Tierra firme (L)

Cuando recobró la conciencia demoró un poco en descubrir que había ocurrido exactamente. No recordaba los detalles, pero tenía vagas imágenes en su memoria que le daban pistas con la que orientarse. Había bebido la pócima, y los efectos no había tardado en hacerse notar en su cuerpo. Su capacidad de respirar bajo el agua pronto había disminuid, todo su organismo sufrió una gran conmoción, y por puro instinto nadó hacia arriba, mientras su cola de pez desaparecía dando lugar a dos piernas humanas. Recordaba la sensación de llenar sus pulmones de aire, y de aquellas piernas moviéndose bajo la superficie del agua, luchando contra la corriente para no volver a hundirse. Sin embargo el cansancio pronto la había vencido, estaba lejos de la costa, y no tenía las fuerzas para nada hasta allí, con esas cosas que habían reemplazado su cola no sabía hacerlo. En algún momento había perdido la conciencia, y ahora casi por arte de magia estaba en la costa. Apoyando las palmas de las manos sobre la arena húmeda se incorporó un poco. Ya estaba oscureciendo, y el sitio estaba solitario. El frío la hizo estremecerse, descubriendo que estaba completamente desnuda, con sólo algunas algas marinas pegadas a su piel clara. Tenia el cabello hecho un lío, oliendo a sal y arena. Comenzó a tiritar apenas, consecuencia del mal clima, y pensó que necesitaba conseguir algo que ponerse encima o iba a congelarse. De algún modo era una suerte que no hubiera nadie por los alrededor, pues no tenía idea de que clase de explicación se inventaría si llegaban a encontrarla en ese estado. Era ingenua pero no tonta, tenía en claro que no podía ser sincera respecto a su verdadera identidad, así que procuraría inventarse alguna historia que pudiera cuadrar.

Una serie de rocas altas la ocultaban de las posibles miradas curiosas, un extraño sonido zumbaba cerca, pero Olivia no sabía que se trataba de la carretera que en ese sitio estaba muy próxima a la costa. El sitio estaba desierto, y ella seguía allí, sin tener idea de hacia donde ir. Definitivamente lo primero era conseguir algo con lo que cubrirse, su nuevo cuerpo además de estar enfriándose le daba pudor. Intentó incorporarse, apoyando primero las rodillas y luego las plantas de los pies, pero duró sólo unos pocos segundos en posición vertical antes de caer hacia atrás, sintiendo como su trasero chocaba contra el suelo. Lo masajeó adolorida y suspiró. No tenía idea como andar, y no lo aprendería rápidamente. ¡Pero necesitaba salir de allí de un modo u otro! Comensaba a sentirse realmente preocupada por su destino, a la hora de decidir que quería vivir en tierra firme nunca había pensando en como se las ingeniaría para sobrevivir sola. La verdad es que conocía poco de los códigos y costumbres humanas, y eso era una gran desventaja, sin embargo estaba segura de que se las apañaría de alguna manera.

Algo la golpeó de repente en la nuca, no había sido muy fuerte, pero si un poco sorpresivo. Al llevar las manos allí descubrió que era una especie de tela, de la clase que los humanos usaban para recostarse en la arena, y tostarse al sol. Eso sería útil, al menos de momento. Utilizó el material color anaranjado para rodear su cuerpo, como si se tratara de una especie de faja, que apenas logró cubrir su torso y hasta debajo de sus muslos. "Algo es algo" intentó consolarse viéndose a si misma mientras deslizaba sus dedos por el cabello intentando acomodarlo un poco, seguro debía tener un aspecto francamente horrible. Sus ojos intentaron encontrar alguna figura en la oscuridad, alguien que pudiera llevarla a la gran ciudad, parecía estar bastante lejos de allí, y con la torpeza con que todavía se movía sería imposible que llegara por sus propios medios.

