Encuentro en la tierra (Priv. Drayden)

Cuando Caronte le contó que Lucifer se paseaba por la tierra de los hombres, Ignis no pudo evitar abrir los ojos sorprendido, ¿qué estaría haciendo ahí? ¿estaría aburrido de estar en el infierno? Tampoco le culpaba, él también se aburriría mucho si siempre estuviera metido en un mismo lugar, además, éstas épocas estaban siendo la mar de interesantes como para ignorarlas… sin embargo el hecho que uno de los canes se perdiera, y que tuvieran que ir a buscarles fue lo que más le interesó, al menos en lo que escuchó antes de irse ya que a veces dejaba a Caronte con la palabra en la boca.

De vuelta a la tierra, el caído no dudaría en buscar al maligno para poder hacerle su visita de rigor; era gracioso que pasara sus cientos y miles de años buscando a sus siervos, alegando que eran sus preciados tesoros, y en cambio se esmeraba mucho más en buscar a Lucifer. Desde luego que ahí las prioridades estaban bastante claras, pero para él eran dos cosas completamente distintas, el señor infernal tenía todo su respeto y admiración, igual que su amistad y, sobretodo, lealtad… aunque tenía sus maneras de demostrarlo, por supuesto. No fue hasta que volvió a Glass City después de su viaje de luto, que no le hizo falta ni hacer un esfuerzo para sentir su presencia en aquella ciudad, fue una agradable casualidad, en cierto modo era como volver a su verdadero hogar… pero más estético.

Descubrir su aspecto humano no fue difícil, y más siendo un DJ, pudo ver fotografías e incluso encontrar vídeos por internet, hasta se echó a reír cuando descubrió más de uno de esos de temática paranormal, acusandole de ser un “reptiliano”, del MK Ultra, y de paso un Illuminati. Sin mucho esfuerzo encontró una fecha donde iría a pinchar en uno de los locales de la ciudad, sería quizá un buen momento para encontrarse y de paso escuchar en directo su música.

Ahí se mezclaría entre la multitud y esperaría que el DJ llamado Drayden Köhler hiciera acto de presencia.

No llevaba demasiado tiempo en la tierra y sin embargo su fama ya lo tenía bien posicionado en la industria musical. No era algo difícil de conseguir para el rey de las tinieblas que, aunque no se encontraba en su territorio, hacía uso de sus trucos y artimañas con gran descaro para realizar todos sus deseos sin importar las consecuencias de sus actos y vaya que le resultaba. Engañar, extorsionar, robar o matar ¿cual era el problema cuando él era todos y cada uno de los pecados en persona? Drayden Köhler no solo era un DJ con gran prestigio, sino también su apariencia ostentosa daba a entender que era un hombre de dinero e incluso de negocios, más allá de la música. La especulación y el revuelo que causaba su nombre le alimentaba el ego y lo mantenía entretenido. No tenía intenciones de regresar al inframundo, al menos por el momento, pero claro que el lucero sabía que en cualquier momento los seguidores de su enemigo podrían comenzar a rondar cerca de él.
El plan de esa noche era el mismo de cada presentación que daba, sin excepción, ocupaba la música para incitar un estado similar al trance en los humanos. El resultado era mejor aún si estos habían consumido alguna clase de droga que ayudara en la disociación. De esa manera la distorsión se hacía presente y la fiesta, de alguna manera, se comenzaba a parecer al desenfrenado ambiente común del infierno. Era como traer un pedazo de su hogar a la tierra de los humanos. Simplemente un deleite. Eso sentía al imaginar cómo debía revolcarse el dios de esos mortales en su amado paraíso e incluso así, el muy desgraciado no era capaz de hacer nada por si mismo.
El bar en el que se presentaría era más grande que la media, el subterráneo completo era la pista que le habían adjudicado. Un salón blanco lleno de luces de neón y pantallas dispuestas de forma estratégica. Un sonido envolvente y una barra de primera al extremo contrario del escenario del que se adueñaría.
La fiesta había comenzado hace algunas horas, pero un repentino apagón de luces dio aviso de que comenzaba el espectáculo.

