Día de descanso (Privado)

El año estaba por acabarse y las festividades estaban a la orden del día, así como también ocurría con la delincuencia. Ir al centro comercial, ya fuera para tomarse algo con los amigos o hacer unas compras no era igual de seguro como en otras épocas del año, y esto Reino lo sabía muy bien dado a que alguna vez formó parte de estas bandas de delincuentes. No era algo de lo que se enorgulleciera, pero el pasado tiraba y negarlo no estaba dentro de sus cánones morales. ¿O tal vez si? Bueno, si, tal vez un poco, pero no lo referido a ese tema...

Era una tarde soleada y él se encontraba disfrutando un poco de su día libre, pues las audiciones de la escuela lo habían dejado exhausto. Analizaba todo lo concerniente a la obra, sobretodo a esos postulantes ansiosos de obtener cierto papel, aún quedaba una segunda semana de audiciones pero la incertidumbre reinaba en sus pensamientos. Era una escuela con muchos talentos, muchas futuras estrellas saldrían de allí... Sin embargo el vacío hallado en la mayoría de los alumnos le perturbaba.

Sumido en esta reflexión, se distrajo de pronto al ver que un sujeto guiaba a una señorita de aparente clase alta hacia una calle desolada. El asunto no pintaba nada bien, menos cuando creía conocer al tipo que la acompañaba. Dejándose guiar por su instinto justiciero decidió seguirlos a una distancia prudente, alcanzando a divisar cómo el supuesto pordiosero empujaba a la jovencita a un callejón.

Sin alarmarse en demasía, pues esto no haría más que acarrear problemas, Reino se acercó al callejón a paso lento y tranquilo.

– ¿Vance? ¿Aún te dedicas a esto? – Preguntó, dirigiéndose al sujeto que había acompañado a la muchacha.
– R... ¡Reino! ¡Me asustaste, cabrón! – Exclamó con una expresión compungida, como si tuviese el corazón en la mano. – Pero claro, ¿qué más puede hacer uno si no? No todos podemos hacer música y vivir de eso, ¿sabes? Tú eres de los barrios bajos y lo entiendes mejor que nadie... Anda, quítale el bolso... – Ordenó al sujeto que se encargaba de retener a la chica.
– Déjala en paz, mocoso.
– Escucha, imbécil, ya me can... – pero Vance no pudo terminar la frase más que con una exhalación ahogada que le raspaba la garganta, pues Reino le había clavado una rodilla en el estómago manteniendo ambas manos en los bolsillos.
– Ah... No quería que llegáramos a esto... – masculló un tanto molesto, colocando la palma de su mano en el rostro del sujeto y apretándolo contra la pared con una fuerza desmesurada, como si fuese capaz de reventarle la cara con solo ejercer presión.

El otro muchacho observaba la escena aterrado, teniendo aún a la joven entre sus brazos, mas le había soltado la boca con el fin de buscar en el bolsillo de su polerón la navaja que siempre llevaba consigo. No tenía idea del lío en el que se había metido, pero más de alguna vez había escuchado hablar de Reino y de su pasado criminal.

Me exalté un poco cuando escuche que le hablaba a otra persona, que parecía conocida y eso me metía en muchos mas problemas de los que ya estaban, solamente alcancé a mirar un poco de la apariencia del hombre a quien se estaba dirigiendo, me esforzaba por mantener la calma y por tratar de respirar bien, ya no tenía necesidad de gritar pues eso era inútil. Cuando el hombre le pidió al otro que me robara el bolso de manera instantánea acerqué más mi bolso. Ya estaba dispuesta a darles lo que me pidieran a las dos personas pero me sorprendió mucho el chico que llegó después, al darle un golpe en el estómago, incluso cerré los ojos al imaginarme el dolor de aquel golpe pero pude ver una oportunidad para tratar de liberarme.

