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La hora de las bestias (Momo)

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Mensaje por Ayato Jue Feb 15, 2018 9:01 pm

Su apartamento estaba a solo una cuadra. Una puta cuadra. ¿Por qué se daba tantos rodeos en llegar? Sencillo: no quería atraer testigos hasta su hogar, no después del "numerito" de Dante.

Antes de partir dio un último vistazo al edificio en ruinas. Había muchos heridos, quizás uno que otro muerto (Ayato no se quedó a comprobar qué sucedió con Zephaniah, la chica con la que él y Dante estuvieron follando hace menos de quince minutos) y los vecinos no tardaron en salir de sus apartamentos asustados por semejante estruendo y sus consecuencias. Era como si una demoledora gigante acabara de impactar contra el concreto y su gente y luego desapareciera misteriosamente.

Se hizo invisible con las pocas fuerzas que le quedaban, acomodó la cremallera de su pantalón y con el torso desnudo y las heridas abiertas se desplazó cojeando. Estaba seguro de que en su estado actual sus poderes le traicionarían en cualquier momento. Decidió tomar un desvío que le llevó hasta el barrio rojo, o "la calle de las putas", como él gustaba llamarle. Llegó a un callejón donde una mujer escasamente vestida le hacía un oral a un sujeto en traje. Ambos estaban borrachos.

Ayato no tuvo ninguna delicadeza al momento de clavar sus garras en el cuello del sujeto, quien no sabía qué estaba sucediendo al momento de morir desangrado. La mujer se incorporó, asustada y confundida, hasta que el dhampiro apareció tras ella y la atrapó bruscamente para entonces clavar sus colmillos en su hombro, bebiendo hasta la última gota de vida de su cuerpo. No tuvo reparos en asesinar a ninguno de los dos. Necesitaba sangre para recuperarse y sanar sus heridas.

Aturdido, tambaleante y con el cuerpo totalmente cubierto de sangre propia y ajena, Ayato se alejó de ambos cadáveres para adentrarse aún más en el callejón y dejarse caer como un peso muerto sobre la pared contigua. Tenía el hombro destrozado por los colmillos de Dante, una costilla rota, muchas heridas y su cuerpo aún ardía en deseo por culpa de la sangre (aparentemente demoníaca) que había bebido de él. Se sentía más poderoso que nunca y, al mismo tiempo, totalmente incapacitado.

"¿Qué diablos con ese tipo? ¿Realmente era una especie de demonio? Porque su sangre...mierda, su sangre...nada de lo que pasó ahora fue normal. Esta maldita ciudad está llena de bestias. Y...¿ahora qué hago...?" se decía mientras respiraba de manera entrecortada, creyéndose solo en ese pequeño rincón de la ciudad.
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La hora de las bestias (Momo) Empty Re: La hora de las bestias (Momo)

Mensaje por Takeshi Momo Sáb Feb 17, 2018 2:22 am

Jadeaba, corriendo como si le fuera la vida en ello. En cierto modo, se podría decir que así era. Bueno, no se le iría la vida por una nueva decepción, pero sí se le había agotado toda la autoestima disponible ese día. Tenía una camiseta, de color azul, rasgada por una de sus mangas, con los botones a medio cerrar. Los pantalones vaqueros, con una mancha anaranjada en los bajos, un suéter amarrado a la cintura, y unos tenis desgastados. Cualquiera que le hubiera visto diría que era la viva imagen de la locura, corriendo con los ojos empañados. En su fuero interno, se alegraba muchísimo de no haber llevado tacones ese día, ya que de haberlo hecho quizás las cosas hubieran sido bastante distintas y no hubiera podido correr tanto.


Una hora antes, “despertó” en un ruidoso bar, aturdida, desorientada y muy confundida, «¿He bebido tanto o se trata de….? » se preguntaba si era ella misma la responsable de aquella situación o ese sujeto líder de la banda, sin embargo antes de sacar otra conclusión estaba siendo rodeada por un sujeto de  traje y pintas peculiares, que intentaba profanar su cuerpo, en aquel momento el miedo le invadió y sin pensarlo lo apartó de un empujón, el sujeto sorprendido intentó tomarla de nuevo, y tras algunos forcejeos logró huir, aunque algunos sujetos le siguieron,  tras un rato pudo perderles.


