No son mascotas, pero merecen cuidado (Sora)

Ríe con suavidad y la mira con esa inocencia tan típico suyo.

-Puedo enseñarte un poco, y creo que no te tardes tanto en aprender una nota, es decir, he visto el talento que tienes sobre la música. No creo que te cueste mucho aprender un nuevo instrumento –Halaga su talento con los instrumentos musicales- ¿El jardín japonés? Va a ser un lugar especial para crear parejas –Comenta con cierta gracia al recordar que ella también conoció a Andrea en ese mismo lugar.

Y llega la pregunta que logra sacarle los colores y a entorpecerse un poco a la hora de regar las plantas. La mira con esa vergüenza y timidez típica de una adolescente enamorada.

-Bueno, ante eso… –Murmulla acariciando su mejilla con su dedo índice y mirando a otro lado- Llevamos poco tiempo como para pensar en algo tan grande… Pero no niego que, en un futuro lejano, me gustaría casarme con ella –Sigue regando para entretenerse- Primero hay que ver otras cosas, como superar discusiones y malos entendidos antes de dar un gran paso –Comenta ahora algo más tranquila pero igual de tímida y levemente ruborizada.

Se siente realmente avergonzada por sus palabras y en tan solo pensar en una boda con Andrea, y vaya que su rubor la delata todo lo que puede pero este desaparece cuando nota algo en el cuello de la chica: una bandita.

-Ahora que me fijo, ¿y eso? ¿Te hiciste daño con la correa de la guitarra? –Pregunta curiosa al señalar con la vista esa bandita.

Al ratito, en una esquina del invernadero ve algo que llama su atención. Falta esa parte –y última- por regar así que llena su regadera y se va caminando hacia esa parte; le había llamado la atención una especia de aura negra alrededor de una rosa bastante grande y curiosamente de un color sangre muy oscuro. Lo mira con curiosidad hasta que su alumna vuelve a hablar, mirándola con gran amabilidad.

-Oh, sí, cuando vino aquí fue a dar una pequeña charla sobre eso, pero recién la aceptaron ese día… Lleva poco tiempo y sigue intentando encontrar a un manager –Comenta riendo suavemente y cuando se gira para regar la última parte, se sorprende que esa rosa soltara algo, casi como si fuera un spray.

Hace que retroceda un par de pasos, tapando sus ojos con su brazo, fregándolos un poco y sintiendo como se enrojecían un poco. Sacude la cabeza y va abriendo y los ojos de vez en cuando para ver si se le relajaba el ardor en sus ojos.

Para suerte de Yuki, Sora era demasiado inocente y no captó sus nervios por su pregunta así que sin duda alguna se creyó lo del insecto, después de todo tampoco sería una mentira del todo teniendo en cuenta que iban apareciendo más y más por el tiempo que se avecinaba.

En el momento en que esa rosa le rocía algo en los ojos, es cuando enseguida su alumna va por ella y se fija en que sus ojos estaban completamente rojos. Sora termina decidiendo cerrar los ojos y reír con calma para no poner más nerviosa a la chica.

-Está bien, no te preocupes, no sabía que las rosas pudieran rociar algo –Comenta como si nada hubiera pasado en lo que se deja llevar por su alumna.

Gira un poco su rostro y abre muy poco su ojo derecho para ver esa rosa, llegando a arquear una ceja al no ver esa aura negra que había a su alrededor y simplemente, era una rosa cualquiera con un rojo más calmado. ¿Habían sido imaginaciones suyas? Puede que necesitara dormir un poco o algo…

Van hacia la enfermería y a su suerte ésta siempre está abierta, así que la enfermera se sorprende al verlas pasar. Pestañea un par de veces y ayuda a Yuki a llevar a la profesora a sentarse en una silla; le pide que abra los ojos y se escandaliza un poco por el rojo de sus ojos.

-¿Qué alguien te ha echado spray de pimienta o qué? –Comenta mientras hace que lleve el cuello hacia atrás y cierre los ojos mientras iba por lo necesario.
-Se podría decir que una rosa me tenía manía –Comenta con gran calma, esperando que esa enfermera no le diera una colleja o algo así, a su suerte no ve que le echa una mala mirada pero sí escucha un fuerte suspiro.
-Te pondré algo de suero líquido en los ojos para que se baje un poco el tono, luego te diré cuántas veces al día te tienes que echar –Mira a Yuki- Tu profesora está bien, puedes ir a dormir, es tarde –Le dice con amabilidad.

La profesora se quedaba quieta y se dejaba hacer por la enfermera. La enfermera se puso unos guantes de látex y abre los párpados de la chica para echarle esas gotas de suero en sus ojos, luego le pone un esparadrapo en cada ojo para que el suero hiciera su efecto en unos cinco minutos y ver si, al menos, la morena podía volver a casa sin tener que llamar a su chica.

La morena no pudo evitar pensar en todo ese tiempo en esa rosa, que ella recuerde, no existe una rosa que pudiera echar algo como spray. Hay flores y plantas que sí la hacían, ¿pero rosas? Sólo esperaba no ser alérgica a esa cosa y no quedarse sin vista o algo así, prefería poder seguir viendo la hermosura de su chica.

A los cinco minutos la enfermera le quita los esparadrapos y abre un poco sus párpados, viendo que el rojo había bajado un poco pero no una cosa muy notoria. Tuerce los labios y deja que la chica se reincorpore, mirando a la alumna mientras tira los guantes de látex.

-Puedes ir a la habitación, llamaré a alguien para que la lleven a casa –Mira a la morena- ¿Te sigue escociendo?
-Un poco… –Suspira de manera pesada, teniendo que cerrar los ojos de todas formas ya que eso le calmaba un poco- Yuki, estate tranquila, mañana verás mis ojos bien –Le dice con una tierna sonrisa- Descansa un poco –Dice para no quitarle más tiempo y pueda descansar correctamente.

En ese rato, la enfermera fue a llamar a la pareja de Sora ya que su familia seguía viviendo en Japón y era la única que podía llamar. A Sora no le hacía mucha gracia tener que incordiar a su ángel, pero no le quedaba de otra que hacer caso a la enfermera.