Llevaba pocos días en la ciudad, y apenas estaba empezando a tener una vida como humano. Pero decidí salir a explorar los alrededores volando. No sé si me ayudaría a recobrar la memoria, pero tan si quiera me serviría para relajarme un poco.
Me acerqué a las costas, y de tan bella vista que tenía, me fui a tierra firme y caminé un rato. Sentir la brisa era agradable, me hubiera gustado saber si en mis años como humano -o los que olvidé como ángel- habría disfrutado la vida así. Bueno, eso aún no lo sabía...Espero y recordarlo algún día.
En eso a lo lejos creí ver a alguien. Alcanzaba a ver la imagen de una mujer, estaba tambaleando y parecía verse muy descuidada. ¿Estará perdida? Fue cuando decidí acercarme ¡Pero qué descuidado! tenía mis ropa formal ¿Qué humano en su sano juicio suele ir así vestido a la playa? Por suerte tenía a mi alcance ropa más para la época. ¡Listo, todo en orden!.
Salí corriendo hacia donde se encontraba esa chica. -¡Hey!...- Por suerte alcanzó a escucharme. Al llegar cerca de ella y verla de frente, pude notar por su apariencia que al parecer necesitaba ayuda.
-¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?- Sentía algo raro en ella, no sé si se trataba de una humana "normal".

vestimenta:

P.D. Offrol::

Agotada, tras reiterados intentos por ponerse de pie se sentó rendida sobre la arena tibia. Había actuado de modo impulsivo, sin tomar en cuenta los detalles que los humanos tanto valoraban. Un hogar, alimento y un empleo eran cosas básicas para la subsistencia en cualquier sociedad, conocía esas normas y debía adecuarse, aunque al comienzo le resultaría difícil pues estaba completamente sola en un sitio desconocido. Sólo contaba con aquella tela con la que había logrado cubrir su cuerpo expuesto, al menos eso le daba algo de seguridad, aunque a duras penas fuera capaz de mantenerse de pie en sus piernas delgadas y endebles. La voz de un humano la sobresaltó, aunque era exactamente lo que estaba buscando ahora que alguien se aproximaba los nervios se apoderaban de ella. ¿Que iba a decir exactamente? Necesitaba inventarse una historia creíble, no podía correr el riesgo de que sospecharan respecto de su origen. Los humanos eran crueles con lo que no comprendían, eso lo había aprendido bien, y por eso siempre debía resguardar la verdad respecto a su identidad. No se molestó en intentar incorporarse, pero sí se llevó el desordenado y húmedo cabello hacia atrás, buscando despejar su rostro y así visualizar al joven de rubia melena que se aproximaba. El fresco viento de la costa hacia que su cuerpo sufriera leves espasmos involuntarios, y sus labios apenas temblaran por el frío, sin embargo no sentía temor, después de todo había conseguido su objetivo.

-Estoy bien-murmuró en voz baja, sintiéndose aún extraña, ajena a su nueva realidad. Giró la cabeza, regresando sus ojos hacia el basto océano que se expandía frente a ella. El sitio que había sido su hogar durante dieciocho años y que ahora había escogido abandonar, dejando atrás con él a su familia a quien nunca volvería a ver. Debería sentirse nostalgia, o arrepentida, pero la nueva perspectiva la llenaba de una energía desconocida. ¡Tantas veces había imaginado ese momento! Una sonrisa inconciente apareció en sus labios amoratados por el frío, no le importaba que tan duro tuviera que luchar, lograría hacerse un lugar en el mundo humano, formar parte y con algo de suerte encontrar a su "príncipe azul" al que nunca había conseguido olvidar. El que seguía apareciendo en sus sueños, cada día con un detalle diferente que desfiguraba el recuerdo real, haciendo más difícil una búsqueda de por si casi imposible. ¿Seguiría viviendo en Glass City? ¿Conseguiría reconocerlo? ¿La recordaría? Un embrollo se formó en su cabeza cuando esas preguntas aparecieron de repente, apartándola de la realidad inmediata y los problema reales con los que se enfrentaba. Necesitaba conseguir un sitio donde pasar la noche pero, antes de eso, llegar a la ciudad. Allí sólo había una carretera, aunque a lo lejos lograba divisar las luces de la urbe no parecía una distancia que pudiera caminar en su condición.