La noche estaba en su apogeo. Bares, discotecas y diversos restaurantes exhibían sus luces como si de una competición se tratara, en un intento de superar al vecino con sus interiores decorados en diversos estilos. Los carteles publicitarios de empresas lejanas bailaban envueltas en el hálito nocturno, y pese a todo ese brillo e iluminación artificial se podía ver alguna estrella lejana titilar, tal vez asustada de ser engullida en ese mar de brillos en bombillas y ojos de extraños y no tan extraños. Quizás fuera una noche para el recuerdo de muchos, tal vez algunas parejas se darían el anhelado 'sí quiero' mientras que otras se distanciarían para no volver a verse más... podría suceder un asesinato, un robo o un atraco cerca de allí que por algún motivo cambiara la vida de las personas implicadas. Incluso tal vez una paloma chocara contra una antena de televisión en el preciso momento en el que el momento más culminante de una película se retransmitiera ante los ojos de miles de espectadores... quedando la pantalla negra e inexpresiva. Había mil y un posibilidades y sucesos emocionantes o no tanto, que le ocurrirían a mucha gente esa noche, sí. Pero para ella no se trataba más que de otro día que... desafortunadamente, debía huir de las consecuencias de su penoso actuar.


Eso estuvo cerca…— murmuró agitada tras dejar de correr, ahora sólo un extraño antojo se apoderaba de ella. —Desde luego, debo ir a ese lugar primero...—dijo percatándose antes de en qué lugar se encontraba. No paso mucho desde que visitó una pequeña tienda de los barrios bajos, caminó por los pasillos del local. Y acabó comprando una especie de tarta de manzana y una bolsita de las famosas 'fish & chips', saliendo de la tienda con desolación mientras masticaba furiosamente una patata más o menos bien frita. «…Qué asco de vida…», se dijo deshaciendo el camino tomado, de vuelta a casa.


...Sin embargo, su anhelante imaginación no tardaría en rivalizar con lo real cuando, al doblar una esquina, topó con un cuerpo en el suelo, recargado en la pared del  desolado callejón. La patata que llevaba se le quedó a medio comer en la boca, con los ojos hipnotizados por esas extremidades lacias  y aparentemente sin vida. Un escalofrío le atravesó la espalda, y tomando con dos dedos la comida que aún se mantenía entre sus labios, la volvió a poner lentamente en la bolsa. «…¿Un muerto?» sin miedo alguno pese al súbito nerviosismo Momo dio unos pasos hasta situarse a su altura, inclinándose hasta acabar de rodillas en el suelo frente al que se adivinó bajo las luces de una farola no muy lejana como un hombre. Levantando una mano, la acercó suavemente a la nariz y boca ajenas sin rozarle, con expresión calculadora. Bien, de momento respiraba, se dijo notando ese suave cosquilleo del aire acariciando su piel.


Después bajó los dedos hasta el cuello del chico colocándolos con delicadeza cerca de donde creía que estaba la arteria aorta. Otro punto a favor, seguía latiendo aunque de forma irregular. Fue en el momento en el que apartó los dedos del cuello que se fijó en toda esa sangre que cubrían el cuerpo semidesnudo del pelirrojo. Chasqueó la lengua contrariada. Bien, definitivamente esa noche no iba a pasarla bien. Contempló por un momento la tez del hombre, algo en lo que no había reparado en ese corto y útil examen para ver si debía llamar a una ambulancia o no. Le sorprendió constatar todas las heridas que exhibía como si un pincel inmisericorde le hubiera salpicado de manchas azules y rojas. Soltó un suspiro cansado. Vale, algo tendría que hacer. Ladeando la cabeza siguió observándole; posiblemente se había desmayado o estaba semiinconsciente y por lo que podía ver, si había sido un asunto de drogas desde luego esa no fue la causa principal de que anduviera tirado en una esquina. Al final la muchacha se decidió por lo práctico: iba a llevarle a un hospital y para eso necesitaba “despertarle”...


