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Rostros [Priv. Sadie]
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Rostros [Priv. Sadie]
Una ciudad es un espacio físico determinado, administrado acorde a leyes y políticas definidas, formado por estructuras de diversa manufactura y con una cierta cantidad de habitantes mínima. En ella se puede encontrar servicios básicos para la población así como también servicios secundarios, industria cultural y lugares de ocio. Las ciudades también son espacios peligrosos en sus periferias o por las noches, la centralización del poder en función a la riqueza suele generar barrios más pobres que, además, gozan de menor protección estatal y por tanto se vuelven lugares ideales para la operación de grupos violentos y marginalizados. La oscuridad, además, permite a estos grupos poder desplazarse a sus anchas ante las ciertas dificultades prácticas que genera en las fuerzas "del orden" el mantener la vigilancia durante las horas de ausencia solar.
Pero no sólo en el amparo de la noche actúan los grupos delictuales, las personas malvadas. En una ciudad con tanta industria cultural como aquella, donde todos sueñan con alcanzar el éxito en el mundo del espectáculo ¿Cómo iba a mantenerse alejado el crimen organizado? Corporaciones, discográficas, estudios, fotógrafos, productores y un sin fin de otras profesiones, agrupaciones y cargos se movían a plena luz del sol, jugando con los sueños y esperanzas de sus víctimas, sacando provecho de sus talentos como un parásito, fagocitándoles hasta que llegaba el momento de poder deshacerse de ellos, desecharles y pasar a la siguiente víctima. El rastro de cadáveres que se encontraba bajo los cimientos de esa ciudad seguramente era tan alto como sus rascacielos.
Katya pensaba en esto mientras comprobaba el lente de su cámara enfocando y desenfocando la taza de té con pimienta que tenía frente a sí. Su cabello oscuro caía suelto sobre sus hombros y espalda, mezclándose con sus ropas de igual tonalidad y dándole a su níveo rostro, en ese momento acariciado por el vapor del té, el aspecto de una aparición féerica en medio de la urbe. Cuando por fin estuvo satisfecha con el funcionamiento del lente levantó la mirada y buscó a sus protagonistas de aquel día.
Desde su rincón, sentada cual silente pieza de ajedrez, observó a su alrededor.
Una, dos, tres y cuatro. Cuatro parejas se encontraban aquel día en el café que solía visitar los martes, conocía a una de ellas desde la primera vez que había venido, las escolares, las otras tres eran nuevas. Había un par más de clientes pero sólo esas cuatro parejas llamaban su atención, las escolares eran las más jóvenes y melosas, otra de las parejas parecía cansada y las otras dos tenían toda la apariencia de estar recién comenzando.
Enfocó a sus musas con uniforme colegial y tomó una foto de ambas sonriendo.
Pero no sólo en el amparo de la noche actúan los grupos delictuales, las personas malvadas. En una ciudad con tanta industria cultural como aquella, donde todos sueñan con alcanzar el éxito en el mundo del espectáculo ¿Cómo iba a mantenerse alejado el crimen organizado? Corporaciones, discográficas, estudios, fotógrafos, productores y un sin fin de otras profesiones, agrupaciones y cargos se movían a plena luz del sol, jugando con los sueños y esperanzas de sus víctimas, sacando provecho de sus talentos como un parásito, fagocitándoles hasta que llegaba el momento de poder deshacerse de ellos, desecharles y pasar a la siguiente víctima. El rastro de cadáveres que se encontraba bajo los cimientos de esa ciudad seguramente era tan alto como sus rascacielos.
Katya pensaba en esto mientras comprobaba el lente de su cámara enfocando y desenfocando la taza de té con pimienta que tenía frente a sí. Su cabello oscuro caía suelto sobre sus hombros y espalda, mezclándose con sus ropas de igual tonalidad y dándole a su níveo rostro, en ese momento acariciado por el vapor del té, el aspecto de una aparición féerica en medio de la urbe. Cuando por fin estuvo satisfecha con el funcionamiento del lente levantó la mirada y buscó a sus protagonistas de aquel día.
