Black Dog (Priv)

Negro… Eso es todo lo que puedo identificar a mi alrededor.

¿Estoy durmiendo? ¿Estoy consciente? ¿Donde diablos estoy? Es como si una gruesa tela cubriera mis ojos o como si la misma noche me hubiese tragado en un cuarto donde no hay ningún vértice ni ranura que deje pasar la luz. ¿Qué hago aquí? Me pregunto a ratos. Una parte de mi tal vez pueda dar con la respuesta, pero ahora mismo mi cabeza da vueltas y siento como si mi cuerpo pesara toneladas cuando en verdad se supone que son solo algunos kilos.

Duele…

Sí, me duele, pero si me preguntaran qué cosa, no sabría responder. Me arde el cuerpo, la boca y la mente, la presión en mi pecho es tan grande que es difícil respirar. Cuando intento mirar ahí, donde más duele, no logro ver nada más que del mismo negro de mi alrededor.

¿Qué pasó?

Tengo la sensación de haber herido a alguien. También tengo la intuición de haber escapado de algo ¿O fue de alguien? Hay un sonido recurrente en mi cabeza y una palabra que no he podido borrar.

“Borrar…”

¿A quién quería borrar? ¿Qué iba a ser borrado? No logro recordarlo.
¿Desde cuándo la oscuridad, lejos de asustarme, me da esta sensación de estar protegido por un manto que me acuna con el cariño que jamás obtuve de ningún ser humano?

Desde siempre, podría decir.

Lo recuerdo, cuando era niño me encantaba dormirme en las esquinas empolvadas de esas viejas construcciones abandonadas, llenas de fecas de ratas y perros vagos que acompañaban a un pequeño grupo de niños sin hogar. La sensación de tener un rincón que me perteneciera, donde no me importaba morir era, sin dudas, uno de los pocos y más peculiares privilegios que un huérfano puede tener. Pero ahora no hay nada de eso, siento que falta algo importante. Quiero saber qué es este vacío que me envuelve y a la vez me carcome desde mis entrañas.

Si intento concentrarme, puedo vislumbrar el recuerdo de una iluminada ciudad. La conozco, he vivido por un buen tiempo ahí. Recuerdo los bares, recuerdo mi cama y los caprichos de mi cuerpo así como un hambre insaciable de permanecer vivo, de mantener mi vida ahí. Luego dos aromas potentes me inundan la nariz. Puedo reconocerlos, son familiares, mas no distingo a quienes pertenecen.

¿Ska...? ¿Ran ran...?

No....

Y mientras intento discernir, mientras más intento pensar, mi mente se opone a mis intenciones, decide comenzar a apagarse, desvaneciéndose en esa misma cómoda oscuridad.

...

El enorme animal negro, ahora escondido en el bosque, salvaje e incoherente, atenta contra todo lo que hay a su paso. Se retuerce desesperado, desorientado y consumido por una angustia instintiva.Ya casi no hay rastro humano, aunque en verdad nunca hubo algo así. El sello se ha roto y ha dejado a la deriva el alma de un demonio herido que clama por dos pedazos de si mismo que no recuerda, no hay noción del tiempo, todo se mezcla con los vagos aromas que en el mundo humano ha conocido y del que ya no parece formar parte.

Spyro o Dante, el nombre da igual, es el lado consciente de toda esa energía y es él quien ahora duerme en las profundidades de su propia mente, en lo más profundo del perro negro.

- Tengo que averiguar que me sucede...

Semanas fuera del hospital, y estaba recuperada de mi salud física. Pero mentalmente seguía destrozada.
La verdad sobre mi ancestría, mi naturaleza, mis emociones... era demasiado para mi.
Desde mi incidente con Julius he sentido una gran paranoia y dudas nuevas se generaron en mi mente. ¿Me estaba vigilando Lilith todo el tiempo? ¿Que tipo de influencias tenía debido a mi sangre? ¿Por qué me dolía la cabeza cuando escuchaba música sacra o cantos gregorianos?... ¿Realmente podía morir cuando quisiera?

Escapé de la ciudad en un carro rentado y me acerqué al área boscosa mientras dejaba la música religiosa correr, me seguía doliendo la cabeza pero me sentía de alguna manera me protegía de lo que sea que escapaba. Me adentré lo mas que pude en el vehículo y me detuve a mirar mi entorno. Creía encontrar el área perfecta donde podría poner a prueba mis dudas.

Apagué la música y el dolor de cabeza empezó a desvanecerse poco a poco. Me bajé y saqué el pequeño taburete y una cuerda.
Caminé unos metros y luego noté que no tenía la cuerda en mis manos. Regresé y emprendí camino... para que se repitiera de nuevo el incidente.

