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Refugio de la realidad
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Refugio de la realidad
La ansiedad se apoderaba graciosamente del pelinaranjo, quien ya había recibido confirmación por parte de Charles, chofer que Mine había asegurado ser de confianza, al día siguiente Cyril debía ver en el barrio residencial a quien había conocido accidentalmente. ¿Coincidencias de la vida, destino? Fuese lo que sea que ocurrió, Cyril estaba convencido que era una señal.
Tomó cada una de las precauciones que pudo para así, no tener que complicar a la rizada acompañante, pues el pelinaranjo comprendía lo importante que era para su compañera el no ser advertida en compañía de él, aún no sabía bien, pero le había quedado claro. Además, no sería él quien propiciara un desencuentro o contrariedad a tan efervescente amistad, que entre galletas, café y pasteles había nacido una muy tranquila mañana.
Cyril sabía que debía ser puntual y preocupado, por eso durmió temprano después de calcular un poco su aún denominada fortuna, ya no era lo que le habían dejado, pero servía para vivir y buscar dónde hacerlo. Estaba confiado en su talento y que así, aunque en la calle fuese, financiaría con su música su nueva vida. Por fin había dejado de huir.
En su pecho aterrizaban incontables golpes de emociones variadas, como una canción muda que le hacía sólo sentir. Él sin más que un tiempo en Glass City había decidido quedarse, ya era tiempo. Pero, ¿Realmente lo estaba haciendo del todo bien? Evidentemente no se preocuparía de eso ahora.
Luego de elegir cuidadosamente sus atuendos que no fuesen llamativos como de costumbre, salió casi con un suspiro de merienda, se apresuró a abordar un taxi que previamente había solicitado y le pidió al chofer dejarlo donde la nota que había escrito después del mensaje de Charles decía.
Llegó con algunos minutos de antelación, lo que le dio un tiempo para admirar el lugar, algunos edificios se alzaban imponentes frente a él con la elegancia que sólo un barrio así de acomodado podía ostentar. Por primera vez en toda la mañana, Cyril sintió el nerviosismo del gran paso que daba en su vida de nómada patiperro.
Se colocó los audífonos, prendió su reproductor de música y comenzó a balancearse en sus talones con las manos en los bolsillos y sus ojos perdidos en la celeste mañana que se presentaba. Sólo tenía que esperar.
Tomó cada una de las precauciones que pudo para así, no tener que complicar a la rizada acompañante, pues el pelinaranjo comprendía lo importante que era para su compañera el no ser advertida en compañía de él, aún no sabía bien, pero le había quedado claro. Además, no sería él quien propiciara un desencuentro o contrariedad a tan efervescente amistad, que entre galletas, café y pasteles había nacido una muy tranquila mañana.
Cyril sabía que debía ser puntual y preocupado, por eso durmió temprano después de calcular un poco su aún denominada fortuna, ya no era lo que le habían dejado, pero servía para vivir y buscar dónde hacerlo. Estaba confiado en su talento y que así, aunque en la calle fuese, financiaría con su música su nueva vida. Por fin había dejado de huir.
En su pecho aterrizaban incontables golpes de emociones variadas, como una canción muda que le hacía sólo sentir. Él sin más que un tiempo en Glass City había decidido quedarse, ya era tiempo. Pero, ¿Realmente lo estaba haciendo del todo bien? Evidentemente no se preocuparía de eso ahora.
Luego de elegir cuidadosamente sus atuendos que no fuesen llamativos como de costumbre, salió casi con un suspiro de merienda, se apresuró a abordar un taxi que previamente había solicitado y le pidió al chofer dejarlo donde la nota que había escrito después del mensaje de Charles decía.
Llegó con algunos minutos de antelación, lo que le dio un tiempo para admirar el lugar, algunos edificios se alzaban imponentes frente a él con la elegancia que sólo un barrio así de acomodado podía ostentar. Por primera vez en toda la mañana, Cyril sintió el nerviosismo del gran paso que daba en su vida de nómada patiperro.
