[ROL PRIVADO] Recuerdos amargos - Andrea Laakkonen

Arquea una ceja, dejándose guiar por la rubia hasta su habitación y ser recostada en la cama. Sora sólo puede llegar a asentir con la cabeza y dejar que la chica se marchase. Una vez sola, suspira de manera pesada y queda recostada bocarriba y con sus manos tras su nuca, esperando pacientemente por la vuelta de su chica.

Escucha sus ligeros pasos hasta sentirla a su lado. Sonríe y la recibe entre sus brazos, besando con ternura su frente, haciéndole caso otra vez más. Mantiene a la chica con muchísima delicadeza entre sus brazos, acariciando su brazo con su pulgar en lo que poco a poco se iba quedando dormida.

Su respiración era tranquila, y parecía estar en calma. Pero tenemos que recordar el suceso en el centro donde trabaja, recordad que una rosa no puede rociar nada; es decir, otro tipo de flores sí, pero no una rosa.
A medida que la noche va avanzando, Sora frunce el ceño de vez en cuando entre sueños, viniéndole flashes de su pasado con su madre biológica en forma de sueño. El sudor frío empieza a aparecer, bajando por su sien y cuello e incluso la fiebre empieza a subir poco a poco. Y no era la típica fiebre alta, sino que esa fiebre era más alta de lo normal.

La fiebre iba subiendo por momentos, haciendo que Sora sude un poco más e incluso empezase a costarle respirar, sintiendo un enorme peso sobre su pecho que la aplastaba por momentos. Se remueve un poco en la cama, prácticamente no notando el frío del paño por la fiebre, una fiebre que sólo podría soportar alguien sobrenatural y no un humano como Sora. La chica termina doblándose de dolor, sujetando su hombro diestro.

-Quema… –Murmulla en sueños, repitiéndose las imágenes una tras otra de las golpizas de su madre, día tras día, repitiéndole que ella solo fue un error en su vida.

Sigue intentando respirar, apretando un poco su camiseta. La cicatriz de su hombro quemaba, e incluso se enrojecía un poco y un poco de sangre baja por él.

Los recuerdos en forma de sueño iban uno tras otro hasta que viene el último, donde la mujer la tira por las escaleras y le dejó esa cicatriz en su hombro de por vida, pero al mismo tiempo, fue cuando su vida cambió y pudo tener una familia mejor, pero aquello que la estuviera torturando no muestra esas imágenes felices ni nada, los recuerdos se detienen a cuando cayó inconsciente por la pérdida de sangre, escuchando un cruel “no seas exagerada” por parte de su madre, que pasaba por su lado a beber su copa de cualquier alcohol.

Todo se vuelve negro y eso parece que calma un poco a la chica, pues la cicatriz no le quema tanto –aunque que su chica la haya curado ayuda bastante- y recibe el aire como si le hubieran dado una bombona de oxígeno tras tomar la medicina de manera inconsciente.

Poco a poco se va calmando y tomando la calma, pero la fiebre sigue ahí aunque algo más baja.

Sora parece estar más calmada sin duda alguna, aunque los recuerdos pasaban uno tras otro como si nada, pero no la hacían sufrir tanto. La noche iba pasando con gran lentitud hasta que, alrededor de las 6 am y sin que el sol empezase a pensarse si salir o no, Sora va despertando lentamente. Se va sentando cuidadosamente y se quita con la misma lentitud la venda de sus ojos; abre estos poco a poco y después pestañea un par de veces. Mira a su alrededor, sintiéndose algo perdida al no reconocer la habitación; sus ojos se clavan sobre la rubia, dormida de manera incómoda sobre la silla. No hace nada, se queda como inmóvil viéndola un rato.

-Menuda chica te has pillado, querida huésped~ –Se burla un poco una voz dentro de su cabeza.

La morena seguía en silencio, mirando a la rubia. Con sumo cuidado se pone el calzado y se recoloca la camisa, se levanta en silencio y, sin esa caballerosidad que tanto se le reconoce en su persona, se va con gran sigilo del piso de la chica, sin hacer un solo ruido.

-Hora de tomar el control –Termina por decir esa voz mientras esperaba por el ascensor y entraba en este, haciendo que el cuerpo de Sora sonriera de una manera poco común en ella, de manera oscura.

Sora –o más bien su cuerpo- va con gran calma hacia el parking, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Busca la moto que vio en sus recuerdos y cuando la reconoce, se dirige enseguida a ella en lo que toma el casco. No llega a ponérselo, pues la voz de Andrea se lo impide. Se queda quieta, sin moverse por unos segundos hasta que deja lentamente el casco sobre el asiento de la moto; con calma, se va girando poco a poco para ver a la ángel con indiferencia, pero no solo que ella ha cambiado, sino que el color de sus ojos cambiaron por completo de azul cielo a un rojo oscuro. La mira de arriba abajo y sonríe de medio lado, pero no del modo en que lo haría Sora.

-¿Qué corres tanto, angelito? –Da un par de pasos hacia ella- ¿Qué buscas? Ya no hay más Sora –Camina hacia ella, y al llegar, toma su barbilla y hace que gira el rostro en ambos lados, hasta que hace que la mire directamente a los ojos- No me cansaré de decirlo, ¡menuda mujerzuela se ha pillado ésta huésped! –Suelta su barbilla- Aprovecha a huir ahora, aprovecha que no tengo el poder suficiente para matarte –La mira con si le tuviera asco, mirándola de reojo- Para eso me mandaron, pero este jodido cuerpo me lo impediría… El amor que te tiene me asquea –No intenta esconder su rostro de asco, volviendo a girarse y dirigirse a la moto- Desligaré su relación contigo liándome con toda chica que vea… Así que despídete de este cuerpo, preciosa –Se sube a la moto con una sonrisa que daba ganar de ahorcarla sino fuera que el cuerpo era todo lo contrario. Iba encendiendo la moto- Aprovecha la oportunidad de huir –Se pone el casco y arranca la moto para dirigirse a la salida.