- Laudate Dominum... omnes gentes - Empecé a cantar aquel canto cristiano que aprendí y practique durante casi toda mi vida joven cuando iba a la iglesia - Laudate eum, omnes populi~

Seguí cantando para volver al carro y tomar la cuerda. Caminé y canté solemnemente y me di cuenta que aun tenía la cuerda en mis manos y que los dolores de cabeza volvieron. No me detuve hasta que me encontré adentrada en el bosque, lejos de cualquier camino, del carro rentado, y de la gente.
Realicé el nudo y acomodé la cuerda en una rama alta... y dejé de cantar.

- Mi sangre no me puede salvar de la asfixia - Era una conclusión a la que llegué después de teorizar y observar como mi cuerpo se regeneraba de las heridas que obtuve del accidente.

Cuando iba a intentar ahorcarme mi cuerpo se heló. Pero no era por miedo... era igual que aquella vez con Julius.

- Eres mas inteligente de lo que pensé - en frente de mi estaba Lilith, como aquella vez que la vi en mi coma. Desnuda, y con los cabellos cayendo hasta el suelo.
- Entonces si me has estado observando - al caminar hacia ella me di cuenta que estaba traslúcida. ¿Estaba realmente aquí conmigo?
- Efectivamente... Vuelve a tu casa y desiste de morir.

¿De que estaba hablando? Había tantas cosas que quería preguntarle pero el bosque se llenaba de sonidos estruendosos y guturales. Volteé a ver por todos lados y por lo lejos observe una mancha negra moviendose erráticamente en el horizonte.

"¡¿Pero que mierda es eso?!" El pánico me permitió moverme de nuevo. Corrí en dirección contraria a lo que sea que se aproximaba y me oculté en una zanja, debajo de un árbol.
No podía regresar a tiempo al carro y lo único que podía hacer era esconderme y esperar que mi suerte no empeorara.

El suelo retumbaba a cada paso que daba la criatura, me tuve que tapar la boca para ocultar el pánico que sentía. ¿Por que todo me tenía que pasar?
Los sonidos que generaba helaban mi sangre e incluso no era capaz de seguir manteniendo mi mente fría, estaba siendo presa del pánico. Pero no podía hacer nada, era una simple humana a final de cuentas, mi factor regenerativo no me serviría de nada.

“Déjame ayudarte” Escuche la voz de Lilith de nuevo, burlona y confiada.

¿Y cederle mi cuerpo de nuevo? Realmente quería salir de aquí, pero estaría cediendo ante ella, su influencia me podría seguir envolviendo si yo le permitía.
No sabia si era una criatura simplemente sobrenatural o tenía contactos con el inframundo. Pero tenía que salir iré de esto por mi cuenta. Tal vez la misma técnica que empleé me podría servir para mantenerlo alejado de mi... o tal vez detestaría la música y se abalanzaría sobre mi... o podría incluso calmarlo.
No lo sabría hasta que lo intentara.

- Ave.... Ave Verum corpus~ - intenté que mi voz no temblara mientras entonaba este himno que aprendí hace tiempo - ... de Maria Virgine...

Salí de la zanja aún temblorosa, teniendo por primera vez contacto visual con la criatura. Seguí cantando y elevé mi voz para callar sus aullidos.

Las orejas de la bestia captaron de inmediato la voz de la mujer, pero la conciencia dentro de él no identificó el timbre de voz, ese que más de una vez había gemido contra su oído.

El animal detuvo en seco su andar, pero cambió su postura a una defensiva, comenzando a gruñir en su dirección. Al no callarse la bestia cambió su postura a una más agresiva, acechándola. En un momento incuso pareció estar a punto de saltar, de atacar.

Aquella melodía era molesta, muy molesta y la paciencia del can era demasiado poca en esos momentos como para ser prudente o siquiera considerado con la mujer. El canto sacro era una amenaza, pero no era suficiente como para controlar a un demonio de ese calibre, solo conseguía molestarlo y la reacción no era muy diferente a la de un perro agresivo siendo intimidado.

Algunos ladridos guturales hicieron eco en medio del bosque, incluso las aves que dormian en los árboles escaparon por el grave y potente sonido. Era una advertencia, la única. Si seguía no dudaría en abalanzarse en su contra, dispuesto a quitarla de su camino como otro más de los obstáculos dentro del bosque.

Mi voz tembló al escuchar sus gruñidos. No estaba segura si funcionó o no mi canto sacro contra él ¿Podía escapar? Por un momento pensé que sería posible hasta que su cuerpo reveló una faceta aún mas agresiva, como si no pudiera serlo más. Parecía un perro de pelea cualquiera.