Ni se lo pensó dos veces: alzó la mano con rostro serio y le cruzó el rostro de una bofetada directa. No a mala leche claro, ya bastante le habían apaleado al pobre hombre ese día, pero o volvía un poco en sí o ella llamaba directamente a los servicios sociales a pedir ayuda. Tal vez debiera haber hecho eso desde un principio, pero a tomar por saco ya a esas alturas. —Eh, tu, Abre bien los ojos y mírame— murmuró la chica, tomando con cuidado pero firmeza con ambas manos la cara del otro, magullada y herida. Las luces de un restaurante cercano arrancaron brillos en los orbes violáceos de Momo, delatando su expresión firme pero a la vez como pocas veces, preocupada. —Estate alerta, ¿vale? ¿Cómo te llamas?— inquirió sin darle tiempo a réplica. Si conseguía que estuviera unos minutos consciente ya sería más de lo que pudiera pedir.
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Mensaje por Ayato Miér Feb 21, 2018 11:45 am

Cerró los ojos por largos minutos. Esto le permitiría concentrarse en lo importante: su recuperación. Contaba con un sistema inmunológico envidiable a pesar de solo ser un dhampiro, pero aun así este era un caso especial y probablemente le tomaría más tiempo sanarse. Después de todo eran heridas graves, letales para cualquier ser humano. Su hombro parecía una carnicería y sentía que en cualquier momento se le iba a caer el brazo, mientras que el hueso roto en su costado le impedía caminar normalmente.

Sí, definitivamente lo mejor era dormitar y dejar que su cuerpo se recomponiera a sí mismo como siempre hacía.

Por todas estas condiciones, no captó la presencia de la chica cuando ésta se acercó a él. Incluso cuando sintió el tacto de sus dedos en su cuello creyó que se trataba de una especie de sueño. Pero el sueño se volvió súbitamente en una pesadilla cuando esos mismos dedos, suaves y amables como él los percibía, le propinaban una fuerte bofetada para obtener alguna reacción de su parte.

Reacción que no tardó en llegar:

- ¡¿QUÉ MIERDA TE PASA...?! - bramó de regreso, despertando de forma abrupta y desconociendo por completo las buenas intenciones de la humana (que aún de haberlas sabido no hubiera variado en nada su actitud, nadie golpea al grandioso Ayato).

Pero no tuvo oportunidad para soltarle encima una biblia de malas palabras. Ella fue más rápida, tomó su rostro con ambas manos y lo forzó a mirarla, desconcertando al salvaje muchacho.

Sin querer, hizo exactamente lo que ella le pedía. Con los ojos muy abiertos, la observó a escasos centímetros de distancia: tenía unos impresionantes ojos color color violeta y rasgos finos e interesantes, que lograban un rostro con una composición armónica y atractiva. Lástima que Ayato no estuviera de humor para ligar. Intentó apartarse pero la humana parecía empeñada en que se mantuviera despierto, no tardó en advertirle que estuviera alerta. Seguido de eso, le preguntó su nombre.

- Ayato - farfulló él con la mirada aún inyectada de indignación, - ¿quién coño eres tú y qué estás haciendo?
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Mensaje por Takeshi Momo Vie Feb 23, 2018 9:43 pm

«Es atractivo…» , se dice la joven perfilando su mirada con un toque de irritación. No le gustan ese tipo de personas, al menos no por lo que puede imaginarse de ellas. ¿Prejuicios? seguramente, pero ¿Qué más le da? nadie puede meterse en su cabeza, y probablemente ni lo harán jamás, y ese es un regalo por el que da las gracias cada vez que cruza la mirada con alguien. Se fija bien, cuando abrió los ojos, en el estrechamiento de la pupila al abrir los ojos. Siempre se le hace curioso ese gesto, sea en películas o en libros. Le da dramatismo al asunto, ¿Verdad? aunque bueno, pocas cosas se imaginan más dramáticas que esa escena. Se pone un poco, solo un poco, en el lugar de ese muchacho: tirado en la calle, con el hombro destrozado y cuantiosos moretones decorando su cara en añil y negro. Debe de sentirse completamente reventado.


