Black Dog (Priv)

Katherine podía escuchar esa voz, familiar pero distante. La profesora estaba viendo atentamente todo lo que hacía Lilith con su cuerpo, desde su aparente conocimiento de aquella bestia llamada Sagadalius y hasta como su sangre no solo la regeneraba a ella, sino otros... eso explicaba por qué su madre advirtió de evitar donar sangre.

- Cinco... Seis... Siete - Lilith siguió contando al unísono con el canino, observando como poco a poco se tranquilizaba debido a que a sangre estaba cumpliendo su cometido.

Al cerrar la herida ya no sería necesario verter sangre sobre él. Dejó de hacer presión con la mano y dejó que las heridas cicatrizaran.
Ella también se recostó a lado del can, ahora acariciando el hocico y arrullando a la oscura bestia, a veces dando unos tiernos besos sobre el pelaje, continuando su labor de serenarlo.

- Eres mi can favorito ¿Creíste que te iba a dejar solo, Sagadalius? - le susurró mientras lo seguía acariciando - Te extrañé

"Ocho... Nueve...." Continué, pero el dolor era ya tan solo un molesto hormigueo en mi rostro.

"Diez." Al finalizar la cuenta mi cuerpo ya había sanado por completo y no quedaba rastro de malestar. Aunque me sentía más despierto mi alrededor seguía siendo negro, pero incluso sin poder ver a la mujer que me había sanado algo en mí decía que era alguien en quien podía confiar.

"¿Qué pasó..? ¿Dónde estamos?" Pregunté casi como si estuviese murmurando en sueños.

La cola del animal se comenzó a mover más enérgicamente, poco a poco, su cabeza buscaba el contacto con la mujer, como si demandara más cariño como el más manso perro que pudiese existir.

"Sé que te conozco... Pero no recuerdo tu nombre... "

Pero más que su nombre, había una pregunta que resonaba continuamente con más fuerza en mi cabeza.

"¿Quién soy...?"

Estaba más tranquila sabiendo que ya no era la causa del dolor de Dante. Pero podía ver que ahora estaba más tranquilo y manso... eso le tranquilizaba.

- No lo sé... No se por qué estas en tierra de humanos - respondió siendo honesta con su falta de conocimiento. Solo un día le anunciaron que nadie sabía el paradero del tercer can que vigilaba el inframundo - Estaba aquí por otros asuntos cuando detecte tu presencia, estabas fuera de control y lastimado.

Al verlo ahora tan cariñoso no pudo evitar reírse, era todo lo contrario a hace unos momentos. Mecerecia unos mimos de parte de ella, sus manos dejaron de pasear solamente por su hocico, fue a cabeza, luego al cuello... y a veces le plantaba de nuevo unos besos.
Aunque tuvo que detenerse cuando le expresó que no la recordaba a ella... o a si mismo. ¿Que tanto había pasado en su desaparición?

- Soy Lilith, la primera mujer - le respondió - Tú eres Sagadalius, la tercera entidad que conforma a Cerbero.... Y mi favorito de los tres, pero no se lo digas a nadie - rió un poco, intentando mantener el humor ligero en ese momento, no quería alterar de nuevo al can.

Katherine aún observaba confundida toda esta calma y familiaridad, aún no se acostumbraba a lo sobrenatural y no quería hacerlo, pero tenía que conocer y aprender si quería evitar futuros incidente se como este.

Al oír el nombre de la mujer mi mente inmediatamente hiló los lazos hasta llegar a quien era, sin dudas, mi amo: Lucifer. Al oír el nombre de Cerberus, mi completa identidad, recordé a mis hermanos y también a mi mismo.

¿Dónde estaba Skýlos y Svarg?
¿Tierra de humanos? Lo último que podía recordar eran problemas por meter las narices en los asuntos de mi amo. Asuntos que no me correspondían en absoluto.

¿Fui castigado? Tenía la sensación de haber hecho enfadar al amo y señor del infierno, pero mi mente se negaba a darme recuerdos nítidos ¿Y porqué Lilith estaba ahí? ¿También había sido castigada? Poco a poco mi mente se comenzaba a aclarar. La sensación del velo oscuro que me envolvía se desvanecía lentamente, como si el efecto del somnífero bajo el cual había estado, ahora de a poco comenzara a abandonar mi cuerpo.

