Probando suerte (Libre)

A penas hubo puesto un pie dentro del recinto algunas miradas curiosas se posaron sobre él, quién vestía unos pantalones algo holgados y una camisa gris, nada muy extravagante, mas lo que de él llamaba la atención eran los inevitables parches y vendas que su cuerpo adornaban.

Y eso que procuré no jugar demasiado para esto.

Se acercó al mesón de la recepción buscando las indicaciones correspondientes. Hace algunos días, tras haberse instalado correctamente en la ciudad, había escuchado acerca de las audiciones para el sello donde no importaba mucho tu curriculum o educación, si tenías talento, tenías posibilidades de quedar, mas él mismo no creía que "talento" fuera algo con lo que él contara. No era un proigio y su apariencia más que jugarle a favor, le perjudicaba. ¿Y qué? Quizás a alguno de los mandamases de ahí se les ocurriría que podrían sacarle provecho en cierto estilo de música, él se amoldaría ya que su objetivo principal no era llegar a la cima del estrellato, sino simplemente meter la cola en ese nuevo mundo que se abría ante él con aquella vaga posibilidad.

Luego de tramitar todo lo necesario, buscó una banca libre para sentarse. No era el único esperando por 5 minutos de ser escuchado. Veía personas con instrumentos, algunos que cantaban como si con ello intentasen intimidar a los otros. Él, por su cuenta, solo sacó los pequeños audífonos que llevaba en el bolsillo junto a su celular, y encendió la lista de reproducción. Cada vez que alguien salía de la sala de audiciones él bajaba el volumen para alcanzar a oír el nombre del siguiente postulante.

Llevaba tiempo sin echar una mano en Merveilles, meramente por la nueva ocupación que había decidido llevar sobre sus hombros. Pero estaba allí otra vez, sentado en una de las tres butacas que correspondían a los jueces de las audiciones de ese día. Había decidido pasar esa semana en el sello para aprovechar de tramitar los trabajos pendientes en su oficina, así como también debía -de una vez por todas- poner orden a la misma. ¡Cuánto polvo acumulaba ese maldito espacio que tan inhóspito se hallaba!

De cualquier modo no serían muchos días fuera de Musette, solo aprovecharía aquél intervalo donde los encargados y jueces del musical discutían los últimos pormenores de la obra, tales como disposición de espacio y personal auxiliar. Si, unas pequeñas y bien merecidas "vacaciones" en el sello, porque comparado con la escuela y sus conflictivos estudiantes Merveilles era un parque de diversiones, al menos contaba con la tranquilidad de estar tratando con gente "adulta" a la que podía derivar, despachar y tratar con seriedad, sin remordimientos.

El mundo "adulto" contaba con esa ventaja, no tenía por qué ser niñero ni enfermera de nadie, pero aún así...

– Eiji Mitsuo – llamó al siguiente postulante, sirviéndose del pequeño micrófono de mesa ante él. Mas aún, el impacto de ver a un joven lesionado no pasó inadvertido ante su trato supuestamente profesional. – ¿Estás en condiciones de realizar la audición? – Preguntó serio y con un dejo de preocupación en su voz, sin apartar la mirada de esos vendajes ubicados en su cuerpo de forma aleatoria.

A penas su nombre fue pronunciado, él desconectó los audifonos de su celular, el que de forma automática detuvo la lista de reproducción. Guardó el aparato con rapidez y de inmediato se levantó de la butaca caminando hacia el interior de la sala. Por un momento miró con sorpresa a aquel sujeto, ¿Que era esa alocada apariencia, era el baterista de algún grupo de rock pesado o algo punk? No pudo no reír ante la sorpresa y al mismo tiempo, por las preocupadas palabras que contrastaban con ese semblante casi intimidante.

- Claro que estoy en condiciones, o de comienzo, no habría venido hasta aquí. - Respondió con desinterés, y es que no era el primero ni el último que formularía ese tipo de cuestionamientos para él debido, únicamente, a su apariencia.

Sus pasos continuaron entonces hasta el centro de la sala donde su único ojo pasó de persona en persona hasta volver a aquel que de comienzo le había dirigido la palabra.