Utilicé todas las fuerzas que pude para liberarme de aquel brazo haciendo un movimiento ágil gracias a mi complexión pero todo lo que hacia era casi por inercia, aun no asimilaba que me encontraba con un delincuente y con una persona que me estaba ayudando- Di unos pasos hacia atrás, un poco tambaleantes pero quedé justo a un lado del joven que me ayudó y ahora podía verlo bien. A comparación con la otra persona que lo conocía él se veía más “malo”, por el tipo de prenda que usa y por su peinado pero eso daba a entender que no había que juzgar a las personas por su apariencia aunque eso ya lo sabía desde hace mucho antes.

No me entretuve mucho en examinarlo volviendo mi mirada hacia el otro chico que parecía buscar algo, mis ojos se abrieron un poco más- T-tenga cu-cuidado- Susurre para advertirle de que algo tramaba la otra persona apoyando por algunos segundos mi mano en su hombro sintiendo por primera vez que tenia un leve temblor, no solo en mi mano sino todo mi cuerpo temblaba y mi voz que se entrecortaba a cada palabra, hace mucho tiempo que no me sucedía nada parecido y tenía que admitir que se enfrentaba en una situación que no podía controlar.


U: por cierto..tengo un recado de parte del usser de danielle XD y es que espera a que le tenga un poco de paciencia por eso de la escuela pero que si roleara con usted n.n.

Vance sostenía el brazo de Reino con ambas manos, intentando zafarse de aquella presión tan terrible que parecía querer destrozarle el rostro, mas el mánager únicamente cedió cuando el contacto con un tercero le hizo perder la concentración de su actuar. Era una mano delicada posada en su hombro, un contacto sumamente sutil, casi efímero. Demasiado delicado como para considerarlo de un enemigo.

– ¿Eh? – Como despertando de un trance, Reino se volvió a la muchacha de cabellera morada con las pupilas dilatadas, detalle que ella no podía percibir por las gafas de sol que le cubrían la vista pero que demostraban cuán desconcertante le resultaba que ella se le acercara en tal contexto.
– ¡¿Qué haces aquí?! ¡Si te liberaste vete, vamos! – Le gritó con brusquedad, tomándola del brazo con la mano que le quedaba libre para intentar alejarla de ese conflicto.

Sin embargo al centrar su atención en ella Vance pudo deshacerse finalmente de la mano que lo retenía, abalanzándose sobre Reino para retenerlo, dirigiendo las manos hacia su cuello y golpeándolo contra la pared adyacente, derribando varios tarros de basura en el acto.

– Kyle, atrapa a la chica, yo me encargo de este tipo... – gruñó Vance, aún sintiendo cómo las cuencas de los ojos le dolían por lo que Reino le había hecho. – Hehehe ya no eres tan hábil como en tus años mozos, mi estimado.

Mientras el delincuente ahorcaba a Reino, este intentaba reconocer el suelo con las plantas de sus pies, lo cual resultaba ciertamente imposible pues Vance había alzado su cuerpo por sobre el suelo. Cabrón... pensaba mientras sentía cómo los pulgares del sujeto le iban bloqueando la respiración, provocándole un fuerte y desesperante dolor. De forma paralela, el chico más joven que había sido llamado como 'Kyle' se dirigía hacia la jovencita, siguiendo sus movimientos como un depredador, amenazándola con la navaja finalmente encontrada.

El chico tenía razón cuando dijo que me fuera pero por mi mente no pasó algo tan obvio como aquello, me sentí un tanto avergonzada pero no era momento de dejarse llevar por ese sentimiento. Sabía que debía de irme pero dejarlo solo no me parecía lo correcto, aquellos sujetos podrían hacerle mucho daño pero si me quedaba ¿En que podría ayudarlo? Supongo que en nada debido a que ellos me superaban por mucho en fuerza.

Estaba tan concentrada en lo que le pudiera pasar al chico que cuando escuché la orden a la otra persona voltee a verlo abriendo los ojos al notar que tenía la navaja, si dejaba que volvieran a apresarme entonces el esfuerzo de la otra persona había sido en vano. Comencé a retroceder despacio, viendo que no faltaba mucho para que saliera del callejón. Mordí mi labio inferior y con un movimiento rápido, preciso me quité las zapatillas aventándolas a la otra persona. Aquello no iba a detenerlo, lo sabía, pero al menos me daba un momento para poder comenzar a correr.

