{P} ¿Un buen gesto o una buena trampa?

Y entre tanta dulzura, tenía que venir Marceline a regarla: Se separó de golpe de ella y le robó el color rosado de sus mejillas con un movimiento tan rápido que parecía un parpadeo, y su risa sobrenatural tampoco fue algo que colaboró mucho en el rompimiento de aquel momento tan “dulce”. Los dulces a ella le provocaban nauseas, así que se podían hacer una idea de más o menos el por qué de eso. Detalles.

A ella no le molestaba en absoluto el hecho de que estuviesen en un lugar público, porque a fin de cuentas, sitios como esos se veían numerosas cosas. Sin embargo, había sentido una mirada chismosa que le puso los pelos de punta, y cuando se giró a ver de quién se trataba, era la inexpresiva chica de las bebidas que llevaba todo ese rato esperando a que recogieran las bebidas que ella traía en un plato.

Le agradeció silenciosamente con una carcajada entre dientes, sujetando las copitas que habían traído y dejándolos en la mesa, recostándose de la chica mientras ponía un pie sobre la mesa (lejos de las copas, por supuesto) y la movía divertida de un lado a otro, como si tarareara una melodía y el pie fuera el que llevara el ritmo.

- ... Pues nada, vamos a irnos a una habitación. Yo pago. - dijo a su compañera, sonando tan comprometedor como de por sí se escuchaba el comentario. Se levantó de un salto y se acomodó los pantalones, tendiéndole una mano a la señorita y moviendo los dedos a modo de juego - ¿Te la has creído? Mudémonos a otro sitio, lo único bueno aquí es el alcohol y las meseras.

- Me sorprende que estés tan animada… no te culpo, no todos los días sales con una celebridad como yo – dijo después de que la muchacha pareciera dispuesta a acompañarla a donde sea, un gesto bastante adorable de su parte, y que le incitó a llevarla afuera no sin antes “escoltarla” con una mano en su retaguardia mientras subían las escaleras.

Era extraño ver que con esa chica todo era un juego hasta ahora… o al menos, eso es lo que debía pensar en todo momento. Estos sólo son juegos, ¿Verdad? Marceline era así todo el tiempo y no había de qué preocuparse. Pero esa visión con Bonnibel… no, no era recomendable el pensarlo, flotó en dirección a la chica antes de que terminaran de subir los escalones para rodearle la cintura con su brazo y sonreírle a medio lado, igual de pícara como siempre.

Sin embargo, ni ella se esperaba que arriba, al alejarse completamente de la puerta del bar, Keilla las estuviera esperando con un confeti que les lanzó a la cara y consiguió abrir de sobremanera los ojos de Marceline.

- ¡¿Keilla?! – preguntó, mirando a su compañera con un verdadero desconcierto.
- ¡Maaaazel toooov! – gritó la extraña vampiro con otro confeti afuera y lanzándoselos a la cara.
- ¡¿Q-Q-Qué demonios haces aquí?!
- Las he estado siguiendo desde que salieron del acuario. No se qué demonios pasó ahí, ¿Pero por qué estabas mojada?

En el fondo, no sabía si romper colérica con la muchacha o apenarse con Yuki. Verdaderamente había jurado que no le iban a molestar en todo el día. No podía culpar a Keilla de sus instintos perrunos de seguirla a todos lados… pero eso era demasiado. Atrajo a la azabache contra sí antes de mirar mordazmente a la vampiro, quién se rascaba detrás de la oreja con una de sus manos hasta percatarse de la mirada asesina de su compañera.

- ¿Qué? ¿Hice algo malo?[/b]

Ok, la cara de Marceline era todo un poema. La chica de cabello de afro pudo notar cierta aura siniestra en la otra vampiro, que parecía presentar un tic nervioso como si estuviera conteniendo la ira demoniaca más catastrófica de todos. No podía enojarse con Keilla, eso era seguro, pero le irritaba de sobremanera que cuando dijera “NO” era para que NO la molestaran. Había tomado toda la cita como un juego, pero por algo había dejado el teléfono: Para los chicos, eso era una señal de que no le molestaran, pero al parecer Guy no se dio la tarea de explicárselo a Keilla.

Apretó con fuerza la mano con la que agarraba a la azabache mientras parecía ser ella la que tomara la conversación, Keilla, que a diferencia de otras veces, no miraba mal a la humana. Parece que ya estaba acostumbrada a su presencia, o al menos, ya no le ladraba con tanta frecuencia como antes.

