{P} Pensando en el "más allá".

La habitación era mundana, como el resto de las personas allí. El cuarto era bastante grande, a pesar de todo, habían unas tres o cuatro camas repartidas en la habitación y grandes ventanas que cubrían una pared entera. Las cortinas se meneaban con suavidad a producto del viento, unas mesitas a cada lado de cada mesa con una planta, vasos de agua, una lámpara… Cosas así, no le prestaba atención a esas cosas.

El reloj de pared era lo único que sonaba en la habitación, la vampiro estaba al otro lado de la habitación, cerca del a puerta y con los brazos cruzados, mirando en dirección a una de las camas que parecía estar ocupada. La puerta se abrió y de allí apareció Bongo, el baterista de la banda y un fantasma del que todavía no se explicaba cómo es que podía ponerse esas botas rojas que siempre llevaba o abrir puertas, ¿No se supone que un fantasma es semi-transparente o algo así?

- ¿Y después de lo que hicimos todavía nos dejan entrar? – preguntó la vampiro a su compañero, recordando la ocasión en la que ella y Bongo… bueno, eso es otra historia.
- ¡Por supuesto! El Staff está poseído por fantasmas. Mis parientes están felices de haber podido encontrar a sus descendientes. Es increíble que todos ellos siguieran una línea familiar de tantos años de puros médicos… – respondió Bongo con una sonrisa, algo pensativo por lo último.
- No es como si eso me importara mucho. Pero… ¿Cómo es que están “poseídos”?
- Es un término fantasmal para-…
- Olvídalo, no me lo cuentes – la muchacha se cruzó de brazos, mirando a otro lado con el malhumor echando humos en su cabeza. – O al menos no por ahora. Sé bueno y tráeme un café helado
- ¿Pero no que esos no te gustaban? – el fantasma recibió una mirada asesina de Marceline por respuesta - ¡Bien bien! Ya te traigo tu café helado… – Bongo dio media vuelta, flotando al a salida - *Sniff* Todo yo, todo yo…

La vampiro escuchó eso, acabando por soltar un “Tch” de los labios y volver a mirar hacia la cama.

Cruzó una pierna, cruzó otra. Se cruzaba de brazos y después los liberaba para volverlos a juntas de nuevo. Movía la cabeza a la derecha, izquierda, arriba y la dejaba caer. Era obvio que estaba inquieta, producto de su incomodidad porque no le iban lugares así, o esa sensación pesada en el estómago por haberse tomado la molestia de quedarse tanto rato sentada, esperando a que… «a que esa niña estúpida despierte, no tengo todo el día para esperar a que deje de soñar con unicornios tocando Heavy Metal» pensó malhumorada, resoplando para mover uno de sus largos mechones de pelo que se habían quedado entre sus ojos.

Finalmente, la muchacha parecía dar señales de vida, cuando la vio agitarse en la cama la vampiro se levantó instintivamente pero no se movió, viendo cómo la azabache parecía tener sueños malos. ¿Entonces no soñaba con Heavy Metal? Chasqueó la lengua, algo le decía que se iba a sentir incómoda por otro rato. Se quedó en su sitio como si le hubieran clavado los pies hasta que escuchó un murmullo, claramente la muchacha le llamaba, cada paso que daba Marceline hasta la cama de Yuki le hacía sentir más pesada, como si de repente fuese de plomo.

Una vez a su lado, se limitó a mirarla fijamente con el mismo semblante frío y fastidiado. La vampiro, con el poco tacto que tenía, acercó su diestra hasta el rostro de la chica y empezó a picarle la frente con el índice, como si buscara fastidiarla.

- Yaaa yaaa, no te voy a dar un beso para que despiertes de tu eterno letargo, Bella Durmiente – murmuró con rabia, haciendo tiritar de manera extraña sus colmillos (producto de la rabia, claro está. Le temblaba ligeramente la mandíbula como si tuviera ganas de morder algo. Una manía muy rara) – Ya, ¡Párate ya! Ni creas que te voy a masticar la comida y te la daré de piquito. Levántate o te voy a volcar de la cama.