-Olivia....-se presentó, dubitativa, observando fijamente al joven a los ojos, parpadeando apenas cuando la brisa le molestó. -Así me llamo- acotó a modo de explicación, aún se sentía ligeramente atontada, y no se acostumbraba del todo al oxígeno, probablemente por ello tenía la cabeza ligeramente embotada y sus sentidos no del todo avispados. -Necesito llegar a la ciudad.-explicó deslizando sus dedos por sus cabellos enmarañados, deseando que tuvieran un mejor aspecto, sin lograr muy buen resultado, el exceso de sal que tenía su cabellera sólo se solucionaría con una larga ducha. -¿Hay algún modo de llegar hasta ahi?-consultó, deseando que él fuera capaz de ayudarla a trasladarse hasta algún sitio seguro, donde poder pasar la noche, o al menos conseguir algo de ropa decente. Aquella tela apenas la abrigaba, y la arena comenzaba a causarle picazón contra su piel.

¡Que raro acontecimiento estaba presenciando! Una mujer escasamente vestida, perdida, y sin tener traumas de que hubiera sufrido un naufragio, accidente o algo parecido. Aparte ¡me pedía llevarla a la ciudad! -Soy Julius- Me presenté -La ciudad estaba a unos cuantos kilómetros de aquí. Podríamos llegar caminando...Es una lástima que no tenga automóvil- Nota mental: aprender a manejar esas cosas.
Luego me surgieron varias preguntas, una de ellas era: ¿A dónde va? -Bien, tengo demasiadas dudas en mí cabeza con respecto a lo que está pasando, pero, ¡creo que es mejor que vayamos moviéndonos!- Sin preguntarle y sin aceptar un "no" por respuesta, la subí a mi espalda para cargarla. -¡Disculpe por esto, pero no se ve en condiciones de andar a pie!
Empecé a caminar mientras pensaba en qué más podía saber y con quién podría estar tratando. Si yo era un ángel simulando ser humano ¿ella podría ser otro ser simulando lo mismo? -Dime...¿A qué parte te diriges de Glass City?- Empecé a mostrarle una de mis dudas

¿Julius? Era un nombre extraño, pero sencillo de recordar, procuró repetirlo un par de veces en su cabeza para asegurarse de retenerlo, mientras con sus dedos hurgaba entre su cabello desaliñado buscando quitarse algunos erizos de mar que se habían enredado en él. Olivia era naturalmente confiada, especialmente si las personas le causaban una buena impresión inicial, y ese era el caso del muchachito de melena rubia que se ofrecía gentilmente a acompañarla rumbo a la ciudad de las luces. No estaba segura de que haría una vez llegara allí, pero al menos se encontraría en el lugar indicado para comenzar su búsqueda. Se sentía ansiosa por ponerse en movimiento, especialmente porque necesitaba ponerse otra clase de vestuario y disfrutar de una ducha caliente. ¿Que era un automóvil? No tenía idea, pero parecía ser algo útil que los ayudaría a llegar a la ciudad, sin embargo Julius no tenía uno, y eso parecía ser un problema. Por lo que decía la ciudad quedaba lejos, y no sentía que pudiera dar más que unos cuantos pasos sin acabar en el suelo. ¿Algún auto se detendría si se acercaba a la carretera? Quizás alguna buena persona la recogiera y la acercara hasta su destino. De todos modos el jovencito no parecía dispuesto a dejarla allí, y sin esperar su consentimiento la cargó con gran facilidad en su espalda. No podía quejarse, no necesitaba hacer ningún esfuerzo y al menos habían comenzado a moverse. Enredó sus brazos alrededor del cuello del chico para poder sostenerse, descansando su torso contra su espalda. Era agradable, aquel suave movimiento incluso conseguía darle algo de sueño.

