Tercera audición para Julieta.

Tras terminar de cantar suspiró. Al fin lo había hecho, en el fondo, para ella, lo peor ya había pasado. Ahora no le quedaba más que conversar con los jueces, en caso que quisieran saber algo más, de lo contrario, simplemente pasar a la siguiente fase de la audición y hacer lo que le pidieran de la mejor forma posible. Acomodó el micrófono para no moverlo de forma innecesaria ahora que ya no iba a seguir cantando y miró expectante a los jueces frente a ella, aguardando cualquier comentario, crítica o pregunta de su parte.

- Muchas gracias, señor, realmente quise dar lo mejor de mí -agradeció al inclinarse sobre el micrófono para contestarle, sujetando un poco el pedestal para no hacerlo tambalearse y para proyectar lo mejor posible la seguridad que iba volviendo de a poco a ella, intentando no mirar lo que escribían los jueces. No era como si fuera a ver mucho desde aquella distancia, pero esa inquietud que tenía de intentar descifrar algo...- ¿La razón? -vaya, no esperaba que hubiera terminado preguntando sobre su razón para escoger la canción. Aquella era una oportunidad que no iba a desperdiciar- Sobre la canción, bueno, reconozco que no toda calza con Julieta, pero en algo puede adaptarse a ella. Mi razón para escogerla es porque quise explorar un lado que no suelen comentar de ella, me refiero a ese amor puro y lleno de esperanza que ella tenía. Muchos tienden a enfocarse en la tragedia y en el amor imposible al hablar de Julieta, y no los culpo, es el centro de toda la obra y del personaje, el hecho de saber que ese amor está condenado desde el principio. Pero yo quise enfocarme en que, a pesar de esto, tanto Romeo como Julieta jamás desistieron de amarse, jamás dejaron de aferrarse a la esperanza que su amor les daba, esperanza de, por medio de ese amor, reunir de algún modo a sus familias y cesar la guerra que discurría entre los Montesco y los Capuleto, y esta misma canción lo dice: "Donde hay amor, hay paz", "No tenemos que temer este amor". Eso era lo que ellos querían transmitir, ellos querían creer en ese milagro que su amor podría traerle a toda Verona, la paz.

Hizo una pausa, algo pensativa. ¿La razón de escoger el papel de Julieta? Sentía en el fondo que aquella era una pregunta capciosa, decisiva- Bueno, la verdad... Es porque siempre quise participar en un musical, creo que no lo hago desde la primaria. En verdad no lo hice del todo por obtener el papel de Julieta, pero quise intentarlo para dar lo mejor de mi y esforzarme en conseguir su papel, porque pienso que así podría transmitir esta visión de Julieta que yo tengo, algo que no podría conseguir en otro papel... -en aquel momento no sabía qué más decirle, aunque todo fue verdad, palabra por palabra- Además, unas cuantas ocasiones vi musicales y óperas de Romeo y Julieta, las últimas gracias a mi madre. Y creo que siempre me pregunté qué se sentiría estar en su piel, tanto en la de Julieta y en la de las actrices... siento que participar en este musical combina dos de mis gustos más grandes: Cantar y la actuación. -calló al no saber qué más decir, pero se sentía satisfecha, pues ya había dicho todo cuanto tenía por decir.

Se sentía algo incómoda al notar las miradas que se daban entre sí los demás jueces, ¿estaría haciendo algo malo? De seguro estaban comentándose con la mirada un montón de cosas que ella misma no podía comprender, por lo que decidió que lo mejor era ignorarlo.

Escuchó atentamente lo que comentaba a sus palabras, haciéndole sonreír al ver que había comprendido y compartía su visión sobre aquella trágica pareja, epítome del amor fugaz, inocente pero apasionado de una joven- Es verdad, pero por más milagro que suene, aquello sólo pudo ser fruto de su amor, de su esperanza y de su fe inquebrantable, pero en efecto podría considerarse como una revolución... sin embargo es una lástima que no haya sido tal dentro de la misma historia, bueno... en sí fue una revolución de dos... -suspiró al preferir callar, estaba alargando mucho su tiempo de audición y quizás muchos se molestarían por ello, quizás y hasta el mismo Reino frente a ella- Muchas gracias... -se limitó a agradecer con la cabeza su alegría.

