Bajo la luz de las farolas (priv. Dominik)

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Les tomó su tiempo llegar caminando a la ciudad. El silencio de la noche les envolvía mientras avanzaban por las calles asfaltadas, apenas salpicadas por las estrellas, ocultas tras la neblina de la contaminación lumínica. Sus pasos resonaban, acompañados del coro distante de los grillos. Iska se mantenía aparentemente tranquilo, en su habitual y casi inquietante silencio; aunque su mente era un laberinto ruidoso, por fuera no había un indicio de la turbulencia interna.

—¿A qué te dedicas? —rompió el silencio de pronto—. Te ves joven, ¿eres estudiante? —Giró la cabeza levemente hacia su acompañante, sin disminuir su ritmo tranquilo, sin esperar que Dominik se colocara a su lado—. Aunque, claro, las apariencias engañan —añadió con una sonrisa apenas perceptible. A él mismo, a simple vista, le habrían calculado unos veintipocos años, y sin embargo, había logrado una licenciatura que muchos tardaban años en obtener. O bien no tenía la edad que decía, o bien era un genio superdotado—. Allá de donde vengo, la gente tiende a verse mucho más joven de lo que es… ¿naciste aquí?

Mientras hablaba, se giró a medias, cuidando de esquivar el contacto visual.

—Parece que no puedo evitar el interrogatorio —bromeó con un humor seco y casi despreocupado.

Dominik avanzaba en silencio junto a Iska, adaptándose al paso constante del otro mientras las luces de la ciudad se iban acercando. En ese entorno tranquilo, la voz de Iska rompió la quietud. Sus preguntas llegaron como un balde de agua fría, el dragón entró un poco en pánico.

- Trabajo… en varias cosas...

Respondió algo evasivo, sin ofrecer demasiados detalles. Había decidido no confiar tan rápido y que debía de mantener ciertos aspectos de su vida fuera del alcance.

Mientras escuchaba a Iska hablar, intentaba unir las respuestas pero se le estaba haciendo una tarea difícil.

- Pues yo...

La pregunta sobre su nacimiento lo tomó por sorpresa. Eran muchas preguntas, preguntas exactamente de las cuales odiaba y evitaba responder. Era probable que quisiera recopilar información para entenderlo mejor o quizás usarlo en su contra, quien sabe. El joven de ojos azules comenzó a perder la compostura, sintió como sus manos comenzaban a sudar frío y su respiración se agitó. Dió un largo suspiro y cerró sus ojos para luego volver a darle una mirada al pelirrrojo.

Observó el gesto de Iska al evitar su mirada, un movimiento sutil que pareció casi intencionado. Quizá era una señal de cautela o simplemente otra de sus maneras de controlar la situación.

-  Yo no soy de aquí, llegué aquí por el ensueño de la ciudad, un poco de lo de siempre, ¿No crees?

Miraba con cautela al contrario, con más calma sobre su cuerpo Dominik logró esbozar una sonrisa, una bastante segura ante su propia respuesta, la cual ni el sabía bien si era así o no. Si tenía que mentir o algo por el estilo lo haría, hasta el momento no sabía mucho de Iska, más allá de su oficio y no queria sentirse en desventaja.

- ¿Tú... Solo te dedicas a tu trabajo? ¿O tienes más pasatiempos? Claro además de el querer leer todo de los demás.

Dijo con una sonrisa burlona mientras no quitaba su mirada, estaba concentrado totalmente en el más alto. Cada movimiento, respiración hasta pequeño gesto que salía de él.

—En varias cosas... —murmuró, repitiendo las palabras del otro en un susurro apenas audible. Notó la evasiva y decidió no insistir, al menos por el momento.

Observó con atención los gestos nerviosos del moreno y se preguntó si, tal vez, estaba siendo demasiado inquisitivo. De todos modos, sus preguntas eran simples intentos de entender mejor a la persona a su lado, nada más.