Poco a poco la energía del animal, que a simple vista se observaba como un vapor negro que emanaba de su cuerpo, comenzó a rodearlo mientras su tamaño parecía variar en la medida que más de ese vapor salía. Luego el mismo animal se volvió una masa negra y densa que cambió de forma a una más humanoide, pero con grandes cuernos a los lados de su cabeza, los ojos intensos y monocromáticamente contrastantes, el cabello negro, exactamente igual al pelaje del animal que hace solo unos instantes era, las orejas puntiagudas y un único pendiente en su oreja, el mismo que como Dante Rivelli siempre había lucido. El tatuaje en su mejilla izquierda también permanecía, no así los grilletes en sus pies y muñecas, pero estaban las marcas de haberlos cargado por mucho tiempo.

El muchacho descansaba vestido con un manto negro sobre las piernas desnudas de Lilith.

Lilith usó los labios de ese cuerpo ajeno para sonreír. Se mantuvo quieta e inmutada ante el humo que salía de la criatura, teniendo paciencia de aquella transición de animal a humano, o lo mas parecido que podría ser a la raza humana.
Katherine observó cosas que le eran familiares un pendiente... un tatuaje en el rostro.

"Dante.... ¡¿DANTE?!". La inglesa no sabía que hacer con esa información ¿Le tenía miedo? ¿Se sentía feliz o triste de verlo? "Quiero hablar con él"

- No es tu turno de hablar... - Susurró para si misma.

En ese momento su prioridad ahora era vigilar al Sagadalius, aunque realmente tenía curiosidad de saber como es que estos dos se conocieron aquí en la tierra. Pero no quería que el chico enfrentara demasiada información de golpe, debía mantenerlo sereno y concentrado antes de atacarlo con preguntas.

- ¿Estas mejor? - le cuestionó con suavidad, acariciando sus cabellos con ternura - ¿Recuerdas algo más?...¿O prefieres descansar antes de seguir?

"Creo que fui castigado..." Respondí con voz dudosa, dando luego un suspiro ligero, luego abrí los ojos lentamente notando que estábamos en medio de un bosque. Me incorporé lentamente y fijé mis ojos en los de ella, observando por primera vez de forma consciente, su rostro.

"Te ves diferente..." Comenté al contrastar la imagen de la mujer frente a mí con la que estaba en mis nebulosos recuerdos. Sin embargo compartía cierto parecido.

"¿Dónde están mis hermanos?" Acerqué una mano para acariciar ese rostro que como Spyro no me era familiar. Si los recuerdos de mis días en el inframundo eran difusos, ahora mismo los de Dante Rivelli parecían no existir.

"Lilith... No me dejes solo... " Después de la caricia en su rostro me di el permiso de rodear su cuerpo entre mis brazos. Era un abrazo necesitado. No tuve reservas en compartir la terrible sensación de vacío que me inundaba en aquellos momentos, como si esa sensación fuese energía sobrante de mi cuerpo que salía de cada uno de mis poros y la envolvía también a ella.

Lilith estaba en un estado de confusión similar al del can, pero era por su ignorancia en los asuntos del jefe y sus canes. ¿Pero que podría haber sido lo que causara el castigo? Tal vez él era el más arriesgado de los tres guardianes, pero no era un tonto para provocar al “señor del infierno”.

- Este cuerpo no es mío, es de una de mis hijas - dejó que le observara y ella lo podía sonreír. Había pasado mucho tiempo desde que el can se encontraba desaparecido que tampoco podía dejar de verle. - Te han estado buscando por un tiempo... se que están en este plano de existencia, pero no se en donde. - Dejó que le tocara, que conociera este cuerpo para que tuviera más mi confianza.

Había cosas que no sabía, pero que si tuviera el conocimiento se las contaría, Sagadalius no tenía que estar aquí según ella. Pero igual le había extrañado, convivir con él era divertido y apetecible, y sin él el inframundo no era igual.

- Ya no estás sólo... - también recibió y correspondió el abrazo, lleno de afecto comprensión. A pesar de que aún su cuerpo seguía en el infierno, su espíritu habitaba en cuerpo ajeno y reflejaba su sentir y pesar. - Me tienes a mi.

Katherine se sentía impotente, quería tomar de nuevo su cuerpo, pero era imposible.

El oír que mis hermanos me estaban buscando me sacó una pequeña sonrisa de los labios. Por alguna razón esas simples palabras terminaron de calmar mi ansiedad. Su abrazo se sintió cálido y cómplice, como siempre había sido. Aunque ese no era su cuerpo no había realmente diferencia con la Lilith que siempre había compartido conmigo en el inframundo.

Moví un poco la cabeza, sin deshacer el abrazo para dar una pequeña lamida en una de sus mejillas mientras mi cola, que aún conservaba, se seguía meneando de un lado a otro.

El silencio nos invadió un momento. Me alegraba que aunque no estuviese premeditado, nos lograramos encontrar.