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Comenzó el juego de luces blancas parpadeantes, sumándose poco a poco los lásers azules y violetas por todo el salón. Después vino el humo junto al inicio bajo y lento de la música que poco a poco iba aumentando en volumen. En medio de la introducción se escuchó una voz masculina, un susurro indescifrable y repetitivo. Luego la risa sensual de Drayden resonó en los parlantes, natural, ronca y misteriosa y con ello la gente inmediatamente enloqueció. Cuando la música comenzó a cambiar de ritmo una voz sintética anunció su nombre artístico haciendo que el ambiente terminara de encenderse por completo.
//DJ KILLER//
La música tomó fuerza y las luces apuntaron al DJ ya instalado en su mesa, vestido con unos pantalones de cuero blanco y varios detalles dorados, encima solo una capucha blanca holgada de magas 3/4 abierta y el torso desnudo, el cabello suelto y humedecido le daban un aspecto endemoniadamente atrayente.
Con una mano iba mezclando el sonido, con la otra iba dirigiendo a la audiencia, incitándolos a saltar, a gritar, a descontrolarse mientras sus ojos brillaban en el placer de la excitación colectiva.

Era divertido observar cómo el ser humano caía tan fácil en las garras del maligno, como si tuviera una predisposición a ello y aquello hacía que se regocijara. No perdía detalle de todo lo que ocurría a su alrededor, no lo parecía pero Ignis era alguien muy observador y no había detalle que pasara desapercibido ante sus ojos.

Podía ver perfectamente cómo algunos jóvenes se colaban en la fiesta y se mezclaban entre la multitud, esbozó una sonrisa ladina por encontrar diversión en ver cómo caen tan jóvenes en las redes del maligno, ¿quién no lo haría? Estaba seguro que aparte de gozar de la fiesta más de uno y una se estaba regalando las vistas desde el momento en que el llamado “DJ Drayden” apareció en escena. Y él también, ¿para qué mentir? No era ciego a pesar de haber perdido hace mucho la capacidad de sentir deseo carnal, pero debía admitir que su señor estaba muy bien esculpido. Era posible que desde el escenario y con aquella multitud (junto a la energía que debía desprender todo aquello) fuera difícil para Lucero percibir su presencia, simplemente disfrutaría de aquella fiesta, de la música, y de ver al ser humano en su estado más instintivo dejándose tragar por el pecado.

Decidió disfrutar desde la barra, apoyado en ésta para tener mejores vistas de todo el panorama, incluso en alguna ocasión había podido ver con todo lujo de detalles cómo dejaban caer drogas en la bebida de alguna mujer desprevenida, lejos de hacer nada al respecto ampliaba las comisuras en una sonrisa ligeramente taimada, sabía muy bien qué iría a pasar y sólo imaginarlo le divertía. No obstante quién más llamaba su atención era ese tal Drayden, si era así cómo se quería llamar ahora su señor del averno, le agradaba que lo estuviera pasando tan bien, ¿quién podría decir ahora que el señor infernal no se adaptaba a los tiempos modernos? Estaba deseando poder hablar con él después de tanto tiempo.

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Perdón por tardar tanto, voy a mirar de retomar los roles. Espero que no te haya molestado mi tardanza ;_;

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También lamento mi tardanza

La temperatura comenzaba a subir poco a poco en el lugar así como también lo hacía el desenfreno colectivo, la energía que el mismo lucero irradiaba contribuía al estado de éxtasis de los presentes, sumado por supuesto al consumo deshinibido de alcohol y drogas que distorcionaban en gran medida la mente humana.

