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No es coincidencia, es un destino fatídico [Dio]
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No es coincidencia, es un destino fatídico [Dio]
Sábado al mediodía. El clima era de lo más agradable como para quedarme encerrada en el departamento, por lo que decidí buscar desde temprano a través de internet algún lugar turístico en la ciudad que no hubiese visitado ya y me llamó demasiado la atención el famoso jardín japonés. La cultura oriental siempre me había parecido fascinante, a pesar de no contar con la dicha de haber visitado personalmente aquel territorio. Bueno, aunque fuera una simple réplica, valía la pena visitarla. Tomé lo necesario para pasar el día al aire libre y me dispuse de disfrutar del momento.
Una vez en mi destino, no pude evitar sentirme cautivada por el entorno natural. No importaba en dónde posara mi mirada, una nueva maravilla estaba allí para impresionarme. ¿El día me bastaría para recorrerlo todo? Estaría a punto de averiguarlo.
Ya tenía un par de horas deambulando por el lugar, sin llevar un rumbo fijo y en cambio permitiendo que fueran los diferentes senderos y el azar los que condujeran mi destino. Aunque aún había mucho por contemplar, por desgracia el sol y la caminata continua estaban comenzando a agotarme, por lo que miré a mi alrededor en búsqueda de algún lugar cómodo en el cual descansar por un breve momento. ¿Habría alguna área de descanso con bancas? Aprovechando que a un par de metros por delante de mí se encontraba un gran tablón con el mapa del lugar, me encaminé a él para darle un vistazo. En medio de mi tarea por hacerme una idea del terreno, tras de mí no pude evitar escuchar cuchicheos provenir de dos mujeres que pasaron a mi lado. Si bien el lugar se encontraba bastante tranquilo, era lo más natural que existieran visitantes al ser día de descanso para una gran mayoría.
De lo que estuvieran hablando no era de mi incumbencia, por lo que me dispuse a no prestar atención, pero me resultó imposible ante lo nítido de ambas voces.
—¿De verdad sería él?
—¡Yo creo que sí! Ese rostro es inconfundible. Además, ¿no viste su aura? ¡Definitivamente es una estrella!
"¿Estrella?", pensé, frunciendo el ceño y no entendiendo nada de lo que estaban hablando. Ojalá no hablaran tan fuerte cerca de mí. Suspiré con cansancio, de verdad muy poco interesada en la charla, y me di media vuelta para alejarme de allí lo más pronto posible.
—¡De ser cierto deberíamos regresar y pedirle un autógrafo! Siempre me ha gustado Dio, ¡es tan encantador! ¡Y su voz es grandiosa! ¿Pero qué está haciendo aquí? ¿No se supone que estaba en medio de una gira por Europa?
Me detuve a media acción, totalmente en shock y sin ser capaz de reaccionar al escuchar aquello último. ¿Qué había dicho la mujer? ¿Dio? "Dios, no, por favor permite que sea una equivocación y que yo haya escuchado mal. De verdad que no puede ser él..."
—¿Será por lo del escándalo? ¡Se dice que tuvo un lío amoroso con una mujer más grande que él! Seguro regresó para no incitar más los rumores, al fin y al cabo puede afectar a su carrera eso...
No, definitivamente sí era él. Tragué en seco, sintiendo la boca amarga. Bien, hora de salir de allí, ya. No podía saber si era verdad que Dio estaba en el lugar, pero tampoco deseaba quedarme a averiguarlo. Vaya ironía del destino, a la persona que menos deseaba encontrarme en un día tan apacible venía justo a ponerse frente a mis narices. ¿Por qué no continuó con su gira? ¿Por qué tenía que regresar? ¡Que siguiera persiguiendo cuanta mujer mayor se le pusiera enfrente, pero no aquí!
Si las mujeres habían venido de mi derecha, quería decir que el camino seguro era la izquierda. Por fortuna justo hacia ese rumbo se encontraba la salida. En marcha.
Tan concentrada estaba en mi necesidad por salir del jardín que no presté suficiente atención a mi entorno y terminié colisionando con otra persona que venía por el camino opuesto al mío. Tuve que aferrarme a su brazo para no caer.
—¡De verdad lo siento mucho! Tenía tanta prisa que no estaba prestando atención a mi... —alcé la mirada para contemplar el rostro del extraño y encontrarme con la mirada ajena, quedando helada—... alrededor.
