Primera página (Priv. Reino)

Era un muchacho de gran carisma que apenas había cumplido la mayoría de edad (18 años) hace apenas unas semanas. Hijo de una familia de clase media como muchas otras en Glass City, una ciudad que poco a poco parecía comenzar a crecer de forma prometedora.

apariencia 18 años:

Desde niño él había expresado un gusto innato por la música y aunque también destacó en varias otras materias básicas en la escuela, nunca pensó en otro rumbo que no fuera el mundo artístico. A ojos de muchos el muchacho estaba desperdiciando su futuro, pero bastaba escucharlo cantar o ver sus composiciones, o tan solo oír sus ideas (esas que parecían abundar en su cabeza como si hubiesen estado ahí guardadas desde siempre) para convencerse de que posiblemente ese chico sería capaz de alcanzar sus sueños. Y así también lo creía él, sabiendo que sería necesario poner esfuerzo, perseverancia y, claro, también un pequeño golpe de suerte, aunque ésta parecía siempre estar de su parte... o al menos casi siempre.

Hace un par de meses que estaba probando suerte en distintos escenarios incluyendo bares, pubs, o donde fuera que lo llamaran a tocar, sin embargo, ninguna oportunidad estable se había presentado. De cierta forma no parecía encajar del todo en el tipo de espectáculos que ofrecía la ciudad.

Él no era de cantar baladas o entonar criticas sociales musicalizadas, no era de la poesía barata y la rima simple en las canciones, de las frases de amor cliché y los monótonos acordes. No, él era de contar historias, de los cuentos acompañados de melodías nostálgicas, del drama y la tragedia, de la fantasía y el ensueño hecho canción. A veces se sentía fuera de época, como si tal vez el nacer en el medievo o en el renacimiento hubiese sido lo correcto en vez de estar existiendo en pleno siglo XXI.

¡Como le gustaban los madrigales renacentistas!

Muchas veces incluso lo habían comparado con un trovador perdido en el tiempo y Regan, a decir verdad, les encontraba la razón. Su música no era lo que el mundo actual estaba acostumbrado a escuchar. Es por esto que en más de una ocasión el muchacho de ojos azules como el cielo acababa siendo interrumpido, cortado y hasta echado de los lugares en los que se presentaba.

"No es que seas malo, pero no eres lo que la gente quiere escuchar." Solían decirle.

Aquella noche era una de esas, en las que cabizbajo y completamente ignorante de la hora, del peligro de la calle y de la gente, se encontraba abrazado a su guitarra, sentado en la acera de la calle a las afuera del local del que le acababan de echar.

Meditaba. Quizás realmente estaba siendo ingenuo al pensar que podía ocupar un lugar en la industria musical... Pero ¿cual era el problema en serlo? ¿En ser un soñador y todo eso cuanto los adultos decían?

Los que no sueñan están muertos por dentro.

— Reed... Reed, cálmate. — Le recomendó un colega. Pero no. Reed no podía calmarse.
— ¡¿Tienes idea de cuánto dinero perdimos por este imbécil?! — Bramó momentos antes de asestarle un puntapié en el estómago al dealer de turno, un jovenzuelo de su misma edad con ropas que delataban un buen pasar económico. Lo tenía acorralado en la esquina de un callejón de mala muerte, y aunque estaban acompañados de varios miembros de La Corte, Reed era el único que auspiciaba la paliza. — ¡Catorce onzas, Vance! ¡Catorce! — Agregó mientras clavaba sus flamantes ojos azules en su colega, un sujeto calvo con una enorme cicatriz surcándole el rostro.

Se hizo un silencio. Reed volvió sobre sus pasos para descargar un golpe tras otro en la cara del inútil.

El chico apaleado era un novicio que no pertenecía a esos barrios. Solo era un forastero aficionado a la hierba que creía haber encontrado su lugar en el mundo entre esos delincuentes, sin saber que sus territorios solo pertenecían a aquellos que no tenían más opciones. Una persona como él simplemente no encajaba en La Corte de los Milagros, una de las bandas más peligrosas de la zona. Reed lo sabía pero aún así decidió darle una oportunidad.

