Al parecer no hay nadie (libre)

- Si si, no es tan difícil el encontrarla. No es tan mainstreim como el resto de las lolitas de por aquí. - respondió a una de las pocas personas que parecía dispuesto a ayudarla, aunque se empezaba a poner de mal humor - . Ya te dije que no es muy alta, es un poco más baja que yo y tiene el pelo negro. ¿Qué si flota? Pues... prefiere caminar y-Oh espera, creo que es ella. ¡No te quedes ahí como un tonto y alcánzala, o rodéala! Conoces la escuela mejor que yo, quizás si vas por el otro lado la alcances y le dices que estoy aquí. ¡YA! - y por poco de meterle un zape, el muchacho de los lentes se le adelantó para alcanzar a la que parecía ser una fugitiva.

Marceline había sido víctima de algo terrible: Tener que entrar en una escuela. ¿Eso ya no lo había superado hace más de 900 años? Y pensar que hace pocos milenios se le había ocurrido volver a una para conocer un poco sobre los humanos de aquella época, ahora lo que le daba era repulsión con sólo ver a las niñitas andar con sus mini-faldas colegiadas por ahí. Puaj. Pero bueno, a quien buscaba era lo que le interesaba, no si se encontraba con un adorable grupo de ajedrez del colegio o aspirantes a ser sus lame-suelas, ella sólo quería salir cuanto antes de allí, no le gustaba para nada que la campana le irritara los oídos.

Avanzó flotando de mala gana por los pasillos, asomándose por las ventanitas que proporcionaban las puertas de las aulas para ver si pillaba a su fugitiva, pero lo único que encontraba eran profesores escribiendo en las pizarras y alumnos durmiéndose a sus espaldas, o gente que apenas y estaba aprendiendo a sostener un saxofon. ¿Una escuela para gentecilla que aspiraba a la carrera del arte, eh? Perdió un poco el interés por enontrar a quién sea que buscaba para asomarse a ver lo que hacían las demás aulas, y pudo ver de algunas personas que estaban practicando una coreografía de danza contemporánea, que a Marceline se le hizo algo contagiosa de querer practicar. También a nerds en computadoras, gente que se maquillaba en la ventana sin que el profesor se diera cuenta, cosas así.

Cuando hubo escuchado otro pequeño estruendo, la vampiro se asomó abriendo una puerta más grande que las habituales y vio que terminó en una especie de salón, en la que había alguien tocando de forma casi inspiradora el piano que yacía allí. Marceline sonrió con malicia, sabía perfectamente de quién se trataba al reconocer esos largos cabellos y el bonito trasero que se asomaba del asiento. Se escabulló por la puerta y la cerró de golpe apropósito, lo que le dio la oportunidad de deslizarse rápidamente y terminar sobre el piano, con las mejillas aplastadas por los nudillos y una pierna arriba, balanceándose de un lado a otro de forma divertida mientra veía a la muchacha de entre sus mechones oscuros.

- No tocarás nada de Black Gospel o un género oscuro? Me siento inspirada - mencionó entre risas, se arrimó un poco más hacia las teclas para quedar nariz con nariz de la azabache - Hola, Yuki~

- Sorpresa sorpresaaaa~ – murmuró con un deje muy divertido, siguió moviendo sus piernas de un lado a otro así como meneaba ligeramente su cabeza como si tarareara una canción – Por supuesto que la escuela es aburrida para mí, por no decir que me gradué hace milenios, pero Keila se ha metido por aquí con unas bombas lacrimógenas y la estaba buscando, pero creo que me he encontrado con un platillo más suculento al que esperaba – su sonrisa se extendió otro poco y se dio media vuelta, como si fuera un gato en el suelo, para quedar borra arriba mientras dejaba las piernas sobre el piano.

La vampira se quedó mirando el techo como si al final de todo la azabache no estuviera ahí, haciendo dibujos en el aire con el dedo mientras que seguía tarareando la misma melodía que tocaba Yuki. Sonrió a medio lado mostrando los colmillos, justo después claro, que adivinó que posiblemente Keila le estuviera causando problema el chiquillo de los lentes al escuchar un inminente golpe en el piso de arriba, como si hubieran lanzado una silla o algo por el estilo.