-Se que mi apariencia no es a lo que diariamente están acostumbrados. Pero no dejen que eso los moleste. Incluso la ausencia de mi ojo es algo que esteticamente se puede resolver. ¿No es así?- Una mirada inquisitiva que probaba la tolerancia y el sentido común de los presentes. Qué tanto discriminarían por una fachada, por un parche o por lo extraño que pudiera parecer. Y quién de ellos vería algo un poco más allá de su nariz.

Era interesante, tratar de predecir sus mentes le ponía más ansioso que la misma audición por presentar.

A penas el postulante ingresó al interior de la sala Reino le observó de arriba hacia abajo con curiosidad, algo que sus colegas también hicieron pero con cierto dejo de estupefacción y desagrado. El sello era un sitio que solía recibir artistas de todo tipo y de cuando en cuando llegaban casos de lo más singulares, pero éste contaba con un elemento particular, un "algo" intimidante que instaba a la precaución.

Pese a esto y al comentario del muchacho el mánager seguía preocupado por su estado, fijándose por sobretodo en aquél parche que le censuraba el ojo, arqueando las cejas con impresión al oír la mención de su falta. Si no se lo decía jamás lo hubiera adivinado y es que, vaya, las modas cada vez más lo vienen impresionando... Además, un tuerto no se ve todos los días.

Sería del todo inconsecuente juzgar a alguien por cómo se ve, siendo él mismo un permanente opositor de la formalidad estúpida que implicaba la normalización del aspecto. Pero ¡y esas heridas! Deducía que aquél estado se debía a una riña, maltrato intrafamiliar o ¿autoflagelación? No, no, eran demasiados los rasguños visibles, con el poco conocimiento que manejaba en ese campo podía deducir que las personas con tales tendencias prefería evitar el exponer sus heridas.

– Confiaré en tu criterio – sentenció más tranquilo, procurando a sus colegas que mantuviesen la calma a pesar de todo pues el sujeto parecía estar bien. – Requerimos que explicites los motivos por los que quieres entrar en Merveilles, así como también tu especialidad y, claro, que nos permitas escucharte – dio las indicaciones con parsimonia, sin apartar la penetrante mirada azulina del contrario.

Una vez contó con la aprobación, o más bien, con la duda esfumada de sus pensamientos, escuchó la pauta a presentar para la audición que, en definitiva, requería de toda su improvisación. ¿Motivos? No podía arrodillarse frente a ellos y confesar sus superficiales intenciones en un mea culpa, entonces modificaría tan solo un poco la historia, a su favor.

-La verdad es que vengo de otro país. Japón para ser exactos, aunque eso pueden figurárselo por mi nombre. Digamos que, la pasé mal en ese lugar y ahora, dadas las condiciones, y tras haber oído hablar de ésta ciudad, he decidido probar suerte en el sello del que todo el mundo habla. Nunca he hecho un trabajo musical profesional, pero al menos quisiera intentarlo. En japón tuve el tiempo para hacer algunas letras, me gusta componer, a mi manera. Asi que, vengo a presentarme como vocalista con una de esas canciones.- Él hacía sonar todo con suma simpleza, con la sensillez de las palabras correctas, y su historia, no era del todo una mentira, tampoco era la realidad, pero si algo era innegable, era que aquella canción que deseaba presentar, había sido escrita en una de las tantas noches entre el holor a tabaco y sexo, como un pet con grillete en sus manos y correa al cuello.

¿Y qué? No había sido tan malo.

Dejó una pausa y esperó el comienzo de la pista que había entregado para la audición.


Su voz era gruesa y no era una maravilla, de eso estaba seguro, pero algo que disfrutaba de cantar era, sin dudas, interpretar sus propias letras, aunque más que una interpretación, eran el simple matiz con el que desde el comienzo las había escrito.

No podía negar que sentía mucha curiosidad por el postulante y su relato, ¿qué acontecimientos desagradables le hicieron partir de Japón? Reino era la clase de sujeto que indagaba en las motivaciones ajenas sin mucho miramiento al tiempo o a la espera de los demás, pero esa vez se contuvo pues sabía que ni estando a solas con Eiji sería una pregunta fácil de contestar. O al menos eso deducía, él mismo odiaba a los impertinentes que buscaban averiguar más de su pasado.

