Una noche agradable - Andrea Laakkonen

Ríe suavemente, y en cierta manera se esperaba que le fuera a decir en general las cosas dulces a juzgar por la cantidad de azúcar que le ha tenido que meter en su café.

-Me lo apunto para prepararte algo bien dulce cuando te quedes en casa –Comenta apuntando mentalmente los gustos de su chica. La mira con curiosidad y se pone a pensar- Bueno, las melodías tranquilas y lentas me atraen bastante –La mira y se enamora más de esa mirada infantil- Y claramente me gusta Beethoven, las melodías que creó en el piano me parecen sublimes –Se gira para estar en frente suyo- Y… ¿Cosas qué no te gusten?

Ríe cariñosamente al ver tal felicidad infantil, y es que le dan ganas de abrazarla y llenarla de mimos, pero se controla para no ser tan empalagosa con ella y termine cansándose de ella. La escucha atentamente, tomando una de sus manos y atraerla hasta sus labios, así depositar un beso en cada uno de sus dedos.

-Bueno, ya tenemos algo en común –Besa la palma de su mano- Está bien, siempre intentaré alejarte de ese tipo de situaciones, lo prometo –Le dice con ternura mientras la mira de la misma manera y deja libre su mano para que pudiera seguir desayunando tranquilamente.

Le da otro sorbo a su café y un bocado a su pan para verla con esa inocencia y torpeza ya tan parte de ella. Ríe con torpeza.

-La verdad, no es uno de mis mejores talentos, en realidad soy bastante patosa en ello –Apoya su mejilla sobre la palma de su mano para mirarla- Tendrás que enseñarme para que no te pise

Arquea una ceja, extrañada de que la hiciera levantarse e ir hasta el centro y esperarla. La sigue con la mirada y no puede evitar reír suavemente al escuchar las primeras notas, una canción lenta en la que la pareja pueden disfrutar de un momento romántico y de mimos.

Es curioso lo de sus motes, pues en las historias es la princesa la que suele enseñar a bailar al caballero del que se enamora; claro está, siempre hay excepciones en historias cuando quieren hacer al caballero perfecto, pero en su caso no es así.

Sora recibe con gusto a su ángel entre sus brazos para seguir sus instrucciones, y es gracioso porque la morena parece un palo de lo torpe y poco que se mueve, pero poco a poco va aprendiendo a doblar las rodillas y a no ser tan palo. Pero eso sí, la torpeza sigue presente.

Miraba mucho los pies, viendo que no la pisara en algún despiste. Toma el consejo de la rubia y empieza a hacer cuando toca el piano, dejándose llevar por la melodía; empieza a soltarse un poco más, a moverse con más naturalidad y a centrarse un poco más en los bellos ojos de su ángel en vez de sus pies. Los movimientos torpes y traspiés siguen presentes sin duda alguna, pero no como al principio de la canción. Sonríe y rodea su cintura con sus brazos cuando su chica se pega a ella, así depositar un tierno beso sobre su frente y luego aceptar con gran gusto su beso. Acaricia con ternura su espalda mientras el beso se alarga un poco, pero sin profundizar ni apasionar nada, sino simplemente mantener la ternura y dulzura presente.

Ríe un poco al ver como toma su mano para que acariciara su cabeza. La estrecha entre sus brazos con gran dulzura, besando suavemente su sien en lo que su mano acaricia tiernamente su nuca. Su otra mano acaricia un poco su espalda en lo que le viene su dulce aroma; sonríe por lo que dice la chica y es que sin duda alguna le encanta despertar con ella.

A pesar de que se separan un poco, Sora mantiene sus manos sobre su cintura, teniéndola cerca de ella y permitiéndole que le arregle el cuello de su camisa mientras ella se pierde en los bellos ojos de su chica.

-En realidad no tengo nada que hacer, a excepción de recoger la moto a la Universidad –Besa la punta de su nariz- Bueno, me ducharé en mí casa no te preocupes, es que sólo tengo lo puesto –Comenta con torpeza y rascándose suavemente su mejilla con su dedo índice- ¿Tienes algo qué hacer hoy?

Junta sus frentes mientras sus narices se tocan por completo; le gusta lo responsable que es su chica, pues sabe que varias personas serían capaces de no ir al Sello para “descansar” de lo que sea, pero su chica le interesa en verdad ese mundillo. Asiente con la cabeza y le roba un rápido beso antes de acunarla entre sus brazos cuando ella se le acerca para oler su aroma; apoya su mejilla sobre su cabeza, pero no por mucho rato ya que la mira realmente sonrojada y con el rojo estallado en su rostro, con la boca media abierta sin saber que decir, ni tan siquiera llega a tartamudear como suele hacer.

Quiso intentar seguirle el hilo de la broma, decirle con coquetería que no le importaba si se duchaban juntas, pero entonces recuerda que su chica aún no vio la cicatriz de su hombro y prefería no contarle la historia detrás de eso, y que se enfadara por ella por mentirle. A pesar de que ya se acostaron, la oscuridad ayudó a que la rubia no se diera cuenta de su hombro, y seamos sinceros, estaban más concentradas en otras cosas…

Sora besa su frente y va al baño en lo que su chica va a la cocina. Tal como le aconsejó su rubia, se lava un poco para al menos ir medianamente limpia en el viaje de la Universidad y el Sello; ya en su casa se ducharía con tranquilidad. Una vez lista, se acerca a su chica y la abraza por su espalda y besa con sumo cuidado su cuello, dejando un tierno beso ahí.

-Después de llevarte al Sello, pasaré por mí casa… ¿Quieres qué me lleve alguna ropa tuya? Por sí algún día quieres quedarte, así sabes que tienes ropa ahí –Le dice besando su sien.

Ríe suavemente en la que la sigue llenando de mimos, estrechándola cuidadosamente entre sus brazos; le gustaba tenerla de esa manera, además, la sentía tan pequeña entre sus brazos a pesar de ser realmente alta. Le daban ganas de no soltarla nunca.
La mira y asiente con la cabeza hasta que, una vez más, se ruboriza fuertemente por la broma de su chica. ¿Qué tipo de ropa habrá? Sin duda alguna le entra la curiosidad, pero no será tan curiosa de ir por ella misma a comprobarlo, sino que con el tiempo lo irá viendo.
La deja ir en lo que sacude la cabeza, suspirando y tocando levemente su pecho, donde se ubicaba su corazón cual late a mil por segundo.

-Algún día de estos me matará de un paro cardíaco… –Piensa con vergüenza en lo que se arremanga las mangas de su camisa y sigue limpiando los platos.

Al terminar se seca las manos, se recoloca correctamente las mangas de su camisa y se sienta en el sofá para esperar pacientemente por su chica.