"Gracias por curar mi herida..." Agregué y fui a dar otra lamida, esta vez en su mano, ahí donde se había abierto la piel para otorgarme de su sangre y solo entonces algunos flashbacks vinieron a mi mente. La herida que me habían hecho, una especie de lanza atravesando mi hocico, un sujeto con el cabello rojo que no era humano, tampoco demonio, el olor a sangre, a carne, a sexo. El hambre y el deseo. Mis cadenas rompiéndose.

Tuve que apartarme y tomar mi cabeza, volver a cerrar los ojos y tratar de disipar esas imagenes que me acosaban, como si quisieran hacerme recordar por la fuerza algo que no creía necesitar.

"Debo encontrar a mis hermanos antes de volver." Claro, si es que hay alguna forma para mi de volver al infierno...

Sentir como su cuerpo se relajaba y encajaba perfecto en sus brazos le hacía sentir mejor, saber que podía de alguna manera ayudarle en toda esta confusión que ambos estaban experimentando. Tal vez no tenían las respuestas pero esta era su manera de intervenir.

Este al lamer la mejilla no pudo evitar hacer reír a Lilith, que acarició su cabellera, pero sobre todo cerca de las orejas para que disfrutara más.

- Sigues igual - dejó que lamiera la mano, sabia que esa era su manera de expresar su afecto o devoción - Solo no lamas las piernas, a Katherine no le gustaría que la tocaran de más sin su permiso.

Si había algo que Lilith era respetuosa era sobre la autonomía y respeto al cuerpo del otro, a pesar de que aún no permitía que que su “hija” volviera a su cuerpo, no haría más de lo necesario con el cuerpo de ella. Pero aún tenía una duda que resolver.

- ¿Por que estabas herido?, ¿Tú comportamiento previo fue por la herida? - Más no pudo seguir haciendo preguntas, el chico se apartó de ella al parecer queriendo aplacar un dolor que ella desconocia - Si realmente fuiste castigado debes encontrar a Lucifer... está en este plano también, pero desconozco donde.

Ella lo suponía debido a la desaparición de los canes mayores y posteriormente a la de su dueño. Si no estaban en el Infierno, ¿donde podrían estar más que en las tierras humanas?

- Pero no puedes caminar así... alertarás tu presencia a otras entidades que no sean tus hermanos, eso es muy peligroso - replicó sin saber si había otra manera de ayudarlo desde su posición.

"Katherine?" Así que ese era el nombre de su descendiente. El aroma de su cuerpo me resultaba demasiado familiar, seguramente por portar la sangre de Lilith. Mi conciencia humana seguía bloqueada como para recordar lo bien que conocía ese cuerpo, pero había ruido en mi cabeza, su nombre se continuó repitiendo en mi mente como si aún hubiese una pieza faltante.

"Me hirió un sujeto que tampoco era humano... No recuerdo por qué." Bajé las manos de mi cabeza y volví a echarme sobre sus piernas. "No sé a que te refieres con mi comportamiento anterior..." Mi expresión volvía a ser de confusión. "Estaba rodeado de negro hasta que escuché tu voz y olí tu sangre. De pronto el negro a mi alrededor se esfumó y pude abrir los ojos y estabas ayudándome." Me giré en sus piernas para quedar boca arriba, apreciando sus pechos, su rostro y cabello y el oscuro cielo nocturno tras ella.

"Supongo que escapé del sujeto que me hirió... No lo sé."

Mi expresión cambió súbitamente al oír el nombre de mi amo. Era tragicómico, pues había cierto grado de espanto en mi rostro. "¿Qué diablos está haciendo aquí...?" Entendía que mis hermanos pudiesen estar buscándome, pero Lucifer? Definitivamente no me estaba buscando. Nuestro amo era capaz de saber perfectamente dónde estábamos.

Mi expresión de pánico aumentó al darme cuenta que entonces mi amo podía también saber que los grilletes (el sello que me ataba a esta tierra) se había roto.

"Estoy en problemas..." Murmuré entre dientes, y luego simplemente me acurruqué hacia el abdomen de Lilith en un obvio gesto de negación.

"No quiero ver al amo. Intercede por mí Lily~ "

- Al parecer no recuerdas mucho de tu estancia en este plano - esa fue su conclusión, debido a la confusión que poseía y la falta de detalles al hablar - Hiciste más que oler la sangre de Kath... ella estaba aquí “investigando”, te provocó intentando escapar pero casi le destrozas sus piernas con tus dientes. Debo decir que si dolió - añadió debido a que fue en ese momento cuando la posesionó.