Desde su rincón, sentada cual silente pieza de ajedrez, observó a su alrededor.
Una, dos, tres y cuatro. Cuatro parejas se encontraban aquel día en el café que solía visitar los martes, conocía a una de ellas desde la primera vez que había venido, las escolares, las otras tres eran nuevas. Había un par más de clientes pero sólo esas cuatro parejas llamaban su atención, las escolares eran las más jóvenes y melosas, otra de las parejas parecía cansada y las otras dos tenían toda la apariencia de estar recién comenzando.
Enfocó a sus musas con uniforme colegial y tomó una foto de ambas sonriendo.
Katya Ciemność- Ocupación : Ciudadano
Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 05/09/2017
Re: Rostros [Priv. Sadie]
Cada mañana en la Editorial Magnolia se respiraba un ambiente similar. Esa sutil esencia a tabaco y café, fieles compañeros del estrés y de la falta de sueño. Pasos por aquí y por allá revoloteaban por los pasillos, haciendo resonar las baldosas con su insistencia y acelero. También era habitual escuchar el murmullo de los periodistas comentar entre ellos o quejarse de sus respectivos jefes, asimismo, había cubículos donde solo se podía oír el teclear de los ordenadores al escribir.
Sadie era, por lejos, una de las personalidades más excéntricas de toda Magnolia. Esa mañana entró a su sección dando un fuerte portazo y acompañándose de un grito que no conseguiría alterar a nadie, netamente porque todos sus colegas estaban acostumbrados a cuán escandalosa y entusiasta podía ser.
— ¡¿Por qué están tan calmados?! ¡¿Acaso no se han enterado?! — Quiso saber entre chillidos, ganándose la atención de los atareados presentes. Aquella se trataba de la exclusiva más polémica y fresca del momento, ¿cómo no iba a estar emocionada? — Un amigo me llamó para contarme que vio a Ren Jinguji con una chica en pleno centro comercial. ¡Claramente es una cita! ¡Debemos ir y cubrirlo todo! — Los empleados intercambiaron miradas, nerviosos. Sadie era la única que enloquecía con ese tipo de chismes: los demás, en su mayoría, solo estaban ahí porque tenían que comer. — ¿No me escucharon? ¡Necesito un fotógrafo ahora, ahora, ahora! — Insistió, caminando de un lado a otro como una perfecta cría, recorriendo la oficina a paso firme con sus zapatos taco-aguja.
Todos los trabajadores dejaron su hacer y le quedaron viendo, deseando no ser escogidos por una jefa de redacción tan hambrienta como ella. Una hermosa mujer, colega suya, dejó escapar un tedioso suspiro al oír todo ese teatro. Nadie en toda la editorial era capaz de calmar a Sadie una vez se había obsesionado con una jugosa primicia, ni siquiera los jefes. La mayor se le acercó y le susurró cierta información al oído, cosa que alteró aún más a la joven editora.
— ¡¿Myers no está?! ¡¿Y para qué le estamos pagando?! — Bramó con indignación, sin poder creer que una noticia tan valiosa se le fuera a escapar por la incompetencia de su fotógrafo principal. — ¡Bien! ¡Pues seré yo quien se encargará de esto! — Anunció hecha una furia antes de fulminar con la mirada a los demás periodistas y salir disparada de la oficina. Todos sabían cuán inútil era intentar detenerla, por lo que simplemente la dejaron partir.
Antes de salir de la editorial Sadie se cambió los tacones y amarró su pelo en una cola de caballo alta. Siempre llevaba en su bolso un par de zapatillas deportivas para casos como éste, sin embargo, el acelero fue tal que al llegar al centro comercial recordó abruptamente que solo traía consigo su cámara clásica, la cual no contaba con los suficientes recursos como para tomar una imagen clara y con buena resolución, de esas que a ella tanto le gustaba publicar. «¡Demonios! ¿Y ahora qué hago?» Se preguntó mientras ralentizaba su paso a medida que se acercaba a la cafetería donde Jinguji había sido avistado.