—El ensueño de la ciudad, ¿eh? —comentó casi para sí, elevando la vista hacia el cielo como si aquel vasto manto le recordara algo remoto. Había pasado su vida evitando las ciudades, huyendo de los humanos, hasta que esa estrategia se volvió impracticable. Con el tiempo, se había visto forzado a mezclarse entre los mortales. Para su fortuna, en el siglo pasado los estudios sobre la mente humana cobraron importancia, y fue entonces cuando encontró su pequeño rincón. O, al menos, eso prefería creer; descubrir su vocación le dio una razón para quedarse, para involucrarse—. Ya veo... supongo entonces que vienes de algún pueblo o de una ciudad pequeña —dijo, volviendo la cabeza para observar de reojo el rostro del otro, sin cruzar directamente sus miradas. Pudo ver una sonrisa formarse en los labios del moreno, y casi sin notarlo, Iska imitó el gesto en una ecolalia, esbozando una sonrisa tenue, como si estuviese reflejando una imagen frente a él. Una sonrisa sutil, rara de ver en su rostro, pero genuina en su simplicidad.

—Tengo pasatiempos, —añadió, borrando su sonrisa tan pronto como apartó la vista para mirar al frente—. Compongo música en mi tiempo libre, —comentó, arqueando apenas una comisura—. Supongo que no es lo que se espera de alguien como yo, pero lo subo a internet para que otros lo escuchen. A veces me doy paseos, me encuentro con compañeros de oficio... aunque no sé si llamarlos amigos. Nunca me lo he planteado.

Hizo una pausa frente a un escaparate de una tienda de dulces. La tienda estaba cerrada, pero la luz de las farolas permitía ver las cajas de galletas artesanales y sus elaborados diseños de metal. Sus ojos se pasearon por los detalles en las cajas hasta que se toparon con el reflejo de Dominik. Con precaución, alzó la mirada hasta el reflejo del moreno y se detuvo en sus ojos. Al parecer, mirar a través del cristal le permitía hacerlo sin provocar efectos adversos.

La mirada de Iska, intensa y penetrante, revelaba una profundidad que solía esconder tras su habitual evasión. Era una mirada cautivadora, como si albergara en su interior un abismo, algo que tiraba y atrapaba, hipnotizaba, en la tenue seguridad de su reflejo.

—¿Y tú? Supongo que es inevitable que empiece a sentir curiosidad —comentó, sin apartar sus ojos de los del reflejo de Dominik. Mirarlo a través del escaparate era, de alguna manera, una excusa para observarlo directamente sin correr el riesgo de dañarlo.

Spoiler:

No podía evitar sentirse atraído por aquella extraña calma que, de alguna forma, parecía envolver al otro. Era como si hubiera algo en él que quería descubrir, un misterio que lo incitaba a ver un poco más allá de lo que normalmente le importaría en cualquier otra persona.

Se detuvo junto a él cuando Iska se quedó observando la tienda, percibiendo la forma en que sus ojos recorrían los detalles con algo que parecía más una excusa para dejar que la conversación fluyera. La tenue luz de las farolas proyectaba su reflejo en el vidrio, y fue entonces que los ojos de ambos se encontraron a través del cristal. Había una intensidad en la mirada del pelirrojo, una profundidad en esos ojos que, de alguna forma, logró cautivarlo sin necesidad de palabras. "Esos ojos... siento que no son normales"

- Oh... No hay mucho que contar. Nunca me quedo demasiado tiempo en un lugar, así que suelo adaptarme. ¿Hum? ¿Compones? Me intriga saber cómo es tu estilo. ¿Es algo melancólico, tal vez oscuro?

Repitió con una curiosidad mientras mantenía la vista en el reflejo para evitar la incomodidad del contacto directo, pero sin poder ocultar ese interés en sus palabras. Por primera vez, quería saber más. No era solo el detalle de la música, sino la imagen del joven creando algo, algo que probablemente mostraba una parte más vulnerable del contrario. Aquellos ojos parecían estudiarlo sin intención de juzgar, y aquella paciencia le resultaba extraña. De todas formas decidió responder aquellas ultima pregunta.

- Yo... bueno. No tengo grandes talentos como para decir que soy músico, pero… creo que soy bueno para las cosas que me interesan, cuando era más joven, solía tocar para mí mismo, era… como mi espacio privado, donde podía olvidarme de todo y todos. Con el tiempo, eso se volvió algo constante. Me gusta experimenta, también me gusta perderme en melodías, sin pensar en nada más...

