos y doble interpretación. Simplemente quería sacarla de allí antes de encontrarse con otro sinvergüenza o con una de las bandas que frecuentaba ese barrio, era su forma de agradecerle el trabajo ahorrado gracias a sus regalos, además no estaba interesado en compartir el botín.

Notó un ligero, muy ligero, atisbo de confianza en ella cuando le hizo entrega de la tarjeta del hotel. Reed la recibió y se alejó un poco, buscando la luz de un foco para leer su contenido.

– Anda, ¿cómo acabaste aquí? Esto técnicamente está al otro lado de la ciudad – comentó al haberla leído, notando de inmediato lo lejos que se encontraba. Quizás conseguirían tomar el autobús a unas cuadras de allí, o un taxi si es que la señorita se podía permitir el gasto. De todas maneras tendrían que pasar por los burdeles y los bares de mala muerte que hospedaban a un sinfín de bribones deseosos de pasta, le acompañaría al menos por allí.
– Venga, ¿puedes caminar sola? – Preguntó volviéndose a ella, se acercó unos pasos y le extendió una mano en caso de que le necesitara.

Se sentía feliz de haber dado esos aretes, de hecho ya pensaba tirar todos los regalos de su novio a la basura, devolverle cualquier detalle suyo o donarlo, lo que sea, con tal y ya no tener nada que ver con un cretino de su talla.
Katherine codeó al chico mientras le dedicaba una sonrisa.

- Ohh~ ¿Me acecharás?... resulta que ahora soy tu presa, que manera interesante de ayudarme - le sacó la lengua divertida. Si el quería jugar, ella le seguiría en su juego. Ella siguió en lo suyo, observando el lugar mientras aun recordaba a aquel chico que de una manera la había traicionado, no le enojaba que halla cortado con ella, o eso creía, si no mas bien lo que le hacía casi desencadenar la ira de la chica era aquella condición que le había puesto. Algo imperdonable.

Volvió a dirigir la mirada al jovencito cuando le hizo la pregunta sobre como llegó a parar una señorita de su situación y posición social a ese lugar. Algo que solo el alcohol y el destino en conjunto serían capaces de hacer.

- No lo sé - alzó los hombros sincera - estaba en un night club con mis compañeras de viaje y decidí regresa por mi cuenta. - Miró a todos lados intentando ubicarse puesto que le había dicho que estaba lejos del hotel, le iba a dar la razón pues ella era la extrajera - ¡Hmph! Puede que halla tomado de mas pero no soy invalida - Katherine dio unos pasos decididos y en linea recta demostrando que se encontraba bien - Entonces, jovencito... ¿Harías el favor de volverte mi guía?

La inglesa extendió la palma de la mano en dirección a la calle principal donde se podían ver todos aquellos negocios y personas de reputación dudosa.

Una expresión de indignación se dibujó en su semblante en el momento que ella le sacó la lengua, ¿debía justificar eso porque estaba demasiado ebria o realmente su personalidad era así? Reed bufó por lo bajo, agradeciendo que la oscuridad podía disimular el pequeño rubor que se había apoderado de sus mejillas por la interpretación de su comentario. Se sentía como el juguete nuevo de una niña traviesa, alguien que en apariencias debía ser mucho más madura y experimentada que él.

– Es lo que dije que haría, ¿no? – Respondió un tanto irritado, llevándose ambas manos a los bolsillos y apretando en su interior la mercancía ganada.

Reparó en los momentos difíciles sufridos en las calles, diciéndose así mismo que esto no era nada en comparación y que solo debía ser agradable mientras su paciencia se lo permitiera. No tenía por qué presionarse a nada, estaba haciéndole un favor a una señorita rica perdida, solo eso, y de todos modos no estaban tan lejos del lugar donde pretendía llevarla.

Ya más tranquilo, el adolescente continuó su caminata hasta acceder a la calle principal, moviéndose de forma pausada para que la mujer le siguiera el paso en su deplorable estado. Pudieron apreciar de inmediato la gran cantidad de gente que iba y venía a esas altas horas de la noche, todos cometiendo actividades de dudosa licitación.

Reed se volvió hacia ella unos momentos para hacerle una breve explicación de su plan:

– Vayamos por el sector iluminado, tardaremos un poco más en llegar pero es preferible antes de tomar atajos – ir por un "camino corto" equivalía a colarse por los oscuros callejones del barrio y, al menos en ese lugar, hacer semejante estupidez era suicidio. Si él se había dado el lujo de tocar la guitarra en un oscuro rincón era únicamente por pertenecer a la banda más grande de esos lares, nadie le mataría, con suerte le dejarían en un muy mal estado y ya, pero la joven no corría con esa suerte. A ella si podrían hacerle de todo sin culpas ni testigos. – Caminaremos unas cuantas cuadras hasta llegar a la parada... Ahí tomarás un autobús o un taxi, lo que te dé el bolsillo.