-Mis piernas esta algo....exhaustas-respondió a modo de excusa debido a su falta de movilidad, sería absurdo declarar que no sabía andar muy bien todavía, pero podía argumentar un gran cansancio muscular sin que pareciera sospechoso. Descansó la mejilla contra uno de sus omóplatos, acurrucándose para ocultarse del viento frío de la costa. -Gracias-mencionó luego, en voz baja, cerrando los ojos para tratar de tomar un pequeño descanso, había realizado un gran esfuerzo para salir a la superficie cuando pensó que moriría asfixiada en las profundidades, todo su cuerpo dolía y el cansancio era enorme. Desde su posición tuvo la oportunidad la enorme y redondeada luna blanca que coronaba el amplio océano negro, una visión casi mágica como corolario de todo lo increíble que había ocurrido esa noche. Su nueva vida daba inicio, con un espasmo y una contracción. Tenía tanto que aprender y conseguir que sabía que necesitaba reunir fuerza para ponerse en marcha por su cuenta, no podía depender por completo de un extraño del cual desconocía sus intenciones.

-¿A que parte...?-cuestionó sin tener idea de que responder a eso, no conocía la ciudad, así que no tenía mucha idea de a donde se dirigía con exactitud. -Es la primera vez que estaré allí así que... En realidad buscaré cualquier sitio que este bien para pasar la noche-explicó moviéndose un poco, inquieta por la brisa que enfriaba su cuerpo aún húmedo. -¿Sabes de algún sitio así?-no tenía dinero ni nada que ofrecer a cambio de un hospedaje, así que sólo contaba con la buena voluntad de alguien generoso que le permitiera quedarse unas noches hasta que consiguiera un empleo. Apoyó el mentón sobre su hombro, viendo al frente, la playa estaba desierta, probablemente porque ya era muy tarde, lo que la llevó a preguntarse que hacia él allí a esas horas de la noche.

"Piernas exhaustas", no me sorprendía, sea lo que sea que le haya ocurrido. Pero creo que dejaría ese tema para después, y ahora que lo pensaba ¿cuál sería mi cuartada? -¡No me lo agradezcas!...es mi deber- Dije amablemente, como ex-caballero y ángel debía ser fiel a mis ideales.
Podía sentir como tiritaba por el frío, creo que mi selección de atuendo no fue tan adecuada ¡Debí haber elegido algo con una chaqueta! Y para complicar la situación, se trataba de un alma errante ¿dónde habré escuchado eso? ¡A sí, yo! -Bueno seño...digo, Olivia. Generalmente las personas de hoy en día suelen quedarse en un hotel, pero viendo que dudo que tenga con qué pagar uno...y que conozca a alguien de aquí, tendrá que quedarse en mi departamento- Sé que eso se escuchaba mal en muchos sentidos, ¿pero había algo más que podía hacer?
-Y dígame ¿viene de muy lejos?- haciendo plática probablemente aminoraría el camino, y si tenía suerte el cansancio haría que se durmiera dándome la oportunidad de volar hasta allá.

