[Mansión Cryzard] Mudanza (Priv. Camus)

Suspiró-Era sólo una forma de decir,Camille...nunca pensaría que podrías llegar a odiarme...-llevó su mano al rostro de ella- mírame...-quería decir lo siento, quería realmente decirlo, pero si lo hacía nada de esto tendría sentido.

Nunca he dicho que no estoy feliz de verte pero nuestra relación siempre ha sido en base a las verdades que cada uno debemos decirnos,siempre he sido un hermano de carácter duro y no puedo dejar de serlo ahora sólo por no habernos visto hace tanto tiempo.-Camus soltó el rostro de su hermana con sumo cuidado,acariciando su contorno con la punta de sus dedos, algo dolido por todo el asunto por el simple hecho de pensar que su hermana llegase a entender que todo esto para el no era agradable o que simplemente llegase a no sentir felicidad con tan sólo verle después de tanto tiempo- pido las disculpas pertinentes si en este momento ocasioné que pensaras que tu compañía me presentaba algo que no fuese felicidad...-suspiró con el rostro si bien serio algo cabizbajo- y lamento si todos los preparativos que hice no fuesen suficientes para dártela o demostrar la mía propia...-hizo una reverencia ante ella y comenzó a caminar- con tu permiso iré a dejar tu equipaje, Camille, volveré enseguida...

Se marchó en silencio, dejando que su hermana se dedicase a limpiar aquello.

Las formas de demostrar a afecto de Camus eran escasas, siempre lo habían sido y en situaciones como estas sólo podía sentirse intranquilo por no ser quizás con sus actuares lo suficiente claro.

Le hizo un gesto a Alexander, el can entendió enseguida en que debía ir con Camille,quizás...de esa manera Camus intentaba darle el calor que en estos momentos no lograba darle.

Tomó las maletas y se dirigió al cuarto de Camille. Ya allí comenzó a ordenar sus ropas, una por una con sumo cuidado- ah...-Se sentía en cierta forma agotado, no era del todo fácil llevar de nuevo la vida con Camille, sobre todo conociendo lo tan amado que él era para ella. Cada palabra era un arma de doble filo.

Cuando por fin terminó sólo se dirigió a una de las salas continuas de donde se encontraba su hermana,tomó su cello y comenzó a tocar para ella con cierta esperanza de que eso le hiciera sentirse en casa, era lo que menos podía hacer.

Spoiler:

Camus era del tipo de músico que se ensimismaba en su interpretación. Dedo por dedo, cuerda por cuerda, la mano en estricta pero relajada posición, una brillante postura erguida en la silla y los ojos cerrados, de esa forma pensaba que podía complacerla, con su música.

Cuando terminó de tocar vio a su perro fuera de la habitación, sin entrar mirando a un lado de la puerta, podía entender la situación. Le sonrió levemente y volvió a cerrar los ojos-...Recuerdas...las noches en que la aurora boreal se expandía por todo Permafrost? me tomabas la mano mientras mirabas por la ventana, eran quizás horas en las que no me dejabas seguir con mis obligaciones...siempre permanecí a tu lado incluso intentaba hacerlo en el período donde fui educado para mi labor de conde.-suspiró- Si hubiese podido permanecer más a tu lado, seguramente tu corazón en este momento no estaría tan congelado por el hielo que provoco...aún así, he de pedirte que entiendas que por mucho que te ame no puedo dar pie a una conducta que nunca podría tener.

Observó un momento a su fiel can y se levantó de su asiento caminando a la puerta con su usual andar de caballero, sin cruzarla-Eres mi hermana, Camille, siempre he buscado lo mejor para ti...quizás esa es la forma más efectiva en la que puedo decirte lo mucho que te quiero, espero nunca olvides eso-su mano se deslizó por el borde de la puerta-este conde no podría estar más feliz de tener a su condesa de vuelta a su lado, pero me entristece el pensar que ni siquiera mi música pudo alegrarte un poco-Camus se dio la vuelta y se dispuso frente a su hermana con la mano extendida, por un momento había sido directo y sincero.

