Opciones (Mine)

El chico se tensó al sentir como ella se acomodaba sobre él. Nunca antes había tenido esa clase de acercamiento con sus compañeras ni ninguna persona, al menos de lo que él podía recordar.

-¿Eh?- No reaccionó de inmediato a las acciones y palabras de su compañera. Había querido decir algo, pero todo pensamiento coherente se perdió en el abismo de su mente cuando su mano tocó directamente (y por demanta absoluta de Mine) uno de sus senos.

Woah, woah, wooh. Esta chica no tiene filtro.
¿M-me necesita...?
Oh sí. Bueno, no a ti, sino a lo que tienes entre las piernas.
¡¿Ah?!

Los colores subieron exageradamente por su rostro cuando su mano palpó temblorosa su pecho y sintió un palpitar incómodo en sus genitales. Ahora sí Skyle Townsend parecía un tomate maduro. Casi se le escapó un chillido, no de disgusto, sino de pánico por no saber qué rayos hacer bajo esa circunstancia, pero antes de que pudiera terminar de reaccionar, la chica cambió abruptamente de actitud. Se puso de pie como si nada de lo anterior hubiese ocurrido, más todavía exigiéndole a él hacer lo mismo.

-N-no ¡Espera....! - Intentó negarse sabiendo que al levantarse su pequeño gran problema quedaría en evidencia, pero eso no fue necesario. La chica que era su acompañánte y cómplice en todo eso se percató del asunto incluso antes de que él lograra ponerse de pie. Lo supo cuando su mirada se clavó descaradamente en su entrepierna, cuando el sonrojo en sus mejillas pareció acentuarse todavía más. Él torpemente solo atinó a cubrirse, desviando la mirada y estirando su polerón lo más casual que podía una vez se puso de pie.

Era molesto. Horriblemente molesto.

¿Duele?

Evitó responderle a su otro yo gracias a la insistencia de la chica para salir de ahí.

-Ah... La escalera del ala norte. Hay que llegar al final de este pasillo y luego doblar a la izquierda. Las escaleras están al centro de esos pasillos...- Creyó que no le entendería con esas indicaciones.- E-Es como... Desde aquí es literalmente como una "L". -Tampoco se convenció de que esa fuese la explicación más adecuada, pero no se le ocurría otra.

Esperaba y rogaba porque la chica no lo hiciera correr. Dudaba ser capaz de hacerlo si ya el ponerse de pie y dar un par de pasos le generaban una gran incomodidad. Ni siquiera el miedo a poder ser descubiertos lograba bajar su líbido. Al contrario, por alguna razón se sentía más excitado por la idea de la huída, del escape, de la cita que no olvidaría fácilmente.

Mine escuchó la explicación y no esperó que se la repitiera una segunda vez. Debían moverse de inmediato.

— Final del pasillo y a la izquierda, lo tengo — repitió entre susurros mientras tomaba la mano de Skyle y se precipitaba hacia la salida, instándolo a correr con ella. Pero algo frenaba al muchacho, algo que le impedía lanzarse rumbo a la azotea como ella pretendía. Antes de que la joven heredera abriera la puerta del salón se detuvo y volteó hacia él. — ¿Qué pasa? ¡Vamos! ¡Si nos atrapan podrían suspenderte! — «¡Y a mí me matarán!» Agregó en pensamientos, histérica. No quería ni imaginar la reacción de su padre si se enteraba que andaba deambulando en Musette a esas horas de la noche con un chico desconocido. ¿Le diría a Lucien? ¿Qué pensaría él?

Como fuera, la cordura le alcanzaba para comprender que debían evitar a toda costa ser encontrados. Los pasos del guardia se escuchaban cada vez más próximos, por lo que sus únicas opciones eran esconderse y rogar para que no revisara ese salón en específico, o dirigirse hacia la azotea del modo más silencioso y rápido posible. «No... algo me dice que él definitivamente viene hacia acá. Es ahora o nunca» concluyó Mine sin despegar la mano del pomo de la puerta mientras que con la otra sostenía firmemente a Skyle.

— De acuerdo... iremos a tu ritmo — le indicó al muchacho, acercándose lo suficiente a él para dejarse oír en un suave murmullo. — Todo estará bien mientras el nochero no nos vea ni nos escuche, ¿puedes hacerlo? — Al realizar esta pregunta, involuntariamente la mirada de la chica se detuvo un segundo en la entrepierna de Skyle. ¿Sería ese el motivo de su incomodidad? — No te preocupes de "eso"... a mí me pasa lo mismo, no hay nada de qué avergonzarse — agregó con una dulce sonrisa, sin caer en cuenta de lo mal que sonaba eso.

Por más que Skyle estuviera un poco complicado en su movilidad, entendía que lo que decía la chica era cierto y que su plan definitivamente era lo mejor. Huir siempre es lo mejor.

-Sí, puedo hacerlo. -aseguró aunque sus mejillas seguían tan encendidas como hace unos minutos. Y si todo hubiese quedado ahí probablemente Skyle hubiese podido sortear la situación de buena manera, pero el último comentario, ese último innecesario comentario lo descolocó y no solo a él.

¿Le pasa lo mismo?
¿Ah?
¿Tiene lo mismo...?
¿Qué?
Pero hace un momento sentí sus pechos...
Sentimos.
¿Es un chico?
Imposible
¿Un chico puede tener pechos?
¡No sé! ¡Qué importa!
¿Me importa?
¡YA CORRE!

Presa del pánico general, no solo por la presencia de los guardias, Skyle comenzó su estampida probablemente mucho más rápido de lo que Mine y de lo que él mismo hubiese esperado dado su situación. Y sí, le dolió. Y sí, tuvo que morderse los labios con furia para no gemir por el roce de la ropa que torturaba su miembro. De haber estado solo probablemente hubiese corrido de la manera más cómica jamás pensada con tal de aliviarse un poco, pero ya tenía su ego y honor lo suficientemente dañados como para seguir agregando sal en la herida.

Al doblar a la izquierda casi tropezaron y zebra en su interior maldijo esa horrible costumbre de las escuelas por encerar los pisos. ¿De qué diablos servía si al día siguiente todos marcarían ahí de nuevo sus zapatos? ¡Solo era un atentado contra los descuidados!

Skye subió las escaleras a zancadas, arrastrando a Mine con él. Por instantes sintió que no solo tiraba de ella sino que la levantaba en una sobredosis de fuerza adrenalínica. Y en poco divisó la manilla de la puerta que daba a la azotea.

Ya casi.

Como Mine era pésima en deportes, se estaba mentalizando para correr con la máxima de sus capacidades. Pero Skyle no tuvo en consideración su pobre condición física (y mental) y la arrastró en una carrera despiadada, sin avisos ni cuentas regresivas.

Ella hizo lo imposible por seguirle el ritmo y no gritarle en el proceso, pues, aunque ese fuese su mayor deseo, sabía que los acabaría por delatar. Mientras atravesaban los pasillos de la academia, comprendió que no lograría igualar al chico en velocidad ni aunque se lo propusiera. Segundos atrás apenas podía moverse a causa de esa molesta erección, ¿cómo podía correr tan rápido?

Los zapatos de Skyle rechinaron contra el piso encerado, en un esfuerzo notable por prevenir la caída de ambos. Mine seguía abrumada por la fuerza con la que el muchacho la jalaba y perdió el equilibrio con este movimiento, pero supo recomponerse rápidamente gracias a la adrenalina de la situación.

Cuando llegaron a las escaleras, se sintió levitar hasta la puerta que los llevaría hacia la azotea.