— Lo entiendo, amigo. Fue tu inversión y es una mierda que se la hayan robado a este marica. Pero solo estás perdiendo el tiempo. — Intervino Vance otra vez. — Tenemos que tener el dinero para mañana o estaremos en problemas, amigo...
— ¡Ya sé, ya sé! — Espetó con violencia para luego apartarse del muchacho. Él aprovechó el respiro para escupir un poco de sangre. Aún no perdía la consciencia. Al notar esto, Reed se sentó en cuclillas al frente suyo apoyando una daga muy cerca de su abdomen. — Podríamos sacarle un órgano o dos. No los extrañará. — Sugirió con malicia.

El chico emitió un gemido y sacudió la cabeza con las escasas fuerzas que le quedaban.

— No es un método rápido.
— Oh, no, espera. ¿Cuánto crees que nos dé su papá por esta basura? Podemos cortarle un dedo y enviárselo a domicilio.
— Ese miserable está endeudado. — Reed bufó.
— Tsk, en verdad no sirves para nada... — Dijo, ahora dirigiéndose a su víctima. De improviso tomó al sujeto de la mandíbula y le acercó la daga hacia el rostro. — Al menos... Te dejaré un recuerdo para que nunca vuelvas a rompernos las pelotas~

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Tras lo sucedido, la banda se dividió en equipos de dos para conseguir el dinero perdido. Reed fue el único que prefirió marchar solo. Necesitaba descargar la frustración que sentía por culpa de ese maldito hijito de papá. Gran parte de sus ahorros habían sido invertidos en esas onzas de marihuana, ¿cómo mierda iba a recuperar tanto en una sola noche?

No le preocupaba si el jefe de La Corte se ensañaba con él. Temía que fuera por su madre.

"Mierda. Mierda. Mierda."

Caminó durante cuadras con la capucha sobre la cabeza y los pensamientos en desorden. Necesitaba espabilarse y ya. Fue en ese momento que vio a un muchacho con una guitarra sentado en plena acera. Reed ralentizó el paso al notar su presencia, metros delante de él. Echó un vistazo rápido a su perímetro: no se veía ni un alma y los dueños de los locales de ese distrito no se metían en pleitos ajenos, menos con miembros de La Corte.

Era perfecto.

Aceleró, caminando con la fluidez del comienzo. Evitó hacer contacto visual y simuló estar abstraído en sus propios asuntos. Sin embargo, al pasar por detrás del joven músico lo sujetó violentamente del cabello, arrastrándolo consigo hacia un sector menos iluminado. Ya que probablemente iba a resistirse, rodeó su garganta con el brazo que le quedaba libre y amenazó su impecable rostro de niño de bien con el filo de la daga.

Ya en ese entonces Reed contaba con suficiente fuerza y habilidad para cometer un asalto de manera limpia, por lo que no le llevó mayor esfuerzo forcejear contra el desconocido, hacer que se pusiera de pie y acorralarlo contra un mural. La guitarra quedó abandonada en la acera.

— Dame todo lo que tienes, amigo, o te puede ir muy mal — le amenazó con una voz grave e intimidante que arrastró muy cerca de su oído. Reed presionó su cuerpo contra la víctima, quien le daba la espalda y tenía el arma peligrosamente cerca de su ojo.

Su desanimo era tal esa noche que ni siquiera notó lo que ocurría a su alrededor. No era que no supiera de los peligros de estar solo a altas horas de la noche, sino más bien que no creía ser de interés para los delincuentes.

No sabía exactamente qué pasaba, mucho menos quién era su atacante. No había podido verle la cara y ahora lo tenía presionado contra el sucio muro de callejón. Por la presión que sentía contra él, seguramente era un tipo más alto y más corpulento que él, pero su voz sonaba aún adolescente. Tenía un timbre carrasposo y grave, duro, pero de alguna forma agradable. Un buen barítono.

Sí, al cabeza de Regan no trabajaba precisamente de la manera más lógica y normal al enfrentar circunstancias inesperadas, pero no podía evitar reparar en esas cosas, no era consciente de que lo hacía.

Regan era un muchacho sencillo hasta en sus ropas y tal vez lo único que llamaba la atención de él eran sus ojos azules, que ahora eran amenazados por el filo de una daga. Lo único de valor que traía era la guitarra, esa que ahora había quedado tirada en la acera y en la que sus ojos se mantenían fijos, sin importar la amenaza que los acechaba.

"Ah... Espera... La guitarra..." Suplicó con angustia, una angustia que claramente no era la preocupación manifiesta por si mismo, sino por el instrumento. Solo entonces desvió la mirada hacia el hombre, intentando verle el rostro.