Segundos antes de salir miré hacia atrás, observando a quien me estaba salvando- “Resiste”- Fue lo que el movimiento de mis labios dijo y entonces corría para tratar de escaparme del chico que nombraron Kyle. Corría lo más rápido que podía y en estos momentos era cuando me alegraba tener una buena resistencia. Sin los zapatos se me hacía más fácil esquivar a las personas y tener una velocidad considerable.

No me atrevía a mirar atrás, me pondría mas nerviosa de lo que estaba, incluso mientras corría unas cuantas lágrimas se deslizaron de mis mejillas. Corrí solo unas cuantas cuadras, chocando con muy pocas personas, mi respiración trataba de mantenerla controlada pero cada vez me era más difícil hasta que encontré a un policía y al momento de verlo lo tomé del brazo con mucha fuerza- A...Ayuda por…favor- Dije entre jadeos- Me…Me persiguen y en un callejón alguien…alguien necesita ayuda o podrían hacerle un gran daño- El policía al ver la manera de como me vestía y que hablaba entre jadeos no dudo en mis palabras e inmediatamente se puso en acción para ayudarme.

Una sensación desagradable, parecida al mareo y al síncope, le invadió de pronto. Vance iba bastante en serio en eso de encargarse de él, sus manos estaban fuertemente aferradas a su pobre cuello; cuán curioso era pensar que alguna vez habían pertenecido a la misma pandilla de antisociales. Codeándose mutuamente por conseguir las mejores lotes de hierba, por robar a los transeúntes más despistados como la señorita de hace unos momentos. Eran jóvenes recluidos por la sociedad, roídos por el hambre y la necesidad.

Con dificultad, Reino abrió los ojos y notó muy aliviado que la muchacha se había marchado, sin embargo el aparente discípulo de Vance, el joven Kyle, había ido en su busca a toda velocidad. Reino logró ver esta situación por sobre la suya, motivado por eso y sin pensárselo demasiado tomó la fuerza que le quedaba en las piernas colocando las plantas de sus gastadas zapatillas sobre el concreto de la pared. Un impulso bastó para poder brincar sus pies sobre los hombros de Vance y apartarlo de sí con la misma presión que la pared podía brindarle. Un par de patadas que lograrían liberarlo de esa deprimente situación.

Al no saber nada de parkour, cayó pesadamente sobre la basura que le rodeaba perdiendo sus gafas negras en el trayecto, ventaja que Vance aprovechó pues en lugar de incorporarse se arrastró hacia Reino, abrazándose a sus piernas. Sin embargo la fuerza del mánager le superó con creces y tras un breve forcejeo logró soltar una de sus piernas sujetas, y con ella pateó el rostro del viejo Vance sin piedad. Una vez consiguió ponerse de pie, el lastimado delincuente buscó en su abrigo un cortaplumas, pero apenas logró desenvainar la navaja Reino le pisó la mano, impidiéndole llevar a acabo su plan.

– ¿Con que me ibas a apuñalar? – Preguntó con una sonrisa llena de malicia en el rostro, mientras recogía el objeto punzante y lo observaba con detenimiento. – Las navajas son para maricas... A mí me gusta más la fuerza bruta... – le dijo, escondiendo el objeto en su propia chaqueta y reteniendo a Vance del cuello de su abrigo. Había empezado ya a propinarle una serie de fuertes golpes en la cara, abriendo varios manantiales de sangre en su boca y fosas nasales.

Estaba en eso, cuando una voz grave y autoritaria lo interrumpió. Era la policía.

– ¡Detente canalla! – Reino volvió la vista hacia la salida del callejón. Desconcertado, notó cómo el uniformado se abalanzaba sobre él y lo retenía boca abajo contra el muro de ese estrecho lugar, amenazándole con un bolillo. Se limitó a alzar los brazos, dejando escapar uno que otro gruñido, no era primera vez que algo así le ocurría. Fantástico.