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Una pista no acaba de terminar cuando el renombrado Dj mezclaba una siguiente melodía que encajaba perfectamente, retumbando en lo más profundo de aquellas almas hambrientas por algo que el señor de los cielos no podía otorgarles, en cambio a él le sobraban herramientas. De vez en cuando daba indicaciones a la multitud, aplausos, saltos, gritos, descontrol. De vez en cuando también soltaba algunas palabras en una lengua muerta, antigua y prohibida, un idioma desconocido para la mayoría del lugar que solo sonaban como místicos y sensuales murmullos, pero que sabía que uno que otro en el salón podría comprender. No le hablaba a los mortales, sino a las criaturas oscuras, fueran sus hijos o no, a aquellos que rondaran la noche con la intención de divertirse a costa de los humanos, todos eran bienvenidos. Esta era una invitación, una fiesta especialmente hecha para ellos. A sus hijos los llamaba por su nombre, como un padre orgulloso que saludaba desde el trono a sus descendientes, como un rey reconociendo a sus fieles lacayos y a la vez dejándoles notar que ni el más mínimo suspiro pasaba desapercibido frente a él.
Más de uno de ellos respondió seduciendo, engañando, apoderándose de cuerpos y almas hasta saciarse y satisfaciendo así también su señor. No era necesario causar una masacre, eso era para los demonios de menor categoría, lo que él hacía era ganar terreno en esa tierra neutra, el mejor campo de batalla que ha tenido desde siempre con aquel que le dio la espalda.
La noche transcurrió como si se tratara de una escalera en espiral bajando directamente a las puertas del averno. Por un momento el mismo Lucifer se relajó al sentirse casi en casa, trazándose en su sombra su forma real. Claro que los presentes ignorantes alababan aquello como si fuera parte de los efectos especiales.
Fueron dos horas intensas y tanto más de fiesta en completo trance. Habiendo obtenido un control completo el Dj Killer se dio el permiso de bajar triunfante de su trono hacia la barra para servirse algo también. Sonriendo con gracía y complicidad al pasar junto a Ignis.

La energía que rebosaba el lucero caído después de su larga y excitante sesión era un aura invisible, pero magnética, casi tangible. Él demostraba todavía ser digno de su nombre, pues las miradas lo seguían a donde fuera, para el lamento de su creador,  por razones que diferían a su intención original.
Aunque el lugar estaba lleno, pocos eran capaces de acercarse a intercambiar palabras con él. Los más inteligentes, fueran humanos o no, solían guardar una distancia prudente y segura. Por otro lado, el placer que le provocaba escuchar viejas y bien conocidas voces llamándolo "mi señor" era innegable. Complacido por el encuentro no tan inesperado, el Dj sonrió reluciendo su arrogancia innata al contestar. –Si pude adaptarme al cambio que fue ser la luz más brillante en el cielo, a ser el amo y señor de las tinieblas del infierno, un cambio de era no es más que un chiste, ¿no te parece?  –de alguna forma su voz resonó con claridad pese a la música y los cientos de voces que se alzaban dentro de las blancas paredes del recinto. Amplificación selectiva que solía usar con "los suyos". –Oh Samael, ahorra esa zalamería. –demandó Lucifer sin interés en los halagos. No era que no encontrara gozo en las adulaciones, sin importar si estas eran reales o falsas, pero con Samael éstas eran simplemente innecesarias. –Espero no estés insinuando que este cuerpo, que no es más que una imitación a la "más grande creación" del pretencioso rey de los cielos  –recalcó el término con gran sarcasmo– luce mejor que mi verdadera apariencia, porque eso me ofendería muchísimo. –A veces intentar distinguir entre el humor negro y las palabras verdaderas de Lucifer era simplemente una pérdida de tiempo.
Con un solo gesto, el joven hombre tras la barra le extendió una botella de buen vino añejo, reservada especialmente para Drayden Köhler. El Dj solicitó una copa extra y con ambas cosas ya en sus manos agregó una pequeña observación. –Debo admitir que me sorprende verte beber. Pensé que tu paladar era demasiado sensible para el licor de los humanos. –su voz burlona ni siquiera fue disimulada, no había necesidad. –Disfrutar mi trabajo es algo que siempre he hecho, pero ya sabes, yo siempre quiero más.  Entonces, ¿me acompañas? –un gesto sutil de su cabeza y cejas fue su simple invitación antes de comenzar a caminar lejos de la multitud. Consideraba que la conversación podía ser mucho más cómoda y provechosa si se dirigían al área V.I.P. solicitada por él mismo como un salón con acceso restringido. –Ah, y lo de Cerberus, sí... ¡Qué descuido! Pero les di la oportunidad a los canes de buscar su cabeza perdida. Una oportunidad para enmendar su pequeño error.  Ya sabes lo preferencial que soy con ellos. –pero una oferta tan desinteresada no pasaba tan desapercibida por el diablo. ¿A qué se debía tan servicial disposición? –¿Tienes tiempo libre? Pensé que todavía buscabas a los tuyos en estas tierras. Al menos sé que para eso no te falta experiencia. –el sonido de los pasos del maligno se detuvo en las puertas del salón. Del otro lado, sillones de cuero negro y el blanco reluciente de las paredes junto a luces artificiales, generaban un ambiente irónico para los diversos invitados de las tinieblas que disfrutaban de la pequeña reunión, cortesía de Lucifer.

