Las flores saben oír {Priv. Skyle}

En el caso de Skyle, se podría decir que el argumento era básicamente el mismo, sin embargo, las intenciones eran completamente diferentes. No era una novedad el denso ambiente de la escuela en cada rincón relacionado con la música, ya fueran las salas o incluso el auditorio, y para las pocas personas que buscaban desligarse de tan odiosa aura competitiva, los lugares disponibles con paz eran realmente muy pocos, pero Skyle, cansado del ruido que hasta en los dormitorios había, optó por buscar en las áreas al aire libre, en un rincón donde difícilmente alguien pudiera molestarlo: El invernadero. Ahí, al fondo del mismo, entre algunos maceteros, se había hecho del espacio suficiente para sentarse, con las rodillas pegadas al pecho, tan solo con la intención de oír un poco de música sin molestar ni ser molestado, aunque para él, la primera de éstas resultaba más importante, en el complejo obvio de inferioridad del muchacho, y en ese afán inestable de aquel otro por buscar problemas.


Sin darse cuenta del transcurso del tiempo, y con el cuerpo agotado por un detalle del que en verdad no tenía percepción consciente alguna (que eran las salidas furtivas de cada noche a manos de zebra ocupando su cuerpo sin previo consentimiento), terminó cediendo al cansancio y al inminente sueño en una postura bastante poco natural, como si sufriera de narcolepsia. La paranoia incluso lo había llevado a pensar en que los medicamentos recetados por su médico eran exclusivamente para mantenerlo drogado.

Ni siquiera la presencia de alguien más en el invernadero logró despertarlo, pues en sus oídos seguía sonando una interminable lista de reproducción que anulaba cualquier otro sonido. De vez en cuando, Skyle murmuraba algo sin sentido, mayormente, fragmentos de la obra Romeo y Julieta que, aunque no lo lograba, intentaba memorizar.

En primera instancia el chico no reaccionó, se encontraba totalmente sumergido en el trance de su sueño y la repetición inconciente de los diálogos de la obra a tal punto que hizo falta el segundo movimiento más enérgico, realizado por la muchacha, para hacerle reaccionar.

- ¿U-uh? - Desorientado, intentó pelear con el peso de sus párpados, moviéndose lentamente hasta llevar una de sus manos a sus ojos los que refregó para lograr abrirlos apropiadamente.- ¿Donde...? - Se preguntó en un murmuro, sintiendo la garganta seca.

De pronto como si alguien le hubiese inyectado una dosis eléctrica, su cuerpo dio un brinco asustado.- ¡Ah! - La culpa fue netamente al haber notado a la chica frente a él, reconociendo entonces la situación.

Era cierto, había ido hasta ahi para escapar del ruido y la tensión que había en la mayoría de la escuela por esas fechas. Era más que seguro que en su estado actual de estrés, el cansancio le hubiese ganado y sin darse cuenta, hubiese terminado quedándose dormido deliberadamente.

-¡Disculpa!- De inmediato pidió perdón, quién sabe porqué. Tal vez por que efectivamente ese no era el lugar preciso ni destinado para ir a dormir. ¿No es así?

Claro que no imbécil.

¿Podría haber disturbado a la chica? Sabía que era descuidado de su parte el haber caído ante el sueño en otra parte que no fuera su habitación. Porque.... ¿Qué ocurría si él tomaba ventaja en momentos como esos? Pero incluso así, el bullicio en los dormitorios le desesperaba.

- ¿Yo... estuve... r-roncando? - Avergonzado pensó en aquella posibilidad, pues ¿de qué otra forma le había encontrado?. Le costaba mucho creer que hubiera dado con él por mera casualidad. -Espero no haberte causado ningún problema- Dijo intentando quitarse al fin los audifonos que mantenían sus oídos ajenos al mundo y a la realidad.

Intentó ponerse de pie, tambaleándose un poco al ejecutar la acción. Tenía el cuerpo un poco acalambrado por la posición que había adoptado al dormitar, además de un ligero dolor de cabeza.

¿Eso quería decir que la hora de sus pastillas se había pasado? Esperaba que no fuera ese el caso...

Cuando la explicación de cómo y porqué aquella joven le había encontrado fue mencionada, el rostro del castaño mostró vergüenza disipada en sus mejillas. ¿Había estado hablando dormido? En parte la situación para cualquier tercero que mirara se haría un tanto cómica, pues ambos estudiantes estaban en condiciones similares, tartamudeando, nerviosos, sonrojados, pero ella temblaba y Skyle, incluso con lo ido que aún se sentía al recién comenzar a despertar, había podido notarlo.

Era cómica, para todos menos para el único real espectador. Zebra. Quién asqueado murmuraba en la cabeza compartida un sin fin de cuestionamientos y burlas hacia la muchacha frente a él.

¿Porqué entonces nos molesta?
¿Qué?
¿Y ahora se disculpa?
Pues ya te despertó, ¿qué sentido tiene?
¿Es imbécil o qué?

Silencio. Rogaba Skyle, quién apenas estaba tolerando la jaqueca que parecía solo ir en aumento progresivo, llevándose por ello una mano al costado derecho de la misma, en un gesto instintivo por el dolor.

-N-no...- Respondió suave, levantando la otra mano frente a ella, con la palma abierta, en un gesto universal de pausa. - No es como si el invernadero me perteneciera solo por llegar antes... No tienes que disculparte ni irte, está bien así. Además es uno de los pocos lugares tranquilos que hay por estos días. - Vaciló un poco antes de seguir, bajando la mano y levantando la vista hacia ella. Ahora que lo pensaba, la verdad no la conocía, por lo que en definitiva no era de su curso. ¿Primero? ¿Segundo?

-Ah... Y-yo soy Skyle, de tercero. ¿Y tu? - Preguntó incapaz de quedarse con la duda, pero una punzada en la cabeza le apresuró a dejar su presentación solo en lo básico. - Lo lamento pero... ¿Puedes decirme la hora? Y si tienes agua lo agradecería.... - Admitió sintiéndose un poco incómodo por pedir ello antes de escuchar la presentación de la muchacha, pero si realmente se había pasado con la hora de sus medicamentos, sería algo malo.

¿Estás seguro? Heh.