{L} ¡¿K-Karaoke?! No me quejo pero... ¡Buah!

¡Una noche de fiesta, baby! Era fin de semana y me sentía exageradamente maravillado. Había tenido un sueño profético con el Dios de las Fiestas que reclamaba: “¡OH, RYAN KING aunque no me gustaba que usara mi segundo nombre JONES! ¡DEBES IR AL KARAOKE ESTA NOCHE, ALGO MUY GRANDE SUCEDERÁ QUE CAMBIARÁ TU VIIIIDA POR COMPLEEETOOOO! No olvides comprar pan, se te está acabando hombre.” y me desperté de golpe en ese momento, me alisté, ¡Y salí corriendo a por mi destino! (Aunque tendré que dejar el pan para cuando amanezca, las panaderías abren a las 6am).

Las calles no estaban solas como yo creía, ¡Glass City tiene vida incluso en la noche! Aunque no me extrañaba, un lugar como este debía estar prendido en fiestas las 24 horas del día. Eso me sacó una sonrisa de oreja a oreja, me acomodé la bufanda que siempre llevaba puesta porque había tropezado una o dos veces en el camino y ya me había ido de cara pensando en las palabras del Dios de las Fiestas, ¡No lo voy a decepcionar, todopoderoso señor del Rock! Doblé la esquina que daba al Karaoke, y cuando vi que esta noche tendría entrada gratis, mi corazón se aceleró de sobremanera, haciéndome correr hasta llegar a la entrada.

¡Oooooh, nena! Si las cosas estaban animadas afuera, ¡Ni hablar adentro! Aunque estábamos un poco apretados, creí que podría respirar más cómodo. Me extrañaba que habían más jóvenes que gente de… ¿Mi edad? Eso suena tan de viejo, ¡Todavía no he llegado a los treinta! Pero bueno, el punto es que habían más poodles de los que pensaba, y muchos estaban emocionados con la noche de Karaoke que había esta noche.

Cuando uno de los anfitriones solicitó alguien para subir al escenario, me volteé en dirección al escenario con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Los chiquillos de aquí deben de cantar excelente! Pero me vi empujado bruscamente por quién-sabe-qué o quién hacia el escenario, ¡Y parece que no escuchaban mis protestas! Creo que esto era un trabajo en equipo, porque sentí que me empujaban varias veces y diferentes personas, eso hasta que finalmente llegué a tener los pies sobre el escenario. El anfitrión ni me saludó, puso el micrófono sobre mi mano y señaló a la pantalla, la música ya había empezado a reproducirse y yo pues… ¡No tenía idea de lo que estaba en la pantalla!

- ¡E-Espera, esta cosa está en portugués! ¡¿Cómo quieres que lo entienda?! – pregunté desesperado hacia el anfitrión, pero el sujeto ya se había marchado. ¡Rayos!

Me acerqué a la pantalla y empecé a presionar botones locamente, tratando de buscar dónde cambiarle los subtítulos. La gente estaba gritando “¡Qué cante, qué cante!” y yo me desesperaba más. ¡¿Cómo quieren que cante si no entiendo portugués, por madre santa?! Conseguí el botón que buscaba y presioné lo más rápido que la adrenalina de mi cuerpo me permitía, cuando finalmente apareció las enormes y maravillosas letras que decían “ESPAÑOL” un segundo antes de que me correspondiese cantar:

- Obedeceréeee las reglas del tráaaaficooooo, ¡TEEN TITANS! ¡Comeré lo que seeeea sin quejaaaarmeeeee! ¡TEEN TITANS! Terremotoooos, rayos, papáaaa. Gramáticaaa y maaatemáaatica, ¡No hay nada a lo que yo le teeeemaaaa! ¡TEEN TITANS, ATAQUEN!

La gente empezó a ponerse como loca, estaba deseando tener mi guitarra para tocar, pero como no conocía la canción y la verdad no estaba seguro si podía hacer un solo de guitarra como Pepe por su casa…

- Griiiiiiiiiiitaaaa mi noooombreeee, ¡TEEN TITANS! ¡La mitad de sus problemas desapareceráaaaaan! ¡TEEN TITANS! El control de horarios de papá, y las dieta de mamá… ¡Esas dietas nuuuuuuunca terminaaaaaan! ¡TEEN TITANS, ATAQUEN!

