Compras de pareja (Sora)

Guarda sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras ve como mira los productos del carrito, hasta que arquea una ceja y sonríe de medio lado de manera gentil. Se acerca a ella para abrazarla suavemente y besar su frente.

-[b]Está bien, recuerda que si te falta dinero puedo pagarlo yo –Le susurra depositándole otro beso en la mejilla y deshaciendo el abrazo, siguiendo dirigiendo el carrito para que su pareja pudiera moverse tranquilamente por las estanterías sin tener que preocuparse por vigilar el carro y sus productos.

Después de todo, ella ya había cogido lo necesario, además de hacerle el favor a su hermano de cogerle algo instantáneo, pero poco sólo cuando ella no pudiera hacerle algo de comer por la escuela y él por su trabajo.

Sora mira lo del carrito para organizar en su cabeza como podrían meter todo eso en la moto, y como no son gran cosa puede ser así, aunque se apunta mentalmente lo de empezar a usar ese mini-maletero que tienen las motos pero que ella se lo tuvo que quitar porque no lo usaba; al llegar a casa se lo pondría.
Hacen cola en el cajero, y al ser un día laboral no hay tanta gente como se podría encontrar un sábado: sería desesperante si fuera así. Mientras esperan, la morena rodea la cintura de su chica para que se apoyara en ella mientras esperaban; les toca y pagan y blablablá. Tan sólo ocupan tres bolsas, ya que la tercera es para la fruta y ahí sí que Sora no lo pondría en la otro ya se echaría a perder por el calor del motor.

-¿Quieres tomar algo –Le pregunta mientras le deposita un suave beso en la frente.

Sonríe de manera cariñosa en cuanto siente el beso cerca de sus labios; por inercia rodea suavemente su cintura mientras ve como mira a su alrededor. En cuanto la escucha, ríe suavemente.

-Está bien, sólo entremos y ya veré. De momento aprovecharé de tenerte así, después de todo los martes es el único día que no voy a al tarde a la escuela –Comenta en un suspiro, dando a entender que probablemente pasarían días a que pudieran verse de nuevo.

Entran al local que había comentado su rubia y se sientan en una de las mesas del lugar, dejando las bolsas vigiladas y a un lado para ser atendidas por un camarero para tomar su pedido.

Le deposita un suave beso en la mejilla, regalándole una sonrisa.

-Puedes venir las veces que quieras, incluso a quedarte a dormir alguna que otra noche –Le dice amablemente.

Sora se pide un refresco y un simple hot-dog, después de todo había comido en la escuela en el receso. Mira a su chica y le sonríe de medio lado.

-Posiblemente te lo quite de los labios… –Piensa de manera despistada, hasta que se da cuenta- ¡¿Pero a ti que te pasa?! Céntrate… –Piensa al darse cuenta que con Andrea es la primera persona con la que se siente algo más lanzada, pero su consciencia le tira el agua helada en la cabeza y termina arrepintiéndose.

Es decir, adoraba estar así con ella, pero también adora tenerla entre sus brazos y poder besarla de vez en cuando.
Les llega el pedido al poco rato, pues al ser algo sencillo, se tardaron poco.

Pestañea un par de veces cuando ve esa patata en frente suyo, pero termina riendo ligeramente y comiéndola tal como lo hizo un par de días, cuando la conoció.

-Lo está –Le responde para hacer lo mismo con ella- Si aparece un niño para decir “mira mamá una pareja”, es casi exacto a como nos conocimos –Comenta riendo suavemente.

La mesa no es muy grande, así que aunque estén sentadas una en frente de la otra, solo necesita inclinar un poco su espalda hacia delante puede robarle un suave beso y un trozo de patata, ya que está... juega un poco sus cartas para verla ruborizar, ¿venganza? Podría ser....

-Sabe mejor… –Le susurra conteniéndose la risa.

Comparten las patatas y besos muy de vez en cuando, con sus frentes pegadas, sonriéndose de manera amorosa hasta que Andrea se separa un poco para recordar que tienen algo más que las patatas. Deja que limpie la mancha de sus labios mientras ríe suavemente, dándole un corto beso a modo de agradecimiento.

Se terminan lo que pidieron, y tan sólo necesitan 5 minutos después de terminar que se escucha unas voces detrás de ellas.

-¡Profesora! –Se escucha el reclamo alegre de cuatro voces, dos de chicas y las otras dos de chicos.

La morena se gira al pestañear un par de veces los ojos y se encuentra con cuatro alumnos suyos de la modalidad de música, concretamente de último año. Al acercarse a ambas, se quedan mirando a la rubia, después a la morena, luego a la rubia otra vez y le sonríen de manera picarona a su profesora, quien al verse venir algo de ellos cuatro ya se está ruborizando por adelantado.

-La profesora en una cita, que sexy~ –Comenta una de las chicas.
-Esta es la chica que la hizo ruborizar en clase… ¡por fin le ponemos cara! –Le apoya uno de los chicos mientras los otros dos se contienen la risa al ver la cara de poema de la más alta.

Su cara es un poema además de lo roja que está, por lo que es casi un esfuerzo muy grande para los alumnos y su pareja el de no reírse por la cara que tiene. Aun así, mira cariñosamente a su chica, y es que no puede evitar sonreírle con amor ya que en efecto, se siente dichosamente afortunada el de poder tenerla a su lado como pareja. Una de las alumnas ve esa expresión y sonríe pensando que tal vez ella también encontrara a alguien especial, y como buena alumna, decide “rescatar” a su profesora.

-¡Oh, sí! En la segunda planta hay un piano para que la gente pueda tocar… Profesora, aún no la hemos escuchado tocar –Y dicho eso, los tres restantes se miran y miran a la profesora con una cara que dice claramente “¿Cómo puede ser que siendo profesora de piano, no hayas tocado algo completo?”. Una gota rodea su nuca.
-Siento que debo ir sí o sí… –Los cuatro asienten con la cabeza con entusiasmo, haciéndole sonreír- Bueno, tal vez vaya en un rato –Decide acceder, pensando al mismo tiempo que su pareja tampoco la ha escuchado, ni ella a su rubia.

-Oye, me dieron el puesto hace un par de días –Se defiende siguiéndole el juego, con el añadido de un falso puchero en su cara.
-Pues ahora no hay excusa, ¡la esperamos allá! –Comenta una de las alumnas para irse los cuatro juntos, casi corriendo al dicho piso.

La morena ve como sus alumnos se marcha para ver a su chica con una ligera sonrisa, encogiéndose de hombros.

-Sí… Pero a ti sólo te he escuchado cantar –Se apoya sobre el dorso de su mano para seguir viéndole- Espero poder escucharte tocar el piano y el violín algún día