Mantiene la mirada del chico unos segundos con su habitual expresión curiosa y atolondrada, lo suficiente para sentir algo de pena al ver la desorientación en esos orbes intensos y a la vez ‘silenciosos’. Apenas dura ese contacto intangible un instante, pues la réplica del joven no se hizo esperar, y fue lo suficientemente alta  para que Momo sepa que esa noche el chico no va a morir ni a ella le van a acusar de asesinato. Es un alivio se mire por donde se mire. —¿Así que puedes hablar? Solo pretendo ayudarte, no vayas a pensar que te haré daño, creí que estabas inconsciente— le informa dejando caer los brazos a ambos lados del cuerpo. No puede percibir la temperatura del suelo y por alguna razón desconocida se pregunta si él lo siente frío. En cierto modo están conectados por ese pavimento irregular. Por otro lado, no estaba segura de sí era del tipo de personas que quiere llamar la atención, o más bien de las que lo hacen muy a su pesar. Y a saber en qué lío anda metido ese chico, pero ella no va a buscarse más complicaciones pidiendo ayuda a nadie más, ya sea líos por la gente que venga (estilo pedir documentos de identidad, preguntar relación con la víctima, etc) o problemas por lo furioso que se pueda poner el herido. Aún no sabe si se le puede aplicar el dicho de 'perro ladrador, poco mordedor', pero por las marcas que tiene pintadas en el cuerpo, algo polémico sí parece ser.


Se acerca un poco más observando  algo alarmada  la herida en su hombro. Al momento, se pregunta si no tendrá traumatismos o derrames internos, y la inquietud aumenta. Pero debe controlarse o el otro va a acabar muy confundido: es algo que hay que evitar a toda costa. —¿No te parece que estas siendo muy grosero con alguien que intenta ayudarte, Ayato?— replica aunque sin dejar ver en su rostro o tono de voz la molestia que pudiese sentir, pues pese a que Momo no era de preocuparse demasiado por los demás, tenía claro que el joven no estaba en las mejores condiciones para sostener una discusión con ella, o al menos eso pensaba por ahora.


Puedes llamarme Momo— se presenta con suavidad. prefiriendo omitir posibles discusiones. Ya debe de estar bastante jodido con todo lo que puede estar sufriendo; — ¿Puedes decirme al menos…Qué ha ocurrido?— le pregunta con suavidad, sin imprimirle bordería a su voz. Sin esperar mucho tiempo por su respuesta, cuidadosamente comenzó a revisar su cuerpo, tratando de buscar otra herida grave, alguna fractura visible, etc, algo que le indicara que no debía moverlo por nada o todo lo contrario. En ese momento divisó nuevamente la herida en su brazo, brotaba sangre de ella, así que de la parte baja de su propia camisa rasgó una parte. —Por lo que estoy viendo... aparte de que te han dejado  como un cuadro de Van Gogh, tienes heridas en el torso y en el hombro. No parece arma de fuego, así que... ¿Con que diablos te han hecho esto? ¿Y cómo es que aun estas vivo? Ciertamente no deben quererte aun del otro lado. Quizá ha sido un arma blanca..aunque… —dice tranquilamente, como si solo estuviera describiendo la forma de emplear el papel higiénico.


Movió apenas su brazo, para pasar el trozo de tela por debajo y con ambas manos envolvió la herida, anudando la tela con algo de fuerza para detener el sangrado. —Debes ir a un hospital— Dicho esto, se incorpora con ligereza, con la flexibilidad de una bailarina. No en vano se ha tenido que levantar del suelo de formas peores... —Así que, ¿Te levantas tú, o voy a tener que arrastrarte yo?—murmura. No es ni de lejos la forma más ortodoxa para ofrecer ayuda, pero prefiere picarle a que se deje vencer por el dolor. Se le viene a la cabeza la reacción del animal herido en la naturaleza, el cargar rabioso contra quien le ha hecho tanto daño. Quizás, con algo de suerte, el chico se ponga igual y la descarga de adrenalina dure lo suficiente como para llegar hasta el hospital más cercano.
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Mensaje por Ayato Lun Mar 05, 2018 10:22 pm

¿Ayudarlo? Ayato apretó la mandíbula al escucharla decir eso, ¿por qué él necesitaría la ayuda de una insignificante humana? ¡Y claro que no estaba inconsciente! Solo descansaba. Él es grandioso, un tipo genial y fuerte que no perdería la consciencia sin haberse enfrentado a la bestia primero. Cualquiera diría que huyó del peligro, que Dante le provocaba miedo o algo así...¡bah, patrañas! Simplemente le daba pereza perseguir al perro-demonio-gigante después de tantas desventuras. Había sido un día de mierda, vamos. Estaba exhausto.

