Día de descanso (Privado)

Ya en el callejón, que se asemejaba en muchos aspectos al anterior, Reino percibió cómo los músculos de la bailarina se tensaban, casi como por acto reflejo. Parecía un gatito asustado, detalle que lo hizo suspirar. Precisamente por esto quería evadir los callejones... se dijo en pensamientos, pero no dudó en seguir su camino. Mientras más rápido andara más pronto saldrían de allí, además que el hospital se veía a solo un par de cuadras desde ese punto.

Zinnia le confirmó aquella sospecha que se guardaba: Daniella era su familiar. Sonrió con un dejo de curiosidad pues ambas eran mujeres olímpicamente opuestas. Con la imagen de su encantadora prima en la mente, Reino bordeaba un basurero volcado en medio del estrecho callejón.

– Si, la conozco. Tiene una personalidad interesante~ – comentó, sorprendido de que la muchacha acertara al hecho de que era mánager. Su edad lo delataba, pero la respuesta más común era el pensar que se trataba del músico o cantante de una banda de rock/punk de turno, lo cual tampoco estaba del todo errado, el pasado y su apariencia lo condenaban a esas aseveraciones. – Jajaja, descuide, es agradable a su manera – aseguró al notar su preocupación, cosa que le hacía mucha gracia. Aquél encuentro en el parque con la prima de Zinnia había sido breve pero divertido, de la misma forma que lo describía, a su manera.

Reino intentaba no volverse mucho a verla pues comprendía que con lo poco que se conocían le incomodaría sentirse observada tan de cerca por un sujeto como él. Fijo en el horizonte y reacio a la idea de aceptar atención médica, el mánager hizo una breve acotación:

– No salvé su vida, Zinnia. Sujetos como esos no son capaces de matar a nadie, solo roban por necesidad – le explicó de forma amable pero más serio de lo usual. – No es un modo correcto de vivir, alimañas como ellos no tienen dignidad y merecen una fuerte paliza... Pero de alguna u otra forma puedo asegurarle que sus condiciones de vida acaban arrastrándolos al robo y a la amenaza, quiéranlo o no... Lo que los diferencia bastante de los psicóticos y drogadictos, aunque en muchos casos hay alianzas comunes. Para ellos, asustar a una señorita como usted es mejor a esperar que la muerte y el hambre consuma a sus seres queridos, es deplorable...

Siguió caminando, no había mucho que agregar.

¿O tal vez hablé demasiado?

¿Mi prima como una persona agradable? El señor reino tiene que ser una persona bastante peculiar como para pensar de esa manera de Danielle y es que las personas que la conocen o han tenido el placer de haber convivido con ella por un tiempo la describen de maneras diferentes a las de agradable. Movi mi cabeza en un pequeño signo de negación pero al escuchar su explicacion, sobre la vida de aquellos que se dedicaban al robo, estuve quieta, analizando las palabras una por una. No pensaba que eran palabras al aire, recordando que la persona que me asalto le pidio ayuda, lade la cabeza “-¿Que clase de pasado tendra el señor Reino?-“ Es lo que vagaba en mi mente, pero por supuesto, era impensable el preguntarle, sería demasiado indiscreto y atrevido por mi parte. Di un leve suspiro pero para mi se sentía una liberación.

-Señor Reino yo pienso que nadie decide en que situación empezar su vida, a muchas personas les toco vivir en una situación complicada, ya sea en lo económico y en lo familiar. A otras no les tiene que preocupar su situación económica –“Como es mi caso” es lo que quería decir pero solo lo dejé en el pensamiento- Lo que uno puede hacer sería el cambiar la situación, algunos vieron la salida fácil en el robo, entre otras cosas que, por supuesto, no apruebo, es caer en una gran desesperación- cerre durante unos minutos los ojos empezando a sentir el ambiente un poco menos cargado de aquel fuerte olor a comida podrida, humedad, entre otras cosas- Sería lo único que le podria decir, como puede ver yo no he sufrido problemas de situación monetaria-