De repente, se dio cuenta de cuánto hablado, se había dejado llevar por los recuerdos y emociones esto hizo que una ligera rojez le cubría las mejillas. Quitó su  mirada del reflejo evitando la de Iska, sintiéndose un tanto expuesto por haber hablado tanto.

Spoiler:

Iska se sintió sorprendentemente reflejado en aquel joven; la vida de nómada, sin raíces, era algo que conocía demasiado bien. Simpatizaba con él. Esbozó una leve sonrisa, apenas perceptible, y se preguntó qué lo habría llevado a vivir de esa manera. ¿Tendría alguien a quien volver? ¿O, al igual que él, vagaba sin rumbo, sin más compañía que sus propios pensamientos? Era una pregunta que prefería reservarse para después.

—Compongo todo tipo de música —respondió—, supongo que por mi aspecto me queda mejor decir que creo cosas edgy, ¿hm? —Estiró una comisura al hacerle gracia aquello. No era la primera vez que su aspecto físico confundía a la gente— Pero tengo gustos variados. La música es una de esas cosas que no necesita explicación; transforma lo que sentimos, a veces incluso nos da voz cuando las palabras no alcanzan —Con los ojos clavados aún en los del reflejo del moreno, se preguntaba qué clase de música era capaz de mover los sentimientos de Dominik. No podía negar que se le hacía fácil comunicarse con él a pesar de las evasivas.

Iska escuchó en silencio, concentrándose en la voz de Dominik y tratando de ignorar las voces que, como un eco, le susurraban en la mente. Algo en el chico le hacía intuir lo importante que la música era para él, como si también encontrara en ella un escape. Entreabrió los labios, alzando la vista en un leve «je» al pensar que se parecían más de lo que pensaba. Bajó de nuevo la mirada hacia el reflejo de Dominik, notando el ligero sonrojo en sus mejillas. Parpadeó al venirle de sorpresa, mirándole de reojo para comprobar que el rubor era real. Pensó que se veía... ¿adorable? Luego, con una pausa pensativa, se rascó el puente de la nariz.

—Podría decir que para mí es algo similar, —dijo, metiendo las manos en los bolsillos—. Solía pensar que no había nada en este mundo en lo que alguien como yo pudiese ser útil. Huía de las personas por miedo a destruirlas sin querer —confesó con honestidad—. Durante mucho tiempo, estuve solo; pensé que no había nada bueno que pudiera aportar —Hizo una pausa, frotándose la nuca, sus ojos verdes desviándose por un instante—. Soy más impulsivo y caótico de lo que aparento; no es fácil para mí integrarme en esta sociedad… —Se inclinó ligeramente hacia él— Y bueno... aquí me ves, siendo un amante de la mente ajena y usando la música para varios fines…

Sonrió de medio lado y, estirando el brazo, rozó con un dedo la mejilla de Dominik, apenas un toque ligero.

—El rojo te queda bien —medio bromeó, aunque la sinceridad brillaba en su tono. Aprovechó el gesto para colocar un mechón de su cabello tras la oreja—. Es agradable abrirse a alguien a veces, ¿no crees? Eso nos acerca un poco más.

Se giró para observar la calle. Todavía quedaba un tramo por recorrer, y si el sueño no vencía a Dominik, aún tenían una larga noche por delante. Iska movió el cuello para aflojar la tensión en un crujido, masajeándolo brevemente.

—¿Has tocado alguna vez para alguien? O junto a alguien… —Se cruzó de brazos y añadió en tono bajo— Me gustaría escucharte alguna vez —Le miró, desviando discretamente la mirada de sus ojos.

Spoiler:

Dominik sintió cómo una mezcla de emociones lo atravesaba al escuchar a Iska hablar con tanta sinceridad. La forma en que el pelirrojo compartía sus pensamientos más profundos y cómo, de alguna forma, parecía entender las mismas inquietudes que él solía guardar en silencio, lo hacía sentirse… expuesto. Y aquel leve roce en su mejilla lo desarmó por completo, aunque intentó disimularlo frunciendo el ceño y apartándose un poco, como si el rubor en sus mejillas no fuera nada.