¡Oh, demonios!
Una vez en mi destino, no pude evitar sentirme cautivada por el entorno natural. No importaba en dónde posara mi mirada, una nueva maravilla estaba allí para impresionarme. ¿El día me bastaría para recorrerlo todo? Estaría a punto de averiguarlo.
Ya tenía un par de horas deambulando por el lugar, sin llevar un rumbo fijo y en cambio permitiendo que fueran los diferentes senderos y el azar los que condujeran mi destino. Aunque aún había mucho por contemplar, por desgracia el sol y la caminata continua estaban comenzando a agotarme, por lo que miré a mi alrededor en búsqueda de algún lugar cómodo en el cual descansar por un breve momento. ¿Habría alguna área de descanso con bancas? Aprovechando que a un par de metros por delante de mí se encontraba un gran tablón con el mapa del lugar, me encaminé a él para darle un vistazo. En medio de mi tarea por hacerme una idea del terreno, tras de mí no pude evitar escuchar cuchicheos provenir de dos mujeres que pasaron a mi lado. Si bien el lugar se encontraba bastante tranquilo, era lo más natural que existieran visitantes al ser día de descanso para una gran mayoría.
De lo que estuvieran hablando no era de mi incumbencia, por lo que me dispuse a no prestar atención, pero me resultó imposible ante lo nítido de ambas voces.
—¿De verdad sería él?
—¡Yo creo que sí! Ese rostro es inconfundible. Además, ¿no viste su aura? ¡Definitivamente es una estrella!
"¿Estrella?", pensé, frunciendo el ceño y no entendiendo nada de lo que estaban hablando. Ojalá no hablaran tan fuerte cerca de mí. Suspiré con cansancio, de verdad muy poco interesada en la charla, y me di media vuelta para alejarme de allí lo más pronto posible.
—¡De ser cierto deberíamos regresar y pedirle un autógrafo! Siempre me ha gustado Dio, ¡es tan encantador! ¡Y su voz es grandiosa! ¿Pero qué está haciendo aquí? ¿No se supone que estaba en medio de una gira por Europa?
Me detuve a media acción, totalmente en shock y sin ser capaz de reaccionar al escuchar aquello último. ¿Qué había dicho la mujer? ¿Dio? "Dios, no, por favor permite que sea una equivocación y que yo haya escuchado mal. De verdad que no puede ser él..."
—¿Será por lo del escándalo? ¡Se dice que tuvo un lío amoroso con una mujer más grande que él! Seguro regresó para no incitar más los rumores, al fin y al cabo puede afectar a su carrera eso...
No, definitivamente sí era él. Tragué en seco, sintiendo la boca amarga. Bien, hora de salir de allí, ya. No podía saber si era verdad que Dio estaba en el lugar, pero tampoco deseaba quedarme a averiguarlo. Vaya ironía del destino, a la persona que menos deseaba encontrarme en un día tan apacible venía justo a ponerse frente a mis narices. ¿Por qué no continuó con su gira? ¿Por qué tenía que regresar? ¡Que siguiera persiguiendo cuanta mujer mayor se le pusiera enfrente, pero no aquí!
Si las mujeres habían venido de mi derecha, quería decir que el camino seguro era la izquierda. Por fortuna justo hacia ese rumbo se encontraba la salida. En marcha.
Tan concentrada estaba en mi necesidad por salir del jardín que no presté suficiente atención a mi entorno y terminié colisionando con otra persona que venía por el camino opuesto al mío. Tuve que aferrarme a su brazo para no caer.
—¡De verdad lo siento mucho! Tenía tanta prisa que no estaba prestando atención a mi... —alcé la mirada para contemplar el rostro del extraño y encontrarme con la mirada ajena, quedando helada—... alrededor.
¡Oh, demonios!
Stella Castellini- Ocupación : Ciudadano
Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 25/01/2020
Re: No es coincidencia, es un destino fatídico [Dio]
No le avisé a nadie de mi regreso, solo tomé el avión y ya. Y aquí estoy, en el maldito jardín japonés de esta maldita ciudad.
No se confundan. No soy tan malhumorado como sueno. De hecho soy encantador, muy encantador. Mi humor solo se está viendo afectado por una serie de contratiempos desagradables, entre ellos, que llevo más de quince minutos con el celular pegado al oído en lo que intento contactar a mi estilista. Pude haber hecho esta llamada en la comodidad de mi departamento, pero necesitaba estirar las piernas después de estar tantas horas en el avión. Ya iremos a ese punto.