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Amplió suavemente la sonrisa al escuchar las palabras de su señor, quien además nombraba sus buenas palabras como “zalamería”, algo que no podía negar, ciertamente. Apretó los labios aguantando por unos momentos la risa hasta que no tardó en hacerla presente, ¿cómo iría a asegurar que ahora mismo se veía mejor que su aspecto real? para él su señor Lucifer se vería bien fuera cual fuera su forma, así decidiera encarnarse en un mero carnero.

- Ah… mi señor, no osaría afirmar tal cosa… -negó con la cabeza sin perder la sonrisa divertida que había aparecido en sus labios- llámeme ciego, pero más que su apariencia es su esencia aquello que me parece tan atractivo -afirmó antes de terminar el culo de bebida que quedaba en el vaso que aún tenía en su mano- ah, siempre hay cosas nuevas que probar, mi señor, sabe que yo nunca me cierro a nuevas experiencias -guiñó un ojo ladeando la sonrisa.

Siguió a Lucero hacia la sala VIP, miraba de reojo a su alrededor por la mera curiosidad de ver qué hacía la gente hasta que ya no hubo mucho más por ver aparte del maligno.

- Suena a una bonita búsqueda familiar -de no ser que estaban hablando de criaturas infernales, bien que pudiera parecer algo tierno si uno se quedaba con el mero detalle de que eran dos hermanos buscando a otro extraviado, pero no era todo tan bonito e inocente como pudiera parecer con sólo aquel detalle- mis pequeños… -al recordar a sus hijos, alzó la vista por unos momentos- creo que pueden esperar un poco más… -o en otras palabras: no tenía prisa alguna para encontrar a sus pequeños engendros, se le podría considerar el padre del eón por ser todo un desastre por no decir algo mucho peor. No sería de extrañar que todos sus hijos le odiasen.

Se sentó en uno de los sofás de la sala VIP, oteó cada recoveco de la estancia dado a su naturaleza curiosa, sonrió para sí antes de voltear la vista a su señor.

- Por usted revolvería cielo y tierra, mi señor -se inclinó hacia adelante apoyando los antebrazos sobre sus muslos con la mirada fija en él- quizá no se me dé bien perseguir a mis pequeños, pero nunca le fallé a usted… sin embargo, no me iría nada mal que me prestara un olfato canino para que me ayude -inclinó ligeramente la cabeza sin perder ni un momento su sonrisa característica- si es que así lo desea, por supuesto...