- No es… o sea, no es que me guste tanto hablar de esas cosas, Y no estoy… sonrojado, ni nada. Solo hace frío...

Dijo, cruzándose de brazos mientras apartaba la mirada. Miró hacia otro lado, fingiendo interés en cualquier otra cosa menos en el pelirrojo, como si al enfocar su atención en su alrededor pudiera evitar que el otro notara su incomodidad. La sugerencia de tocar frente a alguien lo descolocó un poco, la única persona que le había visto tocar alguna vez en su vida, ya no se encontraba en este plano.

- Hum... la verdad no sé si sea capaz de lograr hacer algo así nuevamente. No he tocado para nadie en mucho tiempo… y bueno... no sé si lo haría bien, o si sería lo que esperas. No quiero… que te hagas ideas.

Murmuró en voz baja, sin poder evitar que la nostalgia se cargara en su divagante respuesta. Luego, en un intento de no verse vulnerable intento una sonrisa despreocupada, para luego encogerse de hombros.

La idea de poder volver a tocar frente a alguien le daba muchas vueltas en la cabeza. Había pasado mucho tiempo desde la última vez, aún así no podía negar, que la idea de tocar frente a aquel chico con esos característicos ojos que pareciese que brillaban en la oscuridad le resultaba… tan tentadora. A pesar de ello, no podía evitar la inseguridad. Se sentía expuesto al pensar en mostrar ese lado suyo, y por un momento se perdió en sus pensamientos. “¿ Y si debería intentarlo?” Repetía en su interior el dragón con una carga de confusión.

El intento de Dominik de disimularlo con una excusa casi lo hizo sonreír de verdad, ¿eso le provocaba vergüenza? Al final dejó escapar una leve risa; era divertido, casi entrañable, ver cómo el otro intentaba esquivar la vulnerabilidad que había asomado en su respuesta. Pero Iska no necesitaba que lo admitiera; ya había captado suficiente con aquella reacción honesta.

—¿Frío? —repitió con suavidad— Claro, claro —No insistió, pero era evidente que entendía más de lo que dejaba ver.

Aquellas palabras del joven le daban a Iska la impresión de una inseguridad latente. Era lógico, después de todo; apenas se conocían, y para muchos, cantar frente a otros podía ser un acto muy personal, incluso de intimidad. Sobre todo si, como había dicho Dominik, solo una persona había sido testigo de su voz. Pero en lugar de verlo como una simple curiosidad, Iska sentía una atracción casi magnética hacia esa brecha vulnerable, la cual le invitaba a descubrir qué se ocultaba detrás; era una mezcla peligrosa de interés sincero y de su instinto natural que le susurraba que todo aquello podría ser un juego mental fascinante. De todos modos, mantenía un férreo control sobre sus instintos y no permitiría que le llevasen a cometer nada perjudicial.

—No necesitas demostrarme nada —dijo con calma—. No busco perfección ni tengo expectativas que debas cumplir —Aprovechó para acortar la distancia entre ambos de nuevo, inclinándose un poco para captar su atención sin forzar el contacto visual. Sus ojos permanecían fijos en un punto distante, asegurándose de no exponer al joven a sus efectos—. Solo… me interesa escucharte. Que puedas compartir ese mundo interior tuyo, ese que estás tan decidido a mantener bajo llave —dijo como en un susurro.

Le dio espacio para respirar y asimilar sus palabras, manteniendo el tono ligero, sin que pareciera que intentaba presionar.

—Así que, cuando te sientas listo, solo házmelo saber. Tengo todo el tiempo del mundo —No podía decir que, además, era un hecho literal.

Hizo un leve gesto de cabeza, indicándole en silencio que reanudaran la marcha. En el fondo, anhelaba mirarlo a los ojos, ver de cerca esa claridad azul que imaginaba profunda, genuina. Pero sabía que eso traería complicaciones. No quería afectar la mente del otro por un pensamiento así, tan innecesario y banal.

—El domingo estoy libre —dijo de repente—. Si te parece bien, podríamos vernos en una situación más... convencional —Se detuvo abruptamente al recordar algo; sacó su teléfono del bolsillo, y lo desbloqueó para ofrecérselo con la pantalla abierta en el contacto nuevo—. No es una obligación, pero… sería una lástima no vernos de nuevo, ¿no crees?