Marceline Abadeer: La delicadeza hecha… vampiro, pues.

- Agh, sí que tienes el sueño pesado. – dijo fastidiada para sí, todavía con los toques en su frente – No, no soy Marceline. Soy tu hada madrina y te concederé tres deseos. Me voy a adelantar dos de ellos: Soy el capricho de la perfección y sí, estoy manifestada físicamente. Ahora levántate, que lo de la cama va en serio.

¡Qué fastidio con todo esto! Justo ahora es que podría estarse levantando, terminando de desayunar lo que estaba en esa bolsita congelada (que sí, es exactamente lo que se imaginaban… salsa de tomate congelada) y después echada en el sofá viendo TV, o jodiendo con Keilla, o tratando de enseñar a Guy… Tantas cosas que se le vinieron a la cabeza. Pero no, estaba aquí, esperando a que la dichosa niña despertara de su “sueño eterno”… Eterno le iba a dejar ese morado que se le está formando por tantas veces que está picándole la frente con el índice.

Bongo llegó al poco tiempo, sosteniendo el café helado (¡¿Cómo es que puede hacerlo si es un fantasma?!) y se lo tendió de buena manera a la vampiro en la mano. Marceline, todavía fastidiada, terminó por agradecerle a Bongo con un asentimiento de cabeza antes de sentir el vaso frío entre sus dedos grises. Le echó un ojo al café, levantando una ceja, lo acercó hasta su nariz y le olfateó. Efectivamente, tenía azúcar. Alejó el café helado de su rostro en un gesto de asco («¡Acerté! ¡No te gusta el café helado!» dijo Bongo, en lo que se ganó una mirada asesina de parte de la vampiro), y después miró en dirección a la azabache, alzando una ceja (otra vez).

- (…) – se le quedó mirando en silencio. Sabía que Bongo le leyó la mente, pero la muchacha ya había inclinado el vaso hasta el rostro de la chica y había empezado a verter un pequeño hilillo de café sobre ella.

- ¡Marceline, vas a terminar matándola! – repuso horrorizado Bongo.
- Esa es la idea, ¿Qué no ves? – respondió a secas la vampiro, todavía con el café cayendo sobre la enferma muchacha. Bongo le quitó el vaso en seguida – ¡Hey! ¿Cómo te atreves? – Marceline siseó, adaptando sus ojos e los de un demonio.
- ¡Eh, eh! ¡No me mires así! Si te pillan nos van a sacar de aquí, y también a ella. ¿Quieres eso?
- La verdad sería muy gracioso ver cómo arrastran a un vampiro y a una chica medio muerta.
- Ja. Ja. Muy gracioso de verdad, pero ¿Cómo le explicarías todo esto a…? ¡Eh, mira, creo que está despertando!

Los dos voltearon a ver cómo la muchacha daba las primeras señales de vida, Bongo suspiró con mucho alivio, Marceline no tanto. Tenía la mirada fija en la azabache, con esa mala leche que llevaba cargando desde que llegaron y causó uno o dos sustos a un par de enfermeros que estaban allí. Duro fue incluso el hablarle bonito al doctor que… Bueno, ahora no es buen momento para hablar de eso tampoco. Apenas ver a la chica despierta, Bongo se quiso acercar para preguntar cómo se encontraba, pero la vampiro se le adelantó estando más cerca de la cama, a lo que se inclinó sutilmente hacia la chica, aun manteniendo distancias.

- Podría decirte “Buenos días, bella durmiente”, pero no tienes ni siquiera la parte de durmiente – se sentó en la cama de golpe, haciendo que rebotase a causa del colchón sin importarle la cara de horrorizado que había puesto Bongo al hacerlo – ¿Cómo te encuentras? – preguntó sin más, mirando a otro lado como si sintiera mucho fastidio de hacerlo.