Yo intenté asumir que su ausencia en el infierno era por que lo buscaba, aunque asumir un motivo oculto a su visita a la Tierra era justificable. Incluso yo lo imaginaba pero decirlo era otra historia.
Lilith aceptó de nuevo la cercania de Sagadalius, entendía por que tendría miedo. Según él, estaba aquí como castigo, pero ignoraba por qué. Más ella no imaginaba una manera de interceder.

- No se como... Quiero ayudarte pero... esto es asunto de ustedes - y si se involucraba, no quería imaginar que represalias tendría por meterse en los asuntos de Lucifer

Pasada la media noche su cuerpo solo se encontraba cubierto por la roja y ostentosa bata de baño, su cabello azabache humedecido por la reciente ducha que había tomado, caía libremente sobre su rostro y hombros mientras disfrutaba del exquisito vino que había adquirido hace un par de días. Su sabor no se comparaba con el de las pecaminosas almas de las que de vez en cuando se solía alimentar en el inframundo, pero el licor resultaba un placer humano bastante agradable, así como las drogas o el sexo, sin embargo, habían más cosas de ese mundo que le fascinaban.
En una de sus manos descansaba la copa rebosante en el elixir de uvas, en la otra sostenía el control de la enorme pantalla de televisión que se posaba soberana en medio de su sala, mostrando en el noticiario los artistas más populares y los eventos más esperados de la ciudad, así como los sucesos más terribles y violentos que ocurrían al rededor del globo. Qué curioso resultaba aquel mundo, no tan diferente al que era su hogar. Qué fascinante resultaba la estupidez humana.
Lucifer, ahora llamado Drayden Köhler, disfrutaba de su éxito en el mundo de la música y derrochaba el dinero como si no tuviese que pensar en el futuro. Y no, no tenía que hacerlo. En el mundo humano él era lo más parecido a un dios que pudiese existir, por irónico que sonara, pero el lucero no era idiota y aunque podía, no se molestaría en volverse el Rey de Glass City ni de ninguna otra ciudad, no tenía por qué molestarse con eso cuando ahora mismo su nombre, reputación y posición resultaba absurdamente preferencial para sus intereses. Intereses que no eran más que divertirse a costa del sufrimiento ajeno, como mandaba su naturaleza, como siempre había sido.
Sus adorables cachorros, desesperados, buscaban rastros de su hermano perdido y aún cuando sabía que no eran tan tontos como para creer que él, amo y señor, no tendría idea de su paradero, era hasta tierno ver como ninguna de las dos bestias había intentado obtener esa valiosa información de él. Estaba conforme al probar que el alfa y el beta eran, por mucho, más inteligentes que el omega del cerberos.
No era que tuviese algo en particular contra él, sencillamente no le agradaba la desobediencia y el entrometimiento innecesario. Se había aprovechado de la situación para dar ejemplo hacia sus hermanos, pero bien sabía él el exacto lugar y estado en el que se encontraba Sagadalius. –Vaya... No creí que se rompería tan pronto... – Murmuró alzando la copa, moviendo su contenido antes de soltar un suspiro y en un arranque particular de ira, quebrar el cristal en su mano. No podía evitar la molestia, sus planes se veían interrumpidos por el inesperado despertar del canino que se había convertido en la excusa perfecta para rondar las tierras humanas. Aunque no necesitaba una excusa real, no era bien visto que él mostrara interés en el mundo humano, la gran creación del sujeto ese. –Qué se le va a hacer. Tendremos que crear un nuevo juego. – Concluyó abriendo su mano sangrante, después de todo ese cuerpo era muy semenjante a uno humano y las sensaciones que "Drayden" podía experimentar eran muy diferentes a las que como "Lucifer" podía. Se puso de pie dejando atrás la televisión y el vino, también la bata. Se dio el tiempo para vestirse como una persona normal, como si no tuviera la capacidad de hacerlo de otro modo. De pies a cabeza envuelto en negro. Pantalones ajustados, una camisa a medio abrochar y un abrigo largo con cuello felpudo, zapatos de cuero y una cola baja ordenando sus cabellos.
En un parpadeo el cuerpo de Drayden fue envuelto en enormes llamaradas negras, las mismas que se hicieron presente en medio del bosque junto a su risa característica, algo sensual y sarcástica. –¿Qué clase de perro no ansia ver a su amo, Sagadalius? – Las llamas se disiparon dejando ver aquel cuerpo, tan diferente a lo que normalmente era en el infierno. Llevaba las manos guardadas en los bolsillos del abrigo y la camisa abierta tres botones del cuello hacia abajo, los zapatos impecables y el cabello ahora completamente seco, pero lo más característico de él, en ese cuerpo, eran sus ojos, ahora dorados e intensos, un claro reflejo de su mal humor. –Estás eligiendo consentir al cachorro mal portado Lilith. Ten cuidado. – Fue su saludo hacia la mujer, a la cual también había sentido desde el momento que había tomado posesión de ese cuerpo.