«Bingo, ahí está.» El idol lucía radiante junto a una chica de cabello platinado y ojos azules que comía recatadamente una ensalada. La escena parecía como sacada de una película y Sadie no podía creer que no tenía una cámara lo suficientemente buena como para retratar ese momento. O eso creía. Al desviar la mirada notó que unas mesas más allá se encontraba una muchacha de cabello negro y gafas que contaba con un equipo profesional, ¡y estaba claramente tomando fotos! Sin pensarlo, la editora caminó hasta ella y la increpó con imprudencia, poseída por el hambriento deseo de obtener la primicia desde un lente tan perfecto como el suyo:
— ¿Me podrías prestar tu cámara?
Sadie era, por lejos, una de las personalidades más excéntricas de toda Magnolia. Esa mañana entró a su sección dando un fuerte portazo y acompañándose de un grito que no conseguiría alterar a nadie, netamente porque todos sus colegas estaban acostumbrados a cuán escandalosa y entusiasta podía ser.
— ¡¿Por qué están tan calmados?! ¡¿Acaso no se han enterado?! — Quiso saber entre chillidos, ganándose la atención de los atareados presentes. Aquella se trataba de la exclusiva más polémica y fresca del momento, ¿cómo no iba a estar emocionada? — Un amigo me llamó para contarme que vio a Ren Jinguji con una chica en pleno centro comercial. ¡Claramente es una cita! ¡Debemos ir y cubrirlo todo! — Los empleados intercambiaron miradas, nerviosos. Sadie era la única que enloquecía con ese tipo de chismes: los demás, en su mayoría, solo estaban ahí porque tenían que comer. — ¿No me escucharon? ¡Necesito un fotógrafo ahora, ahora, ahora! — Insistió, caminando de un lado a otro como una perfecta cría, recorriendo la oficina a paso firme con sus zapatos taco-aguja.
Todos los trabajadores dejaron su hacer y le quedaron viendo, deseando no ser escogidos por una jefa de redacción tan hambrienta como ella. Una hermosa mujer, colega suya, dejó escapar un tedioso suspiro al oír todo ese teatro. Nadie en toda la editorial era capaz de calmar a Sadie una vez se había obsesionado con una jugosa primicia, ni siquiera los jefes. La mayor se le acercó y le susurró cierta información al oído, cosa que alteró aún más a la joven editora.
— ¡¿Myers no está?! ¡¿Y para qué le estamos pagando?! — Bramó con indignación, sin poder creer que una noticia tan valiosa se le fuera a escapar por la incompetencia de su fotógrafo principal. — ¡Bien! ¡Pues seré yo quien se encargará de esto! — Anunció hecha una furia antes de fulminar con la mirada a los demás periodistas y salir disparada de la oficina. Todos sabían cuán inútil era intentar detenerla, por lo que simplemente la dejaron partir.
Antes de salir de la editorial Sadie se cambió los tacones y amarró su pelo en una cola de caballo alta. Siempre llevaba en su bolso un par de zapatillas deportivas para casos como éste, sin embargo, el acelero fue tal que al llegar al centro comercial recordó abruptamente que solo traía consigo su cámara clásica, la cual no contaba con los suficientes recursos como para tomar una imagen clara y con buena resolución, de esas que a ella tanto le gustaba publicar. «¡Demonios! ¿Y ahora qué hago?» Se preguntó mientras ralentizaba su paso a medida que se acercaba a la cafetería donde Jinguji había sido avistado.
«Bingo, ahí está.» El idol lucía radiante junto a una chica de cabello platinado y ojos azules que comía recatadamente una ensalada. La escena parecía como sacada de una película y Sadie no podía creer que no tenía una cámara lo suficientemente buena como para retratar ese momento. O eso creía. Al desviar la mirada notó que unas mesas más allá se encontraba una muchacha de cabello negro y gafas que contaba con un equipo profesional, ¡y estaba claramente tomando fotos! Sin pensarlo, la editora caminó hasta ella y la increpó con imprudencia, poseída por el hambriento deseo de obtener la primicia desde un lente tan perfecto como el suyo:
— ¿Me podrías prestar tu cámara?
