{P} Compras obsesivas-compulsivas.

Vale, tal vez el primer encuentro como tal no haya sido del todo divertido. A cuentas resumidas: La conocí en el karaoke, nos invitamos a comer comida china, y a la final acabé en un bar de homosexuales. Lo sé, es una historia divertida para contarle a los hijos cuando alcancen la mayoría de edad, con la única moraleja es que jamás aceptaran que una adorable china rubia les invite a a comer comida china si están en una discoteca, porque podrían acabar justo como yo.

Para mi fortuna, no había sucedido gran cosa esa noche y pude volver a mi casa completo. Con un par de mechones de cabello menos, pero eso ni se notaba (aunque yo lo sentía en lo más profundo de mi ser y me daba mucha lástima. RIP mechones de cabello, espero y pueda crecer rápido como suele hacerlo). Lo bueno de todo es que pude contactar con ella, ¡Y vaya que ha sido muy agradable! Después de todo, no muchos tienen la cortesía de sacarte de un aprieto como el que me metí en el bar ambientado. Suspiré, mirando el enorme reloj de pared que estaba en la entrada del centro comercial.

Ya habían pasado varios días desde que fui para ese sitio y me sentía muy entusiasmado de reencontrarme con mi compañera, y nada más hacerlo, sonreí de oreja a oreja y le abracé como si de un enorme oso se tratase, aprovechando que era más alto que ella. Ya en el sitio acordado, nos encaminamos al centro comercial… Donde comenzó todo.

- O-Oye, Andrea… – pregunté, asomándome de reojo entre la pilas de zapatos a la que cargaba, tratando de que no se me cayera ninguno – ¿P-Por qué tantos zapatos?

Bien, supongo que muy en el fondo no puedo combatir contra la lógica de Andrea. Muy cierto que no estaba demás el tener algo que te haga ver más formal y presentable, y viendo que ella era alguien ciertamente importante en ese tal “Sello” (cómo me sonaba ese nombre, pero la verdad es que ahora estoy más concentrado tratando de que no se me caigan las cajas que dándole vueltas a eso en mi cabeza) así que debía ser alguien de importancia en él. Terminó de convencerme con el hecho de un guitarrista con muchas guitarras, cosa que era bastante cierto, incluso yo tenía mi buen lote en casa, pero yo suelo sacar sólo una a la calle. Igual y creo que se vería bastante guapa con cualquier cosa que se ponga.

Por poco y me caía la enorme pila que cargaba en mis manos (unas siete u ocho cajas, algo me dice que se estaba controlando) mientras que caminábamos, teniendo que moverme rápido y hacer como si estuviera andando sobre una cuerda floja para que las cajas no se me cayeran o se me fueran encima, volviéndome a asomar de donde podía para sonreírle nerviosamente a Andrea:

- ¡P-Para nada! – respondí, sujetándolas todas con una sola mano por un breve instante para rascarme la cabeza – He cargado muchas más, ¡N-no te preocupes! Yo te haré saber con un par de gritos si se me hacen muchas… Principalmente porque me caigan encima y me clave un par de tacones en el pecho… ¿A dónde vamos ahora?

Algo me decía que debí haberlo dicho en voz alta, pero preferí pasarlo por alto en caso para no ofender a mi compañera. No creía que fuera de las que se indignaran por algo así, pero tampoco me gustaría conocer algún lado maligno de Andrea y que de verdad me dejase echado en un bar o un sitio peor que al de la última vez. Me dio un escalofrío de sólo pensarlo, volviendo a sonreír para seguir caminando torpemente para no dejar caer las cajas.

- ¡Por cierto! – dije mientras veía de reojo cómo entrábamos a una tienda de ropa femenina. Traté de no ponerme tan colorado por ser el único hombre en aquella tienda, percatándome de las miradas curiosas – ¿Qué son ese tipo de cosas que hacen ustedes los del Sello? Digo, cuando llegué había escuchado algo al respecto, pero como pasé directamente a las clases en el Musette, no sé nada sobre esa enorme empresa que parece dominar toda la ciudad con puño de hierro o algo así – alcé los hombros, yo sólo sé que no se nada.

Vale, no me importó mucho sentirme ignorado completamente con la pregunta del Sello por la búsqueda implacable de las blusas. Después de todo, estaba con Andrea, algo me decía con lo poco que le conocía que estaría mal al tanto de un esmalte de uñas color rojo brillante que por mí ahogándome en la fuente. Eso me sacó risas y un poco de fuerza para seguir adelante con mi pila de cajas, asegurándome de que no se fueran a caer ninguna y echarla a perder por completo en esta salida con mi compañera.