¿Su deber? No estaba muy segura de ello, de todos modos se alegraba de haber dado con una persona generosa dispuesta a llevarla a la ciudad, aunque fuera a pie y demoraran un buen rato, la verdad es que no tenía prisa, y se sentía bastante a gusto siendo cargada de esa manera. Apoyando la cabeza contra su espalda, se quedó tranquila, adormeciéndose con el ronroneo de las olas marinas chocando contra la saliente de la costa. Estaba realmente agotada, y aunque no parecía un momento sensato para una siesta los párpados se le cerraban por el agotamiento. -¿Tu departamento? Eso no creo que sea buena idea...-pese a que, a primera vista, confiaba en él no estaba en sus planes arriesgarse. Había descubierto ya que los humanos con frecuencia buscaban sacar ventaja de las situaciones que se les presentaban, la había encontrado en una situación un tanto sospechosa, y le preocupaba que indagara al respecto y consiguiera descubrirla. ¿Como reaccionaría entonces? No podía arriesgarse, lo mejor sería que se separaran en cuanto llegaran a la ciudad, ya buscaría un sitio, y sino siempre podía dormir al aire libre. Suspiró, preocupada por su futuro. Tenía que encontrar al humano que la había rescatado, ¿como lo conseguiría? Desde allí la ciudad parecía enorme, un grandioso remolino de luces titilantes que albergaba montones de almas humanas. Entre ellas estaba él, su amado salvador, ¿la recordaría? ¿conseguiría encontrarlo?

Con aquellas preguntas en mente se quedó profundamente dormida, casi sin darse cuenta, arrullada por el suave andar del joven que la llevaba y el sonido calmo del océano que la invitaba a soñar. Vio a sus padres, su hogar, su pueblo. Sintió aquella sensación de ahogo, y la necesidad de salir a la superficie moviendo sus nuevas extremidades inútiles. Inquieta despertó, sobresaltada, dando un pequeño salto sobre la espalda del muchacho que aún andaba cargándola. Observó entonces alrededor, descubriendo que el paisaje costero había sido reemplazado por las calles iluminadas de la ciudad. Los edificios, los negocios cerrados, las farolas eléctricas, los coches, todo llamaba la atención de la joven que no sabía a donde mirar primero. ¡Era todo maravillosamente hermoso! -Estamos en la ciudad...-murmuró, sorprendida, admirando todo cuando su vista alcanzaba. -¿Puedes bajarme?-pidió deseando moverse un poco, o al menos intentar andar ahora que el suelo parecía más firme que la arena resbaladiza de la playa. Sus piernas se sintieron débiles para sostener su cuerpo, así que necesitó apoyarse un poco sobre Julios para poder sostener la postura erguida, sin embargo sonrió encantada por su pequeño logro. -Creo que podré andar-mencionó, con una ligera duda, intentando dar los primeros pasos, aún aferrándose un poco al joven utilizándolo de bastón. Se sentía torpe e inútil, como una niña, sin embargo no tenía muchas opciones.

Como me lo pensaba, no aceptaría la idea de tener asilo tan si quiera esta noche, no la culpaba, pero en ese estado no podía dejarla sola sin asegurarme que estaría en un lugar seguro. Sí, soy muy testarudo a veces. Espero y no haberme metido en un gran problema.
Me iba a dirigir a comentarle esto, pero al parecer cayó profundamente dormida, creo que era el momento adecuado para tomar el vuelo. Iba a ser complicado, nunca había llevado a alguien en mi espalda mientras volaba. ¡Tenía que intentarlo!
Después de que tardará en sacar ambas alas, pude volar. Mientras estaba en el aire logré mantener una velocidad para llegar más pronto y que el fresco no empezara a hacer que se enfermara. Tuve tiempo para volver a mis pensamientos: veamos, chica en medio de la nada, que no parece tener idea de a dónde va en una ciudad donde al parecer no conoce a nadie...Sí, a quién me recordará, pero ahora estoy hablando de una humana, o por lo menos eso es lo que aparenta.
Al pasar un rato y ya encontrarme en la ciudad sentí que empezaba a despertarse...bruscamente. Bajé lo más rápido posible a una calle no transitada para no levantar sospechas y luego moverme a una un poco más transitada. Lo bueno que la gente de aquí no sospechará de un joven cargando a una mujer...Lo malo es lo que podrían pensar, pero eso no importaba.
-Sí, estamos aquí. Glass City- Le comenté a Olivia antes de que me avisara que la dejara en el suelo. Me dijo que podía andar en pie, pero por lo que veía, no lo hacia del todo bien.
-Mire señorita- Volvía a las formalidades. -Sé que tiene justificado que no confíe en mí. Pero tampoco puedo dejarla a su suerte en esa condición...Empezando por la parte que no puede caminar bien y si no come algo le aseguro que en cuestión de horas caerá rendida al suelo y quién sabe en qué manos fuera usted caer- Sonaba más con un tono severo que preocupado. -Sólo quiero asegurarme que esté en buenas manos. ¡No quiero toparme con una tragedia en las noticias!- Me quedé mirando de brazos cruzados esperando su respuesta.