Dominik parpadeó, sorprendido por la risa de Iska, notando el tono cálido y relajado en su voz. El otro parecía haber entendido su excusa y eso le generaba una extraña mezcla de calma e incomodidad. Estaba acostumbrado a mantener sus pensamientos y emociones para sí mismo, y ahora se encontraba con alguien que parecía mirar más allá de sus palabras, como si pudiera ver lo que él no decía.

Cuando el pelirrojo se inclinó hacia él y le habló en ese tono suave, una sensación de cercanía lo embargó. El hecho de que no lo mirara directamente a los ojos era casi un alivio, pero también despertaba una curiosidad silenciosa. ¿Por qué evitaba el contacto visual? ¿Había algo más que Iska trataba de ocultarle? La invitación a compartir su "mundo interior" lo dejó pensativo. ¿Sería capaz de abrirse de esa forma? La idea de tocar frente a él seguía resultándole tentadora, pero la inseguridad aún era más grande.

Titubeó un instante al ver el teléfono frente a él, pero tomó el dispositivo, sintiendo una extraña mezcla de emoción y nervios. Lo cual le hacía bajar un poco la guardia, aunque intentaba no demostrarlo. Ingresó su número y le devolvió el móvil.

- Sí, bueno… podría estar bien verte, creo...

Comenzó a caminar hacia adelante, marcando el paso para que Iska lo siguiera. Mientras continuaban caminando por la calle, el silencio entre ambos le dio un momento para procesar aquella extraña afinidad que sentía con él, lo cual lo animó a romper el nuevo silencio que se había generado, al hablar hizo su tono lo más relajado posible pero la expresión de duda en su rostro era más que notoria.

- Iska... Dices que eres amante de la mente ajena y… que tienes dificultades para integrarte, entonces... ¿Qué… eres exactamente? Claramente no eres humano, lo percibí desde el primer momento.

Sus palabras sonaron más directas de lo que pretendía. Aprovechando la situación Dominik le miró, esperando alguna reacción, su rostro demostraba la incertidumbre que sentía en esos momentos.

Iska observó con satisfacción mientras Dominik ingresaba su número en el teléfono, y al terminar, lo tomó de vuelta para guardarlo en su bolsillo. Le hizo gracia que dijera «creo» al hablar de verse otra vez; le pareció un indicio positivo. El pelirrojo no tenía muchos amigos, o mejor dicho, le era difícil plantearse esa opción y no es que él, a pesar de todo, no haya aprendido a «abrirse» a la posibilidad. Desde el momento en que tuvo que aceptar que debía mezclarse en la sociedad, era algo que tarde o temprano ocurriría.

Caminaron en silencio unos momentos, hasta que Dominik rompió el mutismo llamándolo. Iska se giró a medias, evitando el contacto visual, pero mostrando que le escuchaba. La pregunta lo tomó por sorpresa, y tras parpadear, se detuvo en seco. Se acarició el mentón, sonrió apenas y soltó una risa suave.

—Vaya… eres observador —admitió—. Aunque debo decir que tú tampoco pareces del todo humano —Con tono desenfadado, le siguió el juego—. Es curioso que hagas una pregunta tan atrevida, considerando que hace un rato no querías hablar de temas tan personales —se metió con él con ligereza, claramente a broma al recordar la charla en el cementerio. No iba a cerrarse a hablar de ese tema, Iska no iba a mentir, tampoco a esconderse cuando, además, no había nadie más que pudiese escucharles.

Alzó la vista al cielo, pensativo. ¿Qué era él realmente? Era una buena pregunta, y no era la primera vez que se lo planteaba. Conocía las leyendas de su padre, un kamuy en las creencias de su pueblo, los ainu. Para ellos, los kamuy eran espíritus, similar a las creencias shinto, presentes en todas las cosas, especialmente en la naturaleza y los animales, protegiendo o, en ocasiones, perturbando la vida humana. Su padre era uno de esos espíritus, pero uno tachado como «maligno», una deidad temida, asociada con la locura, la enfermedad y las calamidades. Pero él… no sabría decir si podría llamarse un dios, no se sintió nunca como tal.