Se colocó los audífonos, prendió su reproductor de música y comenzó a balancearse en sus talones con las manos en los bolsillos y sus ojos perdidos en la celeste mañana que se presentaba. Sólo tenía que esperar.
Cyril Dankworth- Ocupación : Vocalista
Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 10/04/2013
Re: Refugio de la realidad
Nada estaba saliendo según lo planeado. Después de que su mayordomo contactó con Cyril para acordar un punto de encuentro dentro de la zona residencial, Émile Sagan se presentó inesperadamente en la mansión. Se suponía que se encontraba en la ópera junto a su esposa, misma razón por la cual Mine decidió reunirse con el músico en esas horas. «Esto es malo. ¿Debería cancelar?» Pensó al encontrarse con su padre en la entrada, ya vestida y lista para partir.
— ¿Dónde vas? — Quiso saber el estricto hombre mientras aflojaba su impecable corbata. Su mujer se encontraba justo detrás de él con una actitud pasiva y en permanente silencio.
— Ensayaré con Edgar en el sello. Es parte del programa — mintió improvisadamente para justificar su salida, esperando que una solicitud de Merveilles fuera suficiente para dejarla ir.
— Últimamente te la pasas en el sello — comentó Émile, tan severo como siempre. El imponente sonido de su voz conseguía alterar los nervios de Mine, quien le escuchaba con la espalda recta y las manos juntas, sosteniéndose la una a la otra. — ¿Acaso no puedes cumplir tus obligaciones en este espacio? Poseemos los recursos suficientes para que puedas ensayar acá.
— Claro que no, padre. Ya no soy una niña, debo operar como una profesional. Si el sello requiere mi presencia en sus instalaciones no estaría bien negarse, ¿no cree? — Mine intentaba sonar tranquila y firme. De verdad que lo intentaba. Émile suspiró. Su esposa no dejaba de observar la escena sin emitir comentario alguno. Como siempre, parecía que su hija ni siquiera había reparado en su presencia.
— Naturalmente, soy consciente de ello. Sin embargo, me preocupa que pases mucho tiempo fuera. Edgar LeBeau es un hombre de confianza pero desconozco si sus juntas serán tan dignas como la suya. No quiero que te relaciones con músicos de baja categoría, ¿entiendes?
Mine supo de inmediato hacia dónde apuntaban las preocupaciones de su padre. Durante el último tiempo Merveilles había sido centro de polémicas y alarmantes noticias. Para bien o para mal, Émile era especialmente aprehensivo con esos temas. «No quieres que desprestigie a nuestra familia. Lo sé.»
— No se preocupe, padre. Créame que estoy siguiendo sus enseñanzas al pie de la letra — acabó por decir, acompañándose de una radiante sonrisa. En ocasiones como ésta mentir era la especialidad de Mine Sagan, y cuando eso sucedía su madre solía fulminarla con la mirada, completamente inmune a su cinismo.
Así, al cabo de unos minutos de conversación el hombre la dejó partir.
Charles le estaba esperando en la entrada de la mansión, sonriéndole desde el lujoso vehículo que solía usar para transportarla. Una vez reunidos Mine le puso al corriente de lo sucedido, situación que no sorprendió al viejo y sabio mayordomo, quien ya había preparado un elaborado disfraz para ella. De ese modo ocultaría su presencia del barrio residencial. Habiendo acordado todos los detalles de la operación, la joven heredera ingresó al auto y esperó a que estuvieran a una distancia prudente de la mansión Sagan antes de bajar la cortinilla de cada una de las ventanas. Después de cerrar el compartimento del asiento trasero y quedar completamente oculta de la vista de cualquiera comenzó a cambiarse de ropa. Por supuesto, esto no fue lo único que modificó de su apariencia: se maquilló diferente, retiró los piercings de sus orejas y con dificultad ocultó sus frondosos rizos en una peluca lacia de color castaño.