- ¡No necesito tu ayuda! Estoy bien aquí... - respondió el pelirrojo de mala gana cuando la joven volvió a hablar. Pensaba aclararle la situación hasta que ella se presentó por cuenta propia: Momo...¿Momo? "¿Como la princesa?" pensó, un poco confundido. Guardó silencio mientras observaba a su interlocutora con atención. No parecía desprender la misma esencia de Momoka (a quien él llamaba "princesa" a modo de burla), ni siquiera se le parecía...solo era una humana, una humana común y corriente. Y eso era una buena noticia para el dhampiro.

"Solo es una coincidencia de nombres..."

Sus orbes, comúnmente esmeraldas, se volvieron carmines por una fracción de segundos. Luego volvieron a la normalidad. Ayato no podía prever que una cosa así sucedería ni tampoco podía controlarla por lo que tampoco sabía si Momo notaría ese breve cambio. Al parecer la sangre de Dante aún tenía efecto en él...la sed no se detendría del todo hasta haber cerrado sus heridas. Esto le mantenía un tanto distraído.

- ¿Puedes decirme al menos…Qué ha ocurrido? - preguntó ella. Ayato desvió la mirada: era tiempo de decidir qué hacer, ¿decirle la verdad, mentir o atacar? Esta última opción sonaba bastante tentadora, aunque no estaba seguro de poder retenerla con las pocas fuerzas que tenía. Los casos anteriores pudieron llevarse a cabo gracias a que ninguna de sus víctimas había notado su presencia: pero la situación cambiaba con Momo. Ella estaba atenta a él y a cada uno de sus movimientos.

Ella siguió hablando. Quería saber cómo acabó así de lastimado: otra pregunta que le obligaba a contestar con la verdad o a inventarse una historia en cuestión de nada.

Ayato no dijo nada al final, se limitó a dar un respingo cuando la muchacha improvisaba un vendaje para detener el sangrado en su brazo.

- Oi- ¿qué haces? - preguntó en un gruñido, dejándose hacer únicamente porque no detectaba intenciones hostiles en ella (de momento).
- Debes ir a un hospital - declaró ella al tiempo que se ponía de pie, - Así que, ¿Te levantas tú, o voy a tener que arrastrarte yo?
- ¡¿HAA?! ¡No! ¡Ni pensarlo! ¡¿Tienes idea cuánto me costó huir de ese condenado hospital?! - explotó el pelirrojo finalmente, llevándose una mano al brazo vendado mientras clavaba la mirada en ella: - esto no es una herida común y corriente, niñata. Es la mordida de un demonio. Dudo que una mortal como tú pueda entender algo como esto...es...¡es difícil de explicar, ¿vale?! Como sea, ¡no volveré al hospital! - declaró decidido, aunque la posición en la que permanecía le hacía parecer un chaval haciendo un berrinche. - Créeme, ir al hospital solo me llevará a la cárcel. El único capaz de sanar estas heridas soy yo mismo y... - Ayato se detuvo en seco, volviendo la mirada hacia Momo en lo que dejaba la frase inconclusa.
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Mensaje por Takeshi Momo Jue Mar 15, 2018 11:14 pm

Oh claro que sí, te  ves muy bien tirado allí en el suelo. Si fuese así ¿Crees que me hubiese detenido? Aunque ya me estoy arrepintiendo de esa decisión— bufó un poco molesta mientras revolvía su propio cabello, aunque por la condición del joven trataba de calmar su temperamento. Procuró enfocarse en el vendaje improvisado que estaba colocando, sin embargo por unos breves segundos le pareció que esos ojos huidizos y entrecerrados, habían cambiado su coloración, eso la desconcertó, pero pronto llegó a la conclusión de que fue gracias a la iluminación del lugar. —Así que no quieres contarme ¿Es eso?— no quería insistirle demasiado, aunque no podía negar que deseaba saberlo, pero imaginaba que seguiría reacio, era evidente que se trató de una pelea grave, incluso podía estar temeroso de aquel que haya causado las heridas, podría ser eso lo que derivaba la forma de tensar los músculos por debajo de la ropa. Quizás debiera darle más lástima, pero ella es más pragmática que para tener compasión. Prefiere que viva y que descanse antes que estar consolándole, ya tendrá tiempo él de hacerlo por su cuenta, en caso de que lo necesite.