Además, provenir de un pueblo masacrado y sometido, cuyos «dioses» fueron asesinados –e incluso despellejados y devorados– en la toma de la ahora llamada Hokkaido… no sabría decir en qué lugar le dejaría eso siendo un superviviente.

—No sé cómo definirme, francamente —admitió con sinceridad—. Mi padre encarnaba muchas de las cosas que los humanos detestan: la locura, las enfermedades… incluso fue culpado de pandemias. Era un ser egoísta, atrapado por su propia naturaleza y sin interés en controlarla —Se encogió de hombros—. Yo heredé todo eso, pero intento no ser como él —Se cruzó de brazos bajando la vista hacia el moreno, evitando coincidir las miradas—. Existen formas en las que podría afectar a otros, pero debo ser especialmente cauteloso con el contacto visual—Esbozó una sonrisa irónica—. Supongo que eso de que «los ojos son el espejo del alma» es bastante literal en mi caso.

Iska recorrió la silueta de Dominik con la mirada, con una curiosidad renovada. No era frecuente que hablara tanto de sí mismo, pero algo en el otro le daba la impresión de que tal vez lo entendería. De haber creído que Dominik era completamente humano, habría tardado mucho más en sincerarse.

—¿Qué hay de ti? ¿Qué eres? —preguntó con genuina curiosidad.

Dominik se mantuvo en silencio, captando cada palabra mientras el contrario hablaba. Notaba la sinceridad en su tono, aquella honestidad cruda. Nunca había conocido a alguien que se abriera así, especialmente con detalles tan oscuros y personales. La historia de su padre, la lucha contra su propia naturaleza... El pelinegro podía entender ese conflicto, esa sensación de llevar una carga que no había pedido. La mención del contacto visual y los efectos que podía tener, le sorprendió mucho, hasta generó una duda "¿Yo seria capaz de caer en esos efectos?"

La pregunta de Iska lo tomó desprevenido. Hasta ahora, había intentado evitar el decir su naturaleza, no era fácil hablar de ello, y mucho menos explicarlo. Pero después de escuchar la historia ajena, sintió que tal vez había una oportunidad para hablar sin máscaras.

Desvió la mirada hacia el suelo, dudando. Sabía que estaba en terreno peligroso, pero esa conexión que sentía con Iska le daba la confianza suficiente para compartir un poco de su verdad. Dio un gran suspiro y comenzó a hablar.

- No es fácil de explicar... No soy humano, eso es seguro. Mi naturaleza… se vincula a algo antiguo y salvaje. Mi familia y yo hemos vivido siempre entre los humanos, pero siempre en las sombras, ocultos...

Se detuvo un instante, organizando sus pensamientos, soltó una breve risa sin alegría, Dominik se frotó la nuca, cuestionándose de cuánto debía decir. Se sentía vulnerable al admitir aquello.

-Supongo que podrías llamarlo una especie de... vínculo con la tierra y lo divino, algo muy distinto a lo que la gente piensa cuando habla de monstruos o espíritus.

Añadió, soltando un suspiro al final. Volvió a levantar la mirada, el nerviosismo se notaban hasta en sus ojos, y observó a Iska, esperando una reacción. Dominik dejó escapar un suspiro profundo, el poder unir las palabras le exigía más de lo esperado. Era un esfuerzo genuino.

- Es... complicado de explicar, pero imagina algo antiguo, algo que estuvo en este mundo mucho antes de que los humanos poblaran la tierra. Mi linaje está conectado a algo que a veces se define como "celestial". Se nos llama dragones celestiales, aunque eso a menudo confunde más.  

El dragón hizo una pausa, se sentía algo miserable al recordar todo, las historias, confusiones, el constante hecho de tener que ocultar todo y simplemente continuó.

- Nuestra esencia está unida al equilibrio de los elementos y a las estrellas, aunque eso no significa que seamos... nobles o gloriosos, como en las leyendas. Es una existencia llena de restricciones, secretos y de soledad. Vivimos entre los humanos, pero no pertenecemos a su mundo ni podemos decirles la verdad sobre nosotros y aunque fuera así, solo seria otra raza que nos intentaría cazar.

