Conversaciones entre compis (Raito, Keith)

Una habitación a oscuras, un ordenador portátil, una escalera y él.
Bueno, técnicamente la escalera estaba dentro del ordenador. Más concretamente en un videojuego. El jugador descendía las escaleras rodeado de una atmósfera totalmente silenthillesca, mientras oía sonidos espeluznantes de fondo a través de los auriculares. Era terrorífico y apasionante al mismo tiempo.
Ahora, monstruos no había ninguno. Se trataba más bien de crear mal rollo mientras bajabas las escaleras.
Después de unos minutos que le parecieron una eternidad, por fin se topó de bruces con un monstruo.

-¡Agh!- gritó Rory, estando a nada de tirar el portátil al suelo.

Después el juego se cerró solo.

-¿Pero qué…?

En esto que mientras tocaba todos los botones para intentar averiguar por qué se había cerrado el juego, la puerta se abrió lentamente, haciendo que se sobresaltara.

Rory miró hacia la puerta. Al principio no pudo ver quién estaba allí, ya que la habitación estaba a oscuras. Pero gracias a la luz del pasillo creyó distinguir a su compañero de habitación.

-Rai~to- canturreó a modo de saludo-. ¿Quieres hacer un gameplay conmigo?

Spoiler:

No fue un mal día... No, mejor dicho, pudo haber sido peor. Nadie me molestó en exceso y las clases estuvieron algo interesantes, además, era divertido ver que la mayoría de los alumnos de mi grado andan con la urgencia de hacer amigos pronto. No fui especialmente ignorado pero tampoco me prestaron más atención de la necesaria, me siento como el chico promedio que siempre quise ser.

Hablo en serio. Relacionarme con la gente nunca ha sido mi fuerte y, siendo completamente honesto, tampoco es que tenga mucho interés en destacar entre mis pares. Permanecer tranquilo, tener una vida de estudiante normal era mi máxima prioridad en esos momentos. Debía aparentar ante todos la fachada del tipo amable y educado, de esos que siempre agradan a todos pero que no permiten a los demás acercarse más de lo permitido.

El regulador de esas pautas relacionales era yo, siempre yo.

La única singularidad del día fue la clase de historia, es difícil ver tanto movimiento en un par de horas de clase teórica. Resulta que soy compañero de dos o tres ex estrellas de la televisión infantil. Tampoco he de extrañarme tanto, ya no resido en mi pequeña ciudad de origen donde nada interesante pasa nunca, lo cual me alegra bastante.

Me encontraba haciendo esta breve recapitulación del día hasta dar finalmente con la puerta que correspondía a mi habitación, la 106. El apellido de mi compañero de cuarto era Ryan y esperaba que no fuera tan metiche como el tipo de la mañana, mi súper amigable compañero de banco.

– Qué... ¿Qué estás haciendo aquí? – Solté sin simular mi espanto al verle en el ordenador de mí habitación. No, vale, de nuestra habitación.

-Parece que hayas visto un fantasma- dijo Rory, divertido-. ¿Qué hago aquí? Bueno, esta es mi habitación. Y estaba jugando a un juego bastante chulo… pero un poco rollo, si te digo la verdad.

Encendió la luz para que Raito pudiera ver algo, mostrando la “prueba del delito”. La mitad de la habitación estaba llena de cosas suyas. Normalmente no era tan desordenado, pero entre que acababa de llegar a la escuela, el madrugón y las clases, no le había dado tiempo de ordenar mejor. Y ahora estaba demasiado cansado para hacerlo, después de tantas clases agotadoras.

-¿No has visto mi nombre en la puerta? ¿O es que ya no te acordabas de él?- preguntó.

Pero no iba en tono de reproche. Él también olvidaba nombres a veces, sólo que en el caso de Raito, se acordaba porque le había gustado.

Lo que a Rory más le preocupaba de tener que compartir habitación era saber si su compañero sería de los que estudian demasiado, piden silencio todo el rato y nunca quieren hacer nada guay (un empollón, vamos). Pero tampoco era plan de preguntarle, así sin más. Tenía pinta de aplicado en los estudios… pero también a veces las apariencias engañan. Por otro lado, en la clase le había parecido simpático, e incluso había hablado con él, aunque la profesora estuviera explicando. Eso daba qué pensar. Quizá fuera de los suyos, al fin y al cabo.

Y lo más importante: parecía tener muchas cosas interesantes que contar.

-¿Me sigues contando lo que estábamos hablando antes en clase?- preguntó Rory, así de sopetón, mirando a Raito con muchísimo interés.