¿No sabes lo que es? Simplemente no puedo dejar la herida así al descubierto, sino podría complicarse — con la mirada comenzó a buscar otra herida que necesitara de mayor atención, aunque no estaba segura de invadir más su espacio personal después de esos reclamos del joven. —Debe dolerte mucho…—le cuesta un poco no sonar afligida, más lo domina bien. Pese a su media sonrisa afable sigue habiendo un poso vacío en su mirada, de apatía. —¿Cómo es que puedes huir del hospital en tus condiciones? ¿Quieres morir?—cuestionó mientras le observaba con una ceja enarcada. —’Mordida de un demonio’—frunció el ceño confusa. Sabía que este lugar albergaba gente muy extraña, incluso había escuchado más de un rumor entre sus compañeros y los subordinados de ‘aquel’ hombre, pero no estaba segura de que asumir en este caso.


Muy bien, eso me indica que tu memoria ha sido afectada… ¿Te golpearon la cabeza muy fuerte?— dijo con una sonrisa ladina, —Bueno, de cualquier forma deberías ponerte de pie, y por lo visto tendré que ayudarte— afirma acto seguido, cruzándose de brazos con la convicción de quien ha hecho algo así muchas veces. Con sólo verle las piernas se nota que es alto, ¿cómo una retaca como ella va a poder cargarle entonces?  En este punto quizás ha dejado claro que le da igual si es un delincuente, un ladrón, un inmigrante ilegal o un asesino. Ella no es quién para juzgar a nadie a primera vista, y eso se le nota con observar sus ojos decididos. Nadie debería merecerse la paliza que le han metido a ese guaperas, sea como sea ¿O quizá sí? mas no le da importancia. Quiere que se sienta cómodo con ella al menos el tiempo suficiente para decidir qué hacer, a dónde ir si él no desea ir al centro de salud.


Fuera de ellos dos, se percata de que las calles están desiertas, y no sabe si es porque ya es demasiado tarde o simplemente se trata de un sector solitario,   «¿Estará bien que alguien como yo le ofrezca ayuda? ¿Y si… Las personas que le hicieron esto, regresan? Y si…» Se detiene a sí misma antes de seguir esa corriente de pensamiento; debe evitar pensar y así mantener los nervios al margen. Una brisa fría corre y mueve algunos papeles tirados en el piso, junto a una bolsa que flota vacía cerca de ellos y contribuye activamente a la contaminación de la ciudad. A decir verdad, no es un barrio bonito. La primera impresión es que se trata de algún lugar en la periferia o uno de esos lugares olvidados cerca del centro. Las calles están mal iluminadas y el viento trae consigo olores desagradables a ratos.



Pese a que seas un malagradecido total y me atrevería a decir que un idiota. No estás nada bien.  Imagino que ya puedes andar, así que vamos. Mejor no demorarse mucho mirando a las musarañas—la chica se reincorpora. —Ven, igual puedes ir despacio si lo necesitas.— por si acaso, suaviza un poco su sugerencia. Y, para rematar su acción, le tiende una mano suave pero firme al mismo tiempo. Sabe que queda extraño ver a una jovencita de tamaño no destacable ayudar a levantarse a un tipo como él, pero... tal vez lo que no se imagine nadie es que esa misma jovencita es capaz, con una mano sola, de tirar por los aires a compañeros de clase que le saquen diez kilos o más. Palancas, fuerzas proporcionales... no recuerda mucho de física, pero ya su cuerpo se encarga solo de hacerlo. Su cuerpo y lo bruta que es por encima de su apariencia delicada.