Dieron algunas vueltas innecesarias por el barrio hasta que Mine estuvo lista, por lo que el joven vocalista llevaba más de media hora de espera. Charles detuvo el vehículo justo al frente suyo y se retiró apenas Mine descendió, con la promesa de contactarse vía localizador en caso de surgir una emergencia.
— ¡Perdón por la tardanza! — Exclamó la muchacha apenas llegó junto a Cyril, luciendo su disfraz con total naturalidad. — Ocurrieron algunos inconvenientes en el camino...
— ¿Dónde vas? — Quiso saber el estricto hombre mientras aflojaba su impecable corbata. Su mujer se encontraba justo detrás de él con una actitud pasiva y en permanente silencio.
— Ensayaré con Edgar en el sello. Es parte del programa — mintió improvisadamente para justificar su salida, esperando que una solicitud de Merveilles fuera suficiente para dejarla ir.
— Últimamente te la pasas en el sello — comentó Émile, tan severo como siempre. El imponente sonido de su voz conseguía alterar los nervios de Mine, quien le escuchaba con la espalda recta y las manos juntas, sosteniéndose la una a la otra. — ¿Acaso no puedes cumplir tus obligaciones en este espacio? Poseemos los recursos suficientes para que puedas ensayar acá.
— Claro que no, padre. Ya no soy una niña, debo operar como una profesional. Si el sello requiere mi presencia en sus instalaciones no estaría bien negarse, ¿no cree? — Mine intentaba sonar tranquila y firme. De verdad que lo intentaba. Émile suspiró. Su esposa no dejaba de observar la escena sin emitir comentario alguno. Como siempre, parecía que su hija ni siquiera había reparado en su presencia.
— Naturalmente, soy consciente de ello. Sin embargo, me preocupa que pases mucho tiempo fuera. Edgar LeBeau es un hombre de confianza pero desconozco si sus juntas serán tan dignas como la suya. No quiero que te relaciones con músicos de baja categoría, ¿entiendes?
Mine supo de inmediato hacia dónde apuntaban las preocupaciones de su padre. Durante el último tiempo Merveilles había sido centro de polémicas y alarmantes noticias. Para bien o para mal, Émile era especialmente aprehensivo con esos temas. «No quieres que desprestigie a nuestra familia. Lo sé.»
— No se preocupe, padre. Créame que estoy siguiendo sus enseñanzas al pie de la letra — acabó por decir, acompañándose de una radiante sonrisa. En ocasiones como ésta mentir era la especialidad de Mine Sagan, y cuando eso sucedía su madre solía fulminarla con la mirada, completamente inmune a su cinismo.
Así, al cabo de unos minutos de conversación el hombre la dejó partir.
Charles le estaba esperando en la entrada de la mansión, sonriéndole desde el lujoso vehículo que solía usar para transportarla. Una vez reunidos Mine le puso al corriente de lo sucedido, situación que no sorprendió al viejo y sabio mayordomo, quien ya había preparado un elaborado disfraz para ella. De ese modo ocultaría su presencia del barrio residencial. Habiendo acordado todos los detalles de la operación, la joven heredera ingresó al auto y esperó a que estuvieran a una distancia prudente de la mansión Sagan antes de bajar la cortinilla de cada una de las ventanas. Después de cerrar el compartimento del asiento trasero y quedar completamente oculta de la vista de cualquiera comenzó a cambiarse de ropa. Por supuesto, esto no fue lo único que modificó de su apariencia: se maquilló diferente, retiró los piercings de sus orejas y con dificultad ocultó sus frondosos rizos en una peluca lacia de color castaño.
Dieron algunas vueltas innecesarias por el barrio hasta que Mine estuvo lista, por lo que el joven vocalista llevaba más de media hora de espera. Charles detuvo el vehículo justo al frente suyo y se retiró apenas Mine descendió, con la promesa de contactarse vía localizador en caso de surgir una emergencia.