Sadie Brauss- Reportera de Farándula
- Ocupación : Periodista
Mensajes : 150
Fecha de inscripción : 17/06/2014
Re: Rostros [Priv. Sadie]
Una de las chicas tenía el cabello negro, corto, rizado; la otra era rubia y usaba trenzas que le llegaban hasta la cintura. A la primera le había puesto Camila, a la saegunda le llamaba Fernanda. Camila y Fernanda llevaban saliendo algún tiempo, normalmente pedían un té cada una y galletas o pastelitos con los que acompañar sus conversaciones, risas y besos. Una sola vez Camila había llorado, Fernanda la confortó con lágrimas en los ojos; Katya tenía esa foto de sonrisas húmedas puesta sobre su escritorio.
Le agradaban ambas chicas, siempre parecían dispuestas a entregarle cuadros y sonrisas perfectas para ser retratadas, instantes eternos que atesoraba con cariño como testimonios de historias que tenían todos los elementos para llegar a buen puerto. Deseaba de todo corazón que siguiesen juntas mucho tiempo más, y si no, al menos en su corazón y sus fotografías así lo harían.
Instantes como aquel eran los que le permitían seguir creyendo en los finales felices.
Enfocó los ojos de Fernanda para lograr capturar su rostro sonriente, su mundo estaba dominado por Camila así que no se daría cuenta de que era fotografiada. Una, dos, tres fotos. Su musa había soltado una carcajada en medio de la primera foto así que aprovechó para hacer una pequeña secuencia que siguiera el nacimiento y descanso de la sonrisa ajena. Tomó otra fotografía a Camila, quien se deleitaba en los ojos ajenos y luego les volvió a dar algo de privacidad.
La pareja cansada estaba teniendo uno de esos silencios extraños que nacían de la mutua comprensión y aturdimiento, ese era otro momento altamente privado que su cámara no capturaría. Tenía una regla propia bastante estricta al respecto, habían instantes que eran sólo de quienes estaban involucrados en ellos y no los interrumpiría por nada del mundo. Movió su vista hacia las otras dos parejas y ninguna le llamó particularmente la atención, excepto la chica sentada con el pelirrojo, la compadecía de alguna manera, el tipo tenía toda la pinta de ser un patán graduado de la mejor academia de patanes. Dejó su cámara descansar un momento y se dispuso a beber de su té cuando una voz inesperada vino a chocar contra su pequeño mundo.
- ¿Disculpa? - Un leve acento polaco se escapó debido a la sorpresa. ¿Realmente le había preguntado eso? En nombre de Thor en los cielos le había preguntado eso realmente. Los oscuros ojos de Katya se alzaron para encontrar el ambarino contraste de los ajenos que la miraban con impaciencia y cierta avidez, enmarcados por una bonita cascada celeste que abrazaba con gentileza el rostro redondo y saludable. Su interpeladora irradiaba luz, así que le tocaba a ella ser la oscuridad - Lo siento, no habla bien tu idioma. ¿Podrías mówić más lenta? -
Sonrió cálidamente a la (no tan) joven mujer que ahora tenía junto a ella, acomodándose con inocente cuidado sus gafas, sin prestar atención ni dirigir la más mínima mirada a su cámara, como si no hubiera entendido absolutamente nada de lo que le había sido preguntado.
De pronto, beber su té no era tan urgente.
Le agradaban ambas chicas, siempre parecían dispuestas a entregarle cuadros y sonrisas perfectas para ser retratadas, instantes eternos que atesoraba con cariño como testimonios de historias que tenían todos los elementos para llegar a buen puerto. Deseaba de todo corazón que siguiesen juntas mucho tiempo más, y si no, al menos en su corazón y sus fotografías así lo harían.
Instantes como aquel eran los que le permitían seguir creyendo en los finales felices.