Esta vez le obligó a levantarse y comenzó a arrastrarle fuera del callejón, dejando que se apoyara de su hombro cada vez que lo necesitara. —Antes dijiste que podías sanarte… ¿Eres estudiante de medicina? Aunque te ves joven… Bien, eso no me importa—murmuró —Podemos ir al hospital o  también puedo acercarte a casa, a cual consideres mejor…¿Qué dices?— quizás la considerarían loca al ofrecerle compañía hasta la casa, pero ¿Quién más que él conocería la condición de su cuerpo? Con su respuesta entendería si estaba tan mal que solo un especialista podía tratarle o era algo que pudiese manejar. A veces Momo  puede sonar dura, e incluso inflexible, pero cuando se detiene ya con la luz de la farola alumbrándola por completo para volverse hacia él y comprobar si le sigue el ritmo, sus orbes violáceos siguen destellando aunque sea un poco de preocupación. No es una insensible, pero tampoco va a compadecerle en su dolor. Si el chico es fuerte, que lo demuestre; además, a ella misma tal comportamiento le irritaría o molestaría un poco en el caso de tener una herida que doliera mucho, pero precisamente ese cabreo le haría moverse hacia delante.
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Mensaje por Ayato Vie Mar 23, 2018 1:54 pm

- No es que no quiera contarte...es que no creerás ni una palabra de lo que te diga - además, ¿de qué le servía a ella saber esa información? Pensaría que estaba delirando y le llevaría a un manicomio, lo cual era lo último que necesitaba. Los humanos no solían en creer en cosas como demonios y perros gigantes a menos que los fueran testigos de ello. Eran seres muy ignorantes de todo lo que les rodeaba. - No, antes de que me pasara esto estuve huyendo del hospital. De hecho, técnicamente estas heridas son la consecuencia de eso. Si me ven dudo que quieran curarme, y si lo hacen después intentarán meterme a prisión o algo así... - le explicó a grandes rasgos su situación.

Todo había empezado en el hospital. A Ayato le pareció muy divertido infiltrarse para asesinar a los enfermos que iban a morir de todos modos a causa de sus enfermedades. Fue su "buena acción" del día, o al menos así le parecía a él, hasta que encontró a Zephaniah y a Dante y las cosas se complicaron. Los doctores buscaban al responsable del asesinato de varios de sus pacientes, por lo que Ayato hizo una alianza con Dante para salir juntos del hospital. Al final, acabaron en el apartamento de Dante donde una cosa llevó a la otra y acabaron haciendo un trío con la chica. En ese lapso, Ayato bebió la sangre de Dante en contra de su voluntad y las cosas se distorsionaron. La sangre del tipo resultó ser demoníaca, lo que despertó en Ayato una sed irrefrenable y, por alguna extraña razón, todo ese descontrol llevó a Dante a convertirse en un perro demonio gigante que casi le saca el hombro de una mordida.

Definitivamente, si le contaba eso Momo pensaría que estaba jalado o algo así.

- ¡Es la verdad! - insistió de todos modos cuando la chica comentó que debía estar teniendo problemas de memoria, como si eso lo volviera un tipo aún más desdichado de lo que aparentaba. "Me está teniendo lástima..." pensó con rabia, sin entender qué es lo que la muchacha pretendía hacer. El gran Ayato no necesitaba provocar esos sentimientos en nadie, solo admiración y respeto. - ¡¿A quién le estás llamando idiota?! - bramó furioso cuando ella le indicó que debía levantarse.

Ayato rechazó la mano que ella le tendió y se incorporó por su propio pie, lleno de orgullo y obstinación. Se tomó su tiempo para hacerlo y tuvo unas cuantas dificultades pero logró pararse junto a ella y caminar a paso lento. Su brazo sano sujetaba el herido, el cual al parecer no solo estaba hecho mierda sino que también estaba dislocado. A cada movimiento hacía una mueca de dolor y sudaba bastante.

- Prefiero ir a casa, tengo un método rápido para sanar mis heridas aunque probablemente necesite tu ayuda...primero, hay algo que debo decirte - dijo a modo de advertencia, visiblemente adolorido - acércate, es un secreto... - indicó a la muchacha mientras sus ojos volvían a prenderse en carmín durante un brevísimo segundo.
Ayato
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