Tragó duro y permaneció firme. Ahora venía la parte más difícil: la actuación. Tenía que concentrarse, necesitaba su memoria más fresca que nunca, aunque hubiera oído que no eran demasiadas líneas, un paso en falso y quizás hasta se le olvidaría su nombre. Palideció de nervios al oírle recitar parte de la escena del balcón, recibiendo con manos temblorosas el libreto. "Respira, vamos, respira..", se repetía una y otra vez en su mente para intentar concentrarse.

Repasó las líneas en su mente una y otra vez, moviendo sus labios para memorizarlas, planeando en su mente un esquema, un bosquejo de cómo haría todo, intentando hacer una media de las diferentes representaciones de Julieta que hubiera visto en toda su vida. Aunque no fuera perfecta, daría lo mejor de sí. Si lograba dejarles una impresión marcada en la mente, cuanto mejor. Suspiró pesadamente cuando Reino le indicó el fin de su tiempo, asintiendo con la cabeza y devolviéndole el libreto. "Bien... aquí vamos, es el todo o nada..."

Cerró sus ojos. Ya no era Aria Ainsley, desde ese instante era Julieta Capuleto, sumida en sus cavilaciones en su balcón, de noche, interrumpida por el joven Romeo Montesco, con quien sostenía una conversación. Tras abrir sus ojos se sentía segura dentro de lo más segura que podría estar en ese momento.

-Oh, gentil Romeo, si amas, ¡dilo francamente! -suplicó al borde del escenario, mirando a un Romeo imaginario al pie del mismo, con una mano empuñada en su pecho en señal de emoción- Mas... si crees que fui fácil de conquistar -por su indecisión al momento de recitar aquella frase, lo que salió de sus labios, no, de los de Julieta, fue una mezcla de decepción consigo misma- "La verdad... ¿Julieta estaría decepcionada por ser fácil de conquistar, no?" -entonces se volteó para darle la espalda a los presentes, casi como un gesto de desaire, de decisión- ¡Entonces frunciré el ceño y seré cruel y desdeñosa para que ansíes cortejarme...! -hablaba firme, decidida y empeñada a que así fuera con tal de conseguir el amor del joven Montesco que yacía a sus pies, y volvió a voltearse para mirarle a los ojos, a su imaginario Romeo- ...que de otro modo, por nada del mundo lo sería -confesó con emoción en su mirada, fingiendo apoyarse en un barandal que no estaba allí- Es verdad, apuesto Montesco, soy demasiado apasionada, por lo que acaso juzgues ligera mi conducta... -confesó, pareciendo algo avergonzada con una tímida sonrisa, pero un tanto culposa inclusive.

-Mas créeme, caballero, probaré que soy más sincera que las que más astucia muestran en fingir recato -proclamó decidida, parándose más que firme, por un segundo saliéndose de su personaje, puesto que aquella frase la recitaba tanto como Julieta como Aria, realmente esas mujeres falsas le provocaban algo en el estómago. Intentó retomar su frágil actitud de Julieta, esa jovencita pizpireta y dulce- Hubiera sido más reservada, debo confesarlo... -admitió con algo de pesar y arrepentimiento en su voz, quizás aquello habría sido lo que un hombre normal de aquella época hubiera preferido, hasta en la actualidad seguía siendo así con muchos hombres- mas sorprendiste, sin yo advertirlo, la pasión de mi amor -rehuyó por un segundo la mirada de su Romeo, temerosa de que pudiera saber más de ella con sólo una mirada, expuesta ahora ante él- Así, perdóname, ¡y no atribuyas mi condescendencia a liviandad de un amor que tan sólo la oscura noche te revelo! -pidió, suplicante una vez más ante él, no queriendo que le juzgara mal, sus manos estrechamente unidas en puño contra su pecho.

Permaneció así unos momentos, sin saber cómo reaccionar o qué decir. Lo peor ya había pasado, sabía que había confundido un par de palabras y que había titubeado, pero ya todo estaba hecho. "Alea jacta est", pensó al esperar la reacción del jurado o un "te llamaremos" antes de siquiera pensar en moverse de su posición, aún estática.