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Si algo le agradaba de aquel caído, era su eterna y siempre flexible capacidad de adaptación. Samael se caracterizó, desde el primer instante que tocó su dominios infernales, por jamás verse demasiado afectado por cualquiera fuera la circunstancia que lo involucrara. Incluso si muchas veces éstas no resultaban favorables, de alguna manera, él nunca quedaba en una mala posición. Ante los ojos del maligno, aquella admirable cualidad solo era un reflejo de una astucia natural que, tal vez, el ahora condenado siempre había poseído. Astucia que también fue la culpable de haberlo llevado de cara al averno.
Las miradas se posaron inevitablemente sobre ellos cuando entraron al salón, pero pronto cada quién volvió a lo suyo, a cada pequeña atracción otorgada por aquel padre que, aunque no era benevolente, al menos disfrutaba de la retorcida diversión de sus lacayos con los humanos cazados, criaturas inhumanas dominadas o incluso, algunos ángeles abandonados por su caprichoso creador. Tranquilamente se sentaron un tanto apartados del resto, los sofás elegidos sobrenivel se encontraban en una clase de terraza interna del salón. Desde ahí se podía observar sodoma y gomorra con gran detalle. Mientras escuchaba sin mucho interés la propuesta de Samael, Lucifer abrió la botella de vino y llenó ambas copas sin permitir, mediante su sola presencia, que nadie osara acercarse. -¿Así que quieres a uno de mis canes? -con una delicadeza calculada, depositó la copa de vino rebosante sobre las manos de su acompañante y rió con una carcajada seductora. La mirada del lucero se clavó junto a la pregunta, imponente sobre él. Era de conocimiento público que al Lucero no le gustaba compartir su propiedad. -¿O acaso me estás pidiendo volverte una de mis nuevas mascotas? Tal vez una corra el cuello no te vendría mal. -Y es que aunque existía una pequeña posibilidad de acceder a la primera propuesta, también tenía una imagen que cuidar. Si entregara la correa de sus queridos guardiantes con demasiada facilidad sería, por decirlo menos, imprudente de su parte. -¡Qué osadía la tuya Samael! Pero déjame darte la oportunidad. Si hipotéticamente accediera a tu propuesta, ¿cual nariz es la que te interesa? -el juego, el riesgo, la curiosidad y el descaro eran cualidades que todoslos presentes, desde el más débil hasta el mismisimo señor de las tinieblas, compartían por igual. El sabía que los caninos no solían cooperar demasiado entre ellos, pues sus diferencias de criterios y percepciones generaban constantes conflictos, pero su entidad dividida también tenía una particularidad muy genuina. Consciente o inconscientemente, los tres sabían que para estar completos, ninguno de ellos podía faltar. Se necesitaban mutuamente, lo cual reducía el riesgo incluso si el caído frente a él tenía intenciones de divertirse junto a él en su pequeña y planificada dramaturgia. Pero el diablo también tenía sus preferencias y un error en su respuesta podría llevar a Samael de vuelta a los conocidos y poco atractivos brazos de Caronte en un solo instante.

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Aceptó con mucho gusto la copa que el maligno le invitaba, ¿cómo se la iría a negar? así llevara veneno tragaría el contenido sin rechistar. Claro que matar a la muerte sería un chiste , lo que no lo sería tanto es el dolor que sentiría antes de caer de cabeza, una vez más, en la barca de su viejo amigo Caronte. Sonrió ante la pregunta de confirmación que Lucifer lanzó, no iría a negarlo pero tampoco lo afirmaría del todo, simplemente era algo a lo que estaba abierto a negociar.

- Mi señor, sería todo un honor ser una de sus mascotas, sin embargo a pesar que soy suyo de hace eones ambos sabemos que yo amo vagar de un lado a otro -observó embelesado la luz que se filtraba a través de la bebida que había en su vaso, destelleando en ocasiones una capa fina de luz en la superficie. Habrá vivido eones y visto muchas cosas, pero el caído seguía disfrutando de detalles tan insignificantes como aquellos, como si en alguna parte de su interior siguiera albergando algo de pureza, si es que realmente eso fuera posible- y aun así, mi señor, así esté lejos, siempre acudiré esté donde esté usted -alzó el vaso observando su alrededor a través del color de la bebida hasta que fue Lucero quién se veía al otro lado.