Cuando regresaba con el policía hacia el callejón se encontró con un compañero al cual le dio la orden de perseguir a quien intento atraparme para robarme. Mire de reojo justamente en el momento en que corría tras el pero por la velocidad en que ambos iban tenia la seguridad que no lograría capturarlo y eso me asustó ¿Qué tal si volvería a encontrarlo? Ya llegando, y con la intriga de saber el estado del hombre, me sorprendió el verlo golpear al ladrón. Creo que no hubo necesidad de ir por ayuda pero el policía no me dio tiempo de hablar pues ya se encontraba sobre el hombre que me salvó-«Très Mal! Il est l'homme erroné»- Comencé a decir pero me detuve olvidando por un momento que aquí el Francés no era el idioma oficial, me sonroje por el error carraspeando un poco- Es el hombre erróneo- Volví a repetir pero ya en el mismo idioma- La persona que intentó asaltarme es el otro hombre-

El policía y yo vimos al chico, en el suelo con sangre y tratando de moverse. Por como se veían las cosas no era creíble que aquel hombre momento antes me aprisionó y me amenazo. Voltee enseguida al ver al policía, él hizo lo mismo con un gesto de incredulidad; pude percibir, además, algo de burla lo que no me causó nada de gracia. Mi expresión comenzó a cambiar, a una más dura, autoritaria. Mi pose de igual manera, teniendo una posición muy recta, alzando el mentón- Escuche, señor ¿Piensa usted que me he equivocado de persona? Yo no me equivoco, el hombre que está en el suelo me empujó a este callejón aprisionándome en las paredes sucias mientras que la persona a la que tiene retenida acudió a auxiliarme- Parecía que el policía quería decir algo pero con un simple gesto con la mano lo detuve.

-Se que vio todo lo contrario pero le pediré que lo deje libre y lleve a la comisaría al que se encuentra en el suelo- Mi tono de voz no cambiaba, no gritaba pero se podía escuchar a la perfección mi voz, la petición era más que nada una orden- En caso contrario tendré que avisarle que la familia Millaray hará todo lo posible por que salga y usted reciba lo justo por no creer en la palabra de uno de sus miembros- Al escuchar el apellido el policía dejó de hacer fuerza liberando a la persona un poco. Sabía que mi familia tenía poder, al menos en esta ciudad y era reconocida por la mayoría de la gente. No me agradaba hacerlo, utilizar el nombre de mi familia implicaba depender totalmente de ésta, lo cual intentaba no hacerlo pero fue lo primero que llegó a mi mente para salir de esta situación. Mantenía mi postura pero por dentro sentía mucho dolor, la herida de hace unos días empezaba a aparecer nuevamente.

No contaba con que alguien se empeñara en sacarle de esa situación. Era algo habitual, un incidente casi rutinario, relacionado a su pinta y mala reputación. Pero una voz femenina interceptó en la conversación, desconcertándolo, pues reconoció que se trataba de la joven asaltada. La mejilla de Reino permaneció todo ese tiempo apoyada contra el concreto de la pared, retenido por la fuerza del uniformado pero siempre a la escucha. Aún sintiéndose humillado y sabiéndose capaz de librarse, no quería hacerles el trámite más difícil, sobretodo porque la muchacha se estaba molestando en defenderlo. Debía respetar su esfuerzo y al menos parecer un buen tipo.

No te desgastes, princesa, estos sujetos ya me conocen... le decía pensamientos, resignado a terminar en una comisaría, declarándose inocente una y otra vez. Sin embargo, al cabo de una larga argumentación, pudo notar cómo la fuerza del policía hubo aflojando hasta soltarlo.