Su mano no fue recibida, en cambio de unos ojos llenos de lágrimas y un abrazo que la condesa no pude contener le fue entregado. Los cabellos de Camille se movieron ligeramente al inclinarse hacia él y Camus, cerrando sus siempre gélidos ojos le dejó hacer, aun con el brazo ligeramente estirado, sin bajarlo.

Respiró con calma, escuchando los pesares de su hermana, de su pequeña y adorada hermana. Luego de que ella dijese todo y cuando se fue a apartar usó su mano estirada para atraerle a su pecho de nuevo-...-no dijo nada, dejó que el calor de ambos se fusionara y luego de aquel abrazo susurro- No digas nunca más que me amas más que a tu propia vida, Camille...por favor...puedo aceptar tu amor, pero no puedo aceptar que digas algo como eso...-la abrazó con más fuerza y escondió ligeramente su rostro entre el fino cabello de Camille- ¿Cómo esperas que pueda mantenerme tranquilo pensando que soy más importante que tu vida?...que la vida de mi adorada hermana...

Tú y Alexander son lo único que tengo, junto con nuestra adorada reina, si les llegase a suceder algo seré el responsable de aquello, porque estoy consciente de que siempre he tenido esa responsabilidad y porque así lo deseo...porque así quiero hacerlo-Camus buscó el rostro de la chica, frente a frente, con los ojos más sinceros y brillantes, aquellos ojos que sólo podían verse en su hermoso Permafrost, que vibraban cuando podían verlo cantando o montando a Alexander-...Camille, lo único que deseo es tu felicidad, y no quiero que tu felicidad sea en base a la mia, porque eres valiente, aguerrida y muy fuerte, digna siempre de ser mi hermana, digna de ser la dama de la reina...pero mucho antes que eso...-Camus con su otra mano que se encontraba libre secó las lágrimas de Camille con sumo cuidado- eres una mujer que no necesita de sus sentimientos por un hombre para ser hermosa o para surgir, o incluso para ser la mejor...


Yo...he cometido muchos errores contigo, te he dejado sola, y he puesto incluso sin quererlo un modelo para que me alcanzaras. Quisiera que vivieras tu vida en base a la libertad, a la libertad que nuestra reina te ha dado y no en relación a encadenarte a mi...

Beso su mejilla lentamente, fuera de sus protocolos de siempre, besando una lagrima traviesa que se había negado a irse del rostro de muñeca- Qué puedo hacer para no tener que condenarte a congelarte, my dear precious?...-y dentro de su usual voz, una más amable y algo acongojada se pudo oír, a la lejanía, Alexander miraba y se recostaba con el hocico en el suelo, bajando las orejas...quizás consciente de los propios sentimientos del conde.

Porque Camus lo sabía, sabía que su querida Camille lo amaba más que cualquier otro ser humano en la tierra, por que los sentimientos que le embargaban eran tan cálidos que incluso estaban quemandola, pero él...él no podía corresponderlos.

Ella veía a un hombre más que un hermano
Él veía a una hermana más que a una mujer.

Se disculpo ante él con una suave y acongojada voz, intentando adornar sus labios con una sonrisa que a los ojos de Camus no le parecía más que el triste enunciado de una situación inquietante.
Tanto era el amor que le profesaba su hermana para hablar de esta manera? Cualquiera en su sano juicio estaría con el corazón reinante en jubilo teniendo a Camille entre sus brazos, profesando con su voz de señorita palabras de amor...pero ahí estaba él...deseando que en realidad no le amase tan apasionadamente, por la simple razón de su vinculo sanguíneo y el amor fraternal que en el corazón del conde reinaba.


Dejó que expresara, que dijese todo lo que quisiera mientras le entregaba su calor en un abrazo contenedor y aquel beso mientras ella le sonreía. Tragó saliva cerrando los ojos por unos breves momentos- Quiero ayudarte con tus metas, quiero ver que el camino que forjes en base a las herramientas que te dé sea el más majestuoso jamás visto...puedo al menos hacer eso, cuidar de ti mientras estés aquí...-entrelazó sus dedos con los de ella atrayendo la pequeña y nívea mano  de su hermana a sus labios-Yo, Camus, conde de Permafrost juro ante ti condesa Camille...que daré todo de mi para convertirte en un idol más brillante que la aurora boreal...