Enfocó los ojos de Fernanda para lograr capturar su rostro sonriente, su mundo estaba dominado por Camila así que no se daría cuenta de que era fotografiada. Una, dos, tres fotos. Su musa había soltado una carcajada en medio de la primera foto así que aprovechó para hacer una pequeña secuencia que siguiera el nacimiento y descanso de la sonrisa ajena. Tomó otra fotografía a Camila, quien se deleitaba en los ojos ajenos y luego les volvió a dar algo de privacidad.
La pareja cansada estaba teniendo uno de esos silencios extraños que nacían de la mutua comprensión y aturdimiento, ese era otro momento altamente privado que su cámara no capturaría. Tenía una regla propia bastante estricta al respecto, habían instantes que eran sólo de quienes estaban involucrados en ellos y no los interrumpiría por nada del mundo. Movió su vista hacia las otras dos parejas y ninguna le llamó particularmente la atención, excepto la chica sentada con el pelirrojo, la compadecía de alguna manera, el tipo tenía toda la pinta de ser un patán graduado de la mejor academia de patanes. Dejó su cámara descansar un momento y se dispuso a beber de su té cuando una voz inesperada vino a chocar contra su pequeño mundo.
- ¿Disculpa? - Un leve acento polaco se escapó debido a la sorpresa. ¿Realmente le había preguntado eso? En nombre de Thor en los cielos le había preguntado eso realmente. Los oscuros ojos de Katya se alzaron para encontrar el ambarino contraste de los ajenos que la miraban con impaciencia y cierta avidez, enmarcados por una bonita cascada celeste que abrazaba con gentileza el rostro redondo y saludable. Su interpeladora irradiaba luz, así que le tocaba a ella ser la oscuridad - Lo siento, no habla bien tu idioma. ¿Podrías mówić más lenta? -
Sonrió cálidamente a la (no tan) joven mujer que ahora tenía junto a ella, acomodándose con inocente cuidado sus gafas, sin prestar atención ni dirigir la más mínima mirada a su cámara, como si no hubiera entendido absolutamente nada de lo que le había sido preguntado.
De pronto, beber su té no era tan urgente.
Katya Ciemność- Ocupación : Ciudadano
Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 05/09/2017
Re: Rostros [Priv. Sadie]
Después de su petición la chica de las gafas explicitó claramente que no le entendió. «Esto tiene que ser una broma...» pensó exasperada. Su mala suerte le había hecho parar con una extranjera. La respuesta inmediata que recibió su interlocutora fue un bufido. Sadie ni siquiera se esforzó en disimular su impaciencia y su poco tino en esa clase de situaciones, y es que temía que en cualquier momento Jinguji y la muchacha del cabello rubio platinado se marcharan. ¡No podía perder esa oportunidad!
— Tu cá-ma-ra. Préstame tu cámara — repitió, esta vez inclinándose hacia la desconocida y hablándole lo más lento que pudo. No quería elevar demasiado el tono de voz para que sus víctimas no sospecharan de ella. — Do you speak english? — Pronunció desesperada de un modo ciertamente gracioso pues los idiomas no se le daban nada de bien. Estaba intentando darse a entender del modo que pudiera, por lo que apuntó con el índice el aparato que la chica llevaba consigo. Sadie hizo la mímica de estar tomando una fotografía y se apunto a sí misma. — I need your camera, please. I really need it. I'm journalist... Good girl — lo último lo dijo sonriendo y apuntándose con sus dos índices, y es que no quería que la desconocida malinterpretara sus intenciones.
No quería robarse la maldita cámara, solo necesitaba que se la prestara un momento para arruinar la vida del cantante japonés y de la joven adolescente que le acompañaba. ¿Era tan difícil de entender?
— Tu cá-ma-ra. Préstame tu cámara — repitió, esta vez inclinándose hacia la desconocida y hablándole lo más lento que pudo. No quería elevar demasiado el tono de voz para que sus víctimas no sospecharan de ella. — Do you speak english? — Pronunció desesperada de un modo ciertamente gracioso pues los idiomas no se le daban nada de bien. Estaba intentando darse a entender del modo que pudiera, por lo que apuntó con el índice el aparato que la chica llevaba consigo. Sadie hizo la mímica de estar tomando una fotografía y se apunto a sí misma. — I need your camera, please. I really need it. I'm journalist... Good girl — lo último lo dijo sonriendo y apuntándose con sus dos índices, y es que no quería que la desconocida malinterpretara sus intenciones.