Muchos de ustedes se preguntarán: ¿cómo llegó el talentosísimo y super cool Dio a esta situación? Pues verán, cuando se es famoso todos pierden la cabeza por cualquier cosa que hagas, incluso cuando se trata de una idiotez totalmente natural en un joven guapo y soltero como yo. Ah, aunque lo de soltero es una verdad a medias. Pfff, ese es otro punto que no me interesa abordar por ahora.
Bien. ¿En qué estaba?
Ah, sí.
Los franceses son tan indiscretos como parecen. En menos de una semana toda Glass City estaba enterada de mi amorío con C-Moon, aun cuando ambos acordamos que era una tontería pasajera e incluso nos dejamos fotografiar por los paparazzis parisinos. ¡Miserables! ¡Y yo que les dije que la prensa de aquí me podía hacer pedazos! Tal vez allá puedan permitirse los deslices y el amour y el voulez-vous coucher avec moi, ¡pero en esta ciudad todo es apariencia y reputación! Especialmente para los idols como yo.
En fin, después del escándalo mi manager me ordenó encolerizado que "hiciera algo" para callar a la gente. Es por eso que tomé el primer avión que encontré a Glass City.
Al salir del aeropuerto esta mañana fui llevado por mi chofer privado al departamento, dejé las maletas en la sala de estar, me di una ducha de treinta minutos y, sin esperar demasiado, solicité salir a pasear sin guardaespaldas a un sitio donde no se me fuera a lanzar media ciudad. Así fue como acabé en este parque. Siempre me ha gustado: aquí la mayoría está en su bola por lo que puedo deambular sin preocuparme demasiado de ocultar mi identidad, además, queda cerca de mi edificio.
Tengo una jaqueca horrible y estoy físicamente cansado por el viaje, pero prefiero eso a quedarme encerrado en otras cuatro paredes. Algunas mujeres cuchichean a mi alrededor, pero no les presto atención.
Delta recién atiende el teléfono. ¿Ven cuánto se tardó? Incluso tuve tiempo de contarles mi triste historia.
— ¿Y tú por qué mierda me llamas? — es lo primero que dice mi estilista al otro lado del auricular.
— ¡Tan dulce como siempre! ¿Qué hay, Delta? ¿Cómo está mi estilista favorito en toooooodo el mundo? — le digo con un tono exageradamente alegre.
— No tengo tiempo para perder contigo, Alistair, ¿qué es lo que quieres? Interrumpiste mis jodidas vacaciones. — Sip, ese es mi querido Delta Duquesne.
— ¿Eh? ¿Tú, de vacaciones? ¡Va a temblar! ¡Se acabará el mundo! — bromeo ignorando su mala actitud mientras camino por el parque a paso tranquilo.
— ...No has visto las noticias, ¿verdad?
— Yo no veo noticias, solo doramas y programas de farándula. Ya deberías saberlo~
— Claro... No sé por qué lo pensé de otra forma... — escucho que suspira. — Para tu desgracia, yo sí veo noticias, pequeña comadreja adúltera.
— ¡No estaba casada! ¡No sé qué inventaron los periodistas, pero no...!
— Ya. Cállate. No quiero escucharlo.
— ¡Ayúdame, Delta! — suelto al fin, sonando tan desesperado como puedo. — Estoy en la ciudad. Necesito que planeemos un gran regreso para captar la atención de muchos fans, ¡solo así todo este rumor pasará al olvido!
Me detengo. Hay un silencio. Está claro que quiere matarme.
— Tienes muchas pelotas para pedirme eso, Dio Alistair. Bien sabes que tú no eres nadie para darme órdenes.
— ¡No es una orden, es una estrategia! — me adelanto. — Si yo caigo, todos ustedes caerán conmigo. Por el momento soy el rostro de "Lovenista", ¿no es así?
— ¡Serás-! — suena molesto, pero no le puedo permitir llevar la delantera en esta discusión.
— Quiero que hagas un diseño muy, muy gay. Eso le gusta a las chicas de ahora, ¿verdad? No me molesta jugar con mi imagen, incluso si eso implica "ensuciar" un poco mi estilo de príncipe. Solo quiero hacerles saber a mis fans que las únicas para mí son... — De improviso, tropiezo bruscamente con alguien. El teléfono vuela y aterriza varios metros más allá — ...ellas. — Acabo la frase como por inercia, contemplando con desconcierto a la mujer que acaba de colisionar conmigo.