Katherine se colocó a su lado manteniendo el mismo ritmo de la caminada de su guía que parecía haberle irritado, ella no pudo reirse por aquella reacción de lo que dijo, solo era una pequeña bromita. Tal vez sus vidas le moldearon para no ser tan gracioso como ella que siempre tuvo las cosas fáciles.
Decidió calmarse en lo que caminaba por aquella calle que tenía más luz mientras veía a la gente pasar en diferentes direcciones y distintos propósitos.

Katherine bajo la luz vio como es que el otro se encontraba, herido y sin zapatos, algo que no pensó que era tan grave hasta que lo vio con mas detalle y de cerca. ¿Cómo es que no se había dado cuenta antes? La joven pensó un poco la situación y recordó los otros regalos que tenía en el cuarto de su hotel, pensó que sería sensato regalarle esa ropa al chico, pues al menos la usaría, a que terminara en la basura. Solo esperó que él no opusiera resistencia y le acompañara hasta su cuarto.

La inglesa tomó su brazo en un intento de ayudarle en aquel paso que mantenía el chico que parecía tener ciertas dificultades.
Aunque cuando vio como la mirada de ciertos hombres y algunas mujeres se posaban sobre ella sintió unos escalofríos, por una vez en su vida no quiso ser observada al notar su belleza, algo que hacía con frecuencia y orgullosa. La castaña acercó mas su cuerpo al otro como si este fuera a brindarle alguna protección.

- C-claro... lo que tu digas pero... ¿Quisieras acompañarme a mi habitación? Tengo muchas cosas que tal vez te gustarían, prefiero que te las quedes a que terminen en algún vertedero. - Decidió no mencionar que esas eran de su ex-novio.

El recorrido había comenzado para ambos. Reed enarcó una ceja, extrañado, al notar el repentino acercamiento de la joven. ¿Tenía dificultades para caminar? No, era ella quien le estaba ayudando a él con sus heridas. Estaba a punto de protestar hasta que detectó una actitud que no hubiese esperado en una mujer como ella, tan segura y bromista como aparentaba ser. Estaba asustada. Con solo echar un vistazo a su alrededor entendió más o menos qué es lo que pasaba: muchos sujetos de dudosa moral y mujeres de mal vivir mantenían sus ojos fijos en el escultural cuerpo de su acompañante, prácticamente comiéndosela con la mirada sin ningún recato.

Reed cambió su semblante a uno mucho más agresivo, transmitiendo un aura de amenaza hacia los tipejos de ese antro de putas que solo problemas podían darle. Pero no le duró nada, pues la joven hizo un ofrecimiento que lo desconcertó.

– ¿E-estás segura? – Balbuceó observándole, sin comprender por qué le estaba ofreciendo una ayuda tan generosa. – Pero... ¿Crees que te permitirán ingresar a ese lujoso hotel con un tipo como yo? Ya ves... Estoy sucio, herido y no tengo mucha ropa... – masculló ruborizado, era primera vez que interactuaba tanto tiempo con una persona adinerada y la sola idea de encontrarse en un lugar con grandes lujos, como solían mostrar en televisión, le avergonzaba. – Por mí no hay problema... Yo... Nunca he estado en uno de esos hoteles... – agregó tímidamente, intentando ocultar el hecho de que una tontería así le emocionaba.

Una botella acababa de hacerse añicos a corta distancia de ellos, debido a una disputa de bar. Mientras pasaban junto al escándalo que se cernía en plena avenida, él volvió su rostro a la extranjera, sin detener el paso y se presentó finalmente.

– S-soy Reed...

Miró a aquel chico con una sonrisa sincera al preguntarle sobre so hablaba en serio sobre aquellos regalos. De eso estaba segura que ni de sobria se arrepentiría de aquellas decisiones que hacia en ese estado casi intoxicado.
La señorita se puso algo nerviosa por el previo cambio de actitud de su guía pero eso ayudó bastante a que las miradas cambiarán de dirección, haciéndola sentir más segura.

- muchas gracias - le dijo en voz suave mientras ella le daba un abrazo efusivo, del cual probablemente sentiría sus divinos pechos protegidos por su brassier - Si vienes conmigo no te dirán nada, y si te lo dicen existe algo llamado denuncia - dijo con seguridad, ella no permitiría que discriminaran a aquel chico por su condición social. - te daré ropa, aunque no se sí el calzado te quede, habrá que tener un poco de fe - alzó el pulgar positiva de lo que pasaría.

El ruido de la botella solo a animó para dejar en el suelo lo que quedaba de su six-pack y apresurar el paso para no involucrarse en nada de ese barrio.
Al menos pudo oír con claridad el nombre de aquel joven.

- Reed, tu nombre es interesante... El mío es aburrido, me llamo Katherine. - le dijo su nombre, aquel que la hacia sonar demasiado formal - Me dicen Kat, Katy o Kate... Puedes decirme Kat - prefirió aquella forma más corta de su nombre.

La sonrisa de Katherine le supuso un alivio inexplicable. Sentía que podía confiar en ella.