– ¿Mi... Millaray? – Murmuró Reino, volviéndose lentamente hacia la dama. ¿Esa familia de estirados? En el sello se les menciona bastante, y Revo... creyó recordar algo que le había mencionado en alguna oportunidad, pero no acabó por desenmarañar su descubrimiento, por lo que volvió la atención hacia los oficiales. Ellos tomaron al verdadero criminal y lo acarrearon a duras penas entre los dos, pero hubo un detalle que Reino no dejó pasar por alto: – No bajen la guardia. Estaba acompañado de un sujeto al menos diez años menor al cual nombró como 'Kyle'. También estuvo implicado en el asalto y atacó a la señorita Millaray, debió desaparecer cuando ella les alcanzó a ustedes... – se dirigió a ambos con voz firme. Sin embargo ellos solo le ofrecieron la espalda, la única respuesta que recibió fue un bufido de parte del mayor.

Miserables... pensó irritado. Sabía que hiciera lo que hiciera le tratarían de forma despectiva, ¿cuántos años más tardaría en limpiar su expediente? Dejó escapar un profundo suspiro. Sin mayores rodeos, Reino se agachó para recoger sus gafas oscuras y se las volvió a llevar al tabique para dirigirse a su salvadora con una amplia sonrisa.

– ¡Vaya, vaya! ¡Muchas gracias, señorita! Con estas fachas, era bastante difícil que esos papanatas creyeran mi historia – comentó aparentemente divertido. No era para menos, ¡había sido rescatado por una auténtica ricachona! Eso si que no pasaba todos los días. Notando que los tipos se habían marchado, guió a la jovencita a la salida del callejón. – Dígame, ¿se encuentra bien?

Relajé un poco mi expresión al ver como los policías se iban con el hombre ya correcto, di un suspiro cambiando mi actitud pero, francamente, todo lo que ocurrió me cansó de sobre manera, era la primera vez que alguien intentaba asaltarme. Cerré por un momento los ojos pero los volví a abrir al escuchar al hombre que me agradecía. Negué levemente sonriéndole levemente- Soy yo la que debo de estar agradecida, me ha salvado- Dejé que me guiara a la salida volteándolo a ver ante la pregunta- Me encuentro perfectamente, gracias señor, solo un poco aturdida por lo que ha pasado- Volviendo a dar un paso sentí un fuerte dolor que mi rostro no pudo esconder, lanzando un leve quejido obligándome a recargarme en la pared sucia- Discúlpeme, creo que no me he recuperado del todo de mi tobillo-Levanté el pie mientras me inclinaba tocando la parte lastimada pero fue una pésima idea, incluso el contacto suave me dolía.

-Tal vez si descanso un poco el dolor pueda desaparecer- No lo creía pero no quería abusar mas de su amabilidad, ya hallaría yo el modo de ir al hospital o por una bolsa de hielo. Voltee a verlo y no aparte mi vista durante algunos segundos, como si estuviera muy concentrada en su apariencia. Notando que había tardado más de la cuenta en mirarlo bajé la mirada apenada- Lo lamento, no es correcto ver por más de cinco segundos a una persona es solo que tuve…cierta curiosidad ¿Por qué esconde sus ojos? Son de un hermoso color si me permite decirlo- Dije de manera sincera empezando a darme cuenta que me atraían mucho los ojos azules, tal vez por que se asemejan al cielo a pesar de que existen diferentes tonalidades, me daban cierta tranquilidad.

Quería ver si podía apoyar ya el pie pero al hacerlo me desplomé al suelo sintiéndome cada vez peor. Mi idea original era buscar un bonito vestido pero ahora, y por la manera desaliñada en que me encontraba, iba a ser imposible. Incluso perdí mi paraguas pero eso ya carecía de importancia, lo único que quería era desaparecer de ese lugar, la inseguridad volvería a mi cuando el hombre hallado a mi lado se fuera, un gran suspiro escapó de mis labios- Me apena mucho que me vea en estas condiciones- Dije en voz muy baja, sin atreverme a mirarlo, sentía mucho cansancio- Estoy en deuda con usted, si hay que pudiera hacer por usted, por favor dígamelo.