Arqueé ligeramente una ceja, sin dejar de observar a quien parecía ser mi compañero de habitación desde el umbral de la puerta.

Bien, no dejaba de ser una coincidencia algo ¿graciosa? Si, si, debo tomármelo así. Nada saco con comenzar a amargarme tan pronto, es solo un tipo que aparentemente agarra fácil con los videojuegos y tiene un lindo desorden en mi alcoba. Puede ser peor, si.

Tardé al menos unos segundos en asimilar la idea y adentrarme finalmente en la estancia, sin apartar la mirada de Rory ni del desastre que antes permanecía oculto en la oscuridad. Soy un maníatico del orden y me hubiese gustado, de tener más confianza con él, dar vuelta todo y hallar un lugar armónico dónde meter sus cosas. Pero no hice nada pues quiero parecer un tipo educado, de esos que respetan el espacio de los otros y sus pertenencias.

– No me fijé en la placa. Solo me dijeron tu apellido – le expliqué apenas cerré la puerta tras de mí, momento en el que lancé mi bolso hacia el sector que me correspondía, evidenciando por mis maneras cuán agotado me encontraba después de ese largo día. De seguro que ni él recordaba solo haberme dicho su nombre, es curioso pero tengo buena memoria para ese tipo de tonterías.

Me senté en el filo de la cama sin ocupar, percibiendo un dejo de ansiedad apoderarse de mi cuerpo en lo que caía en cuenta de lo que significaba compartir cuarto con otra persona. No podría estar solo siempre que lo quisiera, hallaría una vigilia constante de mi actuar día tras día, noche tras noche. Aún si físicamente mi cuerpo pide algo de intimidad me veré imposibilitado por la presencia de un otro. Mierda.

– ¿Ah? ¿De qué estás hablando? – Pregunté al escucharle, un poco disperso por las ideas previas que asediaban mi mente.

Rory observó que su compañero se fijaba en el desastre de la habitación (obvio, había sido él mismo el que se lo había señalado), y se vio un poco en la obligación de excusarse.

-No te preocupes ¿eh? Normalmente no soy así de desastre, sólo… tengo que ordenar un poco. Lo haré mañana- dijo, satisfecho de sí mismo.

Se preguntó si el chico sería maniático del orden, pero esperaba que no.
Pero bueno, tenía cosas mejores de las que hablar. De hecho, ya se había olvidado del tema de los videojuegos, ante la perspectiva de la interesante conversación con su compañero.

-Jope, ¿ya no te acuerdas?- dijo Rory, con una risita-. A ver, te preguntaba por lo que estábamos hablando antes en clase, ¿te acuerdas? Hablábamos de novias, y tú dijiste que no tenías, pero que habías tenido muuucho sexo. ¿Es eso cierto? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Con quién?- preguntó, directo al grano.

No respondí ante su primera afirmación, muy seguro de que intentaba quedarse conmigo.

El tema se desvió muy rápido, tanto que no lo vi venir, tanto que me desconcertó el oírle reproducir fielmente la conversación de esa mañana. Mis pupilas debieron dilatarse un poco en lo que evadía su mirada, en algún punto del día asumí que ese asunto se le olvidaría, que quedaría postergado indefinidamente hasta que hubiese algo más interesante de lo que cuchichear en clases.

Claro, tuve la brillante idea de revelar uno de mis secretos más celados. Aún sin especificar los detalles seguía tratándose de mi trauma personal. No puedo creer que lo haya soltado así como así, ¿quería lucirme para no parecer un crío? ¿Desde cuándo soy tan infantil?

– No pensé que lo recordarías... – comenté con aparente apatía, haciéndome el interesante en lo que me llevaba ambas manos a la nuca y me recostaba sobre la pulcra cama que me correspondía. – No, te mentí. Qué fácil caes, eh – solté al fin, simulando una sonrisa ladina como si me estuviera burlando de él.

Era lo mejor que podía hacer en esas condiciones, mentir. No es normal, bajo ningún contexto, que alguien se haya estrenado sexualmente a los nueve. Mi tía es una guarra y yo un debilucho pero eso es algo que Rory no descubrirá.

Rory frunció el ceño.

-¿En serio?- preguntó,con incredulidad-. Jope, no fastidies…

Y él que se esperaba tener una interesante conversación con ese chico que parecía tan entendido…
Pero aún así había algo que no le cuadraba. A él no le había dado la impresión de que le estuviera mintiendo en clase, se acordaba perfectamente de lo serio que estaba cuando lo había dicho. Si hubiera estado fardando, probablemente lo habría dicho de otra manera, dándose aires, como solían hacer los demás.