Cruzó miradas con Bongo por un breve instante, a lo que dio a entender que quería estar a solas con ella. Bongo, inseguro pero obediente, tomó el café helado ya a la mitad y se retiró de la habitación atravesando una pared. Lástima que el café no tuvo la misma suerte y acabó cayendo al piso, regando lo que quedaba de ella.

Rodó los ojos, haciendo un gesto con sus manos en cuanto la jovencita empezaba a agradecer y dar todas esas chácharas sobre las buenas acciones que la vampiro supuestamente lo había hecho. Empezó a echarse hacia atrás en la cama para acostarse, pero su espalda nunca tocó el colchón, puesto que empezó a flotar mientras que llevaba las manos a la nuca y cruzaba las piernas. Su cabello caía como una cortina frente a la cama donde se encontraba la azabache, Marceline se había quedado callada a la espera de un por qué una acción tan absurda como el desmayarse, ¿Es que acaso no había desayunado o algo? Qué molesto que los humanos sean tan débiles.

Fue bastante oportuno el hecho de que Bongo cerrara la puerta, seguramente estaría de guardia allí o colgaría esos típicos anuncios de “No molestar” en la puerta, aunque con las pintas que ellos cargaban de por sí (o el mero hecho de que estuviesen arrastrando a una jovencita inconsciente) seguramente no muchos fueran lo suficientemente estúpidos como para entrar de cotillas a ver lo que sucede, más cuando todo estaba tan callado, como si estuvieran en un velorio o algo por el estilo.

Refunfuñó por eso, dándose media vuelta para acabar bocabajo, mirando a su compañera. Recostaba el rostro de sus nudillos y tenía las piernas cruzadas mientras flotaba en el aire, dando la impresión de que estaba echada en el suelo con un gesto en la cara bastante extraño pero adorable.

- Estás esperando una disculpa, ¿Verdad? – preguntó con una ceja arqueada, mirándola con la misma mueca a un lado como si estuviera esperando para irse por la ventana . Se deslizó en el aire con un muy leve silbido hasta estar flotando por encima de la chica, mirándola directamente a los ojos – ¿Algo más que quieras decirme antes de que te vuelvas a desmayar?

Su comentario le obligó a sacarse una sonrisa, riéndose por lo bajo mientras le miraba de pies a cabeza como podía. Se percató de cómo trataba de acercar su mano hasta ella, y Marceline no opuso resistencia. Ver cómo sus dedos temblaban le inquietaban un poco, pero no iría a admitirlo tan fácil frente a la azabache porque, como ella misma había dicho, “su orgullo valía más”, cosa que le sacó otra sonrisa cargaba de ironía.

Entrecerró los ojos, deslizando los dedos por entre los de la chica para sostener su mano, desviando la mirada hacia estos hasta volver a encontrarse con los ojos de la muchacha. Aprovechando la cercanía, se inclinó hacia su rostro y le robó un beso, o bueno, algo parecido a “un pico” antes de retroceder otro poco y seguir flotando como si nada, sujetando la mano de la chica mientras que acostaba la mejilla sobre su mano libre.

- Y tú eres muy afortunada de estar saliendo con una estrella – murmuró, dibujándose una sonrisa a medio lado que pronto desapareció hasta que la vampiro soltó un suspiro.

Se separó de ella sólo un poco, flotando hacia arriba para soltarle la mano mientras bajaba la mirada para mirar un punto inconcreto. Las palabras anteriores de la chica todavía resonaban en su cabeza, sobre todo ese discurso melodramático sobre la vida, el amor y todas esas chácharas estúpidas que le había mencionado. Era difícil aceptarlo, muy a pesar, que la chica tenía razón. No le gustaba admitirlo, como se ha dicho ya, que todo había sido cosa de un juego. Empezaba a pensar (por alguna razón extraña) en los demás, en Marshall o en la misma azabache sobre los cuentos de sus anteriores parejas, y se dio cuenta que lo suyo siempre han sido juegos porque, a fin de cuentas, ¿Qué todo eso eran juegos?