- ¿Y qué estaban haciendo en la cita? ¡¿Puedo unirme también?! ¡Estoy segura que podemos hacer algunas locuras! Tengo arroz en el cabello… La verdad no se cómo llegó ahí, ¡Pero podemos usarlo para molestar a los ancianos pensando que es diciembre y…!
- No. – dijo Marceline, sonando fría y cortante.
- ¿No?
- No…
- ¿Estás bien, Marcy? ¿Por qué tan seca? Creí que te gustaba molestar a los ancianos. –La vampiro siguió rascándose detrás de la oreja como perro, algo preocupada por su compañera.

Marceline se llevó una mano a la sien y suspiró, tratando de mostrarse paciente con la vampiro como solía tener las 24 horas del día estando con ella. Eran amigas y todo… pero hay días en los que le gustaría tener la capacidad de ahorcarla.

- Escucha, Keilla…
- ¡Por ciertoooo! ¡Me acabo de acordarme de algo: Dejaste tu teléfono en el sofá, vino hasta aquí para traértelo. ¡Tienes una cantidad impresionante de mensajes! ¿Con quién tanto hablas? – y le tendió el teléfono en la mano, y Marceline por manía lo agarró.
- Yo no he hablado con na-… – miró la cantidad de mensajes y se percató por el identificador de quién se trataba.

Suspiró, ni se molestaría en leerlos. Se guardó el móvil en el bolsillo trasero e ignoró el hecho de que siguieran llegando mensajes. Le dio un escalofrío porque el teléfono iba en vibrador, y sin querer más conversación con Keilla, sujetó a la azabache del brazo y empezó a andar de zancadas.

Vamos, que alejarse de Keilla tampoco es que fuera a arreglar muchas. Tenía el teléfono cerca y podía ir imaginándose lo que dirían cada uno de los estúpidos mensajes. Soltó un ligero “Tch”, al hacerlo, caminando más a prisa ya que no podía flotar porque seguramente se llevaría a la azabache por adelante. Y hablando de ella, se iba a girar a su dirección con una mirada algo brusca y el gesto torcido, pero al verla frente a frente a ella, no pudo evitar mostrarse algo sorpresiva al atajarle ambas manos de esa manera.

- ¿Qué te pasa? – preguntó con cierto tono arisco, mirándola de pies a cabeza antes de que la chica se le acercara.

La miró con los ojos abiertos, ¿Qué demonios estaba haciendo? Separó los labios como si tratara de decir algo, pero estaba demasiado concentrada tratando de explicarse el por qué lo hacía quede su boca no salió nada, como si de repente se hubiera quedado callada. No podía decir con certeza que Keilla les estuviese observando, y la verdad es que no le interesaba, pero cuando la chica le pegó aquel abrazo…

Puso los ojos como platos, y por primera vez, se mostró sonrojada.

Sólo fue un ligero tono pastel, pero fue lo suficiente para enterarse del ¿Calor? De sus mejillas y el saber que estaba algo nerviosa. Movió de forma insegura los brazos tratando de liberarlos en el abrazo, y como pudo sacudió las manos para intentar corresponderle aunque sólo fuera para darle palmadas en la espalda.

- Ya… ya…, no es para tanto – dijo con un ligero tono orgulloso, mirándole la cabeza – Keilla siempre es una molestia, no tienes porque… preocuparte tanto, se me pasará.

Esto es, por no decir, la cosa más extraña que le ha pasado en toda su vida. Bueno no, no tanto así, ha vivido suficientes cosas extrañas. Pongámosle que es la cosa más extraña que le ha pasado desde que llegó a la ciudad, que así queda mejor. Trató de separar a la chica de ella (sus manos le temblaban, ¿Acaso era el “precio” por estar sonrojada?) sujetándole de los hombros, sintiendo que debía de llegar al menos un tercer mensaje seguido del resto de la cadena. Le sonrió con algo de nerviosismo, despeinándole la cabeza.

- No te preocupes, lindura, sabes que mi atención está sobre ti en éste momento – dijo con un poco más de confianza, sonriéndole ladina.

Ok… ahora sí no sabía cómo reaccionar.