-No, no te creo- dijo entonces-. No creo que estuvieras mintiendo.

De todas formas, incluso él entendía que Raito no quisiera airear sus intimidades de buenas a primeras. Vale, no tenía que haber dicho nada directamente, y así no le habría dejado con la miel en los labios… pero Rory no podía obligarle a hablar, y además… ¿estaba siendo demasiado entrometido? Porque tampoco quería que Raito se enfadara con él ya el primer día de conocerlo.

-Pero bueno, no importa- dijo, con una sonrisa-. Ya hablaremos más adelante del tema, si hace falta.

Quizá cuando pasara un tiempo y se hicieran amigos, Rory podría sonsacarle más y averiguar todas esas cosas que tanto le interesaban.
De momento había otra cosa importante que quería saber, y que no era tan íntima, ni de lejos.

-Oye, Raito...- le dijo-. Tú… ¿eres de los que estudian mucho, y se quedan haciendo deberes hasta tarde y necesitan mucho silencio?

Me sorprendió bastante el escuchar la respuesta del contrario, no fui capaz de responder a su tajante afirmación. Claro, contaba con que el sujeto fuera para nada astuto, ¿estaría pisando terreno peligroso compartiendo la pieza con él? ¿Qué si me descubre haciendo alguna fechoría y no tengo las facultades necesarias para inventarle una mentira convincente? Cualquier pelotudo en su lugar se hubiera creído mi salida, era mucho más factible a nuestra edad el mentir con respecto a ese tipo de cosas. Debo cuidarme, Rory no parece ser tan imbécil.

De igual forma me quedé callado, agradeciéndole internamente su consideración... Aún si esto confirmaba de forma indirecta que tenía razón.

– Me gusta el silencio – respondí a su pregunta en lo que me acomodaba de lado sobre la cama, dándole la espalda. – Pero soy de los que prefieren estudiar en la biblioteca y con antelación, la habitación es para relajarse – agregué, tenía la certeza de que su pregunta aludía al ruido que podía hacer. De todas maneras dudo que este sea el lugar idóneo para buscar tranquilidad, y si tal es el caso no me la pasaré mucho aquí.

Pero cierto, todo este asunto de mi problema me puso de mal humor sin que lo pudiera haber evitado. No puedo ser tan desagradable con mi compañero, ¿verdad? Yo mismo me propuse armarme una reputación medianamente decente en la academia para encubrir con ella mis posibles arranques. Está bien, si tal es el caso debo hablarle al menos un poco de cómo soy o de qué pienso.

– Siéndote completamente honesto odio estudiar, solo lo hago porque no quiero regresar a casa y tengo una beca que mantener – dije sin más, volviéndome a verlo un instante por sobre mi hombro.

A Rory se le iluminó la cara, como siempre que escuchaba las palabras “odio estudiar” dichas por alguien que no fuera él mismo. Le había preocupado un poco eso que había dicho el chico de que le gustaba el silencio, pero también se alegraba de saber que prefería estudiar en la biblioteca. Por supuesto, la habitación era para lo que era: videojuegos, hacer el tonto, dormir… y lo que hiciera falta.

Le apenaba que el chico tuviera que esforzarse en estudiar sólo para no perder la beca. Si él no pudiese pagarse los estudios con comodidad, lo habría pasado bastante mal para seguir en la escuela.

-¿En serio? Yo también- dijo-. La escuela es lo peor del mundo, es un aburrimiento. Si por mí fuera, me pasaría todo el día en mi casa…

Y ahora que hablaba de casas. ¿Qué era lo que había dicho Raito? Le había parecido que decía que no quería volver a su casa. Qué chaval más raro, estaba lleno de misterios.

-¿Por qué no quieres volver a tu casa?- preguntó, lleno de curiosidad-. ¿Quién no querría volver a su casa?

Por sus comentarios estaba bastante claro qué tipo de persona era Rory, quizás por lo mismo no podía contar con que mantuviera la boca cerrada si es que llegaba a ver algo indebido. Las probabilidades de que termine descubriendo mis secretos son altas dado a que viviremos juntos a partir de hoy, lo más conveniente era amistarme con él para callarle en el futuro, hacer valer la confianza y la lealtad que haré existir entre nosotros.

Si, era un buen plan y no sonaba tan difícil. Creo.

