El cordero y el lobo (Priv. Marceline)

- Es lo malo de salir con una estrella, cariño. Ya te lo había dicho: Estamos hechos para llamar la atención – le miró de mala gana, sosteniendo la sombrilla entre la mejilla y el hombro para exprimirse el cabello de nuevo por si seguía mojado.

No le respondió en el momento, sino que decidió ignorarla y le dio la espalda como si lo estuviera pensando, lo cual no era así. Dio unos pasos hacia delante con tal de mirar a su alrededor, al menos había acabado por darle su lección a todos esos idiotas de que no debían burlarse de ella, mucho menos cuando se puede transformar en un enorme murciélago terrorífico casi come-hombres. Volvió a sostener bien su sombrilla y le miró de reojo con un gesto de circunstancia en los labios, levantando una ceja.

- “Lo siento” – respondió a secas, volviendo a mirar al frente. No iba a darle detalles sobre el por qué, la niña recién lo vivió y se supone que debe de saber de a qué venía – . Yo me daré una vuelta por ahí y luego me iré, tú puedes hacer lo que quieras. No te señalarán mucho por tu ropa mojada, hay un aire acondicionado cerca para que te congeles la nariz y te seques más rápido. Con suerte, no acabas resfriada, a menos que quieras ir a recibir la pepa de sol que hay afuera. – sin más, le dejó atrás para caminar.

Se dio una o dos vueltas más cerca de donde dejó a la muchacha, fingiendo estar distraída con los peces que le evitaban para no mirar directamente a las personas que aceleraban el paso cuando la veían, probablemente porque eran de los que estaban en la presentación de la foca. Dejó la sombrilla a un lado y se asomó de reojo en las escaleras que daban a la entrada, como también inspeccionó antes de alguna salida de emergencia al no querer pasar por esas escaleras caminando (podría flotar tranquilamente, pero le daba demasiada pereza el hacerlo). Sin encontrar remedio, suspiró resignada y empezó a subir.

«Tch, soy una boba.» Se dijo, sonriendo de forma irónica «No puedo creer que mi plan era evitarla y acabé teniéndola en la cabeza todo el día.»

¿Saben esas sensaciones en las que quieres alejarte de algo e inconscientemente terminas acercándote mucho más? Qué problemático era ser mujer a veces. Precisamente había dejado su móvil para evitar cualquier tipo de “acercamiento” a lo exterior, pero sus humores habían sido suficientes para sumarlos con otros problemas… no, problemas no, “inquietudes” que tenía fuera de la salida en el acuario. Total, igual no es que le haya gustado mucho el sitio, sólo eran un montón de peces idiotas que se la pasaban todo el día y toda la noche nadando, y más tontos eran las personas el pagar para verlos cuando fácilmente los podías ver servidos con arroz y ensalada en tu plato.

Se le estaba acabando la paciencia, ¿Ahora dónde se había metido? Ajá, la vio no muy lejos, y curiosamente se había volteado hacia el acuario. Al parecer no la había visto, algo que desde su punto de vista era bueno. Caminó dando largas zancadas hasta estar detrás de ella, pasándole un brazo por encima de su hombro como si fuera cualquier conocido de toda la vida, acercándola a ella para caminar como si nada. Se le acercó a hablar casi en tono confidencial:

- Estás demasiado linda como para desperdiciar la salida. Además, ¿Por qué desperdiciar el hecho de que tienes una falda cortísima? – murmuró, sonriéndole pícaramente a lo último mientras cubría a las dos con una sombrilla – Venga, puede que haya metido la pata en el acuario (Puede seeeeer, no digo que sea mi culpa, tú sugeriste el lugar), pero hay muchos sitios a los que ir y apenas es media tarde, con suerte y llegamos antes de las seis a donde te quiero llevar y así te puedo devolver tempranito con tus papis.