— ¡Perdón por la tardanza! — Exclamó la muchacha apenas llegó junto a Cyril, luciendo su disfraz con total naturalidad. — Ocurrieron algunos inconvenientes en el camino...
- Apariencia:
Mine Sagan- Ocupación : Músico
Mensajes : 1143
Fecha de inscripción : 30/04/2012
Re: Refugio de la realidad
El agradable sol de la mañana le daba directamente en el rostro y Cyril lo disfrutaba mientras escuchaba y tarareaba su canción favorita, absorto en sus pensamientos no se percató, pero, una mujer se había parado frente a él, aunque los primeros segundos no se dio cuenta, se sacó rápidamente los audífonos apenas ella le habló.
— Wow, casi me engañas. — bromeó un poco el castaño y le sonrió amablemente a la chica. — Muy buenos días — le saludó con un gesto, en verdad no sabía si podía sólo saludar de beso en la mejilla o debía darle la mano, mucho menos si era apropiado o inteligente de su parte besarle la mano, lo cual le causaba mucha gracia de poder hacerlo algún día, así que con el gesto era suficiente, él suponía — y no te preocupes...— dijo restándole total importancia a los minutos que había estado ahí, le preocupaba más la segunda frase. —...¿Está todo bien? — Cyril se sintió un poco nervioso y avergonzado, por primera vez sintió que tal vez, todo esto, no era una buena idea, él no quería para nada darle problemas a la chica, mucho menos incomodar su vida. —Espero que no sea nada grave, de hecho...— se interrumpió a media frase, dudó un poco de lo que iba a decir, se mordió los labios y suspiró para continuar. —... eres muy amable y considerada, agradezco mucho que hayas encontrado unos minutos en tu apretada agenda para mi, pero de verdad no quiero incomodar ni causar problemas. —la vergüenza pasó a multiplicarse por mil cuando se dio cuenta que tenía la cara ardiendo, se había ruborizado y darse cuenta lo había intensificado. —Entenderé si no quieres o no puedes hacerlo.
Súbitamente el sonido de los pájaros que adornaban la mañana le parecieron más interesantes que seguir hablando y sonrojándose, la tibia brisa jugueteaba entre las personas, trató de mirar a cualquier parte para que su sonrojo desapareciera. Ya que su acompañante había llegado y ambos habían tomado resguardos para asegurar que nada se interpusiese ese día en tener una agradable caminata y conversación, algo desde su interior quería que el tiempo le alcanzara para hablar con ella de todo, de verdad estaba muy ansioso, dentro de sus cosas favoritas por hacer en la vida estaba el hacer nuevos amigos y conocer a la gente. Por supuesto, era un poco curioso, quería saber qué es lo que le apremiaba tanto a la chica, era obvio que nadie tomaba tantos resguardos si en realidad no hubiese algo que ocultar, simple seguridad de artista no era, pero él había despertado esa mañana con dos misiones, darle a Mine una tranquila y diferente mañana de lo que ella acostumbraba, segundo, encontrar un lugar para vivir, así que esperaría pacientemente a que ella dijera algo o simplemente obviara el tema, por él estaba bien, habían cosas de las que las personas no hablan, Cyril respetaba eso.
Había hecho un recuento de dinero, alcanzaba para rentar muchos meses un lugar bien o quizá para un pie y comprar algo íntimo y agradable. Era momento de comenzar con el paseo, el pelinaranjo trataba de ocultar sus emociones, aunque él era muy "de piel" y risueño, quería evitar cualquier situación extraña o incómoda con ella.
