El juego (Aria)

¿Qué sería la vida sin un poco de riesgo? Se preguntaba Rory mientras se movía sigilosamente por los pasillos de las habitaciones de las chicas, atento a cualquier mínimo ruido que pudiera escuchar.
A veces Keith y él hacían esas cosas: “no hay huevos a entrar en la habitación de una chica y robar algo de ropa interior”. O cualquier otra cosa igual de absurda y descabellada. Y el otro tenía que hacerlo, por puro orgullo, por no perder el juego. Era algo entre ellos dos, algo que nadie más sabía. Y era peligroso, divertido y emocionante.

Había aprovechado la hora de la cena, en la que la mayoría de los alumnos estarían en el comedor. Él se sacrificaría por la causa, mientras Keith estaría allí tranquilamente sentado, sin meterse en ningún marrón. Pero ya se la devolvería…

Para no perder más tiempo, eligió una puerta al azar y llamó con un par de toques muy suaves (no quería hacer ruido de más), preparado para salir corriendo por si alguien contestaba.
Silencio absoluto.
Así que abrió la puerta, despacio, y entró con todo el sigilo que le fue posible.

La habitación estaba bastante ordenada, pero en una de las camas había algo de ropa amontonada.

“Bingo” pensó Rory. Prefería no tener que abrir armarios y tocar lo menos posible, si no, las chicas se darían cuenta de que alguien había entrado.
Observó un momento el montón de ropa, buscando algo que le pudiera servir. Keith había dicho “ropa interior”, lo cual era más complicado, porque las chicas seguramente no se la dejaban tirada por ahí…
Aunque quizá ese trocito de tela rosa que asomaba… Rory tiró de ella con cuidado y la observó satisfecho: unas bragas rosa con lacitos, de lo más cursi. Había dado en el clavo.

Era hora de largarse lo antes posible. Se volvió hacia la puerta justo para ver cómo el picaporte giraba.

“Mierda” murmuró por lo bajo. ¿Cómo podía tener tan mala suerte? Y sobre todo, ¿cómo no había oído a nadie llegar? Su despiste podía ser fatal.
Tuvo el tiempo justo de esconderse debajo de una de las camas antes de que la puerta se abriera, y aguardó, sin mover un músculo y rezando a todos los dioses para que no le descubrieran y porque la chica en cuestión no pensara quedarse durante demasiado tiempo.

Consiguió contener el grito cuando alguien le pisó la mano, pero el daño ya estaba hecho. Nadie pisa una mano que sale de debajo de una cama y se queda tan ancho, sin averiguar al menos de quién es. Y menos en esas circunstancias.

-Vale, vale- dijo, mientras salía de debajo de la cama-. Tranquila, que no soy peligroso. Joer, vaya pisotón que me has dado…- se quejó, frotándose la mano dolorida.

Al ver a la chica “vestida” sólo con una toalla, no pudo evitar quedársele mirando con mucho interés. Pero enseguida reaccionó, tenía que dar alguna explicación si no quería que todo se complicara mucho más de lo que ya estaba.

-Bueno… todo esto tiene una explicación muy lógica- dijo, mientras trataba de pensar rápidamente sobre la marcha-. Yo… en realidad… soy amigo de tu compañera de habitación.

Dijo lo primero que se le pasó por la cabeza, aunque ignoraba por completo quién era la compañera de aquella chica. Ni siquiera había leído el nombre en la puerta.

-Y había venido a verla- siguió explicando, con más confianza ahora que tenía la historia montada. Además, si dudaba mucho, ella se daría cuenta-. Y vale, sé que no debería estar aquí, por eso me escondí.

No sabía si había sonado lo suficientemente convincente. De repente se dio cuenta de que aún tenía las bragas rosa en la mano, y probablemente la chica se habría dado cuenta. Así que tuvo que pensarse otra historieta rápidamente.

-Ah… y esto… se ve que se te cayó debajo de la cama. Toma, aquí lo tienes- se las tendió, con una sonrisa, esperando que colara.

Bueno, podría haber sido peor, la chica podría haberle tirado una silla a la cabeza en vez de un cojín… Y el estuche con el que le amenazaba tampoco parecía demasiado peligroso.
Pero eso no era lo que más preocupaba a Rory. De momento sólo tenía que convencerla de que no estaba allí para hacerle nada malo. Pero cuando estaba a punto de decírselo, ella se le adelantó, para informarle de que no existía la compañera de habitación que el chico supuestamente había ido a ver.
Rory sabía que su historia tenía lagunas por todas partes, pero aún así se quedó paralizado al escucharlo.

-¿No… tienes…?- murmuró.

Se llevó la mano a la mejilla instintivamente, después de que ella le pegara y le arrebatara las bragas rosa cursi que tenía en la mano. Uf, eso había dolido.

-Jope… tranquila, que no pretendía hacerte nada, ¿eh? Te lo prometo- le dijo, intentando apaciguar su enfado.