Aliviado de que todo ese asunto del asalto hubiera terminado bien, estaba por salir del callejón cuando la muchacha casi se desploma de bruces, pero consiguió mantener el equilibrio al sujetarse de la pared. Reino se volvió hacia ella, acercándose muy sorprendido, no había reparado en el hecho de que estaba cojeando. A penas ella mencionó que no se había recuperado del tobillo, él se puso en cuclillas para estudiar la herida más de cerca, sin tocarla. No habían heridas serias, solo algunos raspones superficiales, pero su tobillo se veía algo hinchado.

Le observó detenidamente, barajando la posibilidad de que se tratara de un esguince o tal vez de una fractura. Sus conocimientos en medicina eran nulos, por lo que no supo discernir el asunto a simple vista, pero había tenido tantas heridas a lo largo de su vida que podía casi apostar que se trataba de lo segundo. Se incorporó al cabo de una pausa silenciosa, en la que notó que ella le estaba observando de manera fija, lo que en primera instancia le desconcertó, pero gracias a sus gafas de sol esa impresión fue ligeramente censurada de la mirada ajena.

Mi mirada es muy triste, señorita le respondió en su mente, pero en contraste con ese pensamiento Reino esbozó una sonrisa divertida al oírle.

– Simplemente me gusta aparentar menos edad de la que tengo. Es una mala manía de un tipo treintón como yo – le mintió de forma sutil, sin malas intenciones. Sus ojos eran demasiado expresivos, la agresividad y la pena se traslucían en ellos con demasiada intensidad. No es que no le gustaran, simplemente detestaba la idea de revelar esta faceta suya.

Notó que a esas condiciones la joven con suerte podría dar un par de pasos sin desplomarse, por lo que ante su oferta el mánager se limitó a responderle con una expresión un tanto sugerente, a medida que aproximaba su cuerpo hacia ella y la envolvía en sus brazos con delicadeza.

– Basta con que me permita hacer esto... – murmuró con una voz ronca, casi seductora, al tiempo que la sostenía suavemente con sus fuertes manos, una sobre el hombro y la otra interceptando por la parte trasera de sus rodillas. A penas ejerció fuerza y ya la había alzado por los aires, notando lo frágil que era su cuerpo, lo mantuvo en suspensión sobre sus brazos y se limitó a sostenerla para que no cayera. – ¿Y bieeeeeeee~n? ¿Hacia dónde nos dirigimos, princesa? – Bromeó con un tono amigable y algo infantil. No tenía idea si preferiría ir a su casa o parar inmediatamente al hospital, por lo que le dejó a ella la decisión.

Me sorprendí un poco cuando comentó que estaba en la edad de los treinta años. Aparentaba una apariencia un poco más jovial, tal vez la vestimenta le ayudaba en aquellos casos. No tenía idea de lo que iba a hacer cuando se acercó a mí, no me moví pues tenía curiosidad y no me sentía en peligro. Al abrazarme no pude evitar sonrojarme, no tenía este tipo de contactos con las personas y mucho menos con las que acababa de conocer.

Un pequeño escalofrío recorrió mi espalda escuchándolo, por lo que decía y la manera en que lo hacía. Cerré con fuerza los ojos sintiendo cómo me alzaba, parecía que no tenía dificultad al cargarme, no solo por mi peso liviano, en gran parte por que tenía gran fuerza, se pudo ver cuando peleaba con la otra persona. Mi sonrojo no hizo más que hacerse más presente, casi enseguida abrí mis ojos.

-¿Prin…cesa?- Susurré sorprendida de que me llamara de ese modo, no me sentía como una princesa aunque por su tono de voz se podría decir que lo dijo con la intención de diversión pero no sabía si seguirle el juego, sería algo nuevo para mi hacer eso pero podría ayudarme a olvidar mi dolor- Señor, si usted me dice princesa entonces me hará suponer que usted es un caballero, más bien mi caballero ya que me ha salvado- No pude evitar reír un poco, cubriendo mi boca con una mano. Era sorprendente la forma en que el ambiente cambió. Pasó de ser una pesada tensa a una tranquila y divertida.