No estaba mirando por donde iba, por lo que lo único que me queda es asumir:
— Lo... ¡lo siento! — atino a decir atropelladamente. La chica se disculpa al unísono, para entonces levantar la mirada y poner una expresión de espanto que en secreto me ofende un poco. — ¿Está usted bien, señorita? — le pregunto con educación, tomando dulcemente la mano que se encuentra apoyada en mi brazo. Es guapísima.
No se confundan. No soy tan malhumorado como sueno. De hecho soy encantador, muy encantador. Mi humor solo se está viendo afectado por una serie de contratiempos desagradables, entre ellos, que llevo más de quince minutos con el celular pegado al oído en lo que intento contactar a mi estilista. Pude haber hecho esta llamada en la comodidad de mi departamento, pero necesitaba estirar las piernas después de estar tantas horas en el avión. Ya iremos a ese punto.
Muchos de ustedes se preguntarán: ¿cómo llegó el talentosísimo y super cool Dio a esta situación? Pues verán, cuando se es famoso todos pierden la cabeza por cualquier cosa que hagas, incluso cuando se trata de una idiotez totalmente natural en un joven guapo y soltero como yo. Ah, aunque lo de soltero es una verdad a medias. Pfff, ese es otro punto que no me interesa abordar por ahora.
Bien. ¿En qué estaba?
Ah, sí.
Los franceses son tan indiscretos como parecen. En menos de una semana toda Glass City estaba enterada de mi amorío con C-Moon, aun cuando ambos acordamos que era una tontería pasajera e incluso nos dejamos fotografiar por los paparazzis parisinos. ¡Miserables! ¡Y yo que les dije que la prensa de aquí me podía hacer pedazos! Tal vez allá puedan permitirse los deslices y el amour y el voulez-vous coucher avec moi, ¡pero en esta ciudad todo es apariencia y reputación! Especialmente para los idols como yo.
En fin, después del escándalo mi manager me ordenó encolerizado que "hiciera algo" para callar a la gente. Es por eso que tomé el primer avión que encontré a Glass City.
Al salir del aeropuerto esta mañana fui llevado por mi chofer privado al departamento, dejé las maletas en la sala de estar, me di una ducha de treinta minutos y, sin esperar demasiado, solicité salir a pasear sin guardaespaldas a un sitio donde no se me fuera a lanzar media ciudad. Así fue como acabé en este parque. Siempre me ha gustado: aquí la mayoría está en su bola por lo que puedo deambular sin preocuparme demasiado de ocultar mi identidad, además, queda cerca de mi edificio.
Tengo una jaqueca horrible y estoy físicamente cansado por el viaje, pero prefiero eso a quedarme encerrado en otras cuatro paredes. Algunas mujeres cuchichean a mi alrededor, pero no les presto atención.
Delta recién atiende el teléfono. ¿Ven cuánto se tardó? Incluso tuve tiempo de contarles mi triste historia.
— ¿Y tú por qué mierda me llamas? — es lo primero que dice mi estilista al otro lado del auricular.
— ¡Tan dulce como siempre! ¿Qué hay, Delta? ¿Cómo está mi estilista favorito en toooooodo el mundo? — le digo con un tono exageradamente alegre.
— No tengo tiempo para perder contigo, Alistair, ¿qué es lo que quieres? Interrumpiste mis jodidas vacaciones. — Sip, ese es mi querido Delta Duquesne.
— ¿Eh? ¿Tú, de vacaciones? ¡Va a temblar! ¡Se acabará el mundo! — bromeo ignorando su mala actitud mientras camino por el parque a paso tranquilo.
— ...No has visto las noticias, ¿verdad?
— Yo no veo noticias, solo doramas y programas de farándula. Ya deberías saberlo~
— Claro... No sé por qué lo pensé de otra forma... — escucho que suspira. — Para tu desgracia, yo sí veo noticias, pequeña comadreja adúltera.
— ¡No estaba casada! ¡No sé qué inventaron los periodistas, pero no...!
— Ya. Cállate. No quiero escucharlo.
— ¡Ayúdame, Delta! — suelto al fin, sonando tan desesperado como puedo. — Estoy en la ciudad. Necesito que planeemos un gran regreso para captar la atención de muchos fans, ¡solo así todo este rumor pasará al olvido!