No quería robarse la maldita cámara, solo necesitaba que se la prestara un momento para arruinar la vida del cantante japonés y de la joven adolescente que le acompañaba. ¿Era tan difícil de entender?
Sadie Brauss- Reportera de Farándula
- Ocupación : Periodista
Mensajes : 150
Fecha de inscripción : 17/06/2014
Re: Rostros [Priv. Sadie]
Al parecer la señora tenía carácter, el bufido que dejó escapar cuando la oyó hablar como extranjera fue similar sólo al de los caballos que acaban un largo día de trabajos en el campo. No querría tenerla de jefa, seguro era un demonio eternamente presente para sus empleados. Tuvo que obligarse a disimular su sonrisa, le tomaría el pelo un rato más.
- Sí, esta ser mi cá-ma-rra - sus negros e inocentes ojos observaban los ajenos con interés, sincero interés. Estaba ansiosa por descubrir los motivos detrás de la impaciencia de la mujer, no veía nada en las cercanías que llamase su atención especialmente ¿Sería que le intentaría robar? No, con aquellas piernas y zapatos no podría llegar muy lejos antes de dislocarse algo.... - Oh, yes! I can speak english althought my accent is pretty notorious - Mentiras, exageró el sonido polaco en sus palabras solamente para presionar más aún a la mujer. - Oh, a journalist? That's so cool! - No, no lo era, la mitad de los periodistas buscaban la cuña, el momento noticioso y luego se iban, dejando a sus víctimas detrás, con las heridas abiertas y sus vidas arruinadas. ¿Sería ella una de estas sanguijuelas? Además, ¿Qué clase de persona se señala a sí misma como una "chica buena"? Seguro y no lo era.
- Why do you want my camera? - Sus ojos la traicionaron, mostrando por un instante una cierta hostilidad hacia la señora. Su cámara era una herramienta propia, podía prestarla, pero siempre que lo hacía se aseguraba de supervisar ampliamente su uso. Era como si fuese su pequeña cría.
Por un instante volvió su atención al resto y fotografió a una de las parejas, aquella compuesta por la linda chica y el papanatas. El tipo le causaba mala espina, así que lo dejó fuera de foco, ella en cambio se veía como un trozo de cielo en aquel café. Suspiró pesadamente y volvió a fotografiarla.
- Sí, esta ser mi cá-ma-rra - sus negros e inocentes ojos observaban los ajenos con interés, sincero interés. Estaba ansiosa por descubrir los motivos detrás de la impaciencia de la mujer, no veía nada en las cercanías que llamase su atención especialmente ¿Sería que le intentaría robar? No, con aquellas piernas y zapatos no podría llegar muy lejos antes de dislocarse algo.... - Oh, yes! I can speak english althought my accent is pretty notorious - Mentiras, exageró el sonido polaco en sus palabras solamente para presionar más aún a la mujer. - Oh, a journalist? That's so cool! - No, no lo era, la mitad de los periodistas buscaban la cuña, el momento noticioso y luego se iban, dejando a sus víctimas detrás, con las heridas abiertas y sus vidas arruinadas. ¿Sería ella una de estas sanguijuelas? Además, ¿Qué clase de persona se señala a sí misma como una "chica buena"? Seguro y no lo era.
- Why do you want my camera? - Sus ojos la traicionaron, mostrando por un instante una cierta hostilidad hacia la señora. Su cámara era una herramienta propia, podía prestarla, pero siempre que lo hacía se aseguraba de supervisar ampliamente su uso. Era como si fuese su pequeña cría.
Por un instante volvió su atención al resto y fotografió a una de las parejas, aquella compuesta por la linda chica y el papanatas. El tipo le causaba mala espina, así que lo dejó fuera de foco, ella en cambio se veía como un trozo de cielo en aquel café. Suspiró pesadamente y volvió a fotografiarla.