Apartó la vista, admitió, con una ligera sonrisa irónica, luchando con palabras que se le quedaban atrapadas en la garganta, pero que, por alguna razón, en ese momento sintió que debía compartir.

- Ser un dragón significa que, en cierto modo, soy parte de algo más grande que yo, de un ciclo de renovación y destrucción, de equilibrio. Pero eso también significa que tengo que cuidar cada paso que doy. No puedo mostrar mis verdaderas habilidades o mi verdadero ser frente a cualquiera.  Y a veces, simplemente no puedo ser yo mismo, porque eso pondría en peligro a otros... o a mí.

Se rascó la nuca con cierta incomodidad. Dedicó una mirada a Iska, esperando que entendiera al menos una fracción de lo que quería expresar. Hasta que decidió sacar realmente lo que pensaba sobre todo.

- Supongo que podríamos decir que... somos guardianes silenciosos de algo es casi nadie entiende, ni siquiera nosotros mismos del todo y odio eso, realmente lo odio, he vivido apartado de todo y todos toda mi vida, estoy realmente harto. Tampoco es como si quisiera andar alardeando pero, es cansador vivir de esta forma.

A este punto el pelinegro demostraba el malestar que eso le generaba, tenía una expresión de desagrado y decepción. su mirada se entraba en sus manos , las cuales de hace un momento que llevaba jugando con ellas, tratando de controlar sus ansiedades.

Iska escuchó con paciencia mientras Dominik hablaba, dejando que las palabras fluyeran sin presionarlo. No interrumpió ni intentó adelantar el momento en que el joven revelaría su identidad, permitiendo que el silencio entre frases actuara como un espacio seguro. Lo que Dominik le estaba confesando no le parecía ni remotamente extraño o inverosímil; si él mismo existía, ¿por qué no podría hacerlo alguien como el moreno? Estudió con cuidado cada uno de sus gestos, con una comprensión que se reflejaba en la ligera inclinación de su postura y la atención que ponía en cada detalle. Aunque evitaba coincidir miradas directamente con el joven, Iska podía percibir con claridad el nerviosismo que este emanaba.

—Creo que entiendo a qué te refieres —dijo al fin, con un tono que no traicionaba prisa ni escepticismo. Aunque sus reacciones no solían ser marcadas, su interés era evidente por cómo adoptaba un aire reflexivo—. Algo celestial… —murmuró, dejando que sus pensamientos vagaran brevemente antes de fruncir ligeramente el ceño. La mención de la amenaza humana hacia alguien como Dominik no era algo que pudiera ignorar. Lo entendía demasiado bien: el humano, por sí solo, podía parecer débil y manipulable, pero en grupo era una fuerza aterradora.

—Debe ser un peso inmenso cargar con eso… y una responsabilidad aún mayor —añadió, cruzando los brazos mientras apoyaba una mano en su mentón, analítico—. ¿No hay ningún lugar donde puedas ser tú mismo? ¿Algún refugio donde descansar de todo esto? —Hizo una pausa antes de continuar con tono de curiosidad—. ¿Por qué tienes que vivir en soledad? ¿No hay más como tú? ¿No formáis familias? —Aunque él no había experimentado lo que era tener una familia, comprendía la importancia de un círculo cercano, un refugio en el que uno pudiera sentirse cobijado y acopañado.

Iska tenía muchas preguntas en mente, pero sabía que debía ir despacio, no sobrecargarlo. Había cosas que probablemente se escapaban incluso del entendimiento de Dominik, y era evidente que el joven estaba lidiando con una mezcla de ansiedad y frustración ante su propia naturaleza.

—Ahora que sé lo que eres, puedes ser tú mismo conmigo, ¿no crees? —dijo finalmente, dejando que una de las comisuras de sus labios se alzara apenas, dibujando una sonrisa tenue—. No voy a revelar tu secreto a nadie, mucho menos a cazarte. Puedes considerarte seguro conmigo —afirmó, con una sinceridad que podría haber sonado irónica dado a lo que había revelado sobre sí mismo hace unos minutos atrás.