– Los estudios son un fastidio sólo por ser tan importantes... Si fallas te jodes, o al menos así es para mí – mascullé con desgano, manteniendo la mirada fija en la pulcra pared opuesta a él. Le daba la espalda y no esperaba ser escuchado pero resultaba que tampoco quería ahondar demasiado en mi pasado, por lo mismo respondí a sus preguntas de forma tangencial. – Mi casa no es un lugar al que me gustaría regresar. Algún día te contaré – mentí para cerrar el tema.

No tengo cómo hacerle entender que la historia de mi vida no es precisamente un cuento de hadas ni algo que me apetezca relatar, pero tampoco conseguiría su amistad si me quedaba mucho tiempo meditando sobre mis fantasmas. Me incorporé y me volví hacia él sentándome en el filo de la cama, dispuesto a entablar conversación.

– Oye, ¿ya tienes pensada una especialidad? – Pregunté de la nada y con aparente relajo. Es una academia de música que cuenta con una gran variedad de intereses, no debo dar por hecho que todos harán lo mismo que yo. – Por mi parte seré compositor – revelé sin darle muchas vueltas, empleando un tono forzadamente más amigable.

-Sí, supongo que sí- contestó Rory, pensativo.

Para él los estudios eran un fastidio básicamente porque eran obligatorios y no soportaba que nadie le obligara a hacer nada. Pero para alguien que tenía una beca que mantener, imaginaba que serían todo un suplicio. Lo que Raito decía era cierto, en cuanto se descuidara un poco, se iría a la calle.

Rory entendía que la gente tuviera secretos y no quisiera ir revelándolo todo por ahí. Aunque el chico no le hubiera contestado de malas maneras, e incluso le había dicho que lo compartiría con él más adelante, Rory se puso un poco más serio.

-Oye… perdóname, sé que pregunto mucho- dijo, como excusándose-. Y también hablo mucho, así que si me pongo muy pesado o te molesto… bueno, puedes decírmelo, o incluso darme una colleja o algo así, para que me calle.

De todas formas la conversación derivó hacia otros temas después.

-¿Eres compositor?- preguntó-. Qué guay. Yo soy vocalista, de hecho estuve en un grupo de música infantil…- se paró un poco, pensativo, intentando recordar si ya se lo había dicho antes al chico, en clase-. Bueno, igual ya te lo dije antes… no sé. ¿Y qué clase de música compones?

Le observé en silencio a medida que me dedicaba esa suerte de disculpa por preguntar mucho. ¿Por qué lo hacía? ¿Se sentirá incómodo en mi presencia? Mala cosa, no quería que mi relación con Rory acabara de este modo, si quería su amistad debía demostrarle que también puedo ser buena onda si me lo propongo. Volví dirigirle una sonrisa medianamente cándida al oírle preguntar sobre la música que compongo.

– No tengo un estilo predeterminado, me gusta probar con lo que venga – admití con algo de vergüenza, ¿no me convertía eso en un tipo sin mucha personalidad ni encanto? – Aunque suelo valerme del piano y del violín para componer así que... Supondrás que no hago rock pesado – agregué rápido queriendo sonar gracioso o interesante aunque, lejos de parecerlo, me sentía como un idiota inseguro.

Hubo un asunto que no pasé por alto y que decidí comentar antes de volver a quedarme sin tema de conversación. Hablando en serio, no estoy nada acostumbrado a sociabilizar y me siento un tanto patético ahora que lo intento.

– Vaya, pensé que después de tu carrera querrías especializarte en otra cosa – comenté con aparente naturalidad, sin moverme de mi posición. – Suena interesante... ¿Querrías mostrarme algo de tu talento ahora que te maduró la voz? Claro, sólo si te apetece – pregunté sin pensarlo demasiado pues la verdad es que ni siquiera recuerdo los singles de Sombras Chinescas, sólo me suena haberlos visto una que otra vez en televisión... Es fácil deducir que la situación en mi casa me quitó buena parte de mi infancia.

Aunque Raito no había contestado directamente a su disculpa, para Rory era suficiente con que no pareciera enfadado con él. De vez en cuando tenía esos momentos de lucidez en los que se daba cuenta de que igual era un poco pesado, pero por lo general se le iban tan rápido como habían venido.
Además, el tono del chico sonaba amable cuando le contestó la pregunta.

-Ya, ya me lo imagino- dijo Rory, con una risita, mucho más animado. Tampoco se imaginaba a ese chico modélico componiendo rock duro. Pero nunca se sabía. De hecho, algunos sólo eran modélicos para aparentar, eso él lo tenía claro.