No pude evitar sentirme mal ante el alcance que hacia Lilith sobre mi conducta anterior y es que aunque no lo recordara, no ponía en duda que yo era perfectamente capaz de hacer algo así cuando mi instinto ganaba por sobre mi cordura. Incluso, si prestaba más atención, al repasar los rincones de mi boca con mi lengua podía percibir todavía algunos rastros de sangre que muy probablemente le pertenecieran a ese cuerpo.

"Mhh..." Me quejé en un gruñido perruno, enterrando más el rostro en su vientre mientras movía la cola sumisamente. Iba a disculparme, pero justo en ese momento sentí una presencia conocida que me hizo poner los pelos de punta.

Lucifer...

No me quise voltear, pero cuando escuché sus pasos, su risa y su voz recriminando mis palabras, no tuve opción.

"Errr.... Era broma." Fue mi mala excusa mientras me levantaba. Me giré despacito, y aunque mi postura era sumisa no podía evitar mirarlo con una mezcla de resentimiento y temor.

Podría preguntar qué clase de amo abandona a su perro por quién sabe cuánto tiempo en otra dimensión, pero si lo hacía estaba seguro que este sujeto sería capaz de enterrarme por otros tantos años en lo más profundo del aberno.

Estaba consolando al can sin saber que más decirle ante su situación, pero al escuchar esa voz, al sentir aquella presencia... tuvo que cerrar los ojos y cubrir los oídos con las manos.

“Katherine, tendré que dejarte incomunicada... Tu cuerpo estará bien”

Antes de dejarla responder, Lilith tomó posesion total sobre el cuerpo de la inglesa. Ahora no podría saber que sucedía con ninguno de sus sentidos, ni estar consciente de lo que sucedía.
Había cosas que no iba a permitir que sus hijas supieran de su vida en el infierno.

- ¿te sirve de consuelo saber que le dolió ser curado?

Se irguió para poder tener frente a frente al mismísimo Lucifer, o al menos la figura que optó por tomar. Él podría observar el cuerpo desnudo de su hija, que no distaba mucho de ella.

- No es por cuestionar tus decisiones pero... - respondió con confianza y con una postura tranquila - ¿de que sirve un castigo cuando Sagadalius no recuerda ni la pena que está pagando o la razón?

Como siempre los cachorros algo tenían para decir, Sagadalius no parecía ser la excepción, pero sabía perfectamente que aquello no era ni una décima parte de lo que realmente quería expresar. Y no podía sino sentir regocijo al notar lo asumido que tenían su lugar. Sin importar lo mucho que quisieran contradecirlo, la mayor parte del tiempo los canes resultaban ser prudentes y astutos, aunque esa mirada ahora dijera más que cualquier improperio, su lengua no soltaría ni una palabra de rebeldía o desobediencia.
Lilith se puso de pie frente a él sin tapujos, regalándo a la vista un cuerpo voluptuoso, sensual y hermoso para el criterio de cualquier hombre promedio, pero para él no resultaba más que carne, huesos y cuero.
-Querida ¿Desde cuando los perros necesitan comprender razones?- Cuestionó mientras continuaba avanzando a paso firme, pasando del can y frenando su andar frente a la mujer, a quien dedicó una sonrisa encantadora y seductora.- Aunque estoy seguro que incluso siendo el menor de los tres, este todavía cuenta con la inteligencia suficiente como para entender que si lo he castigado, ha sido porque merecido lo tenía.- Tras alzar con delicadeza su mentón, el lucer caído depositó un beso justo en la comisura de sus labios y casi sin apartarse agregó.-No te metas en mis asuntos Lilith.- Su voz fue fría, tanto o más que su mirada dorada, que advertía sin piedad que incluso siendo ella, él no permitiría su intromisión.
Soltó su rostro y dirigió una mirada de superioridad hacia el canino. No era que el chico hubiese hecho en verdad algo tan malo, sino simplemente algo que no debía haber hecho y ahora lo hacía pagar por ello y lo había vuelto su excusa para rondar ese mundo y acabar con la monotonía en el infierno. Eran sus pequeñas vacaciones.
Giró su cuerpo hacia el muchacho con una de sus manos aún dentro de su bolsillo. Su mano libre alcanzó su cabeza, acariciando los cabellos negros como la misma noche. -Sagadalius ¿Has aprendido tu lección? - Preguntó con una voz evidentemente más suave.