Por fin salimos de aquel callejón que en un principio me pareció muy largo, parpadee un par de veces para que me acostumbrara al cambio de luminosidad. Ya se visualizaba el hospital, lo cual me relajó completamente. Todo mi cuerpo tenso volvio a estar relajado pero solo dando unos cuantos pasos afuera de éste le toque el hombre suavemente para que se detuviera- Antes de que llegemos al hospital…¿Podría responderme a una pregunta?-Antes de formularla un tono carmesí apareció en mis mejillas, mordiendome levemente el labio inferior- ¿Tengo una apariencia decente? ¿O cree prudente que me limpie un poco el rostro, el cabello y la ropa?-Me apenaba preguntarle aquello pero me ponía nerviosa el hecho de ir a un lugar sin pulcritud, era una costumbre ya muy arraigada a mi desde que era pequeña.

A medida que el olor a pobreza se iba impregnando en sus fosas nasales pudo vislumbrar los recuerdos con mayor intensidad y realismo, como si volviesen a reproducirse ante él como un filme antiguo en las roñosas paredes que le rodeaban. El habitual semblante exhausto de su madre, su desesperación por no poder costear todos los gastos del pequeño despacho en el que residían, la discusión consecuente con los arrendatarios... Y claro, aquella escena en la que se desmoronó en llanto, disculpándose con él por haber cancelado su matrícula escolar. Las imágenes posteriores se limitaban a exhibir la infinidad de fechorías que alguna vez cometió, lo cual le transmitió un dejo de tristeza y decepción consigo mismo.

No quería preocupar a su acompañante pero tampoco quería hablar de lo que pasaba por su cabeza en esos instantes. Por el momento podía mantener su expresión neutra, no detuvo el paso en ningún momento pues la voz de Zinnia le permitía mantener un pie en la realidad.

– Y deseo, de todo corazón, que nunca pase por nada semejante – murmuró una vez ella hubo finalizada su opinión al respecto. Tenía toda la razón, pero no había forma de coincidir con ella con sinceridad, no con esos fantasmas atormentándole. Y sin darse cuenta, llegaron a la salida del callejón, lo cual le significó un gran alivio.

La luz...

Gracias a sus gafas no tuvo problemas en acostumbrar sus ojos al resplandor del sol. Contempló la fachada externa del hospital como si aún le hubieran quedado pensamientos en el tintero.

– Puedo entender y apoyar la necesidad de tener un orden preestablecido, pero de la misma forma que existe el orden, existe el caos. Es parte del equilibrio, de la dualidad. No podemos pretender que los que nacieron en el mundo de la oscuridad se limiten a morir en silencio... Si cualquiera de nosotros estuviera en ese lugar, le aseguro que gritaría con todas sus fuerzas, buscando la luz. – Le explicó de forma suave, amable, dibujando un lastimoso intento de sonrisa en su rostro.

De pronto, Reino se detuvo a la señal de la muchacha y analizó cuidadosamente su apariencia.

– Se ve muy bien, como una princesa, jeje~ – comentó sonriendo con mayor naturalidad, aunque viéndole bien Zinnia se encontraba bastante desarreglada, pero esto era algo que, a sus ojos, resultaba atrayente. – Pero si lo prefiere puedo cubrirla, ¿le parece mejor así?

Le creía al decirme que me encontraba presentable para ir al hospital pero acepte el que me cubriera-Siento tanto ser tan caprichosa y pedirle que me cubra- Con las breves charlas que tuvimos comenzó a nacer en mi curiosidad por saber mas del señor Reino, ya no solo por su nombre. Hablaba como la voz de la experiencia ¿El se habría hallado en la oscuridad? Seguramente si, pero del como vivió y como logró llegar a la luz quería saber. Era curiosa, si, pero hay cosas en las que uno no debe de adentrarse.