— Wow, casi me engañas. — bromeó un poco el castaño y le sonrió amablemente a la chica. — Muy buenos días — le saludó con un gesto, en verdad no sabía si podía sólo saludar de beso en la mejilla o debía darle la mano, mucho menos si era apropiado o inteligente de su parte besarle la mano, lo cual le causaba mucha gracia de poder hacerlo algún día, así que con el gesto era suficiente, él suponía — y no te preocupes...— dijo restándole total importancia a los minutos que había estado ahí, le preocupaba más la segunda frase. —...¿Está todo bien? — Cyril se sintió un poco nervioso y avergonzado, por primera vez sintió que tal vez, todo esto, no era una buena idea, él no quería para nada darle problemas a la chica, mucho menos incomodar su vida. —Espero que no sea nada grave, de hecho...— se interrumpió a media frase, dudó un poco de lo que iba a decir, se mordió los labios y suspiró para continuar. —... eres muy amable y considerada, agradezco mucho que hayas encontrado unos minutos en tu apretada agenda para mi, pero de verdad no quiero incomodar ni causar problemas. —la vergüenza pasó a multiplicarse por mil cuando se dio cuenta que tenía la cara ardiendo, se había ruborizado y darse cuenta lo había intensificado. —Entenderé si no quieres o no puedes hacerlo.
Súbitamente el sonido de los pájaros que adornaban la mañana le parecieron más interesantes que seguir hablando y sonrojándose, la tibia brisa jugueteaba entre las personas, trató de mirar a cualquier parte para que su sonrojo desapareciera. Ya que su acompañante había llegado y ambos habían tomado resguardos para asegurar que nada se interpusiese ese día en tener una agradable caminata y conversación, algo desde su interior quería que el tiempo le alcanzara para hablar con ella de todo, de verdad estaba muy ansioso, dentro de sus cosas favoritas por hacer en la vida estaba el hacer nuevos amigos y conocer a la gente. Por supuesto, era un poco curioso, quería saber qué es lo que le apremiaba tanto a la chica, era obvio que nadie tomaba tantos resguardos si en realidad no hubiese algo que ocultar, simple seguridad de artista no era, pero él había despertado esa mañana con dos misiones, darle a Mine una tranquila y diferente mañana de lo que ella acostumbraba, segundo, encontrar un lugar para vivir, así que esperaría pacientemente a que ella dijera algo o simplemente obviara el tema, por él estaba bien, habían cosas de las que las personas no hablan, Cyril respetaba eso.
Había hecho un recuento de dinero, alcanzaba para rentar muchos meses un lugar bien o quizá para un pie y comprar algo íntimo y agradable. Era momento de comenzar con el paseo, el pelinaranjo trataba de ocultar sus emociones, aunque él era muy "de piel" y risueño, quería evitar cualquier situación extraña o incómoda con ella.
Cyril Dankworth- Ocupación : Vocalista
Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 10/04/2013
Re: Refugio de la realidad
— ¿Casi te engaño? ¿Tan obvio es? — Preguntó la muchacha con preocupación al notar que Cyril le había reconocido casi de inmediato. Eso no estaba bien. Si él podía hacerlo era seguro que su padre también podría. «Sabía que debía ponerme lentillas de colores...» pensó nerviosa y un poco paranoica momentos antes de que el muchacho le preguntara si todo estaba bien.
Era una pregunta inevitable, ¿desde cuándo resultaba normal que una persona se presentara disfrazada, como si estuviera ocultándose de miradas ajenas? Mine sonrió con incomodidad. No se sentía capaz de especificar qué tipo de persona era su padre, no cuando la vida le sonreía por primera vez en sus dieciocho años. Todo gracias a Lucien. Era por él que intentaba mantenerse positiva y hacer las cosas de un modo distinto. No tenía amigos y Cyril parecía una buena opción para cambiar eso.
«Sí. Cambiar. Eso haré.»
— Pues... Mi padre me atrapó al salir y tuve que inventarle una excusa para que no me pusiera problemas. Es un hombre muy estricto, no le gustaría nada saber que estoy contigo — confesó la muchacha con sinceridad, omitiendo suficiente información como para no espantarlo. — ¡No porque tú tengas algo malo! Es que es... Algo estirado... — agregó rápidamente para que no le malentendiera.