"No traigo mucho encima ¿sabes? No ha sido una muy buena noche..." Hizo una pausa y pensó en su situación actual."Definitivamente esta no es mi noche, pero te daré lo que tengo. Seguro tienes tus razones, pero déjame ir por la guitarra. No puedo perderla."

Era el iluso músico intentando razonar con un delincuente.

La mención de la guitarra no desvió su atención, pues Reed apenas había reparado en ella. Al momento de jalar a su víctima del cabello y arrastrarlo de malos modos hacia el callejón, su única prioridad era inmovilizarlo y quitarle todo lo que tenía. Afortunadamente, él no puso resistencia.

— Cállate y quédate quieto.

Tal vez vender los órganos de ese sujeto fuera lo más rentable, pero no lo más rápido. Esperaba que al menos tuviera algo bueno que ofrecer en sus bolsillos. Mantuvo la daga cerca de su rostro mientras tanteaba la chaqueta y los pantalones con la izquierda, hasta dar con su billetera. Al revisarla, confirmó que no mentía al decir que tenía poco dinero encima.

— Tch, debes ser un músico de mierda — gruñó, pensando que con esos pocos billetes apenas podía pagarse un boleto hacia el centro de Glass City. Notó que una identificación se asomaba desde el tarjetero y la retiró con los dientes, sujetándola con la mano libre para leer a duras penas lo que en ella había escrito: — "Regan... Vosuet", suena burgués — comentó, despectivo, y solo entonces le ilusionó la idea de robarle algo más; volteó hacia el instrumento con un nuevo interés asomado en sus filosos ojos azules. — Conque una guitarra, ¿eh?

Reed desarmó al tal Regan Vosuet golpeando la parte posterior de sus rodillas con las propias, y una vez este perdió el equilibrio, lo apartó con una fuerte patada en su espalda. Ya no le era útil.

Vació la billetera y se la tiró al músico en la cara, para luego dirigirse hacia el foco de luz más cercano, donde se encontraba iluminado el objeto de su interés.

Estaba en una mala situación, y en esa noche desesperada todo servía. Incluso la valiosa guitarra de un soñador.

El de cabello castaño no esperaba un ataque más allá de una amenaza, por lo que la patada lo tomó completamente desprevenido haciéndolo caer estrepitosa y dolorosamente al piso. Por suerte sus brazos amortiguaron un poco la caída.

Claro que el comentario sobre su "nombre burgués" no pasó desapercibido. Quizás porque precisamente le frustraba el hecho de ser un don nadie pese a que su nombre era, en cierta forma, prometedor. Lo había sido cuando conoció a cierta muchacha de clase alta y probablemente solo entonces le importó no contar con el estatus suficiente para darle peso a lo que no eran más que letras.

Se levantó rápidamente de forma instintiva, dejando ir esos pensamientos para centrarse en el presente y buscar con la mirada a su asaltante que ahora se dirigía a su guitarra.

"¡Espera!" Ignorando el dolor en su zona lumbar se adelantó hacia él como la antesala de lo que podría considerarse un acto intrépido o sencillamente una estupidez.

"Escucha, no me considero un mal músico" Era importante recalcarlo y es que inseguridades de ese tipo precisamente él no tenía. "Pero es difícil hacerse un espacio en esta ciudad, especialmente cuando no encajas." Explicó sin intención de excusarse, sino más bien construir una narrativa que le permitiera llegar a una negociación. Después de todo el chico parecía de su edad y si lo analizaba con calma, era alguien inteligente, no un ladrón cualquiera o al menos eso podía concluir Regan por las acciones y decisiones en esos pocos minutos transcurridos.

"Lamento no tener más dinero. Se nota que lo necesitas, pero realmente no es mucho lo que puedes conseguir con ella." Señaló la guitarra mientras se ponía frente al sujeto que solo hace unos minutos le apuntaba con un cuchillo. Sus ojos se clavaron en la mirada clara, pero irónicamente perturbada del moreno.

"¿Puedo ofrecerte un trato?" A diferencia de él los ojos de Regan solo reflejaban una cosa: Decisión y una fuerza de voluntad que parecía inquebrantable. Como si aquel chico inconscientemente estuviera diciendo que no iba a aceptar un no por respuesta, pero sabía que se estaba arriesgando a una paliza. Aún así lo iba a arriesgar todo por lo único que realmente le importaba, incluso más que su cuerpo: Su guitarra.