Deceptive (Shitori Priv.)

Para el príncipe del averno, resultaba divertido rondar por la tierra como si fuera su propio territorio, especialmente porque incluso si su creador sabía dónde estaba y lo que hacía, jamás intervenía de forma directa. Esa era una de las ventajas del rechazo y el destierro, quién abandona, después no tiene derecho a control. Por eso es que Lucifer jamás le cerraría las puertas a una pobre alma.
Por otro lado, ser parte de la elite de músicos de Merveilles tampoco significaba una tarea difícil o real esfuerzo para el lucero, quizás gracias a su naturaleza angelical o simplemente su talento innato, los asuntos relacionados a la música y el arte en general se le daban tan fácil como respirar. De igual manera, la distorsión y contaminación de los mismos con su ahora infernal esencia. Y eso era otro detalle divertido para el hombre que ahora disfrutaba de un cigarrillo en la terraza de la empresa. Sabía perfectamente que aquella ciudad era un punto de reunión para un sin fin de criaturas no humanas, y él era descarado al mostrar su naturaleza a los ojos no humanos. Muchos demonios ya habían contactado con él y mostrado sus respetos, otros iluminados habían sido lo suficientemente ilusos de desafiarlo sin conseguir más que algunos minutos de entretención/humillación, según el lado del que se juzgara.
Iba inhalando la cuarta calada cuando su momento de vicio se vio interrumpido por no tan grata compañía. No lo conocía, pero distinguía bien aquella aura que le resultaba repulsiva y familiar, tanto como para provocar una marcada arruga entre ceja y ceja.

Sus días seguían bastante monótonos dentro de lo que cabía: pasearse entre su taller diseñando y confeccionando trajes, encargándose de venderlos, realizar encargos de asesoría de imagen, visitar las instalaciones de Merveilles si se lo necesitaba para algo, repetir de nuevo.

Y aún no había nada que pudiera ayudarlo con Eliel...

Estaba comenzando a dar por perdido ese asunto. En el fondo sabía que para investigar sobre maldiciones o posesiones debía acudir a quienes menos deseaba acudir. Tarde o temprano debería armarse de valor si es que quería averiguar algo. De la corta última interacción que tuvieron sólo pudo obtener esa escueta información, ¿quién sabía si no estaba corriendo contrarreloj? Aún si así fuera, no se lo hubiera dicho...

¿Cuánto del Eliel que él recordaba seguía allí la última vez que se vieron? Apretó un poco los puños. Se estaba sintiendo sofocado, quizás debía salir a tomar un poco más de aire, pensó mientras sostenía con algo más de fuerza de la debida la copa de café de máquina que había comprado antes. No iba a conseguir nada hundiéndose en la rabia. Pasó una mano por su cabello al salir hacia la terraza.

Hasta el último de los vellos de su cuerpo se pusieron en punta. Reconocía ese tipo de presencia. Su nariz se arrugó en un acto inconsciente mientras volteaba su cabeza bruscamente hasta casi hacer crujir su cuello.

Un demonio. Y no uno cualquiera, ¿sería uno de alto rango? Afiló su mirada. Al parecer el otro se sentía igual de importunado por su presencia, pero no iba a darle en el gusto de marcharse.

—Qué agradable mañana pese a tanta contaminación –medio murmuró para sí y para el demonio de cabellos oscuros que fumaba no muy lejos de él, lanzándole una mirada furtiva mientras daba un sorbo a su café. No tenía intenciones de pelear, pero en cierta manera estaba en su instinto esa repulsión a los de su calaña, sumado a que tenía más de una razón personal para resentirlos.

Sarcasmo de regreso. Bueno, las hostilidades habían sido establecidas entonces.

–En efecto, Glass City es un lugar bastante grande y aún así henos aquí –después de todo, no era su primer encuentro con un inmortal en aquella ciudad, hasta ya comenzaba a sospechar que muchos en ese lugar eran criaturas enmascarando su verdadero ser.

Pft.

–Ése no existe... –le contestó con sorna. Poco o nulo aprecio tenía por quien fuera que estuviera allá arriba. Si acaso, además de su padre, él era el causante de todas las desgracias de su hermano, su madre y de él mismo.

No, nadie más.

Le dio otro sorbo a su café y se dejó caer en uno de los sillones junto a las pequeñas mesas de la terraza. Su odio era tanto hacia los de arriba que nunca hicieron nada por ellos, y los de abajo por causarlo... en más de una ocasión. A causa de un demonio que aparentemente le sedujo y se la llevó fue lo que causó su caída, un demonio fue lo que le arrebató al hermano que tanto quería. Y además ese odio instintivo entre sus razas cual gato y ratón, en verdad era algo inevitable.

–Bueno, al menos aparentemente compartimos un poco de resquemor en común hacia la misma persona.

Quizás... sólo quizás... ¿sabría algo?

Levantó las cejas ante su reacción. Bueno, sí, de seguro no todos los días veía en un ángel ese nivel de resentimiento hacia su creador.

—Aparentemente no, según los estándares... –dijo como si nada, dando otro sorbo, un tanto disociado de la situación– Supongo que en algo me habré salido de la línea para que me empujaran de allá arriba.

Aunque sabía que él no había hecho nada. La culpable de todo era su madre después de irse con un demonio cualquiera, prefiriéndole por sobre su carne y sangre, sucumbiendo a su debilidad y dejándose llevar por las zalamerías de un infernal... en más de un sentido.

Tch.

—Nada. Pero es precisamente eso, no hizo nada –su rabia estaba haciéndose cada vez más palpable en su aura y su rostro, arrugando su nariz casi al punto de enseñar los dientes.

Miró de reojo la cajetilla de cigarrillos, luego mirándole.

—Supongo que la última vez fue en los 1500 –la verdad nunca había fumado por necesidad o disfrute, casi siempre por imitación o segunda mano. Imposible olvidar a su antiguo amo que apenas y dejaba respirar entre una densa nube de tabaco e incienso.

Estuvo a punto de tomarlo hasta que su pregunta lo detuvo.

—Mi nombre terrenal es Sitri –dijo sin más, volteando a verle por primera vez a los ojos– Creo que es la segunda vez que me dicen eso en un año, dificulto... a menos que ese amigo se llame Eliel, sería muy difícil.

El sólo hecho de hablar de Elliot le ponía la boca amarga, un sinsabor, un resquemor que mezclaba la angustia y el dolor. Le conflictuaba sentir lástima o compasión por él después de lo que le hizo, pero sabiendo que aquello sólo fue influenciado por un demonio, saber que él en parte se sacrificó por él después que él lo salvara ese día en la cueva...

Ah. No era momento de bajar la guardia.

—Supongo es correcto también saber el suyo.