-Por favor dígame que dejara al doctor revisarle para así tratar sus heridas, de ese modo estaré mas aliviada- Volví a insistir y creo que en caso de que se negara no me rendiría. Cuando quiero que algo se haga llego a ser muy testaruda, no me rendiría con facilidad.

Mientras mas nos acercábamos al hospital volvían las personas y con ellos las miradas acusatorias. No me agradaban esas miradas, sobre todo por que juzgaban mal y, al mirar de reojo a los policías. Se apreciaba como se hallaban a la ofensiva, me daba la sensación de que en cualquier momento irían hacia nosotros para molestar a mi caballero. No quería que nos volvieran a molestar. Deduje en ese momento que mi rostro no ayudaba mucho a que pensaran que no pasaba nada, si proyectaba mi preocupación por obviedad pensarían lo peor. Cerré los ojos para dar respiraciones controladas, profundas, las mismas que hago antes de una presentación, dejando mi mente en blanco. Mis facciones volvían a ser neutrales, calmadas, dando una apariencia de la edad que tengo.

-Yo antes me comportaba igual que la señorita Danielle, juzgando a primera vista a las personas por su forma de vestir y los accesorios que llevaban consigo como complementos pues eso es lo que valían y depende de lo que valían era como los trataba-No sabia el motivo por el cual comenzaba a hablar de aquel tema que me apenaba hasta cierto punto, de un momento a otro deseaba contárselo- De hecho eso lo hace la mayoría de la gente de la sociedad alta pero conocí a una persona cuando era una adolescente-Se escapo una pequeña sonrisa de mis labios volviendo a tener las facciones no tan maduras-Él no era de una familia adinerada, pero fue amor a primera vista. No solo por su físico, también por como cantaba. No solía escuchar ese tipo de música pero estremeció mi corazón, en ese instante dejé de juzgar a la gente por su apariencia por que es más hermoso lo que son por dentro. Esto hace que tenga pequeños roces con mi familia pero vale la pena. La música puede cambiar totalmente la vida de una persona ¿No lo cree?

– Descuide, es entendible – respondió muy tranquilo ante su respuesta mientras buscaba con la mirada una banca donde sentar a Zinnia mientras él se sacaba su casaca para luego cubrir los hombros de la jovencita con ella. – Lamento el olor a tabaco – dijo en el momento que la rodeó con el abrigo de cuero, un poco apenado por el hecho de que aquél aroma se impregnara con tanta facilidad a sus prendas. Había intentado dejar el vicio numerosas veces, pero aún cuando Reino era un tipo de mucha fuerza de voluntad aquello había resultado imposible. En relación al pasado, la cantidad de cigarrillos que el mánager consumía a diario eran un dulce después de la merienda.

Al menos ahora fumo uno o dos al día... Es un avance...

Con este pensamiento, Reino volvió a aproximarse hacia la muchacha y la cargó en sus brazos en dirección al hospital. Solo dejó escapar un suave bufido cuando ella le insistió en el asunto de dejarse examinar: por más que odiara la idea, parecía que no le quedaba de otra.

A medida que la distancia entre ellos y el establecimiento se reducía las miradas desaprobatorias y el zumbar de los murmullos iba creciendo. Reino alcanzó incluso a escuchar a unas señoras de mediana edad argumentar entre ellas sobre si debían o no llamar a la policía, ya que a su parecer nada bueno podía estar planeando el sujeto de dudosa moralidad (es decir, él) con una jovencita de tan buena presencia y a medio vestir.

¿No es obvio que si así fuera ella estaría gritando e intentando escapar? Tsk.

Acompañándose de un suspiro, Reino escuchó atentamente las palabras de Zinnia, perdiendo cuidado de los comentarios que circulaban a su alrededor.

– Hemos llegado. – Anunció inexpresivo en el momento que se encontró frente a frente con las puertas del hospital.