Me sentía mal por causarle tantos problemas, como cargarme hasta mi destino pero sería de mala educación el rechazar su ayuda- Si fuera tan amable de llevarme al hospital, quisiera que me revisaran el tobillo- Comenté estando un poco más relajada pero no completamente debido a la posición que nos encontrábamos, di un leve suspiro- Espero que en el Hospital me digan que no es nada grave, no me gustaría faltar al trabajo llevando apenas unos días en este-Con una mano traté de arreglarme el cabello, si íbamos al hospital me alegraría al menos tener una buena apariencia. Me recriminaba el que me doliera en este momento, aquella noche cuando me tropecé pensé que sería temporal el dolor y la hinchazón.

-Por cierto, me agradaría saber el nombre de mi caballero. Mi nombre es Millaray Zinnia y es un gusto el conocerle pese a que fue por medio de extrañas circunstancias.

Reino se encontraba sumamente divertido con esa especie de juego que se había armado entre ambos, aún si resultaba del todo irónico e imposible que él respondiera a la imagen de un caballero. Ni para miembro de la milicia le alcanzaba. Al menos no dijo algo así como Príncipe azul, ¡no soportaría tanta contradicción! Se dijo en pensamientos, cuidando no ser demasiado invasivo con el cuerpo que cargaba en sus brazos, no quería incomodarla más de lo necesario.

– ¿Caballero? Jum~ ¡No me desagrada la idea! – Exclamó entusiasta.

Dirigió sus largos pasos en dirección al hospital, acaparando rápidamente la atención de la mayoría de los transeúntes que merodeaban por las calles. No pasó mucho tiempo antes de sentirse observado por ojos inquisitivos, llenos de reprobación. ¿Cómo podía una muchacha tan elegante ser cargada por semejante delincuente? No era de extrañar que las señoras mayores exclamasen uno que otro disparate a su paso. ¿Secuestro? ¿Violación? ¿Cuál era el crimen? Pero él les ignoró, se limitó a escucharla con tranquilidad.

– ¿He de suponer que trabaja para el sello de Merveilles, princesa Zinnia? – Preguntó, ciñéndose a la idea de que la familia Millaray era reiteradamente nombrada en su trabajo.

El mánager se detuvo un momento para confirmar que estaba en la calle correcta. Mientras repasaba con la mirada los letreros a su alrededor, la joven volvió a dirigirse a él. Le dedicó una sonrisa traviesa, sin poder evitar que en su mente se colara la idea de que ella, si no le hubiese conocido en esas circunstancias, le juzgaría de la misma manera que los demás.

– ¡Sir Reino, a su servicio, damisela de lejanas tierras! – Dramatizó con un tono sumamente grave, dándose importancia. De haber sido posible, hubiese incluido una reverencia exagerada. – Va, puedes llamarme Reino. Con confianza, sin distintivos ni nada, no estoy acostumbrado a los buenos modales. – Agregó con su marcado buen humor, sin notar que de la comisura de sus labios empezaba a vislumbrarse una gota de sangre, tentada a deslizarse por su mentón. Era una herida causada por el combate con Vance, cuya existencia no parecía percatar.

Pese a que mi atención se centraba en el caballero que me cargaba podía escuchar los murmullos de la gente y al mirar de reojo sus miradas eran reprobatorias. En verdad contrastábamos mucho, en la apariencia y lo más probable en la personalidad siendo la de él muy energética. Distrayéndome con estos pensamientos me tomó por sorpresa u acertada suposición del lugar que trabajaba, no hice mas que asentir, apenada debo agregar- Efectivamente, estoy empezando a trabajar como bailarina- Estaba tentada a preguntar si el también era parte del sello, era lo mas lógico. Mejor debería de preguntarle cual es el trabajo que desempeña…

Mis ojos se abrieron un poco al escuchar su presentación, definitivamente fue una presentación digna de un cuento de hadas. No hablé, solo me limité a reírme, pero era una risa diferente a la anterior. Era mucho mas natural, ni siquiera cubrí mi boca, moviéndome un poco pero pude controlarme tratando de volver a mi postura calmada-¿Reino? Un nombre…Muy peculiar- Podría ser un nombre artísticos pero no lo ubicaba ¿Un vocalista? ¿Un músico? –Si le incomoda que le hable de usted, intentare hablarle un poco mas informal- Me costara un poco de trabajo pues me acostumbre a hablar así desde pequeña, solo a unas cuantas personas les he hablado de “tú”, los más cercanos.