El músico lucía algo contrariado por la situación. No tardó en darle la posibilidad de retractarse, al mismo tiempo que le agradecía por su consideración y se ruborizaba notoriamente. Mine ladeó la cabeza, enternecida por su actitud.
— ¿Qué? No seas tonto, claro que quiero hacerlo. Fui yo quien te lo ofreció después de todo — le recordó dedicándole una cálida sonrisa. Estaba siendo mucho más abierta de lo acostumbrado pues esperaba que Lucien se enorgulleciera de sus progresos sociales. Ya no sería la jovencita loca que se limitaba a pintar retratos llenos de añoranza. Sería una artista de renombre con un novio y muchos amigos.
Con el afán de ayudarle, la joven heredera hizo memoria de la información que Charles le había entregado el día anterior. Todos eran datos de viviendas en arriendo o en venta, aunque dudaba que encontrarían algo en el sector donde ella vivía:
— Estuve estudiando los catálogos de las viviendas de esta residencial y hay algunas mansiones en venta, pero creo que son excesivamente espaciosas y costosas para una sola persona. Creo que lo mejor para ti es vivir en un departamento — opinó mientras se llevaba un índice al mentón. — Charles me dio el dato de un edificio muy bien catalogado. La mayoría de los trabajadores del sello están ahí, ¿quieres verlo?
Era una pregunta inevitable, ¿desde cuándo resultaba normal que una persona se presentara disfrazada, como si estuviera ocultándose de miradas ajenas? Mine sonrió con incomodidad. No se sentía capaz de especificar qué tipo de persona era su padre, no cuando la vida le sonreía por primera vez en sus dieciocho años. Todo gracias a Lucien. Era por él que intentaba mantenerse positiva y hacer las cosas de un modo distinto. No tenía amigos y Cyril parecía una buena opción para cambiar eso.
«Sí. Cambiar. Eso haré.»
— Pues... Mi padre me atrapó al salir y tuve que inventarle una excusa para que no me pusiera problemas. Es un hombre muy estricto, no le gustaría nada saber que estoy contigo — confesó la muchacha con sinceridad, omitiendo suficiente información como para no espantarlo. — ¡No porque tú tengas algo malo! Es que es... Algo estirado... — agregó rápidamente para que no le malentendiera.
El músico lucía algo contrariado por la situación. No tardó en darle la posibilidad de retractarse, al mismo tiempo que le agradecía por su consideración y se ruborizaba notoriamente. Mine ladeó la cabeza, enternecida por su actitud.
— ¿Qué? No seas tonto, claro que quiero hacerlo. Fui yo quien te lo ofreció después de todo — le recordó dedicándole una cálida sonrisa. Estaba siendo mucho más abierta de lo acostumbrado pues esperaba que Lucien se enorgulleciera de sus progresos sociales. Ya no sería la jovencita loca que se limitaba a pintar retratos llenos de añoranza. Sería una artista de renombre con un novio y muchos amigos.
Con el afán de ayudarle, la joven heredera hizo memoria de la información que Charles le había entregado el día anterior. Todos eran datos de viviendas en arriendo o en venta, aunque dudaba que encontrarían algo en el sector donde ella vivía:
— Estuve estudiando los catálogos de las viviendas de esta residencial y hay algunas mansiones en venta, pero creo que son excesivamente espaciosas y costosas para una sola persona. Creo que lo mejor para ti es vivir en un departamento — opinó mientras se llevaba un índice al mentón. — Charles me dio el dato de un edificio muy bien catalogado. La mayoría de los trabajadores del sello están ahí, ¿quieres verlo?
Mine Sagan- Ocupación : Músico
Mensajes : 1143
Fecha de inscripción : 30/04/2012
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