Me detengo. Hay un silencio. Está claro que quiere matarme.
— Tienes muchas pelotas para pedirme eso, Dio Alistair. Bien sabes que tú no eres nadie para darme órdenes.
— ¡No es una orden, es una estrategia! — me adelanto. — Si yo caigo, todos ustedes caerán conmigo. Por el momento soy el rostro de "Lovenista", ¿no es así?
— ¡Serás-! — suena molesto, pero no le puedo permitir llevar la delantera en esta discusión.
— Quiero que hagas un diseño muy, muy gay. Eso le gusta a las chicas de ahora, ¿verdad? No me molesta jugar con mi imagen, incluso si eso implica "ensuciar" un poco mi estilo de príncipe. Solo quiero hacerles saber a mis fans que las únicas para mí son... — De improviso, tropiezo bruscamente con alguien. El teléfono vuela y aterriza varios metros más allá — ...ellas. — Acabo la frase como por inercia, contemplando con desconcierto a la mujer que acaba de colisionar conmigo.
No estaba mirando por donde iba, por lo que lo único que me queda es asumir:
— Lo... ¡lo siento! — atino a decir atropelladamente. La chica se disculpa al unísono, para entonces levantar la mirada y poner una expresión de espanto que en secreto me ofende un poco. — ¿Está usted bien, señorita? — le pregunto con educación, tomando dulcemente la mano que se encuentra apoyada en mi brazo. Es guapísima.
Dio Alistair- Ocupación : Vocalista
Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 17/03/2018
Re: No es coincidencia, es un destino fatídico [Dio]
Por varios segundos me quedé con la mente en blanco, con la mirada fija en aquellos ojos turquesas mientras me sentía palidecer. ¿Qué clase de cosas malas había hecho en mi vida pasada como para tener que pagar el karma ahora? Apenas fui consciente que él también se había disculpado y que ahora deseaba saber por mi bienestar. Parpadeé, tratando de salir de aquella impresión.
Mi lado observador no pudo pasar por alto la figura que tenía frente a mí. No podía negarlo, era muy guapo, ahora entendía porqué tenía tantas mujeres derramando suspiros allá a donde él iba. También era alto, más que yo y eso no era sencillo. Su aura era bastante varonil y encantadora, rompiendo así con mis expectativas de que sería todo un afeminado. Negué para mí y me obligué a aterrizar los pies sobre la tierra.
Demonios, aquel hombre era mi obligado prometido, ese quien huyó nada más saber de mi existencia y se liaba con mujeres de mayor edad que él. Ese a quien yo tampoco deseaba como pareja. Me regañé a mí misma por dejarme cautivar, aunque fuera sólo un par de segundos.
Con diplomacia retrocedí un paso y aparté mi mano de la suya con suavidad, no tolerando más contacto físico con él a favor de poder mantener mis ideas en orden. Le miré con seriedad y cortesía, pero no más allá de ello. No se iba a creer que a mí me tendría a sus pies como todas esas jovencitas hormonales que le seguían la trayectoría.
Tenía que ser objetiva, tener la mente clara y actuar de la manera más correcta posible. Ese primer encuentro que tanto había temido se había dado más pronto de lo que hubiera deseado, y bajo circunstancias poco favorables, pero aún así no podía perder el control. No debía.
—No hay necesidad de disculparse, en realidad fue culpa mía por no fijarme por dónde iba y llevar tan acelerado ritmo —aseguré con suave voz, pero no por ello todo el resto de mi semblante dejó de ser firme—. Además, no soy digna de que tan célebre figura artística se disculpe.
Quizá estaba siendo un poco mordaz con ese último comentario, pero no pude evitarlo. En el fondo aún estaba ofendida por el otro haberse fugado para alejarse de mí como si tuviese la peste.
Miré a mi alrededor y mi vista se encontró con el aparato celular del hombre ante mí, lo cual me hizo maldecir para mis adentros. Seguro salió disparado por el choque entre ambos y terminó así en el suelo. Genial, sólo faltaba que estuviera roto para hacer de este encuentro aún más desafortunado. ¿Qué tan mala impresión le estaría dando ahora? Bueno, daba igual.
Sin dudarlo me encaminé para recogerlo y así regresar mis pasos hasta él para devolvérselo.