Era una oportunidad única en un millón, aún cuando sabía que tenía que proteger a su acompañante del trayecto no podía contener la emoción. Vería algo que su bolsillo nunca se hubiera podido permitir, todo gracias a ese encuentro fortuito. Quizás el haber perdido las botas esa noche no estaba tan mal, porque no solo podía comprarse otras con el dinero que le dejaría el reloj sino que tendría la oportunidad de ver un pedazo de la vida de los ricos, esa vida que tanto envidiaban sus colegas.

Percibir algo en su brazo le desvió de estas cavilaciones. La mujer le hablaba pero Reed solo pudo centrarse en el contacto de sus senos abultados contra su cuerpo. Estaba demasiado nervioso como para devolverle la sonrisa, dejaría que ella hiciera el resto.

– E-está bien... – balbuceó, echando un breve vistazo al generoso escote de la dama.

¡Woaaa! ¡Qué buen par!

Reed carraspeó, desviando la mirada hacia el gran barullo que armaban los ebrios de la esquina, esperando que ese sutil rubor en sus mejillas se disipara. No es como si no se hubiera dado cuenta de cuán atractiva era, simplemente había puesto una barrera entre ambos dado a la clase social a la que pertenecían. Pero ahora que incluso sabía su nombre sentía una relación un poco más estrecha, algo que le suponía otra serie de fijaciones.

¿Qué diría su madre cuando le contara de su travesía? Ni en sus sueños más locos se habría imaginado caminando por las sucias calles del barrio que habituaba con una joven mayor, bella y adinerada, encima teniendo la posibilidad de ver por dentro la fachada de un hotel.

– Hace un rato dijiste que venías de viaje, ¿de dónde eres? – Preguntó con simpleza, sin dejar de avanzar.

Le alegró bastante la actitud del chico, por fin empezaba a aceptar las cosas como ella quería que fueran, sin prejuicios ni dificultades, ella solo quería que aquellos regalos al menos tuvieran sentido y uso para alguien más.. y no para la basura y a ese "idiota".

"No Kat, no pienses en el, ahora estas muy bien" - se regañó a si misma en la mente, pues no quería volver a llorar por una tontería como esa y un idiota.

Sus abrazos siempre fueron de los afectivos, siempre demostrando sus sentimientos afectivos como el cariño y el agradecimiento, como en este caso, no siendo como lo común de los británicos que buscaban cierto espacio de los desconocidos. Ella dejó el abrazo para seguir ayudandole a caminar.
Ambos siguieron caminando por ese rumbo "seguro", ella ayudando al otro a caminar pero dejando que él fuera el guía hasta alguna calle donde un taxi pudiera llevarlos a su hotel. Al menos para Katherine era obvio que le pagaría su viaje de vuelta a donde fuera que viviera, pues por analogía suya, era probable que viviera en un lugar lejano de la gente con estabilidad económica como ella o donde estuviera la afluencia turística de Glass City.

- Oh, soy de Inglaterra... vine aquí por unas vacaciones premiadas por mis padres - alzó su dedo indice y medio en aquel famoso símbolo de la victoria, recordando que había quedado dentro de aquella compañía de opera de la capital.

Miró un poco a la lejania y pudo ver aquella calle con afluencia vehicular a lo lejos que la hizo dar ciertos brincos de emoción pues ya podría decirle a ese lugar peligroso al que había llegado, al que había llegado por accidente, "adiós".

Observó momentáneamente a la muchacha que ahora le ayudaba a caminar, no cargó todo el peso sobre ella pues no tenía mayor problema en seguir por cuenta propia. No sentía su cuerpo adolorido, o más bien, sus heridas eran totalmente soportables en comparación a otras ocasiones, su experiencia de vida le había enseñado a mantener una buena resistencia ante el dolor físico. Pero se quedó callado pues no le molestaba para nada sentirla cerca.

– Suena bien... – comentó en respuesta volviendo la mirada hacia el frente, donde ya podía distinguir la parada. Faltaba un poco más de una cuadra, lo cual le aliviaba mucho pues se sentía bastante observado por los transeúntes de esas escandalosas calles llenas de corrupción. Eran una pareja curiosa, sin duda, no dejaba de ser llamativo que una joven evidentemente ricachona ayudase a caminar a un pobretón como él, quien encima era medio famoso en ese sector por ser miembro de la Corte. – La zona turística de Glass City tiene mucho que ofrecer... Debe ser divertido... – dijo de pronto, sonriendo nerviosamente.

Intentaba hablar de cualquier cosa para desviar la concentración de la mujer, no quería que notara la cantidad de atención que habían comenzado a acaparar. Lo percibía, los sujetos del bar anterior, unos grandotes a medio emborrachar en un callejón e incluso las prostitutas de la esquina siguiente querían acercarse a fastidiar. Era fácil oler el dinero en un lugar como ese. Reed dirigió una mirada amenazadora hacia ellos pero sabía que esto solo los podía retener en sus lugares durante un instante, debían apurar el paso antes de verse rodeados.

– Y dime... ¿A qué te dedicas? – Aceleró deliberadamente mientras volvía a retomar la palabra, quería ahorrarle a Katherine el miedo o la inseguridad que podía sentir si se percataba de lo que ocurría a su alrededor.