El japonés comenzó a cantar y los jueces centraron su atención en él. Su voz era áspera pero afinada, cuadraba bastante bien con el estilo oscuro que, tal vez sin pretenderlo, proyectaba hacia el exterior. Reino cerró los ojos un instante, captando bien los elementos básicos a escuchar en cualquier interpretación, mas no tardó en abrirlos para comprobar cuán buen desplante tenía en el escenario. Sin duda faltaba pulir este aspecto pero el resto contaba con suficiente encanto, una "chispa" difícil de describir, algo que iba mucho más allá de su excéntrica apariencia.

El mánager echó un vistazo hacia sus colegas, comprobando que parecían estarle escuchando con mayor seriedad, omitiendo lo que veían. De cuando en cuando la muchacha a su costado gesticulaba cierto nerviosismo por las heridas en el cuerpo del joven, aunadas a su sombría presencia.

– Bueno Eiji, en un par de días haremos el anuncio de selección pues aún quedan varios postulantes que evaluar. Nos comunicaremos contigo, sea cual sea el resultado. Agradezco tu presentación – dijo el mánager una vez hubo finalizado sin querer dar mayores ilusiones pues, aún si él reconocía su potencial, no podía decir lo mismo de sus otros dos compañeros.

Cuando terminó de cantar simplemente aguardó en silencio. Su ojo volvía a ir de uno en uno entre los presentes hasta recaer en aquel que le volvía a dirigir la palabra. Formalidades, eso era todo lo que escuchaba. Se preguntaba cúantas veces el pobre hombre debía repetir lo mismo por, simplemente, una cuestión de protocolo.

La verdad es que no le importaba quedar de vocalista o no, solo quería tener acceso a ese nuevo mundo y esa, parecía la manera más rápida y factible, y es que encontrar otro tipo de trabajo, con ese "estilo" tan particular no era algo probable, mas él no era de las personas que modificaría sus gustos o tendencias simplemente por el merito de una necesidad.

Asintió muy pacificamente, casi somnoliento y eso era un problema que no podía sacarse con facilidad. Anemia. Ella era la culpable de que luego de un esfuerzo más allá del respirar y caminar de todos los días le costaran esa sensación de ser capaz de dormirse en cualquier lado, mas nunca lo hacía. Al menos el asunto parecía haber terminado y podría volver a su actual casa a descanzar un poco y luego comenzar a recorrer la ciudad.

-Estaré esperando, gracias por su tiempo y preocupación. -Aquello último lo dijo con una burla liviana pero evidente, antes de abandonar el salón inclinó un poco la cabeza, un gesto propio de su país natal, aunque era lo mínimo de respeto que podía presentar con alguien era un modal adquirido y que en verdad nunca había planeado erradicar.

Reino le vio retirarse con un poco de pena, quería hacerle más preguntas pero claro, aquél no era el contexto para una entrevista ni aunque ésta fuera de carácter profesional, mucho menos para una charla entre un simple sujeto adicto a las singularidades de los otros seres humanos y un aspirante a vocalista.

Eiji Mitsuo, un tipo curioso de extravagante apariencia y buen manejo. Merveilles no era la clase de sitio donde se podía destacar con facilidad pero el mánager estaba bastante seguro de que él lo haría igualmente, claro, en caso de que quedara seleccionado. Todo dependía de la muchacha jurado a su costado, cuyo miedo hacia Eiji parecía ser casi evidente.

– Vamos, solo son unas vendas y un ojo menos – comentó Reino en son de broma, planeando relajar a la muchacha y esperando a que pasara el siguiente en audicionar.

Pero por alguna extraña razón la jovencita no se tranquilizó con el pasar de las horas, de hecho esa fue la última vez que la vio prestando sus servicios para jurado, así que Reino tuvo que evaluar a los postulantes de ese día únicamente con su otro colega. No tardó en percatarse de que la desertora era originaria de Japón... ¿Habría conocido al tipo de algún lado? Fuera como fuera, era tarde para cuestionarse la posible conexión entre la presencia de Eiji y su comportamiento. Los resultados ya habían sido decididos.