Katya Ciemność- Ocupación : Ciudadano
Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 05/09/2017
Re: Rostros [Priv. Sadie]
Sadie asintió entusiasta al notar que la chica entendía su nefasto inglés. Cuando ella le respondió notó de inmediato el acento. A duras penas lograba comprender lo que decía pero se escuchaba bastante gracioso. Se veía amigable... Eso era genial. La gente amigable era mucho más fácil de engatusar.
Había dado por asegurada su victoria cuando la desconocida le preguntó específicamente para qué quería su cámara. «Sí, bueno... ¿Cómo te lo explico?» Sus pensamientos trabajaron a mil por hora en una buena mentira mientras que su rostro se esforzaba en lucir la misma sonrisa de hace unos momentos. No podía decirle la verdad. Hacerlo le significaría recibir un "no" rotundo.
— Well... I need to... — No acabó de elaborar su frase cuando la chica de las gafas apuntó con la cámara en dirección a sus víctimas. El sonido del flash llenó de emoción a Sadie, quien sentía que ya solo le faltaba la otra mitad de la misión: conseguir la fotografía. — ¡Eso es! ¡Justo eso necesitaba que hicieras! — Soltó de improviso, olvidando el inglés.
Sin pedir permiso alguno, e invadiendo el espacio personal de la otra, Sadie se asomó por sobre su hombro para contemplar la fotografía en la pantalla miniatura de la cámara. Pero grande fue su decepción cuando se dio cuenta de que el foco estaba puesto en la muchacha y no en su guapo acompañante. Es más, difícilmente podría decirse quién era la otra persona al lado de mesa.
— Ah... Digo... Well done! Can you please make a photo to those two lovebirds? — Le pidió, manteniendo su rostro muy cerca de la joven extranjera. Al notar que estaba siendo un poco imprudente, se apartó para reiterar su súplica: — Please! I would pay you! — Aseguró con desesperación, juntando ambas palmas para acentuar lo mucho que deseaba ese favor. — You know... Money... — murmuró al final, esperando que haya entendido esa parte.
Después de todo, con plata baila el mono.
Había dado por asegurada su victoria cuando la desconocida le preguntó específicamente para qué quería su cámara. «Sí, bueno... ¿Cómo te lo explico?» Sus pensamientos trabajaron a mil por hora en una buena mentira mientras que su rostro se esforzaba en lucir la misma sonrisa de hace unos momentos. No podía decirle la verdad. Hacerlo le significaría recibir un "no" rotundo.
— Well... I need to... — No acabó de elaborar su frase cuando la chica de las gafas apuntó con la cámara en dirección a sus víctimas. El sonido del flash llenó de emoción a Sadie, quien sentía que ya solo le faltaba la otra mitad de la misión: conseguir la fotografía. — ¡Eso es! ¡Justo eso necesitaba que hicieras! — Soltó de improviso, olvidando el inglés.
Sin pedir permiso alguno, e invadiendo el espacio personal de la otra, Sadie se asomó por sobre su hombro para contemplar la fotografía en la pantalla miniatura de la cámara. Pero grande fue su decepción cuando se dio cuenta de que el foco estaba puesto en la muchacha y no en su guapo acompañante. Es más, difícilmente podría decirse quién era la otra persona al lado de mesa.
— Ah... Digo... Well done! Can you please make a photo to those two lovebirds? — Le pidió, manteniendo su rostro muy cerca de la joven extranjera. Al notar que estaba siendo un poco imprudente, se apartó para reiterar su súplica: — Please! I would pay you! — Aseguró con desesperación, juntando ambas palmas para acentuar lo mucho que deseaba ese favor. — You know... Money... — murmuró al final, esperando que haya entendido esa parte.
Después de todo, con plata baila el mono.
Sadie Brauss- Reportera de Farándula
- Ocupación : Periodista
Mensajes : 150
Fecha de inscripción : 17/06/2014
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