La boutique no se me hizo tan incómoda al saber que no parecía muy interesada en comprar un traje de baño, lo que me ahorraría momentos bochornosos con las pocas mujeres cerca si me pedía opinión al respecto sobre su resaltaba su figura o algo por el estilo. Me aclaré la garganta, tratando de centrarme en el camino más que en mis propios pensamientos. Al escuchar la voz de Andrea, traté de hacerme un agujerito entre las cajas de zapatos de la rubia para así mirarla, ladeando la cabeza al sólo encontrarme con sus ojos y al bajar hacia su pecho, parpadear algo sorprendido por lo bonita que le quedaba la playera a pesar de estar muy por encima y por el comentario que había hecho:

- ¡¿Novia?! – me dije más a mí mismo que a mi compañera – ¡No me habías dicho que eras…! ¡C-Claro que no es nada malo, pero no se me había ocurrido que… que tu…! L-La playera te queda bonita.

Era mejor no terminar de decir lo que pensaba. No le des muchas vueltas al asunto, Jones, el mundo es libre y todos pueden ser como quieran ser. Después de todo, era parte de tu filosofía de vida, ¿No?

- ¿Yo? Pues… L-La verdad no tengo una. No llevo mucho tiempo en la ciudad como para tenerlo como prioridad y la verdad es que salí de una antes de llegar a Glass City – suspiré un poco nostálgico y resignado por el recuerdo, acomodando la pila de zapatos que cargaba en caso de que durante la distracción se me cayera alguno – Y-Y sobre las pretendientes… No lo creo, c-cómo mucho me extraña las miradas de algunas personas (b-bueno, diré chicas) sobre mí, cosa que no entiendo. También he visto que algunas estudiantes del Musette me han pillado en Internet, y no dejan de hacerme preguntas sobre los Ultra Souls.

Reí un tanto nervioso sin querer recordar el último episodio de acoso que tuve de parte de algunas estudiantes del Musette: Al final había conseguido interrumpir la clase de Danielle, y yo todavía no me perdono por esa imprudencia que había causado queriendo huir de un par de poodles curiosas.

- P-Podrías intentar con esa de allí – dije, señalando mu vagamente con el pie a una playera que estaba colgada al lado de donde Andrea había sacado la que tenía en mano. Era un modelo sencillo de rayas blancas y negras y era manga larga – Si es como de tu contextura, no se le vería mal.

No es como si viera a Andrea juntarse con sujetos de metro noventa que tuvieran músculos sobre los ojos y que los llamara “puchurrumín de tutifruti” o algo por el estilo, pero sí me tomó por sorpresa de que le gustaran las chicas. Vamos, que todas son hermosas pero… ¡Ya me entienden! Ya no voy a darle vueltas al asunto de las parejas, igual que yo estoy soltero ahora y no es mi intención el pensar mal de alguien ni nada por el estilo. Jamás le juzgaría por algo que le gusta.

… Pero si puedo agradecerle por la comprensión de una banca. Sentarme allí hizo que el mismísimo Dios del Rock’N Roll cantara aliviado. Si tuviera mi guitarra en mano, seguro le habría acompañado tocando una pieza.

- Si bueno, estoy… retirado por un tiempo – me limité a responder, alzando los hombros. Extrañaba los escenarios, ciertamente, pero tampoco quería lanzarme de la nada diciendo que había vuelto. Todavía sentía que habían cicatrices que debían terminar de sanar antes de volver a los viejos tiempos.

Resultaba gracioso ver cómo modelaba para mí la camisa que llevaba puesta, y al mismo tiempo me avergonzaba un poco. Me limité a responderle con el pulgar arriba, sonriéndole de oreja a oreja y dejando que se me escaparan unas risas, tontamente sonrojado. No recordaba la última vez que acompañé a una chica a hacer las compras para su novia a un centro comercial (realmente, era la primera vez), y me parecía bastante divertido, aunque a mí me tocara la parte más pesada. De vez en cuando le echaba un ojo a la pila de cajas que tenía al lado, acomodándola para que esta no me cayera de improviso y tuvieran que escribir en mi lápida que había puerto a causa de apuñalamiento por tacones. Tragué grueso de sólo pensarlo, no era mi idea de una muerte épica.

Empecé a apilar (o mejor dicho, reacomodar) las cajas que cargaba encima de manera de que mis piernas no sufrieran tanto al momento de levantarme cuando Andrea diera la señal, aunque sus palabras me detuvieron un segundo, al recordar un detalle importantísimo que prácticamente era el motivo por el cual había aceptado ser su mula (bueno no, alforja del héroe suena más bonito) esta tarde: ¡Iba a preguntarle sobre los chicos y el sello! ¿Estaremos conectados de alguna manera? Espero que no sea solamente por producto de las compras, las cuales, ahora que lo pienso, también soy fanático (cuando tengo dinero).

- ¡OOOOOH, ANDREA! ¡ESO ME HIZO RECORDAR…! – quise ponerme de pie de un brinco por hacerme recordar el asunto que hablé con los delegados, pero nada más hacerlo, la pila de cajas se me vino encima, ahogándome entre los tacones de marca y las ropas finas – ¡Q-Quería p-preguntarte algo sobre el sello! – dije, alzando las manos para que supiera donde estaba y viniera a por mí. Sin embargo, las cajas eran demasiadas, y poco a poco me iba hundiendo al vacío – ¡A-Ayudaaaaaa…!