- ¿Cómo te trata la vida? ¿Me extrañaste? – preguntó poco después, levantando la cabeza para verla al revés – Creí que te dedicabas a tocar sólo el bajo, ¿Dónde está el que te compré? No veo que lo uses, y mira que me costó un par de ceros en mi tarjeta – dijo, como si el regañara, pero su tono seguía siendo bromista e impasible – ¿Qué hacen ustedes los humanos para divertirse aquí? ¿Sólo juegan con los instrumentos y ya? Eso no es vida, no entiendo por qué tienen que hacer una escuela para todo.

De improviso, ya se encontraba al otro lado de la habitación con un saxofón en la mano (se nota que le gustaba ese instrumento, ¿No?), puso los labios sobre la boquilla y tocó un par de notas, de ahí fue a pasar a un par de instrumentos rápidamente como el sitar, la guitarra, e incluso una batería que no estaba muy lejos. Un repique o tres notas le bastaban por cada instrumento, y sin dar aviso, ya se volvía a encontrar junto a Yuki, de pie al lado del piano.

- ¿Tocarás algo para mí o sólo te quedarás como una boba comiéndote las moscas mientras me miras? ¡Vamos! Sé que soy alucinante pero no creí tanto – riéndose, se acomodó la larga melena del cabello en un gesto como de diva.

Sonrió casi de forma gatuna, divirtiéndose (como seguramente ya lo habrá demostrado en ese ratito jugando con los instrumentos) una vez más con su “amiga” Yuki. La muchacha se puso nerviosa, como era de esperar de cualquiera que estaba junto con la vampira, podía sentir que se estaba empezando a poner nerviosa, ¡Claro! ¿Cómo no ponerse nerviosa con semejante figura escultural que posaba junto a ella? No la culpaba en lo absoluto.

Se recostó del piano mientras que la escuchaba tocar, meneando la cabeza de un lado a otro intentando relacionar la canción con algo que había escuchado. A mitad de ella, parece que la reconoció, y la letra siniestra de la canción le hizo tener una idea que, para ella, sería una muy buena broma (si tan sólo Keila estuviera aquí… ¡Poff! Acaba de sonar algo monstruoso, la vampira debió haber lanzado la primera bomba lacrimógena).

Cuando la canción terminó, Marceline se le acercó peligrosamente a la muchacha, lento y disimulado, sus ojos empezaron a tornarse de un rojo amenazador e hizo que sus colmillos se agrandaran, como si de repente hubiera dado crédito a sus instintos sanguinarios.

- Una buena canción, ¿No crees? – preguntó, sonriendo de forma que los colmillos tuvieran la misma importancia de sus enormes ojos rojos – Es… inspiracional

Se acercó hasta Yuki, relamiendo ligeramente los labios, haciendo un siseo con la lengua tal cual como la de una serpiente. Cara a cara con la muchacha, extendió más su sonrisa y la miró directamente, abriendo ligeramente su boca para hacer ver que un extraño líquido grisáceo goteaba de sus colmillos, como la saliva. Tenía los brazos hasta la altura de su pecho como si estuvieran esperando un movimiento en falso de la chica para tomarla por ambos hombros y atacar. Su risa se entremezcló con los siseos, y sus largos mechones oscuros volvieron a tapar algunos tramos de su cara que sólo resaltaban más su apariencia macabra.

- Creo que… tengo hambre… – murmuró, distorsionando su propia voz con la de un monstruo.

Flotaba lentamente hacia ella, con el mismo rostro maniático/sanguinario con ganas de morder. Los dedos de Marceline se habían vuelto garras que ansiaban picar algo justo por la mitad, y su cara, antes coqueta, se había transformado en la de una criatura maligna, algo que parecía revivir viejos cuentos sobre “la gente” de Marceline. Volvió a retorcer su lengua entre los colmillos, y cuando vio que la muchacha estaba buscando por dónde escapar, rápidamente interceptó su mano de la perilla de la puerta, obligándola a verle fijamente a los ojos con su otra mano libre, que fue a parar en la barbilla de la humana.

- ¿Qué pasa, Yuki? – volvió a decir, con esa extraña distorsión de su voz – ¿Es que… me tienes… miedo? – remarcó la última palabra, empezando a reír de una forma escalofriante.