—Espero que no esté roto... pero de ser así, prometo reponértelo —dije con sinceridad, con una postura más relajada y natural. Al fin y al cabo, había sido culpa mía desde el inicio y eso me avergonzaba.
Me permití contemplar sus facciones una vez más, ahora siendo la curiosidad la que se mostraba en mi propia expresión. Y es que... mis reacciones ya habían delatado el hecho de que le reconocía y sabía quién era. Pero por el lado contrario, estaba segura que no tenía ni la más remota idea de quién era yo. Eso en verdad me sorprendió. ¿Es que acaso ni siquiera se había dado a la tarea de investigar cómo lucía su prometida? ¿Tan poco le importaba mi existencia?
—No sabes quién soy, ¿verdad? —pregunté por impulso, pero ya sabía la respuesta. Le observé fijamente un poco más antes de sonreír con cierto toque irónico y después hacer un gesto negativo—. Da igual, no es necesario. Al fin y al cabo, a diferencia de ti, yo no soy una celebridad. Para mí sí era fácil identificarte.
Mi lado observador no pudo pasar por alto la figura que tenía frente a mí. No podía negarlo, era muy guapo, ahora entendía porqué tenía tantas mujeres derramando suspiros allá a donde él iba. También era alto, más que yo y eso no era sencillo. Su aura era bastante varonil y encantadora, rompiendo así con mis expectativas de que sería todo un afeminado. Negué para mí y me obligué a aterrizar los pies sobre la tierra.
Demonios, aquel hombre era mi obligado prometido, ese quien huyó nada más saber de mi existencia y se liaba con mujeres de mayor edad que él. Ese a quien yo tampoco deseaba como pareja. Me regañé a mí misma por dejarme cautivar, aunque fuera sólo un par de segundos.
Con diplomacia retrocedí un paso y aparté mi mano de la suya con suavidad, no tolerando más contacto físico con él a favor de poder mantener mis ideas en orden. Le miré con seriedad y cortesía, pero no más allá de ello. No se iba a creer que a mí me tendría a sus pies como todas esas jovencitas hormonales que le seguían la trayectoría.
Tenía que ser objetiva, tener la mente clara y actuar de la manera más correcta posible. Ese primer encuentro que tanto había temido se había dado más pronto de lo que hubiera deseado, y bajo circunstancias poco favorables, pero aún así no podía perder el control. No debía.
—No hay necesidad de disculparse, en realidad fue culpa mía por no fijarme por dónde iba y llevar tan acelerado ritmo —aseguré con suave voz, pero no por ello todo el resto de mi semblante dejó de ser firme—. Además, no soy digna de que tan célebre figura artística se disculpe.
Quizá estaba siendo un poco mordaz con ese último comentario, pero no pude evitarlo. En el fondo aún estaba ofendida por el otro haberse fugado para alejarse de mí como si tuviese la peste.
Miré a mi alrededor y mi vista se encontró con el aparato celular del hombre ante mí, lo cual me hizo maldecir para mis adentros. Seguro salió disparado por el choque entre ambos y terminó así en el suelo. Genial, sólo faltaba que estuviera roto para hacer de este encuentro aún más desafortunado. ¿Qué tan mala impresión le estaría dando ahora? Bueno, daba igual.
Sin dudarlo me encaminé para recogerlo y así regresar mis pasos hasta él para devolvérselo.
—Espero que no esté roto... pero de ser así, prometo reponértelo —dije con sinceridad, con una postura más relajada y natural. Al fin y al cabo, había sido culpa mía desde el inicio y eso me avergonzaba.
Me permití contemplar sus facciones una vez más, ahora siendo la curiosidad la que se mostraba en mi propia expresión. Y es que... mis reacciones ya habían delatado el hecho de que le reconocía y sabía quién era. Pero por el lado contrario, estaba segura que no tenía ni la más remota idea de quién era yo. Eso en verdad me sorprendió. ¿Es que acaso ni siquiera se había dado a la tarea de investigar cómo lucía su prometida? ¿Tan poco le importaba mi existencia?
—No sabes quién soy, ¿verdad? —pregunté por impulso, pero ya sabía la respuesta. Le observé fijamente un poco más antes de sonreír con cierto toque irónico y después hacer un gesto negativo—. Da igual, no es necesario. Al fin y al cabo, a diferencia de ti, yo no soy una celebridad. Para mí sí era fácil identificarte.
Stella Castellini- Ocupación : Ciudadano
Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 25/01/2020
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