Probablemente le llevaría algo de tiempo poder utilizar sus piernas con facilidad, aunque sin dudas necesitaba practicar que sus músculos se fortalecieran y consiguiera sostenerse. Dio unos cuantos pasos, torpes pero firmes, descansando la mano derecha contra la pared del negocio que estaba ya cerrado a esas horas. Con ese apoyo le resultó mas sencillo mantener el equilibrio, era extraño sentir la rugosidad del suelo bajo sus pies descalzos, sin duda una sensación nueva no del todo desagradable. A esas horas la ciudad dormía, la mayoría estaba de regreso en su casa, con sus respectivas familias, aunque algunos optaban por salir a pasar el rato en los bares u restaurantes dándole un poco de vida a las calles iluminadas por los faroles. Se sentía entusiasmada por su pequeño logro, tanto que olvidó temporalmente la compañía del joven que amablemente la había llevado a la ciudad. No estaba segura de cuanto tiempo había pasado, pero sospechaba que no tanto, al parecer no estaban tan lejos del centro urbano como pensaba. Se giró apenas para poder verlo cuando escuchó su voz, prestando atención a sus conclusiones. Sin duda no debía ser cosa de todos los días encontrarse una chica como ella perdida en la costa sin una explicación del todo coherente de su origen ni su objetivo, sin embargo no deseaba levantar sospechas y muchos menos quedar al cuidado de un completo extraño que aunque había sido amable parecía curioso respecto a ella, algo que sin duda representaba un peligro.

Se acercó apenas, tomando sus manos en un gesto dulce y comprensivo. -No tienes que preocuparte por mi, estaré bien, ya fue suficiente que me trajeras hasta aquí, gracias-depositó un beso en su mejilla, a modo de despedida, esperando poder convencerlo de dejarla marchar sin más preguntas. -Quizás no lo parezca, pero puedo cuidarme, además debo encontrarme con alguien muy querido lo más rápido posible.-agregó casi sin pensar en las consecuencias de sus palabras. Estaba segura de que encontraría a su príncipe tarde o temprano, no podía darse el lujo de descansar, necesitaba encontrarlo, deseaba tanto verlo... No conocía las costumbres de los humanos, pero estaba segura de que se las arreglaría, además el clima era bueno, podría dormir al aire libre. -Gracias por todo Julius-agregó con una sonrisa radiante y sincera antes de emprender su marcha lenta, pero mas segura en dirección contraria a donde el joven rubio se encontraba.

Solté un suspiró al ver la terquedad de la joven chica. Podría ser peor, podría ser demasiado ingenua y dejarse llevar por cualquier extraño. De todos modos era un poco desesperante para mí que no se me diera la confianza. -Pues le hubiera avisado a esa persona que usted llegaría. A veces es bueno tener un plan fijo antes de actuar- Recuerdo bien que yo solía ser de esa gente que no siempre seguía algo al pie de la letra, pero también trataba de no poner en peligro la integridad de nadie.
Casi resignado acepté que sería inútil el asunto, así que decidí que si quería asegurarme que estuviera a salvo tendría que cuidarla de mi modo favorito: desde las alturas. 
-¡De acuerdo!...Creo que vi un convento a unas 6 calles hacia donde usted planea irse. Son buenas personas, no dudarán en ayudarle. Vaya derecho y donde vea una iglesia católica, en la parte de atrás. Cuide siempre su espalda, si ve que alguien misterioso la sigue caminando por la calle, cambie de acera, siga la principal, no se desvíe, si ve a un policía, puede pedirle ayuda- Estaba a punto de tomar el vuelo hasta que casi olvido un pequeño detalle. Decidí cambiar mis ropajes a mi vestuario más común, pero también con una gabardina ya algo vieja que llevaba desde que estaba en Londres durante mi pérdida de memoria.
-¡Tome! La noche es fría de todos modos. Aun con mi entrenamiento soportar una noche al aire libre era peligroso. Esto me ayudó por mucho tiempo. ¡Hasta luego, Olivia, y cuídese! Espero y encuentre a quien busca- Se la coloqué y me di media vuelta para vigilar desde los cielos