Pero aquellos ladridos me hicieron callar totalmente. ¿Me estaba dejando vivir? ¿O estaba anunciándome que sería su cena? ¿O notificaba a otros donde se encontraba?.

Me aleje poco a poco hasta que se me empezaron a acabar las ideas. Esa criatura ya sabía de mi existencia y yo no podía ganarle en una carrera de aquí a el carro rentado.
¿Acaso podía olerme desde su dirección? ¿Sabía que yo era diferente a los humanos comunes con aquella sangre que me hacía escapar de la muerte?
Si sabía lo que era... ya me habría devorado, ¿no?

Empecé a pensar de "eso" como si fuera un toro, que quería estar tranquilo y no involucrarse. ¿Y si esa criatura era inteligente?. Fuera de aquellas marcas y lo que goteaba, no podía averiguar más de la bestia.

- L-lo siento - intenté hablar a la criatura mientras me arrodillaba y evitaba mirarle.

Oí la voz de Lilith como un susurro, pidiéndome que le otorgara mi cuerpo como aquella vez. Y empecé a pensar en "Laudate Dominum" de nuevo.
No quería escucharla, no podía confiar en ella ahora que sabía que estaba impidiendo mi muerte. ¿Y si ese monstruo podía matarme? ¿Sería algo rápido o mi sangre lo haría de manera lenta?. No sabía si ella podría posesionarme de nuevo a la fuerza, o podía invocar a lacayos a que me protegieran.

- ¿Puedes entenderme?... Tumba aquel árbol si puedes hacerlo - mi diestra señaló el que tendría más cerca a mi.

No sabía aun si la suerte estaba a favor o en contra mío, pero prefería correr el riesgo con el monstruo que con Lilith.

Al oírlo ladrar y verle avanzar a mi fueron motivos suficientes para salir corriendo en busca de refugio y seguridad. Pero no sirvió para nada.

- ¡¡¡AAAAAAAHHHHH!!! - Mis piernas quebraron ante aquella fuerza bestial. Mi muerte no sería rápida e indolora.

Pude sentir como mi sangre escurría y al mismo tiempo como los huesos y músculos buscaron unirse para ser de nuevo piernas. Tenía miedo, era abrumador y desconsolador que empecé a chillar del dolor que me invadía.

"¿Ya puedo intervenir?"

- ¡¡CALLATE LILITH!! - grité con aun mas fuerza mientras intentaba que una de mis manos buscara la herida del hocico e infligirle el mayor dolor posible para que me soltara la criatura.

Pude ver como mi sangre corría por su hocico y sobre todo como se deslizaba por la herida que buscaba. Parecía que mi sangre entraba en la misma ¿Le curaría? Eso no me ayudaría en nada.
Me encontraba sin salida y lastimada.

- ¡¡LILITH!! ¡AYUDAME! - Grité mientras me ahogaba en mis propias lagrimas.

Y pasó lo mismo. Deje de sentir dolor y control sobre mi cuerpo, para de nuevo tomar el papel de espectadora y ver como de nuevo Lilith tenía que salvarme de mis problemas.

- Maldito perro, mira lo que le hiciste a mi hija - los ojos dejaron de ser chocolate, sino unos violetas vibrantes. Estos ya no reflejaban miedo, sino molestia - ¿¡Acaso no les dije a todos ustedes que no deben de lastimar a mi sangre?!

La mano se encajó a la herida del hocico del monstruo para hacerlo aullar de dolor, los dientes expuestos denotaban el sadismo de aquel ser que posesionaba a Katherine.

Lilith aun podía sentir el dolor del cuerpo de Katherine, pero como era solo una posesión, realmente no podía afectarla del todo. El cuerpo de la inglesa cayó de manera bruta, su ropa se encontraba sucia de sangre y rasgada.
La primera mujer empezó a retirarse aquellas telas hasta quedar desnuda y eso le permitió ver como el cuerpo se regenera. Un espectáculo macabro y perverso de carne y sangre.

Una pierna logró estar al menos entera y no dudo en pararse, para empezar a caminar lentamente, cojeando, en dirección a aquel oscuro canino.

- Sagadalius - la voz de Lilith, sus gestos faciales se volvieron gentiles y suaves - Estoy contigo, calma - No estaba segura si podía entenderle, pero su tono de voz tenía que revelar que ella no sería una amenaza para él. - Shhh, shhhh~

Al momento de llegar a él la otra pierna estaba regenerada.

Lilith tomó una piedra y luego apoyó la mano contra un árbol. Suspiró con fuerza y empezó a lastimarse una y otra vez. hasta que empezó a salir sangre de ella. Ella pudo controlar la velocidad de regeneración, dejando que esta misma brotara de la palma de su mano.