Fingí tener mi guitarra cerca empezando a disfrutar el ritmo de la canción, las personas allí gritaban y reían conforme a cantaba. ¿Acaso no era una vieja canción de una serie para chicos de  hace un par de años? Jooo bueno, al menos pude darme cuenta de que tuve una buena infancia.

- ¡UNO, DOS, TRES, CUATRO, CINCO! ¡TEEN TITANS! ¡BUENAS NOCHES, GLASS CITYYYYY! – bajé la cabeza, dejando caer el micrófono.

Parece que a la gente le ha gustado, ¡Les había gustado de verdad! Y yo que juraba que estaban gastándome una broma… Quizás sí, pero lo ideal ahora es hacer reverencias de cortesía por la amabilidad que tuvieron por los aplausos. Cuando subí la cabeza (juraba que mi cabello se había esponjado un poco más por tanto ajetreo en las reverencias) y de repente me encontré acompañado de una jovencita de cabello rubio y ojos púrpura realmente llamativos. No, púrpuras no, parecían fucsia… ¿O eran púrpuras? Las chicas son mejores en distinguir colores que yo, así que mejor me quedo callado.

Cuando iba dirigiéndome a las escaleras antes de despedirme de la señorita (puesto que había que respetar los turnos, claro está), la chica parece tener intensiones de cantar conmigo. Giré sobre mis talones algo nervioso, señalándome a mí mismo con el gesto de completa confusión y murmurando un inaudible “¿Y-Yo?” cuando la música ya había empezado a reproducirse. Ni papa idea de qué canción era, sinceramente, pero las personas ya me habían empujado en dirección al escenario de nuevo y me incorporé de golpe (literalmente) al lado de la chica, tratando de agarrarle al coro por lo menos.

“Creo que hubiera preferido que volviéramos a cantar los Teen Titans, al menos podía cantarlas al pelo sin parecer un tonto al no saber nada de la canción” me decía a mí mismo, llorando en el interior.

Finalmente, la canción se acaba. Vuelvo a hacer las mismas reverencias pero a una velocidad acelerada (llegando incluso a sentir cómo mi cabello me golpeaba la cara) y me acerco a la joven rubia, ofreciéndole una mano para estrecharla.

- ¡Muy divertido, si! – dije, sonriéndole de oreja a oreja “A-Aunque sigo sin saber qué canción era, je… jeje…” – ¡Una placer! Ryan P. Jones, ¿Quiere algo de tomar? – señalé hacia las escaleras para bajar al escenario, recibiendo los aplausos de la gente de abajo que me hicieron rascarme la nuca con cierta vergüenza.

Saludé a algunos jóvenes que me devolvían el saludo y traté de abrirme paso hasta una mesa e invitar a la chica a sentarse. Debo admitir que era bastante talentosa, ¡Y vestía tan bien! Sin duda debe ser alguien importante para tener tal presencia por allí.

- ¡Ha estado fantástica! – dije muy animado, un poco más tranquilo por dentro al saber que la gente no estaba ya tan centrada a nosotros – ¿Puedo saber el nombre de tan maravillosa compañera de Karaoke?

- ¡¿De Filandia?! – exclamé, por poco y no gritaba porque sabía que eso llamaría demasiado la atención (aunque no es como si de por sí ya no la llamáramos) – Oh vaya, te presentas hasta con el origen. Muy sofisticado si, muy sofisticado – acaricié mi barbilla, asintiendo numerosas veces mientras ponía una cara como de “Wow, esta chica tiene pedigrí”.

Es demasiado elegante, sino, ¡Mírenle nada más! El hablar, el cabello, la sonrisa, la ropa… ¡Y yo aquí, pareciendo un niño de 10 años que ve su programa de samuráis favorito! Sentía la necesidad de encogerme en mi asiento y desaparecer al infinito y más allá, pero luego me acordé de un detalle muy importante: Yo le había invitado a tomar algo, así que, como buen caballero y que sigue la ley del Dios de las Fiestas/Rock N’Roll, ¡Debo hacerle justicia al título que se me dio al elegir esta sofisticada religión!