¿De qué estaba hablando? ¿“Marceline de ESE exterior”? ¿Qué demonios significa eso? A lo mejor escuchó mal. Además, estaba demasiado ocupada con otra cosa: La chica parecía tener ganas de llorar, y por alguna razón eso preocupó a la vampiro, al punto de querer sostenerle las mejillas para saber si era algo que le había molestado, si el abrazarle de esa manera o algo por el estilo, o… ¡¿Qué demonios podía hacer?!

«E-En serio… ¿Debería besarla o algo por el estilo? ¿Es lo que está esperando? ¡Tch!» Su cara se tornó molesta, como era de esperarse de ella. Se mostró algo nerviosa con los gestos tan “dulces” de su compañera, haciendo que arrugara un poco el gesto, notando que el color rosado de sus mejillas seguía ahí. No se podía ser tan… tan… ¿Adorable? «What the fuck… »

Quizás sólo debía esperar a que las cosas pasaran como le diera la gana al tiempo, al verla recostada sobre ella, volvió a rodearle en sus brazos para darle otro abrazo, pero esta vez, mucho más nervioso que el anterior. Le miraba de reojo como si de repente le diera “asquito” el tenerla encima, pero la verdad es que estaba tensa, porque nunca le había pasado algo como lo que le estaba sucediendo a sí misma en aquel instante. Rió nerviosa, acariciándole la cabeza y jugando con las hebras de su cabello.

- Pues… a mí me dicen Marcy, pero eso ya lo sabías de por sí – respondió con una ceja arriba, riéndose ligeramente nerviosa. – ¿Por qué no… n-nos vamos a otro sitio? En serio, sabes que me encanta actuar en público, pero esto es… algo incómodo – sin pedirle permiso empezó a caminar con ella a su lado, manteniéndole abrazada lo mejor que podía para que estuviese cómoda en su regazo.

No dijo nada durante todo el trayecto, pero sí tenía la mirada clavada sobre ella de vez en cuando, como si buscara decirle alguna cosa. El color pastel de su piel grisácea había desaparecido finalmente, pero todavía sentía esa sensación pesada en el estómago que le ponía los pelos de punta, era extraño el saber que en el fondo no tenías ni idea de lo que estaba pasando.

Abrazó con más fuerza a la chica mientras que andaba con ese pensamiento. Quizás andar otro poco con ella no haría daño, ¿No? Total, ya le había involucrado en un acto de vandalismo como quien no quiere la cosa y pues… bueno… quizás en el fondo sí podría resultar.

Sonrió ante su comentario, era bien sabido que se lo estuvo recalcando desde el principio, pero nunca creyó que la chica lo tomara de esa manera tan “seria”. Suspiró sutilmente antes de reírse de la muchacha, bajando su brazo hasta la cintura de la chica para atraerla hacia ella, colando su otro brazo hacia lo mismo antes de mirarla frente a frente.

- Yo también me sentiría halagada de salir conmigo misma, pero sólo por hoy… Me haré la modesta, y sólo diré que mi sombra se siente halagada de ser mi sombra –le guiñó como solía acostumbrar, acercando peligrosamente sus labios a los de ella – ¿A poco no te gusta saber que estás con la famosísima Marceline Abaader? No sé tú, pero yo estaría sonrojada en éste momento, soy demasiado atractiva para que me hagan semejante insulto de no hacerlo.

Como es bien sabido por ella, no desaprovechó la oportunidad para robarle un beso con mucha más pasión que en el bar. Jugueteó un poco con sus manos alrededor de la cintura de la chica, volviendo a sonreír ante el contacto de sus labios con los de la azabache. Se separó de la muchacha con un ruido ronco como el de unas risas, arrastrando su labio inferior antes de abrazarle con fuerza con las manos desde su posición y deslizar los labios hasta su oído.

- Pero todavía tenemos pendiente lo de la habitación, ¿Verdad? – rió, mordiéndole sutilmente la oreja – … Eh… Gracias, por cierto.

Se separó de ella con una sonrisa ligeramente nerviosa, no estaba acostumbrada a los agradecimientos. O al menos, no a los “serios”, como podría considerársele ese. Esperen… ¿Creen que se ha sonrojado otra vez? Bueno, podría decirse que sí, su cara había cambiado ligeramente de color, pero nada evidente tampoco, o al menos, no si estabas a distancia. Antes de que la chica pudiera notarlo, se deslizó rápidamente para abrazarla por detrás, arrastrándola hacia otro sitio.