Pocas personas podrían ver a Camille sonreír con tanta dulzura. Aquel unión que la rubia reforzaba con su delicado agarre generó en Camus una suave sonrisa y, además, las palabras de ella le daban seguridad, una que hace mucho no tenía si se refería al futuro de su hermana.

No esperaba aquel beso, fue una acción tan imprevista para él que su usual semblante frío se dibujó la sorpresa-...ah...-y como nunca, enternecido por el aire maduro de su pequeña hermana le sonrió gentilmente

No debes tomarte tales molestias, pero, lo aceptaré. ¿Quieres cabalgar conmigo antes de irnos a dormir hoy?-Alexander que hasta ahora se mantenía ajeno a todo, se acercó meneando su larga cola, al parecer feliz de la idea propuesta.

Su gentil sonrisa se curvo un poco a la derecha ante la caricia de su adorada hermana. Su piel no era jamás tocada a menos que fuese por los estilistas, sólo por hoy dejaría a Camille hacerlo, quizás ante la predicción de que tarde o temprano ella crecería.

"Después de todo es lo mejor, serás una hermosa dama, me encargare de eso, con todo de mi"

No tienes remedio, esta bien, vamos enseguida-Camille llamó a Alexander, de momento dejó su chaqueta sobre el perchero cerca de la entrada trasera y siguió de la mano a la muchacha. Cuando llegaron, Camus se acercó al ahora magnifico corsel, dandole suaves caricias- Espera un momento...-El conde se tomó un momento para buscar las riendas y la silla de montar. Se las colocó a Alexander con el cuidado y perfección de siempre- ven aquí- Extendió su mano ahora al cabello de Camille, hizo una rápida pero prolija trenza- No he olvidado lo desastrosa que quedabas cuando lo llevabas suelto- dijo burlándose un poco de ella- 

Su pie izquierdo se posó sobre el estribo y con la agilidad de buen jinete Camus ya se encontraba sobre su fiel compañero. Sujetando las riendas extendió su mano a Camille- Hoy iras delante de mi, como cuando eramos niños, si te sujetases de mi cintura no apreciarías demasiado la cabalgata, recuerda colocar tus piernas hacia este lado...vamos.

No podría ser de distinta forma, Camille, eres la hermana de Camus...-su sonrisa no desapareció, como siempre tendía a tener la ultima palabra dandose los habituales aires de grandeza.

Terminando aquel trenzado se percató de que el cabello de su hermana estaba inclusive más largo de lo que jamás lo recordó¿cuánto había cambiado desde aquél entonces desde que ella le perseguía por aquellos pasillos adosados de arte y riquezas de gusto finísimo? Incluso ahora que la levantaba y traía su cuerpo hacia él notaba la diferencia entre ellos. Ella, fina mujer de delicada belleza, él un hombre fuerte pero no por aquello tosco. Si bien eran hermanos...habían cambiado tanto.

Se quedó un momento en silencio y le miró a los ojos, cercanos ante el poco espacio en el lomo del animal- ¿Qué estás haciendo?-cuestionó a su hermana y le rodeó por la cintura cerrando los ojos- Aferrate a mi..de esta manera-se encontró con el bello rostro de Camille enfrentando la idea de que ellos ya no eran niños- La condesa de Permafrost no debería dudar de tomar la confianza y sostenerse de el mejor jinete de Silk Palace, pocos tienen ese privilegio-volvió a sonreírle, deslizando su mano de la cintura de Camille hasta las riendas- Sujetate fuerte, Camille.

Una simple orden de las riendas y Alexander comenzaba a cabalgar con gracia y elegancia, el aire no era tan frío como en Permafrost y aquello muchas veces le molestaba, pero allí estaba, era la brisa después de todo. 

Sus cabellos bailaban de atrás a adelante, fijados sus ojos en la ruta no podía dimensionar nada más que aquella visión sobre como habían cambiado ambos. Susurró- Te has convertido en una hermosa mujer, Camille...

"Mereces a un buen hombre, alguien que te ame, alguien que te muestre las maravillas del mundo..."