Bienvenida a mí casa, mi princesa [con Andrea Laakkonen] (+18)

Se queda acariciando su mejilla con delicadeza mientras la mira con la sonrisa permanente sobre sus labios; está así por unos minutos hasta que deja la mano que estaba acariciando su mejilla sobre su brazo, mirar al techo y dejarla dormir plácidamente. Le da por mirar por la ventana, y la lluvia había cedido del todo al fin, pero entre unas cosas y otras el cielo ya se estaba oscureciendo. Por un momento se pregunta si la compañera de piso de su pareja fuera a preocuparse por ella si no aparecía esa noche, pero no le da tiempo a pensarlo mucho más ya que poco a poco el sueño la va ganando, cayendo dormida del todo.

La morena hacía tiempo que no tenía pesadillas, y la única pesadilla que tenía era cuando de pequeña se le repetía la imagen del fallecimiento de su madre y el gran choque en su familia: ella abandonó momentáneamente el piano, su hermano se volvió callado y costaba hacerlo hablar hasta el punto que le hacía bullying en la escuela, y su padre lloraba noche tras noche para que sus hijos no lo escucharan… a pesar de que sí lo hacían.

Pero el sueño de esta noche es sin duda alguna más relajante de lo normal, y es que tener a su ángel entre sus brazos sea lo mejor que le ha pasado en la vida.
La noche pasa y Sora despierta como a la media hora después de que su pareja lo haya hecho. Se friega los ojos suavemente y nota que Andrea no está; lo primero que piensa es que podría ser que estuviera en el baño pero un olor a comida llamar su atención. Se viste por completo, sólo que su camisa la había dejado abierta porque recién despierta no está muy espabilada la morena.

Va a la cocina y se encuentra con una escena que le hace sonreír cariñosamente: a su chica en la cocina. Cuidadosamente se acerca a ella, así rodear su cintura por la espalda mientras le deposita un suave beso sobre su nuca.

-Buenos días –Mira lo que está haciendo, así que pestañea un par de veces mientras apoya su barbilla en su hombro- ¿Qué estás haciendo?

-¿Contigo a mí lado? Imposible no tener dulces sueños –Le responde dejándola un suave beso en su mejilla. Sonríe por el beso que recibe en su sien, y más al ver como su pareja le está preparando el desayuno para las dos- Seguro que me gusta –Le susurra de manera cariñosa, escuchando como tararea una de las canciones que escuchó ayer.

No puede evitar quedarse de esa forma, teniéndola entre sus brazos mientras le llega su dulce aroma de su cabello. La mira cuando le habla, y llega a arquear la ceja, poniéndose recta.

-¿De las vistas? –Pregunta al no haber entendido a lo que se refería, y entonces es cuando le da por mirar abajo ¡y ahí tiene el escote de su rubia! El rojo va subiendo a su rostro como si fuera un termómetro- ¡Me siento, me siento! –Exclama muy nerviosa y sentarse en una de las sillas con la cara totalmente iluminada de rojo y muerta de vergüenza.

-No es la misma situación… –Le responde con timidez y muchísima vergüenza, aceptando el corto beso para ver lo que le había probado. Le da un bocado del trozo que coge con su tenedor y le sonríe a la chica- Está muy bueno –Halaga el desayuno para seguir comiendo tranquilamente hasta que se da cuenta al fin que ella misma ni se había abrochado la camisa, así que la va abrochando hasta que cae en algo- Oh, ¿no has de llamar a tu compañera de piso? Tal vez esté preocupada… Tienes el teléfono ahí –Le dice señalándole el teléfono inalámbrico en la sala de estar, en la mesita donde había dejado la lata de jugo.

Ríe suavemente al escucharla tan contenta de que le gustara. Termina de desayunar, y mientras su chica llama a su compañera de piso, ella se dedica a fregar los platos ya que no le gusta tenerlos apilados. A los pocos minutos siente los brazos de su chica rodeándola por la espalda; gira un poco el rostro para dejarle un suave beso en la frente. Deja ya el último plato en el escurridor, se seca las manos y se gira dentro de su abrazo para corresponderla y mirarla cariñosamente.

-¿Quieres hacer algo en concreto? –Le pregunta depositándola un suave beso sobre la punta de su nariz.

Esboza una sonrisa, juntando sus frentes para darle un tierno beso en los labios. Por un solo segundo se le pasa la idea de hacer lo que alguna muy pocas veces ha hecho su hermano alguna vez… Decir que está enferma y no ir para poder estar con ella, pero la morena era demasiado responsable y si lo hiciera, luego la culpa la carcomía y su ángel debía asistir a una audición importante.

-Entonces mejor te lavo tu vestido para que lo tengas limpio, ¿lo habías dejado en el baño? –Le pregunta aun así sin soltarla.

-Estará en una hora más o menos –Le responde besando una vez más sus labios para deshacer suavemente el abrazo- No te preocupes, puedes ponerte el televisor o en el ordenador si lo necesitas –Le da total libertad de moverse en su casa, como si fuera la suya propia incluso.

De ahí se dirige a la segunda planta y coge la ropa de la rubia y la suya que había dejado en su habitación, además del sostén que su pareja no se había puesto, lo que la hace ruborizar un poco ya que le cuesta horrores no mirarla al escote. Baja a la primera planta para poner la lavadora y después volver a la sala de estar.

-¿Tienes que estar en algún lugar en concreto? Puedo llevarte en la moto para llegar antes