De posibles héroes y una esperanza intrigada—Libre.

por **Trestan Morency** Dom Sep 09, 2018 7:22 pm

Con sinceridad, el clima mantenía su humor templado. Perfecto, idóneo: una manera para adjudicarse que cualquier mal ánimo no tendría argumento al respecto. El centro siempre mantenía sus calles repletas de una emoción absurda, brillante, y mientras más mirase ese fenómeno, más ajeno se sentía al retrato. ¿Qué hacía él en un sitio como ese? La observación era un arte que habría matado a muchos, así como algún Gregorio sintiéndose fuera de sus características corporales a un Yōzō, quien descalificó su humanidad al no comprenderse entre el “Todos”. Pero no había caso, él sí se sentía como un humano dentro de esa sociedad exquisita. Sin embargo, así como algunos preferían cotorrear, Trestan prefería comprender y analizar mejor a las masas. Para los artistas, o quienes añoraban el serlo, quizás comprender a la audiencia era primordial, o un simple capricho. Por así decirlo, estaba ahí para estudiar. Con un té a medio tomar en la mesa de la cafetería a la par de una libreta bastante llena de garabatos bien pegados a sus ideas. Jugó con el bolígrafo un par de veces antes de volver a sus apuntes. Escuchaba las charlas ajenas, vidas que solo les vislumbraban un ápice de lo que eran; que aquel vestido era demasiado revelador, que esos padres querían algo caro para su hija, que todo era muy caro para un presupuesto como el que llevaban. Distintas historias que le hicieron suspirar. Podía sacar información de ahí. Podía encontrar distintas emociones.

Pero lo que más le importaba en esos momentos era evocarlas, ¿qué tan difícil podría ser? Pagó su té, arregló sus cosas. Mantuvo la amabilidad en su sonrisa y se decidió a marchar. Suficiente observación por el día. Comerse la cabeza tampoco sería del todo productivo; mas algo fue tan llamativo como para hacerle detener. En medio de la gente pasando, había una pequeña. Los ojos cristalinos, los labios fruncidos en una lamentable mueca. Como si quisiera llorar con los puños tan apretados, ¿cuál era el complemento perfecto para esa escena? Un par de niños más, riéndose de las coletas desarregladas de quien mantenía a la par su orgullo con sus ganas de llorar. Era claro, estaban atosigándola, y a juzgar por la falta de la carencia paternal, o estaban sin supervisión, o perdidos en el parque.

¿Qué era lo correcto como espectador? Muchos pasaban, otros ignoraban la escena. Sin encolerizarse, se quedó de frente, observando cómo ocurría; segundos. Algunos se quedaban a ver y seguían su camino. Otro minuto y vio comentarios respecto a la posible responsabilidad de los padres. Indignados mas, ¿qué sacaban con indignarse sin hacer nada?

—Mucho verbo, poca acción—murmuró, sumándose al saco.

Pero haría algo al respecto, por ello dejó su mochila a un costado y buscó acercarse. Esperar a un costado de una de uno de los puestos de comida callejeros para escuchar un tanto más y, ¿por qué no? Deseaba ver si aquella humanidad adorable de observar le daba qué sorprender. ¿Sería que alguien salvaría a la mini doncella molestada por esos dos pequeños bravucones? O quizás sí tendría que interferir él mismo. Es la pregunta que se hizo para anotar mentalmente. Todo era un constante estudio, y estaba determinado a comprender un poco más sobre posibles héroes y humanidad callejera.

Todo día debía ser productivo, esa era la ideología que Trestan mantendría sin duda.

por **Kouda Ichigo** Mar Sep 25, 2018 10:46 pm

Caminaba por las calles con una mano estratégicamente puesta sobre la sien. Le dolía la cabeza, ¡le dolía la vida! Acababa de salir de la escuela y nada de lo que había sucedido esa mañana tenía sentido. ¿Cómo mierda iba a estar tranquila después de haberse convertido en hombre al frente de su compañera de reparto? ¿Desde cuándo podía hacer algo así? Sus poderes se limitaban al control del fuego, al manejo de las emociones negativas y la libido, a su fuerza sobrenatural y a la capacidad para volar. Y esta última habilidad solo se manifestaba cuando se transformaba en demonio. Siempre había sido así.

Pero ¿cambio de forma? Peor aún, ¿cambio de sexo? ¡Jamás! «Además, ¿de qué me sirve algo así?» Se preguntaba de mala gana mientras atravesaba la plaza central con los pensamientos en desorden y una cara de pocos amigos. Nadie podía descubrirla. De hacerlo, su futura carrera como idol estaría acabada. En Glass City todos le conocerían como el trapito o la niña con pito, reputaciones totalmente indeseadas para ella. De solo pensarlo le daban náuseas.

«Mi honor está en juego. No hay forma de que pueda hacer uso de esta habilidad otra vez... ni siquiera para interpretar a Teobaldo.»

Ichigo se encontraba completamente enfrascada en sus preocupaciones cuando escuchó el lloriqueo de una niña pequeña de coletas. Al parecer, dos chicos de su edad le estaban fastidiando por su cabello.

La joven demonio no pudo evitar recordar su propio peinado al ver a la pequeña, quien no lucía nada a gusto con las cosas que le decían. Peor aún, ningún adulto a su alrededor parecía dispuesto a detener el abuso. Ella dejó escapar un bufido.