-Sobre su nombre, señor Reino, quisiera sa…-Deje a media la oración debido a que noté algo muy extraño en su rostro pero no lo distinguía muy bien. Estire el cuello para tener un acercamiento, entrecerré mis ojos descubriendo qué es lo que era- ¡Qué barbaridad¡- Exclamé sorprendida llevando enseguida una mano a su rostro, pasando mi pulgar con suavidad sobre la comisura de sus labios limpiando la gota de sangre que comenzaba a deslizarse. Miré la sangre ya en mi guante, luego a él teniendo una expresión de verdad preocupación- Lo siento mucho, debí de preguntarle sobre su salud. Cuando lleguemos al Hospital por favor pase usted también a revisión médica. No se preocupe por los gastos, los pagaré.

Me sentía egoísta, preocupándome solo por mí. Teniendo la idea errónea de ser la única lastimada. Cuando llegué con la policía al callejón lo vi en una situación favorable pero en el tiempo pasado pudo el otro hombre golpearlo al extremo de lastimarlo ¿Faltaba mucho para llegar al Hospital? Voltee para ver el nombre de las calles. Teníamos que caminar tres cuadras más para llegar aunque…-Gire a la izquierda, luego atraviese el primer callejón, así llegaremos pronto – Era un atajo que conocía desde hace años, tardé un poco en recordar debido a los cambio de la ciudad, sobre todo en las construcciones. Muchas tiendas eran nuevas para mí, otras estaban intactas y gracias a ello no me perdía totalmente, de un modo tenía con que ubicarme aparte del nombre de las calles.

La conversación siguió su rumbo de forma natural. La respuesta de Zinnia explicaba bastante bien su contextura física, pues él incluso se había asustado en el momento que notó el poco peso de su cuerpo, pero ahora estaba más tranquilo. Las bailarinas debían por excelencia tener un cuerpo delgado y sumamente tonificado para realizar todas esas impresionantes acrobacias que transmitían en la televisión. Jamás había contado con el suficiente tiempo ni la curiosidad como para espiar a los bailarines de Merveilles, y de haberlo hecho seguramente los profesores de danza le hubiesen dado un buen escarmiento. Tendían a respetar y cuidar mucho los cuerpos de sus alumnos, después de todo eran su herramienta de trabajo.

Zinnia exclamó de forma repentina mientras llevaba una mano a su rostro. ¡Qué susto le había dado! Por un momento creyó que se había asustado por su propia fealdad, por lo que rió ligeramente mientras ella le hablaba con aquél tono tan preocupado. Le costaba mucho tomar en serio las situaciones que afectasen a su persona, por lo que se limitó a lamer su propia herida con la punta de la lengua. No se dirigió a ella hasta que refirió al asunto de pagar su atención médica:

– ¡¿Ah?! ¡No sea ingenua! Pareceré un pobre diablo, pero tengo suficiente dinero para cubrir mis gastos – repuso inmediatamente, además de que no soportaba depender de los demás lo que menos quería era visitar al doctor. Preocupada, Zinnia le indicó un atajo que Reino también conocía, gracias al cual llegarían al hospital en breve. Él se detuvo ante el callejón, dirigiéndole una mirada de reproche a la jovencita que yacía en sus brazos. – Usted pareciera no notar aún que los callejones de este sector son particularmente peligrosos – comentó, un poco reacio a la idea de meterse por allí.

Al cabo de unos minutos de reflexión, acabó obedeciendo de todas maneras. Lo que menos quería era hacerle perder el tiempo.
– Con que una bailarina, ¿eh? Su familia es bastante conocida dentro de mi rubro de trabajo, también desempeño en el sello desde hace varios años – comentó al cabo de una pausa en la que se adentraban en el desolado callejón.