Compras de pareja (Sora)

-En la escuela hay muchos instrumentos… –Le susurra con una sonrisa antes de que su rubia juntase sus frentes.

La mira cariñosamente, sintiendo sus caricias y luego ese beso que la hace cerrar suavemente los ojos para corresponderla, sintiendo los incesantes latidos de su corazón, cual parece estar bailando por los labios de su rubia. Tenían que disfrutar del tiempo a solas, es decir, los alumnos no las dejarían estar a solas hasta que escucharan a su profesora tocar el piano, y después se lo echarían en cara a los demás compañeros por ser los primeros, no sólo de escucharla tocar, sino de ver por fin a su chica. Iba a recibir una buena reprimenda por parte de sus demás alumnos por ello…

-Está bien –Le susurra dándole un corto beso.

Pagan la cuenta de lo que comieron, y cogiendo las bolsas de sus compras, se dirigen hasta el segundo piso. Se nota que hay un piano ahí ya que la gente lo mira con curiosidad, y son muy pocos los que van a tocarlo, aunque la gran mayoría de las veces es por el hombre que vigila el piano. Los alumnos ven llegar a las dos chicas y las reciben con entusiasmo.

-¡Ya hemos dado tú nombre, vamos! –Y la coge del brazo para guiarla hasta el piano, por si osaba huir mientras uno de los alumnos cogían las bolsas.

La morena es arrastrada hasta el piano y luego se queda a solas con el hombre, quien la mira de arriba abajo.

-Versailles… ¿cierto? –Comenta para ella asentir.

El hombre sonríe de medio lado y le acceder el asiento, mirándola como conociendo perfectamente de que su apellido proviene de dos grandes músicos bastante conocidos. La morena solo suspira y posa sus largos dedos sobre las teclas, empezando a tocar una melodía; una melodía en concreto: la última que tocó su madre.

Después de que la melodía ceda, se levanta de su asiento para sonreír a su chica y a sus alumnos cuando escucha sus halagos, y cuando va a acercarse a ellos el hombre la detiene diciéndole unas palabras.

-Sin duda alguna es hija de los señores Versailles, deben estar orgullosos de usted –Dicho eso, provoca que Sora lo mire con gran sorpresa, parando de caminar.
-Pensaba que sólo eran conocidos en Japón…
-Su apellido ha llegado lejos señorita, y ha sabido heredarlo bien –Y dicho eso, se sienta él para tocar la siguiente melodía.

La morena se queda como pensativa, si no fuera porque sus cuatro alumnos se abalanzan a abrazarla gritando un “¡al fin la escuchamos, y valió la pena la espera!”.

La recibe con una tierna sonrisa y apoyando sus manos en su cintura, y es que con sus alumnos delante se sentía un poco más tímida así que no se ponía en plan melosa como ya ha demostrado que podría llegar a ser. Entrelaza sus dedos con los de ella, riendo ligeramente.

-¡Ya estamos satisfecho! Ahora ya las dejamos solas, ¡nos vemos mañana profesora! –Comenta uno de los chicos, para despedirse los cuatro y marcharse.

Su comportamiento es normal teniendo en cuenta que sólo tienen 14 años, así que es inevitable que vieran a la pareja como las hermanas mayores. En cuanto están a solas y Sora coge las bolsas, le deja un suave beso en la frente a su pareja.

-¿Y bien? Ya estamos a solas… –Le susurra, buscando sus labios para darle un suave beso en su comisura.

Le regala una sonrisa, robándole un rápido beso para asentir con la cabeza, viendo como el sol ya bajaba a través de los cristales de ese gran centro comercial.

-Sí, tengo que hacer la cena para cuando llegue mi hermano –Comenta riendo suavemente, volviendo a tomar su mano mientras deshace suavemente el abrazo- Pero antes te llevaré a casa, así ya haremos orden de lo que cogimos –Comenta dirigiéndose a la salida que le llevaba hasta su moto, además, los productos que habían comprado habían terminado juntos en las bolsas en vez de separarlos por cada una de ellas, por separado.

Ríe ligeramente- La verdad hubiera sido complicado llevar más bolsas –Comenta en cuanto llegan al aparcamiento.

Abre ambos asientos y pone ahí los productos que sabe que no saldrán afectados por el calor del motor, pero antes saca los cascos obviamente. Cierra los asientos correctamente y se sube a la moto para distribuir lo demás en la parte de los pies, asegurándose de que no se le caería.
Siente como los brazos de su pareja rodean su cintura, así sonriendo para mirarla de reojo, tendiéndole el casco para que se lo pusiera, pues hay que respetar las leyes de esa ciudad, no quiere pagar multas ni nada por el estilo.
En cuanto todo estuvo listo, encendió la moto para empezar a dirigirse al apartamento de su pareja.