Acercó su boca hasta la muchacha, el cálido aliento golpeaba con fuerza el cuello de la muchacha. Sentía su miedo a flor de piel, le sostuvo la muñeca firmemente pero sin apretar, mientras que dejaba caer una única gota de ese líquido grisáceo sobre el hombro de la chica, como si fuera una gota de lluvia muy pesada. Sus colmillos rozaron ligeramente el cuello de la azabache, y cuando su sonrisa se extendió hasta dar de oreja con oreja, hubo un rápido movimiento de su cuerpo y sus ojos se tornaron realmente grandes, muy macabros, y se acercó de golpe a la chica como si fuera a morderle el cuello…

En cambio, fue a parar hasta las orejas coloradas de la azabache, y mordiéndole la oreja de sugestiva para acabar quitándole el color rojo del oído, quedando de un blanco mucho mas pálido a diferencia del resto de la cara de la muchacha, que parecía sudar.

Marceline no le dijo nada, se limitó a volver a sonreírle con la misma picardía que acostumbraba a hacerle y deslizó su mano (la que sostenía la muñeca de Yuki) hasta alcanzar el hombro, haciéndole un gesto cariñoso en él como si fueran amigas de toda la vida. Rodeó sus hombros con el mismo brazo y se le pegó, recostándose de la pared también, con un pie sobre el muro y dejando que en todo reinara el silencio.

- ¿Y… quieres que te cante algo? – preguntó, sonriéndole con dulzura, aunque luego rompió a reír – No me digas que te asusté de verdad con eso, ¡Ha sido una pésima actuación! ¿No veías cómo sonreía tan mal? Me estaba riendo demasiado, pero era inevitable, tu cara era todo un poema –volvió a reírse de forma suave, y sin esperarle en lo absoluto, le plantó un beso en la mejilla.

La muchacha explotó, como cosa rara, ante el sarcasmo de Marceline. La vampira se limitó a mirarle con la misma sonrisa, casi fijada en su rostro, mientras que su compañera empezaba a lanzar gritos y discriminaciones hacia su persona, lo que le hizo saber que parecía no conocer el gusto de una verdadera broma. Dio unos pasos hacia ella para limpiarle la lagrimita que vio de reojo que se colaba por su mejilla, pero su grito "¡Canta lo que quieras!" le hizo saber que no quería que se le acercara, por lo que refunfuñó para darse media vuelta y dirigirse al piano, rozando con los dedos a las teclas del instrumento.

Empezó a tocar un par de teclas en una melodía algo lúgubre, pero rápidamente cambiaron a un melancolismo poco acostumbrado. Marceline se detuvo como si pensara que algo le faltaba, y entonces, volvió a tocar el piano con la misma falta de alegría habitual de ella, y de sus labios salió una canción que, ciertamente, contribuía al aire extraño de la canción:


Su canto se vio interrumpido por una escalofriante risa mezclada con la coquetería de ella, justo después de dedicarle un guiño a la muchacha de cabello azabache, pero sus dedos no dejaron de moverse a lo largo del piano para seguir tocando. Siguió con la estrofa que seguía, y poco después, el resto de la canción se limitó a un deje instrumental, aunque el final no fue muy bueno, porque Marceline lo estropeó apropósito tocando dos teclas que desentonaban la melodía.

- Agh, hago mi mayor esfuerzo, ¡Pero el sentimentalismo no va conmigo! - se quejó, aunque eso no era del todo cierto. Para esas ocasiones, estaba su guitarra mariposa, pero no iba a contar semejante locura, ni ella tocaba el tema - ¿Ahora no me vas a dirigir la palabra? - dijo a Yuki, levantándose del piano mientras que flotaba muy lentamente hacia la salida - Porque puedo irme de aquí, buscar a Keila y dejarte sola el resto del día... - con una mano en el picaporte, era de sobras decir que el tono de su voz era tentador, esperando a que la muchacha mordiera el anzuelo.[/b]

Su respuesta no fue lo que esperaba, y eso se manifestó en su rostro cuando alzó una ceja, casi incrédula. Estaba esperando un muy dramático “¡No te vayas!”, una cara dolida de parte de la chica, y el típico rogar de las películas más populares en la población adolescente del siglo. Y como Marcy era de hacerse rogar… ella obviamente iba a aprovechar la ocasión para joder un poco más a Yuki, pero dado que no parece dispuesta a admitir que urgía de la compañía de Marceilne, parece que tendría que aumentar el nivel para conseguirlo. Claro, la muchacha debe tener un orgullo demasiado alto como para tendérsele a los pies… y como no, a Marcy le gustaba exagerar mucho las cosas.