- Ven, ven conmigo - tiro la piedra para acariciar el pelaje del perro - Te quiero ayudar... déjame verte - su voz era serena y cautivadora, ideal para encantar a hombres y bestias.

El canino estaba prestándole atención, eso ya era un avance.

- No estas solo - le reafirmó Lilith, negándose a dar un paso atrás ahora que tenía a Sagadalius frente ella. No importaba si no le entendía, mientras supiera el perro que ella estaba cerca, lo demás era secundario

Ahora que estaba más sumiso y bajó a su altura, la mano aún sana de Katherine pasaba sobre el pelaje, hasta llegar a su hocico, aún sin tocar la herida.

- ¿En que pleito te metiste? - se preguntó a su misma mientras inspeccionaba la herida. - Sagadalius. No se si me entiendas pero escúchame... Voy a utilizar la sangre para que sane tu herida - hizo una pausa intentando sonar determinada pero considerada - Te dolerá, es sangre sacra... pero te curará. - le plantó un beso sobre el pelaje para tranquilizarlo un poco.

Dejo la mano intacta en el hocico, lista para tener que ejercer fuerza bruta si Sagadalius volvía descontrolarse y fuerza necesario dominarlo.
Lilith hizo presión en su mano herida para que saliera más sangre, está caía sobre la herida y la sustancia negra que brotaba probablemente se alejaría de ella debido a las diferentes naturalezas. Esa misma sangre luego entraría y empezaría un proceso de regeneración aún más doloroso que lo que podría sentir Katherine.

Sagadalius entendió a medias lo que Lilith le decía. Al menos sabía que ella estaba intentando ayudarlo por lo que se mantuvo sumiso, pero su cola negra comenzó a moverse entre sus patas de manera ansiosa.

Pareció relajarse ante el beso que la mujer le otorgó, sin embargo, en el momento en que la sangre hizo contacto el animal dio otro chillido de dolor, moviéndose de forma violenta, siendo retenido por la otra mano de la mujer.

Si hubiese sido un enemigo, el animal no hubiese dudado en atacar de nuevo con sus fauces, pero al haber comprendido que era uno de los suyos lo único que el gran perro negro pudo hacer fue retorcerse en aullidos que le pondrían los pelos de punta a cualquiera.

"¡DUELE!"

La voz de Spyro (Dante) resonó sin que el perro hubiese hablado, era una conexión directa entre las conciencias presentes. Aparentemente gracias al dolor la parte racional de la bestia había vuelto a despertar aunque tanto o más desorientado que él.

"¡Duele maldición!"

Tuvo que ejercer una gran fuerza para poder detener a Sagadalius, que expresaba de manera abierta su dolor, a través de aullidos estridentes que resonaban por todo el bosque. Lilith lamentaba ser la que infringía dolor pero no tenía otra manera de ayudarlo.

“Esa voz...” Katherine aún estaba siendo observadora de este espectáculo, aún sin entender todo lo que sucedían allí.

- Resiste... Resiste - la voz suave de Lilith intentaba aplacar el dolor y la confusión de Sagadalius - Se que duele, pero estás herido. - Ella no esperaba que lidiando con su descendiente se vería involucrada en esto, y no podía dejar sólo a unos de los canes por la Tierra - Sagadalius... Cuenta hasta 10 conmigo, y dejaré de ponerte la sangre, dejará de doler...

Lilith siguió haciendo presión en su mano para que siguieran cayendo la sangre poco a poco, y empezó a contar. El motivo de decir los números era para intentar traer con ella la consciencia del can a flote, y que dejara de ser tan bestial e indomable.

Abrí mis ojos de nuevo, pero a mi alrededor seguía habiendo sólo negro, pero ya no había silencio. Una voz familiar me calmaba, me llamaba.

Sagadalius....

¿Ese era mi nombre?

El aroma que captaba mi nariz era el de mi sangre y la de alguien más, era el aroma de un cuerpo conocido.

¿Como se llamaba?

"Uno... Dos..." Comencé a contar junto a esa voz, siendo obediente, tolerante al dolor punzante de mi carne. "Tres... Cuatro..." Mi voz temblaba un poco y mi respiración agitada, poco a poco comenzaba a calmarse, así también el dolor.

La bestia se terminó recostando. Apoyando la cabeza en el suelo, calmando su respiración y agresividad como si realmente Lilith le hubiese puesto bajo alguna especie de hechizo. Cerró los ojos un momento y dio un suspiro antes de comenzar a mover la cola, suave, pero amistosamente.