Notas dispersas

Parpadeé con algo de interés por lo que acababa de decir, quiero decir, no cualquiera habla de ese tema- ¿Acaso... usted cree en la reencarnación, Lucien? Bueno... al menos yo sí, me parecería extraño... quizás hasta triste... que un alma viva tan poco... siempre hablan de la vida eterna, ¿no? Esa debe ser una de sus formas... ¿Eh? –no pude evitar reírme, un tanto contagiada por su risa aun y cuando era bastante sutil la misma, con ese aire de caballero elegante y recatado que tenía- Pero Lucien... ¡si usted no parece tener un día más allá de los 500 años! –exclamé, gustando un poco de seguirle el juego y por un instante olvidándome de mi parcial seriedad para con él.

¿Era impresión mía o los ojos de Lucien se habían vuelto negros? No, era imposible, seguro era efecto de la luz, no es algo poco común que ocurra con ciertas tonalidades en los iris de algunas personas. Cerré mis ojos para escucharle mientras hablaba, sintiéndome rodeada de aquella suave melodía que parecía venir de ninguna parte en particular y a la vez de todos lados, claramente, del piano.

-Es cierto... –acoté mirando al techo del salón- Una vez que la música te toca... es imposible poder olvidar su tacto... es algo... casi mágico, en verdad... Aunque nunca podría querer odiar a la música... o desear que ella me repudie... –me senté lentamente en una de las sillas no muy lejanas del piano, acomodándolas para que quedaran más cerca de Lucien- Bueno, ciertamente... a veces llego a creer que no me quiere por errores que he cometido... –reí casi un tanto nerviosa, rascando mi mejilla- Será que se escapa de mis manos, es esquiva, mas no rencorosa, ¿me equivoco, Lucien? –le pregunté de una forma casi retórica con una sonrisa nostálgica en mis labios.

Cuando escuché la forma en la que hablaba de la música, cuando mencionó las cadenas, ¿no había un tono algo doloroso en su voz? Me pregunté si quizás le habría sucedido algo que le acongojara, pero no me sentía con la total confianza de poder preguntar para ofrecer mi ayuda, realmente Lucien en esos momentos se sentía como alguien cercano pero inalcanzable a la vez- Comprendo la sensación... gracias por decirme eso... ahora que lo dice... quizás la música nos ama a todos, de una u otra forma, distinta para cada quien... esperando que nosotros le devolvamos ese amor, paciente, comprensiva... –no pude evitar soltar una suave risa, casi sonaba como si estuviéramos hablando de una deidad o algo similar. Bueno, la música podía ser divina a veces.

Tras eso tomé el coraje de ponerme de pie para colocar una mano sobre el hombro de Lucien con una cálida sonrisa- Gracias Lucien... realmente me agrada charlar con alguien como usted... y disfrutar de su compañía... ¡y de su música, claro! Realmente... una voz como la suya... y también la forma en que hace cantar al piano... debe ser la persona a quien la música más ama.

Asentí ante las sabias palabras de Lucien, sabias en verdad... Es tal el caso de colocar la radio y la canción que suena en tus oídos es una que sólo te causa dolor y es en esos momentos en que odias a la música, aunque realmente no sea su culpa- Es muy cierto... puedes odiar a la música aunque ella nunca tendrá la culpa... la música jamás hace daño, somos nosotros mismos quienes nos hacemos daño, ya sea como personas, individuos, o como un colectivo, las palabras, los recuerdos que nos puede evocar, eso es lo que nos daña. Pero la música es algo hermoso que no debería odiarse... –murmuré, evitando el imponente eco del salón- Aunque realmente nada debería odiarse, no deberíamos odiar, ¿no es cierto? –dije con una sonrisa algo triste, sabiendo que eso era algo prácticamente imposible... inclusive para mí misma, y saberlo era una cosa aún más triste.

-Y en efecto, dice la frase: Errar es humano... y como estudiantes podemos aprovecharnos de eso, es decir, aprender de todo, inclusive de nuestros errores y los de los demás, ¿no es por eso que también es importante comprender la historia, aquello que nos precede? –dije, deslizando suavemente mis pies por el salón, comenzando a caminar con suavidad como a veces solía hacer, contemplando el reflejo de mis pies en el pulido suelo del lugar- ¿Eh? No, no, por favor no me agradezca a mí, el sentimiento es mutuo, me agradaría gozar más de su compañía algo más seguido... aunque comprendo que eso es difícil, siendo que usted es el delegado del salón...

Asentí ante sus palabras casi sin pensarlo como si aquello hubiera sido una orden, por lo que miré alrededor en busca de algo que pudiera ordenar para preparar el salón para la inminente pero progresiva llegada de los alumnos y el profesor que estaría a cargo aquel día. El tiempo se me había pasado volando y no me fue necesario mirar mi reloj de bolsillo tras percatarme que Lucien había observado el suyo, con ello me bastaba- Será un día largo, pero en compañía de la música ya hemos visto que se pasa totalmente volando, tal es la forma en la que nos atrapa en su mundo... –dije con una suave risa, acomodando mi carpeta y dedicándole una sonrisa al joven Lucien. Creo que aquella costumbre sería algo difícil de quitar por un tiempo.