Le guiñó un ojo, echando la sombrilla a un lado cuando inesperadamente ya se encontraban en un autobús de camino a quién-sabe-dónde, o al menos, a donde parecía saber Marceline. No la iba a dejar escapar tan fácilmente, más cuando le estaba empezando a abrir el apetito y la muchacha ha sido de las mejores comidas que ha probado en todo Glass City, por no decir que el resto eran un asco (resumiéndose a vegetales y pocas carnes, que es lo único que se ha dignado Bongo a comprar como “medida de prevención para mantenerse en forma”. ¡Es un fantasma, por Glob!). Pero bueno, volviendo al asunto: La incorporó en un asiento, y ella se puso delante de ella, acercándose peligrosamente a su rostro para mirarla con la misma sonrisa.

- Eso, a menos que te dé miedo estar otro rato a solas con Marcy y quieras tener a alguien más con el qué respaldarte; aunque hasta donde sé, esto era una cita “sólo para dos” – otro guiño, y en seguida, se agarró de un tubo para que el autobús volviera a dar en marcha.

- Yo espero que sí enfermes, así puedo jugar a la enfermera contigo. El traje que tengo guardado de enfermera por fin serviría para algo~ – respondió entre risas, mirando cada tanto por el frente para checar hacia dónde iba el autobús.

Decidió que el hecho a “donde iban” fuese una sorpresa, porque terminó por quedar callada ante su última pregunta y se recostó del asiento de donde estaba la azabache, guiñándole un ojo a modo de juego a algunos muchachos que le miraban por pura curiosidad. El conductor tomó a la izquierda y la vista del acuario se perdió entre algunos edificios, ahora cayendo a las calles de Glass City como cualquier avenida.

Miraba un poco impaciente hacia delante, así como volteaba a ver de reojo a su acompañante por si no estaba tan impaciente como ella. Cuando parecía haber llegado finalmente a donde querían, le tomó del brazo y bajó rápidamente del bus, ignorando el hecho de haber tropezado con un muchacho de pelo largo que estaba cerca de la puerta del móvil. La llevó arrastrando hasta la vuelta de la esquina, donde había un callejón que daba escaleras abajo a un sitio con una puerta de mala pinta, parecía de metal y se estaba oxidando. Bajó las escaleras flotando, lo que hizo que la muchacha tuviera que acelerar el paso, y dedicándole una sonrisa burlona frente a la puerta, la abrió.

Nada más el entreabrirla, se pudo escuchar algo parecido al sonido de una guitarra tocada bruscamente, como muchos considerarían el género que estaba de la puerta hacia dentro. El sitio era oscuro, o al menos, el pasillo estrecho del que pasaban. Marceline no desaprovechó la oportunidad para fastidiar a la azabache con otro “gesto” a su retaguardia o un comentario inapropiado respecto a la anchura del pasillo. Cuando finalmente dieron lugar a la salida del pasadizo oscuro, se vieron envueltas en lo que parecía ser un café, aunque el ambiente era ligeramente sombrío y el sonido del Heavy Metal, a pesar de ser generalmente muy escandaloso, éste tenía un volumen adecuado para que las personas pudieran escuchar sus propios pensamientos.

- Poco después de escucharte tocar en el instituto supe de quién era la canción, y pensé que llevarte a un lugar parecido a éste sería divertido, porque tocas como todos estos desadaptados. – dijo con una sonrisa de oreja a oreja, pero prediciendo una queja de parte de la azabache, añadió: - Aunque, por supuesto, tú eres mucho más normal que todos ellos - … aunque sin mucha delicadeza.

La llevó arrastrada hasta una mesa y la sentó allí, Marceline se le incorporó a un lado y le tuvo medio abrazada pasándole un brazo por encima de los hombros. Una muchacha de pinta gótica se les acercó, y tenía un bolígrafo y libreta en mano, parecía “dispuesta” a tomar su orden.

- Lo de siempre. ¿Tú qué quieres? – preguntó, mirando a su compañera con una sonrisa divertida.