Se pegó a la puerta y se cruzó de brazos, aún así, con su sonrisita mientras que la veía dirigirse hacia el piano otra vez para ir a por otra canción. Al principio no parecía muy dispuesta a interrumpirla porque seguía esperando la escena dramática de ruegos, pero al ver que el momento se hacía demasiado largo para esperar, la vampira bufó, levantando de un soplido fastidioso un mechón de cabello que se le había quedado en la cara, y se acercó a la azabache tomándole la mano, interrumpiéndole a mitad de la canción:

- ¡Oooooó, - empezó Marceline, con una ceja arriba y una sonrisa más pequeña de lo habitual – puedes acompañarnos a las dos y así todas ganamos! ¿No te parece mejor? – riéndose, entrelazó los dedos de ambas y le hizo levantar el brazo poco a poco – De todos modos estaba pensando llevarte a la fuerza, así que cualquier opción iba a ser por igual – alzó los hombros, y de un momento a otro, envolvió la cintura de la muchacha con su otro brazo libre y se la montó al hombro, como si fuera un saco de papas.

Abrió la puerta de la sala de música con una patada y la puerta se abrió de golpe, mientras Marceline salía de la habitación con cuidado de no golpear la cabeza de la chica. No vaya a ser que le dejara inconsciente por un mal golpe, a ella le gustaba las que protestan. Firmemente sujetada de la cintura y llevada por su hombro, el piso se agitó un poco a causa de otra mini-explosión, que la vampira tomó porque fuera Keila, y parecía que no había mucha distancia entre ellas.

A lo lejos, vio al muchacho de los lentes de hace rato, corriendo como un demente por su vida tras doblar por la esquina al mismo pasillo por donde iban Marceline y Yuki, con los ojos tan llenos de lágrimas que le daba picazón hasta en la iris.

- Hm, creí que estaríamos más lejos. ¡Gracias, querido! – dijo Marceline, y cuando el muchacho pasó por su lado, casi sin inmutarse de la escena de las dos, se despidió del chico con el brazo libre y alzando la voz – Puede que tu primer encuentro con Keila no haya sido el más divertido, pero creo que se llevarán bien. Que no te intimiden sus colmillos o su locura, es bastante maja.

- Tus deseos son mis órdenes, lindura - respondió sonriente, y dejó caer a la muchacha de culo como si, otra vez, estuviera tratando con un saco de papas.

Otra pequeña explosión y un gritito parecido al de la azabache al doblar a la esquina, Marceline se llevó una mano al frente como si se cubriera del sol y achinó los ojos, una niebla verdosa se les acercaba y eso debía ser producto de las bombas lacrimógenas. A ella no les afectaban, o al menos no eran la gran cosa, sólo le molestaba en los ojos, pero por lo general era tan seca como una pasa. Vamos, era una vampira. Avanzó entre la niebla mientras dejaba a un lado a la humana y así terminar de buscar a su compañera para marcharse rápido, porque a fin de cuentas, era el "deseo" de la azabache, y había prometido que se portaría "bien".

Encontró a la vampira flotando y, como no, riendo como una demente, mientras disparaba bombas lacrimógenas a las puertas de las aulas para que los estudiantes ni se molestaran en asomarse para ver el desastre. Marceline le llamó con un silbido, Keila fue rápidamente hacia ella como si fuera un perro obediente, e incluso se dejó acariciar la cabeza. Si la muchacha tuviera cola, la estuviera agitando energéticamente en estos momentos, pero sólo se limitó a sacar la lengua y a tener las "patas" arriba.

- ¿Quién es una buena niiiñaaaa? - preguntó, y Keila respondió con un ladrido - ¡Así es! ¡A tú! ¡A tú a tú a tuuuuú! - le acarició la cabeza más energéticamente, lo que hizo que Keila volviera a ladrar y actuara como un perro.

El humo se discipó un poco y la vampira de cabello esponjado vio una silueta no muy lejos de ella, fingió olfatear con el "hocico" arriba y reconoció, muy por encima de las bombas lacrimógenas, el aroma a humana. O peor. Humana que no le caía bien. Los cabellos de Keila se erizaron como si fueran el pelaje de la espalda de un perro y se puso a gruñir en dirección a Yuki, y cuando Marceline se giró a ver lo que observaba, no pudo evitar soltar unas risitas y morderse el labio de la gracia.