- Oh bueno, yo soy de – en ese momento el sonido del micrófono cayendo al suelo y produciendo un horrible ruido que ahogó mi voz por un segundo, pero yo seguí hablando – , y he venido aquí porque quiero seguir con la música. Hace años había hecho una banda de rock con unos viejos compañeros, pero después de que uno de nosotros se fuera junto al Dios del Rock N’Roll allá en el cielo, la banda se desarmó y no supimos más de los escenarios. – alcé los hombros, como si estuviese contando lo que había desayunado ayer (muy rico, por cierto) – Al parecer soy el único que todavía le tiene corazón a la música, ¡Porque yo no me rindo! ¡¡No mientras que el Rock siga de pie, baby!!

Me levanté de golpe y ya me encontraba con un pie sobre la mesa y otra en mi silla, haciendo una pose heroica y sintiendo que los cielos se levantaban a mis espaldas con furor y mucho entusiasmo. Eso, por supuesto, captó la mirada de algunos, incluso el de una mesera, que se nos acercó llamándome la atención (“¡Las mesas no son para encaramarse, tenga autocontrol!” Me dijo, haciendo que bajara de la mesa y volviera a sentarme cual niño de 5 años regañado), poco después nos pidió nuestras órdenes y se mezcló entre la multitud para traer nuestras bebidas.

- ¿Y tú? ¿Cuál es tu historia, Andrea? – pregunté con los codos sobre la mesa y apoyando la cara sobre los nudillos, haciendo que mi rostro se deformara un poco de forma graciosa.

Las bebidas llegaron al poco tiempo que la mujer que regañó (¡Pero venga, que eso suena como si tuviera 15!) se abriera paso entre la gente como si aquello fuera una guerra por la supervivencia y su salario, para finalmente dejarnos las bebidas sobre la mesa mientras que Andrea seguía explicándome su historia. Pude sentir cierta mirada maliciosa de parte de la mesera, pero yo estaba concentradísimo en escuchar la historia de la rubia, soltando un “¡Oh!” y otras exclamaciones de vez en cuando. No despegaba mis ojos del os suyos, ni siquiera cuando por accidente la pajilla de mi coctel (sin alcohol, por supuesto) había entrado en mi nariz un segundo. Estornudé cual perro con una pelusa en la nariz y aparté la pajilla. Creo que tendré que beber directamente del vaso.

- ¡Madre mía, pero si eres alguien interesantísimo! – exclamé después de dejar a un lado mi coctel (el cual por poco y se cae, gracias a tener buenos reflejos lo pude recuperar) y mirarla con los ojos pelados, tragando saliva al poco tiempo – Vaya, siento mucho lo de tu padre. Los míos todavía están vivitos y coleando, pues, pero… ¡No hay que desanimarse con ello! Estará a salvo allá arriba, en el cielo del rock – sonreí de oreja a oreja y los ojos cerrados.

El ruido se hacía cada vez más pronunciado, al punto en que no podía escuchar mi voz al tratar de seguir conversando con ella o si quiera escuchar mis propios pensamientos, ¡Y eso que yo pienso muy fuerte! Me llega a atormentar los oídos. Tuve que dejar de hablar, volteándome hacia la multitud que gritaba y gritaba por los siguientes que estaban sobre el escenario. Teníamos los amplificadores prácticamente al lado, por lo que yo escuchaba más era la frecuencia de mis neuronas pidiendo auxilio que el de la guitarra y la voz acompañante (que, a pesar de todo, sonaban bastante bien).

Me rasqué la cabeza sin saber qué hacer al percatarme de que conversar no sería tan fácil, y en seguida, un foco se encendió encima de mi cabeza como si fuese una caricatura extraña de niños:

- Ea, ¿Bailas? – pregunté, alzando mi coctel con una sonrisa antes de darle un sorbo.

Me alegró de sobremanera no tener que hacer como los muchachos de las películas que dejan aparte sus bebidas y arrastran a la chica tímida para salir a la pista de baile. Todo lo contrario, Andrea se me adelantó y tuve que terminar mi coctel de un solo trago para acercarme a la pista con ella, mezclándonos entre la multitud.