Entrecerró los ojos y amplió la sonrisa entreabriendo sus labios en una risa muda, aquellos colores sentaban muy bien a Lucifer, tanto como todo el espectro de tonos ya que Samael siempre estuvo ensimismado por la esencia del maligno- no desearía arrebatarle a una de las cabezas de su can si así no lo desea mi señor -bajó el vaso para mirarle directamente a los ojos- pero verá, siempre sentí curiosidad hacia tal criatura, y pensé que no hay nada mejor que tener una mascota pero… -desvió la vista a un lado- viven tan poco tiempo… incluso encontré a alguien lo suficientemente interesante como para casarme -soltó una suave risotada- qué divertido fue aquel día… pero se hizo viejo y Dios me lo arrebató cuando falleció -su expresión se mostró algo triste por unos instantes, pero pronto recuperó la sonrisa como si tuviera una capacidad innata de borrar sus emociones, dio un sorbo y rió con su forma tan característica- ah, pero tampoco es como para ir a buscarle ahí arriba, ¿hm? -por mucho que tuviera la capacidad de mostrar emociones, era bien difícil saber hasta qué punto era capaz de sentirlas como para desecharlas tan fácilmente. Restó en silencio unos segundos antes de volver a dirigirse a Lucifer.

- Dejo a su elección cuál de las tres cabezas podría acompañarme, pedirle uno en particular sería una elección muy difícil pues todas ellas poseen un singular encanto -a fin de cuentas, en aquellos tiempos cuando aún podía considerarsele relativamente joven, después de caer al inframundo hallando así su nuevo hogar y sentir a Lucifer como su señor verdadero, en sus visitas a Caronte no era extraño que se topase con los canes en las usuales idas y venidas, ninguno de los tres le resultaba del todo desconocido aun si coincidía más con alguno más que con los otros. Dio otro sorbo a su bebida, se relamió los labios volviendo a pegar sus orbes al líquido, seguía atrapado al mundo que se veía a través de él.

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Todo iba bien en su conversación hasta la mención de su propio y detestado creador. Aquel que otorgaba y arrebataba sin ninguna consideración y como se le viniera en gana las oportunidades, los sueños, las personas amadas y odiadas, incluso la vida misma de todo aquel que pisara su creación. No le gustaba escuchar a ninguno de los suyos dirigirse a aquel ser omnipotente con siquiera un mínimo de respeto. Ni escuchar la mención de "Dios" de los labios de ningún residente del averno, porque ese "Dios" era un ambustero.
El cristal en su mano se trizó y estalló como su fueran simples escarchas. Siendo señal única de su ira contenida, además de su mirada fulminante. Y por un momento el silencio fue total en el salón. -¿A que juegas, Samael? Sabes bien que solo hay una posibilidad a menos que quieras unirte a la búsqueda y jugar con el cachorro perdido, pero entonces tu petición no tendría sentido.-continuó como si el arrebato anterior no hubiese ocurrido mientras el líquido que había en su copa escurría desde su mano hasta el suelo. Solo algunas pequeñas gotas se deslizaban desde sus dedos hasta su antebrazo. Y por supuesto, a Lucifer no le importó.- Llévate a Sagarath. Estoy seguro que puedes controlar su correa. De lo contrario, serás tu quien reemplaze su cabeza. -la advertencia parecía carente de fuerza, como si no fuera la gran cosa, pero el lucero hablaba en serio y de forma literal.-Espero que eso te ayude a superar tu pérdida. -una sonrisa cruel se dibujó en sus labios, aunque si alguien podía sencillamente ignorar el filo amargo de sus palabras, era precisamente Samael.

Esbozó una pequeña sonrisa cuando vio aquella copa estallar entre los dedos de su adorado señor, sin duda le había provocado y no podía sentir nada más que satisfacción por ello. No es que su deseo fuese provocar su ira, pero hacerle sentir cualquier tipo de emoción se le hacía muy placentero.