gabardina:

Sólo sonrió, sin desear mas detalles acerca de aquella persona especial de la que en realidad nada sabía, siquiera estaba segura de que vivieran aún en aquella ciudad. ¿Podría en realidad encontrar desconociendo todo incluso su nombre? Se mantenía firme en la idea de que si el destino los había cruzado una vez volvería a hacerlo en un futuro cercano, después de todo ella se había esforzado por propiciar este nuevo encuentro dejando atrás todo lo que conocía en el afán de reencontrarse con su príncipe. Sólo esperaba no llevarse un chasco y nunca dar con aquel joven que le había robado el corazón casi por accidente. La verdad es que su presente no la preocupaba, se las arreglaría de una forma u otra para conseguir comida y un sitio decente para dormir, nunca había necesitado demasiado, y  eso no cambiara ahora que era completamente independiente. No es que no le diera miedo encontrarse n un sitio desconocido, pero su ingenuidad la llevaba a desconocer muchos de los peligros que una ciudad como esa escondían. Si algo había aprendido de su incidente de juventud es que no podía fiarse de las intenciones de extraños, y aunque se joven rubio había sido muy amable al llevarla hasta allí y no había mostrado malas intenciones no se sentía segura al ir a su apartamento. Por eso rechazó la idea enseguida, y se mostró firme en esa postura a pesar de sus insistencias.

Fue una suerte que lo comprendiera pronto y sin ofenderse por ello, no pretendía ser una desagradecida luego del favor que le había hecho. -No te preocupes, él pronto sabrá que estoy aquí, quiero darle una sorpresa-mintió un poquito, sólo para no generar mas dudas en el pobre Julius, dándole así la seguridad pasajera de que ella se encontraría bien. Asintió ante sus indicaciones, sin tener idea de que era un "convento" pero segura de que no le mentía respecto al buen recibimiento que tendría en ese lugar, al menos no perdía nada con intentarlo. Sus consejos sin duda eran útiles e hizo un esfuerzo por retenerlos en la cabeza, nunca se sabe cuando podría necesitarlos en caso de encontrarse en aprietos. Sin duda aquel chico era un buen ciudadano, quizás había estado mal el no confiar en él, pero ya no podía cambiar de parecer. -¡Gracias!-exclamó encantada, recibiendo gustosa la abrigada gabardina negra que reemplazo por aquel trapo con el que se había cubierto, definitivamente se sentía mucho mejor de ese modo, más caliente y cubierta. Lo saludó con gesto de la mano y una sonrisa dulce, antes de ponerse en marcha de acuerdo a sus indicaciones. No demoró en encontrar el convento, un edificio antiguo y deslucido, que casi parecía abandonado pues llevaba todas las luces apagadas. Dudó y se acercó a la puerta principal, golpeando un par de veces la gruesa madera de roble. Insistió, de nuevo, tras unos minutos, y finalmente una chica algo mayor que ella, vestida con un largo pijama y una lámpara de mano apareció en la puerta. Se sorprendió al verla allí y sin hacer preguntas la hizo pasar, mientras le ofrecía un plato de sopa caliente.