Fue un alivio pensar que había tanta gente que en cierto modo me perdía entre las demás personas (cosa que en el fondo era medio imposible porque yo era un pedazo más grande que los demás poodles gracias a mi cabello) y podía medio disimular mis torpes movimientos con el baile. No es como si fuera a tener dos pies izquierdos, pero… ¡Vamos, que me ponía algo nervioso cuando estaba acompañado por una chica! Y Andrea era una joven de gran admiración. Si no, ¡Mírenla, tan radiante a pesar de la trágica noticia de su padre! Jo, lloraría una lágrima de lo orgulloso que me sentiría de aquello, pero, por el momento, intentaba las ganas de no soltar una lagrimita por el hecho de que me estaban pisando los pies cada dos por tres.

- ¡Ay, ayayay! – decía cada tanto, pero mis gritos eran ahogados por el de los demás, que estaban gritando emocionadamente por las personas que estaban cantando en el escenario.

Llegó a un punto en el que no supe cómo es que había terminado en el suelo, pero terminé en el suelo. ¿Qué cómo? ¡Ya les dije que no estaba muy seguro! Hace un segundo estaba bailando el tradicional “baile de pisar cucarachas” y posteriormente avancé al baile de “salta o te pisan”, pero al minuto siguiente me vi en el piso y tuve que arrastrarme por mi libertad, acabando por llegar hasta una nueva mesa, donde dos jóvenes parecían tener un momento bastante sentimental, pero los vi interrumpidos por el golpe de mi mano contra la mesa, derrumbando sus bebidas.

Me disculpé por ello y por haberles interrumpido, algo avergonzado, me seguí arrastrando hasta una nueva mesa, aparentemente vacía, y me tiré sobre ella con la cabeza hacia atrás mientras miraba al mundo al revés y buscaba a Andrea con los ojos. ¿A dónde se podría haber metido?

Sentía desde las sensibles fibras de la nuca que alguien se acercaba, yo tenía los ojos cerrados por ese momento, así que no había manera de saber de quién se trataba. Sólo cuando me di cuenta que alguien me tocaba la cabeza, abrí los ojos con un sobresalto, hasta que las caricias me hicieron saber que se trataba de Andrea, calmando de repente esos instintos de hurón por salir corriendo para darle paso a un leve ronroneo que salía desde mi garganta, no me extraña que mi cara fuese parecida a la de un gato en ése momento.

- ¡Y que lo digas! – exclamé, tratando de volver al mundo real – No recordaba que estos sitios fueran así de caóticos, hace tiempo que no iba a un karaoke. ¡O que fueran tan pequeños! En mis tiempos, estos eran más grandes, se podía respirar aire y no pues… sudor. – me dio un escalofrío de sólo pensarlo.

Había que ver cómo esa gente bailaba tan pegada, ¿Acaso ésos son los nuevos géneros de baile entre los jóvenes? ¡Pero si ni siquiera eso es bailar! Una jovencita contra la pared con otro jovencito, moviendo la cadera de manera sugestiva… ¿Dónde quedaron las vueltitas de los ochenta? ¿Dónde quedó el amor por el baile? ¡Sólo están pegándose como sardinas unos contra otros! De haber podido hacerlo, me habría persignado, pero no era momento para hacer esas cosas.

Me levanté de un salto, ahora quedando al lado de Andrea (¡Dios mío, qué pequeña era a mi lado!  Bueno, no lo es tanto, pero puedo hacerle pat-pat en la cabeza y sería realmente adorable), con ambas manos sujetando mi cinturón y una sonrisa de oreja a oreja una vez bien parado. ¡La noche seguía siendo joven!

- Creo que deberíamos pagar las bebidas, ¿Se te ocurre algún lugar al que podamos ir? Empiezo a sentirme un poco asfixiado aquí adentro, y mi cabello necesidad mantenerse fuera de tanta humedad – soltando un par de risas, le di unos toques con el índice a mi cabello, quien se movió ligeramente a un lado como si cargase con algún afro o algo por el estilo. ¡Si se llegaba a humedecer, claro que tendría un afro!

- Me convenciste con la palabra “comida”, cariña – dije, ensanchado mi sonrisa después de guiñarle un ojo y girar en mis talones – ¡A POR LA COMIDA!

