El mundo es muy pequeño (Ayato)

Aceleró sus torpes reflejos hasta la joya que tintineó entre sus manos, arrojada sin valor y desdén por parte del anfitrión en aquella tragedia griega. Cuál sería el significado en palabras dichas por un demente de sanatorio, o ente traído desde sus más profundas pesadillas. Espera!

¡Corre, solo corre!
Pero, la niña.
¡No seas estúpida!

Su sentido común fue más fuerte esta vez en la batalla contra sus argumentos morales, se había acercado hasta la ventana cuando el malhechor escapo, el sentir de su pulso acelerado en esa loca noche terminaría por provocarle una taquicardia. Cada uno de los componentes en tinta del versículo se movía en locura, los gritos de los enfurecidos, la pequeña que seguía suplicando justicia por un  mal mayor, y al tenerla únicamente como blanco en el lugar desquitaba su rabia contra ella, castigándole con mirada acusadora. Una mirada que le perseguiría toda la vida, con más violencia que todo lo ocurrido cuando aún contra su voluntad acepto ser guiada por la mano del Diablo en cada una de sus tretas. Y-yo Es tu culpa!

Por mi culpa, mi culpa, mi gran culpa. Santa Virgen, expía mis pecados, porque eres bondadosa y sabes que en mis manos no existe intención ante lo ocurrido en esta noche, apiádate de mí, y abraza a tu hija en tu regazo. Aceleró su cuerpo malherido en la fría escalera metálica, rasgando sus manos en lo que estos se aferraban a los restos de una construcción que hacía ya mucho había decidido su condena ante el paso del tiempo.




Un gesto bondadoso en su cabello y rostro. No te vayas, no me dejes, cuida de mí como lo hacías siempre. Porque si el demonio se hace presente en esta noche, que en tus manos encuentre refugio, y en el poder del Señor halle consuelo y gloria, independiente de lo pesada que continúe siendo esta prueba.

El frío congelo su espalda descubierta, y la hierba humedeció sus pies con el rocío nocturno, porque la servidora había escapado lejos de los escándalos de quienes no entenderían nada, pues eran ignorantes del horror tras lo que ahora decoraba aquella sala, con una infante desolada, y ella una simple joven que solo había llegado a esta ciudad buscando el encuentro de su salvador con añoranza. Una imagen que solo dejaba ver a una chica oculta entre enigmas y azares del destino, besando una pieza de metal como si fuera lo único que podía confiar, pues en un trauma ya se hallaba sellado lo que daba paso a las puertas de su corazón y lamentos, un sacrificio divino, como los mártires de épocas pasadas.

Su madre...