-Bueno… digamos que es donde tengo más experiencia, así que tengo que trabajar menos- le dijo, con un guiño y una sonrisa traviesa-. No, es broma, a ver si te vas a pensar que soy un vago… supongo que lo elegí porque es lo que más me gusta y lo que mejor se me da.

-¿Ahora?- preguntó, sorprendido pero también un poco halagado ante el interés de Raito por escucharle-. Claro, no hay problema…

Pero entonces se paró al oír unos golpecitos en la puerta, y ésta se abrió aunque ninguno de los dos hubiera dicho nada. Keith no sabía que el compañero de Rory había llegado ya (aunque debía haberlo imaginado), y había hecho exactamente lo que haría Rory: entró sin preguntar mientras tiraba algo a la cabeza de su hermano.

-Rory, te has dejado esto en mi habitación- dijo, con fastidio-. Y no me voy a pasar todo el año recogiendo TUS cosas, así que la próxima vez…

De repente reparó en el chico que estaba sentado en la otra cama y se interrumpió de golpe. No era así como le gustaba dar la primera impresión a la gente.

-Lo siento…- se disculpó-. No sabía que estabas… con alguien.

Rory, que no parecía nada disgustado porque su hermano hubiera entrado de esa forma, aprovechó la ocasión para presentárselo a su compañero de habitación.

-Bueno, me vienes de perlas- dijo alegremente-. Así os podéis conocer. Es mi compañero de habitación, se llama Raito- y luego, dirigiéndose al mencionado-. Este es mi hermano, Keith.

Spoiler:

Admito que al escucharle dejé escapar un bufido y me llevé deliberadamente la diestra a los labios. No me sorprendía nada escuchar esas razones viniendo de Rory pero no dejaba de ser gracioso que las admitiera tan abiertamente. Creo que en el fondo este sujeto me agrada, de seguro porque es todo lo contrario a mí... Para ser francos, odio a las personas que se me parecen. ¿Se imaginan a dos tipos como yo en la misma habitación? No, gracias.

– Hahaha, aunque no lo creas es lo mismo para mí... – dije más relajado, refiriéndome a que yo también elegí composición porque es lo que mejor se me da. Sé tocar violín, piano, guitarra y flauta, me daba de sobra para ser músico pero hoy en día la industria instrumental es muy competitiva. Los compositores de por sí siempre han sido de perfil más bajo y por lo mismo una vez obtienen trabajo se establecen con mayor facilidad... O al menos eso he escuchado.

Recapacitaba esto cuando alguien ingresó a nuestra habitación sin aviso, impidiendo que Rory comenzara su demostración. Me llevé una sorpresa bastante fuerte al notar que la persona en cuestión era idéntica a mi compañero de cuarto, encima ambos llevaban el mismo uniforme por lo que distinguirlos era casi imposible. Por suerte mi nuevo "amigo" llegó al rescate y me presentó ante el recién llegado, que no era nada más ni nada menos que su hermano gemelo.

Había olvidado ese elemento tan característico de Sombras Chinescas. Los gemelos Ryan... Me preguntaba por qué este de ahora no se encontraba en el salón esta mañana, ¿habrá adelantado uno o dos años? ¿O a lo mejor si estaba y no lo vi?

– Gusto en conocerte, Keith – respondí escueto al tiempo que me incorporaba de la cama y le extendía una mano, queriendo parecer más amigable de lo que realmente soy y muestro ser.

Keith se fijó mejor en el chico ahora que le tenía delante, y le miró de arriba abajo muy brevemente, de forma casi imperceptible, como solía hacer cuando conocía a alguien, sobre todo si era alguien con quien iba a tener que convivir. La mayoría de la gente no se daba cuenta cuando lo hacía, quizá sólo las personas tan perceptivas y desconfiadas como él eran capaces de hacerlo. Pero Keith no se había cruzado con muchas de esas en su vida.

-Lo mismo digo- dijo, estrechándole la mano, volviendo a disculparse-. Y siento haber entrado así tan de repente, espero no haberte molestado.

Keith sonreía y sonaba amable y simpático, pero no dejaba de escudriñar a Raito con la mirada, evaluándole con más detenimiento. Había algo en él que no le gustaba, pero no sabría decir el qué. En principio no parecía haber nada malo con él, parecía educado, amable, buen estudiante… (esto último lo había deducido por el discurso que dio en la apertura del curso). Quizá era ese el problema, que sólo lo parecía. Quizá el problema fuera que era igual que él mismo.
Keith no podía saber qué era lo que el chico ocultaba, pero sólo esperaba que Rory no tuviera problemas con él.