—Oh, mi señor, siento haberle hecho sentir así… —Sacó de su bolsillo un pañuelo, agarrando con delicadeza los dedos del todopoderoso para secar su brazo y mano con la prenda— Si usted considera que Sagarath es el adecuado para mí, tomaré su correa con firmeza —Alzó su mirada hacia la del maligno, ampliando sus comisuras en una sonrisa gentil a ojos desconocidos, pero cargados de devoción e inmoralidad a los ojos de su bien conocido señor. En cuanto hubo secado el líquido, osó posar sus labios sobre el reverso de la mano ajena en un gesto adorador, símbolo de su devoción. Entrecerró los ojos mostrando levemente sus dientes al volver a dejar espacio entre ellos—. Oh, mi señor, qué considerado és… estoy seguro que Sagarath va a ser de mucha ayuda para encontrar el consuelo… y también al can perdido…

Era bien sabido que Ignis podía llegar a ser tan benevolente como terriblemente cruel, y si bien sus intenciones podían ser relativamente genuinas a la hora de mostrar cariño, su forma de manifestarlo podía llegar a ser muy impredecible: colmar de atenciones tanto para bien como para mal según el prisma desde que se percibiese. El maligno podía estar seguro que Sagarath estaría en buenas manos, todo aquello que quedaba bajo la vera del caído sería objeto de su más ferviente adoración, jamás permitiría que nadie tocase un pelo al can… aunque quizá fuese algo demasiado «intenso» para él. Además, era algo otorgado directamente de su señor, iba a ser lo más preciado que tendría.

—Haré todo lo que esté en mis manos para encontrarle… sin embargo lo más inmediato es la parte más divertida —Guardó el pañuelo en su bolsillo—, ¿quién va a darle la noticia a ese encantador perrito?

Los ojos del lucero vagaron por la habitación, relajando el ambiente a su alrededor. Los demonios volvieron a lo suyo y él simplemente apoyó su cabeza en su mano limpia, dejando a Samael encargarse de limpiar su mano porque simplemente le daba igual. Si quisiera podría simplemente evaporar el líquido aumentando su calor corporal, pero no le veía sentido a gastar energía o pensamiento en ello, así como tampoco veía sentido en los actos de aquel que ahora besaba su mano. Aquella devoción barata no era lo que él buscaba en los suyos, porque no, él no era como aquel infame creador, hambriento de plegarias y devoción.
—Lo más inmediato mi querido Samael, es que firmes nuestro contrato.—Una risa sarcástica se escapó de sus labios junto con una mirada que lentamente se transformaba en oscuro placer mientras extendía su mano hacia él esperando ser estrechada. —No me irás a decir que esperabas que te prestara mi can simplemente porque me lo has pedido. Bien sabes que no soy tan benevolente. Dame algo a cambio que tenga el mismo valor.—y eran pocas las cosas que el ángel caído frente a él podía ofrecer.—Luego de que sellemos nuestro trato, seré yo quién le dará la noticia personalmente a tu capricho. De eso no tienes que preocuparte. Si vas tú directamente a decirle algo como esto Sagarath no va a simplemente obedecer y hasta intente arrancarte la cabeza. Ya sabes como es.

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Alzó las cejas, y sus labios se curvaron en una sonrisa cínica. Naturalmente, el maligno siempre esperaba algo a cambio; esa era, después de todo, la parte más entretenida de la danza.

—Lo sé, mi señor. Ese es precisamente su encanto —admitió, con una reverencia apenas perceptible en su tono.