Ya no le quedaban más excusas, y desde luego no pensaba revelar a la chica la verdadera razón por la que estaba allí, así que ya era oficial: estaba metido en un lío muy gordo.
Ahora el problema era que si ella decidía contárselo todo a algún profesor, Rory tendría muchos problemas. No era un alumno modélico precisamente, y aunque en la escuela todavía no le habían pillado cometiendo alguna falta grave, si se enteraban de que había entrado en la habitación de una chica con la intención de robar, podrían incluso expulsarle.
Aquella chica no parecía muy dispuesta a negociar, pero aún así, tenía que intentarlo.

-Oye… mira, te propongo un trato- le dijo-. Si tú te olvidas de que he estado aquí, yo haré algo por ti. Lo que quieras.

Rory no pudo evitar mirarla con la boca abierta cuando ella le acusó de querer robar. ¿Tan obvio era? De todas formas a estas alturas lo mejor era dejarse de mentiras. Total, ella ya lo sabía y no iba a convencerle de lo contrario.

-Sí, vale… lo siento, no tenía que haberlo hecho- se excusó otra vez-. Pero te juro que no lo he hecho a mala fe. Sólo se trataba de una apuesta, ¿nunca has hecho una?

Lo preguntó como si fuera obvio que era algo que todo el mundo tendría que entender. Aunque técnicamente no era una apuesta, pero era algo bastante parecido. Y lo del juego sí que no lo iba a explicar de ninguna de las maneras.

-Lo que quieras- repitió Rory, que obviamente no estaba midiendo bien el alcance de sus palabras. Sólo quería salir del embrollo cuanto antes, y además, ¿qué podría pedirle aquella chica que fuera tan malo?

No le hacía gracia darle su nombre tan alegremente, pero tampoco ganaba nada no diciéndoselo. Ella podía averiguarlo en cualquier momento, simplemente preguntando a alguien, mirando las listas de alumnos o cualquier otra cosa. Y además tenía que tenerla contenta, no estaba en condiciones de seguir haciéndola enfadar.

-Rory Ryan, de primero- contestó, simplemente. Todavía se arriesgó a inclinar un poco la cabeza para ver si podía ver a la chica vestirse detrás del armario. ¿Por qué desaprovechar la oportunidad, si ya estaba metido en el fango?

-Bueno, entonces si estás de acuerdo, ¿qué es lo que quieres que haga por ti?

-Veo pelis a todas horas- contestó a la pregunta de la chica-. Pero no de ladrones… además, no es que yo sea un experto ni nada parecido, a ver si te vas a pensar que me paso la vida robando bragas. Ya te lo he dicho, yo no soy un pervertido… o bueno, quizá no te lo haya dicho, bueno, pues te lo digo ahora.

-Tengo 14- le aclaró, aunque sabía que era una pregunta retórica-. No, yo no aposté que robaría TU ropa interior, precisamente, porque no te conozco de nada. Sólo quería la de una chica cualquiera… y resulta que fuiste tú… por desgracia para mí, porque si hubiera sido otra, a lo mejor no me habría descubierto…

Las aclaraciones eran importantes, aunque por supuesto no arreglaban nada, ni cambiaban el hecho de que ella le hubiera pillado con las manos en la masa y ahora él estuviera metido en un buen lío.
La propuesta de la chica le pareció bastante razonable. No creía que fuera tan difícil cumplir con eso. Suponía que la chica sólo querría que hiciera cosas tontas como llevarle los libros o… cualquier otra cosa simple.

-¿Eso es todo? La verdad, pensé que querrías pedirme algo realmente difícil, como robar un examen, o alguna cosa así- dijo, hasta que se dio cuenta de que estaba dando ideas y decidió dejarlo como estaba-. Vale, lo haré, no hay problema.

-¿Qué te hace pensar eso?- contestó Rory, ofendido-. En serio, lo dices como si yo estuviera obsesionao, no es así, la idea ni siquiera fue mía…

De todas formas no valía la pena seguir discutiendo cuando ya habían llegado a un acuerdo. La chica todavía se podía arrepentir si él se pasaba de listo.
Si no fuera porque no se conocían de nada, habría jurado que eso de estudiar lo había dicho con segundas. ¿O es que Rory llevaba escrito en la cara que no era precisamente un alumno modélico?
Bueno, lo que era a él, le daba igual.

-Claro, no te preocupes. No voy a ir por ahí pregonando tu número…- dijo, mirándola de reojo. Al parecer ella no le consideraba alguien de mucha confianza, aunque, dadas las circunstancias, tampoco era de extrañar.
Le dio su número de teléfono y apuntó el de ella.

-Vale pues… entonces, si no te importa, me voy a ir yendo antes de que venga más gente y me pillen por aquí. Con una ya he tenido bastante…- dijo después. Y como ella no se lo impidió, salió de la habitación y se deslizó por los pasillos con cautela, hasta que consiguió salir del edificio de los dormitorios de las chicas y con un gran suspiro de alivio, se alejó de allí a toda prisa.
Y todavía tendría que lidiar con la penalización por haber perdido el juego…