Tierra tragame

- ¿Un artista? Jo vamos, eso fue hace mucho tiempo. Me halaga, señorita Oveja Macabra – dije, rascándome la nuca y con una sonrisa de oreja a oreja y riendo de manera nerviosa. ¡Era una mezcla de sentirse admirado y a la vez viejo!

Justo cuando empezó a dar su explicación de sus extraños gustos respecto a las cosas sobrenaturales, me acomodé en mi asiento para inclinarme un poco hacia delante y tener los ojos puestos en ella, como si fuera un niño de ocho años escuchando un maravilloso cuento de fantasías. Técnicamente, si era algo fantasioso: Una chiquilla con unas pintas de que dormía sobre almohadas rosadas y tener un cuarto lleno de muñecos adorables, probablemente tenga, en vez de una nube de algodón de cama, un ataúd o algo por el estilo. Esa idea me produjo un leve escalofrío, pero preferí disimularlo que luego me hiciera una pregunta.

Horror, tripas, viseras, descomposición de cadáveres, asesinatos horribles… ¿Seguro que estoy tratando con una estudiante de Musette y no con una psicópata?

- *Glup* – era un poco difícil asimilar todo eso, me fui hacia atrás para sentarme como era debido y traté de acomodar el cuello de mi… oh, cierto que no uso camisas. Cuando volvió a desviar el tema de conversación a la música (o no me empezaba a hablar cómo de chiquilla le gustaba comer corazones de caballo), sonreí de oreja a oreja lo mejor que pude, disimulando mi incomodidad sobre las películas de terror – ¡Ah! ¿Así que eso es lo que le ha inspirado a tocar el violonchelo? – y señalé a su instrumento, aunque sabía que estaba mal el señalar con el dedo.

Y ahora que lo pensaba, hablando de instrumentos y nombres y viseras… No, ya no hablábamos de viseras.

- Venga, pero si yo no tengo ningún nombre molón para mi guitarra… siempre le he dicho guitarra… – dije para sí, perdiéndome un poco con la vista clavada en el piso.