- ¡Que patético! - Comentó a viva voz, sin manifestar intención alguna de querer ayudar a la pequeña. Actitudes como esas le hacían darse cuenta de lo poco que entendía a los humanos, aún cuando compartía la mitad de su sangre con esas criaturas. - Si no ruges con todas tus fuerzas cuando algo no te gusta, si no te opones a quienes te aplastan ni enfrentas tus debilidades estás aceptando todo lo que te pasa. ¡Te lo tienes bien merecido, idiota~! - Exclamó mientras hacía un despectivo movimiento de cabeza, gesto que solía realizar cuando alguno de sus compañeros de clase le parecía un completo perdedor.

por **Trestan Morency** Miér Sep 26, 2018 2:22 pm

“Qué giro”, pensó. Los segundos apremiaron y una silueta pareció avivarse muy de cerca a la escena de su interés. ¿Qué era lo que sucedía? Como si fuera fuego, algo ardió. Quizás fue el rostro de aquella niña cuyas mejillas refulgían rojo por la agitación de sus lágrimas, o de esa voz que, potente, se hizo paso no solo para ese trío de jóvenes, sino que caló y dejó seco a más de un común espectador. Un silbido se deslizó, sutil, de entre sus labios. No todos los días algo así sucedía, ¿qué héroes y princesas? En esos momentos quiso imaginar la imagen de un demonio ante quien se sabía como víctima. Eso no podía quedar así. Que los mitos desmintieran la maldad de las brujas y perversos, que en esas palabras cabía razón por más que la forma fuera el impacto que hizo reír a par de abusivos, aumentando el malestar.

—Patético es dejar que los pies de los ingenuos aplasten tu persona y en eso hay razón, tanta como no se aprecia—dijo, en un par de pasos que lo acercaron a la escena. Sonrió, tan afable como conocía, extendiendo una de las manos hacía la menor, esperando un intercambio visual que se llevó y liberó un par de gruesos lagrimones de quien era amonestada—. Porque hay escoria que no merece tus lágrimas y patético es dejar que te hiendan ignorantes e idiotas, ¿no es así?—Mirada que alzó. Quería llegar a los ojos de esa salvaje aparición, de la voz de la furia personificada en peculiar figura. Quizás algo de ella le recordaba algo, ¿sería su memoria una ayuda? Se levantó tranquilamente, para cruzarse de brazos. Siempre suave, su mueca jamás dejó su blanda expresión.

¿Qué sucedería con esa niña? Vio esos puños apretándose al compás de los ojos. Con los labios apretados, alzó la cara apenada sorprendiendo de lleno al par de molestia.

—¡Ya dejénme en paz, malparidos! ¿Qué no entienden que no estoy para sus palabras feas? Ahora…—y sí que esa voz rugió, dejándole expectante, con los orbes de par a par y un retroceder de los mini maleantes que le hizo alzar un tanto más las comisuras. La niña no acabó. Se arregló el cabello y pareció dispuesta a irse en un bufido. ¿De dónde habría sacado tal carácter? Porque tuvo que mirar a esa improvisada ayuda de reojo—. Me iré y espero que ustedes, par de… ¡Ineptos!, no se atrevan a seguirme, o realmente me enojaré y… y… ¡Yo seré quien los aplaste!

Como si fuera un rugido, se fue. El par de niños quedó mudo. Incluso la gente cercana se quedó callada, para seguir su camino, intentando ignorar la escena.

¿Qué le quedó? Él, un samaritano común. Volteó hacía quien intervino y dejó que su sonrisa se partiera en una ligera sorna.

—Alguien no sabe socializar con los niños, ¿eh?—dijo, para mirar a lo que fue, un momento curioso—. Funcionó, sin embargo. ¿Será magia? Te podría acusar de brujería, si no estuviéramos en el siglo veintiuno.

Le gustaba molestar. Además supuso que no estaba tratando con una frágil existencia del señor.

por **Kouda Ichigo** Dom Ene 28, 2024 1:48 am

La exclamación de Ichigo llamó la atención de los niños y de un joven que se encontraba contemplando la escena. Él hizo un comentario que no terminó de entender, claramente dirigido a ella. La observación le supo a ironía y esto la fastidió, pues sentía un gran rechazo hacia los pretenciosos (aun cuando no fuera más que un reflejo de sí misma).

Fue en ese momento que el muchacho escogió actuar heroicamente e intentó defender a la niña de los bravucones, mas ella no tardó en defenderse por su cuenta con una fuerza que sobrecogió a todos los presentes, incluso a una persona tan insensible como Ichigo.

Y luego, corrió hasta perderse en el interior del parque.

—Nada mal —comentó la demonio, sorprendida y secretamente admirada de la gran hazaña. Dirigió una breve mirada hacia los niños que, aunque no buscaba ser hostil, logró espantarlos de inmediato. Tal vez se debiese a que ese día andaba de pésimo humor y se le salía hasta por los poros.

Una vez acabado el conflicto, la gente se dispersó y el joven se dirigió hacia ella, bromeando sobre su nulo trato con los infantes y acusándola de brujería. Pese a su molestia inicial, Ichigo rio para sus adentros al pensar en lo absurdamente cerca que estuvo de descubrir su verdad.

—El mundo es cruel. Mientras antes lo sepa, mejor. Así aprenderá a defenderse ante las adversidades —dijo, refiriéndose a la niña. Se cruzó de brazos, negada a mostrar cualquier atisbo de arrepentimiento, después de todo, los hechos acabaron por darle la razón. No obstante, cuando pudo observar al chico más de cerca su rostro se le hizo extrañamente familiar—. ¿Te conozco? —preguntó desconfiada, aunque si juzgaba por las apariencias él debía tener su edad.

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