Pensó en aquello que pudiese ser del mismo valor, y era evidente que su propia vida estaba fuera de la ecuación. De todos modos ya hacía mucho que había vendido su alma al diablo, ¿qué más tenía por ofrecer? Lo único que tenía eran los dos hijos que tuvo con la persona que fue más preciada para él. Uno había desaparecido hace años; el otro, Sitael, vivía en Glass City. Ladeó la cabeza, sus ojos clavados en los oscuros orbes del maligno, mientras la sonrisa persistía, imperturbable. ¿Sería capaz de ofrecer a su propio hijo a cambio de un perro demoníaco? La duda le resultaba casi deliciosa. Un remolino de emociones se agitaba en su pecho, tan intensas que casi podía sentirlas.

—Supongo que eso de «igual valor» puede tener un significado distinto para ambos —comentó, estirando una comisura de sus labios. Un suspiro precedió sus siguientes palabras—. Para mí, claro, sería entregarle a mi pequeño Sitael. Aunque dudo que él esté muy dispuesto a caer bajo las garras del diablo… —Murmuró, observando sus uñas con una indiferencia fingida, como si el destino de su hijo no fuera más que un detalle insignificante—. Pero, ¿a quién le importa lo que él desee? —Dijo, esta vez lanzando una mirada de reojo al maligno, con una sonrisa que escondía un bien conocido atisbo de malicia—. Si eso es de su agrado, mi hijo a cambio de Sagarath, puede considerar el trato hecho.

Si el demonio aceptaba, no dudaría en estrechar su mano para sellar el pacto. Removería cielo y tierra si fuera necesario para encontrar a ese maldito can. Al fin y al cabo, el tiempo no era un problema para él.

—Ah, Sagarath... —musitó con deleite—. Qué encantador, tratar de arrancarme la cabeza. Simplemente adorable —rió, saboreando la ironía de sus palabras. No tenía problema en intentar «domesticarle» por si mismo, sin embargo ésta vez prefirió optar por dejarlo a manos del diablo—. Debo darle la razón, sería más conveniente que fuese usted quien le diese la noticia.

Samael nunca fallaba en entretener, más no sorprender, al mismísimo diablo. No podía negar que le tenía cierta estima, quizás por percibir aquella esencia caprichosa y egoísta, esa astucia y a la vez esa perspicacia que lamentablemente no todos los habitantes del inframundo poseían.
Una carcajada auténtica resonó desde su garganta en un tono raposo y ligeramente sensual, que reflejaba el buen humor que tenía en aquel momento, además de lo conforme que se encontraba por la propuesta.
-Un hijo a cambio de uno de mis perros, me parece justo. -se regodeó, apenas pudiendo disimular el placer que le provocaba la idea de probar el sabor de aquella alma.
Al estrechar sus manos la energía se volvió densa nuevamente en la sala, provocando un silencio absoluto, pues todos los presentes entendían que lo que acababa de acontecer ahí era nada más, ni nada menos, que un pacto con el diablo.
-¿No gustarías acompañarme a darle tan adorable noticia a mi querido can? -susurró sintiendo un escalofrío subir por su columna, obligándole a encender un cigarrillo para calmar un poco ese impulso casi infantil por haber obtenido un caramelo nuevo que saborear.
-Estoy seguro que te gustará ver qué cara pone Svarg con este anuncio, aunque probablemente a esta altura ya se habrá percatado que "algo cambió". -El rey del infierno se puso de pie y caminó entonces por la sala, apenas invitando a Samael con un gesto de su cabeza para que lo siguiera. No había razón alguna para alargar la espera de aquel importante y a la vez ridículo asunto, pues él sabía con completa claridad los riesgos y sin sentidos que tenía su decisión, pero a aquel ángel caído siempre le había gustado jugar con fuego.
Salieron por otra puerta hacia un pasillo y luego a una habitación privada de solo dos sillones amplios y cómodos y un gran espejo de cuerpo completo anclado a una pared. Lucifer se puso de pie frente al mismo y utilizó aquel espejo como portal para una rápida, obligatoria y poco ortodoxa invocación de su can medio, Svarg, sin importarle realmente cuan inconveniente pudiera ser para él ser invocado a su presencia sin ningún aviso.