Oh, cierto, estaba divagando demasiado, pero le recorrió cierto escalofrío al pasar sobre su cabeza una leve imagen rosa, que le exilió de sus pensamientos antes de sacudir la cabeza y volver a sonreír para Yuki.

- ¿Quieres hacer alguna otra cosa? Además de estar echada en cama todo el día – murmuró, extrañamente, con una muy leve… ¿Dulzura? Oh no, la sonrisa sarcástica está allí, definitivamente no había sido lo anterior. Sería muy extraño.

- ¿Por qué no me extraña? Anoche querías estar echada en cama todo el día (si sabes a lo que me refiero), y ahora durante la mañana también. ¿Tienes que ser tan perezosa? – exclamó con fingida molestia, sacándose una sonrisa de oreja a oreja mientras que jugueteaba con una pierna moviéndola de un lado a otro.


Ver que se había sonrojado le causaba gracia, la vampiro se acercó a ella hasta que, muy “sobrenaturalmente”, se encontraba de cabeza a la chica, recostando su frente sobre la de ella mientras que el cabello caía y rodeaba a la azabache, como si fuera un extraño arco de cabello o algo por el estilo, mientras que la vampiro se encontraba recostando los pies de la pared (o mejor dicho, ventana) de la habitación.


- No tienes por qué ponerme esa carita de perro para pedirme que me quede, lindura – dijo con el ya muy acostumbrado guiño coqueto, la vampiro se dejó caer hecha una murciélago para que el impacto no fuera demsiado molesto para la chica. Acurrucándose a un lado, volvió a su forma humana, abrazándole por la cintura para hacerse a un lado mientras estiraba las piernas – Esta cama es más pequeña que la que tengo en casa… – murmuró con inocencia, pero la mirada a la azabache era completamente contraria a su voz, acompañado con unas cejas que se movían de arriba hacia abajo.

Su sentido del humor afloró inevitablemente, teniendo que soltar un largo y exagerado “Awww” como si se hubiera sentido demasiado acaramelada por la azabache. Verla sonreír tan dulcemente hacía que su gesto fuera contagioso, la vampiro aprovechó a que la chica no veía para quitarse las botas, porque tampoco es que quería que le cobraran extra por ensuciar las sábanas o algo así. Atrajo hacia ella a la muchacha cuando se hubo escondido de tal manera que parecía un animalillo indefenso, comparación que le sacó una media sonrisa a Marceline. Bajó su mirada a ella, y, como no, tomó provecho para jugar un poco:

- ¿Te refieres tú estando semi-inconsciente, en una cama diminuta y empezando a sudar? Oh si, una noche muy romántica seguro. – murmuró, levantando sus cejas en el mismo gesto sugestivo antes de atraerla con una pequeña sacudida – Tu perspectiva de la vida no se ve tan mal, aunque me gustas más cuando estás sin estas cosas – riéndose entre dientes, coló un par de dedos debajo de su blusa y le pellizcó el costado, volviéndola a abrazar con ambas manos antes de clavar la vista sobre la cabeza de la azabache.

Era divertido aprovecharse de las pequeñas cosas de la vida. Estando como estaban, Marceline sujetó las sábanas y se coló adentro, ocultándolas a las dos con un movimiento brusco de la tela para que las dos estuviesen “escondidas”, o al menos, haciendo una mala disimulación de que la joven se había hinchado cual sumo y la vampiro misteriosamente había desaparecido. Ese pensamiento absurdo la llevó a reír de manera un poco más abierta, juntándose nariz con nariz con Yuki antes de volver a reír entre dientes y mostrar los colmillos.

- Así si, ¿No? Calentitas y listas para la siesta. Cuando te hayas quedado exhausta, claro está – dijo la vampiro, apegándose a su compañera como si la cama estuviese encogiéndose cada vez más y le miraba con el brillito malicioso en los ojos que daba mala pinta.