Y como si de un militar se tratase, empecé a marchar haciendo el típico ritmo de “¡Izquierda, izquierda, izquierda, derecha, izquierda!” mientras sujetaba la mano de Andrea y nos abría paso en el karaoke. Era difícil avanzar con tanto gentío, no parecía haber señales de que alguna vez aparecería la salida, empezaba a temer que nos adentramos a un lugar del que no podría salirse o algo por el estilo (o hasta que se hiciera las 3AM y corrieran a los más jóvenes, porque había pinta de ver chiquillos como de 17 allí metidos).

Mientras que nos adentrábamos en lo más profundo de un Narnia como discoteca, no pude evitar pensar en la comida, haciendo que la tripa me rugiera como nunca en mi vida. Todavía sujetaba con fuerza a Andrea de la mano, o al menos con la suficiente para no perderla, mientras que trataba de entablar conversación con ella, pero la música y el escándalo era tan alto que tenía que gritar para poder escuchar a mí mismo:

- ¿Crees que los chinos conozcan la pizza margarita? ¡AMO LA PIZZA MARGARITA! Quizás ellos la hayan inventado, pero sé que es italiana. La cuestión está es que supuestamente los chinos lo han inventado todo, pero yo no lo creo. De haberlo inventado todo, habrían inventado un hipocampoelefantocamello, pero eso no existe o al menos hasta donde sé. ¡Me gustaría saber si en el Barrio chino hay un puesto de comida mexicana! Sería contradictorio al nombre, pero en Estados Unidos (que no te dije que yo viví varios años allá, por cierto) hay calles que dicen ser de comida china, pero yo los veo con comida italiana y…

Bla bla bla, ¡Pura cháchara! Pero tenía que asegurarme que la chica siguiera conmigo… Si es que no estoy arrastrando a alguien más conmigo a… ¡Oh Dios mío, creo que he visto la salida!

Había sido un total alivio el sentir la primera bocanada de libertad, ¡Oh, qué bien se sentía el aire fresco! Bueno, hipotéticamente es aire fresco, pese a que la ciudad suele ser contaminada siempre con los autos y cosas así, pero eso no va al caso porque ahora no está pasando ninguno. Apenas me encontré afuera me incliné un poco hacia delante y me sujeté de mis rodillas, respirando agitadamente. ¡Vaya faena la de afuera! Si era así de complicado salir, no me imagino volver a entrar. Por si acaso, empecé a tantear mis bolsillos por si algo se me había pasado:

- Collares, anillos, bufanda, cabello, ojos, pantalón… Vale, está tod-esperan, ¡¿Y MI GUITARRA?! ¡¿DÓNDE ESTÁ MI GUITARRA?! ¡POR EL DIOS DEL ROCK QUE LA DEJÉ ALLÍ! ¡YA VOY POR TI, QUERIDA! – y cuando me dispuse a entrar de nuevo en la selva amazónica pre-adolescente, me detuve en seco – Oh, espera… verdad que lo he dejado en casa.

Giré sobre mis talones y volví con Andrea con una mano sobre su hombro, mientras le seguía con la mirada en dirección a donde miraba. Cuando hubo un periodo de silencio entre los dos, me incliné hacia delante como si estuviera saliendo de algún tipo de escondite, esperando a ver qué me decía.

- Perdón pero… ¿Qué se supone que estamos viendo? – pregunté, viendo cómo traía la mano sobre el mentón y se me cruzaron los cables del cabello – ¡Ah! Tratas de recordar algo. Eh… jeje, qué pena. Vale, te dejo pensar mientras trato de hacer lo mismo – volví a erguirme, rascando mi cabeza con mi mano libre mientras le daba espacio y empezaba a buscar con la mirada susodicho restaurante.

Miraba a los extremos de la calle con una mano sobre el mentón como mi compañera, pensando en donde había visto exactamente el restaurante. Sabía que me lo había cruzado hoy, pero no exactamente en qué sitio o en qué momento. Jones, me parece que tienes que empezar a tomar pastillas para la memoria, porque a este paso…

Y se me prendió el foco.

- ¡ALERTA PERMAMENTE! ¡Digo, ya me acordé! – dije sin darle tiempo a Andrea, tomándole de la mano mientras corríamos en dirección izquierda al restaurante. De pronto, me paré en seco, y se volvió a prender el foco – No, ya va. Ahora sí lo tengo claro. ¡Es por la derecha, segurísimo! – esta vez la solté, y salí corriendo como si fuera tras una pizza margarita tamaño humano.