Sweet Dreams (Libre)

Monolith Bar
Viernes 23:30 hs

Seguía el ritmo de la música que sonaba con el pie. Inconscientemente, sin darse cuenta, su cabeza se movía suavemente al ritmo de la música. No conocía al intérprete, era la primera vez que lo escuchaba, pero su tono de voz era agradable y le brindaba la tranquilidad que necesitaba. No sabía bien que hacía allí, quizás sencillamente buscaba distraerse, todo había sido muy agitado desde que había llegado a la ciudad dos días antes. Había olvidado el ritmo que tenía ese lugar, lleno de vida, de jóvenes promesas llenas de la ilusión de poder triunfar sobre un escenario. Por momentos se sentía demasiado mayor, aunque aun era joven, había empezado en el mundo de la música siendo tan niña que sentía que todo eso había ocurrido hacia ya una eternidad.

Revolvió su margarita distraída, con la mente en blanco dejándose llenar por el sonido de la música del bar. Las voces de las personas que se amontaban en la barra impedían que se escuchara con total nitidez, pero eso no impedía el poder disfrutar de la música refrescante y vibrante que tronaba en los parlantes. Ese día había sentido la necesidad de sentirse bonita, no lo había pensado y había entrado a una bonita casa de diseñador donde vendían toda clase de prendas originales. Adoraba ese tipo de lugares, donde atentido por sus dueños, eran capaces de ver más alla de la imagen y encontrar objetos con los que podía sentirse más ella misma. Se había dejado guiar por la adorable diseñadora, una joven de mas o menos su edad, quien hacia poco se había hecho cargo del local. Por fortuna no la reconoció, y se comporto con naturalidad y sin hacer preguntas mientras le ofrecia las opciones que consideraba mas adecuadas para ella. Optó por un vestido plateado corto, brillante pues estaba absolutamente cubierto de lentejuelas, era cerrado en redondo hasta la clavicula en la parte delantera mientras que atrás dejaba buena parte de la espalda al descubierto. Sensual, sugerente, y llamativo. Nada de lo que Layla habitualmente usaría, pero con lo que se sintió increíblemente hermosa cuando la encargada insistió con que lo probaba. Le quedaba perfecto. Esa noche, antes de salir, lo complemento con unos tacones de color azul, y se recogió el cabello enrulado con dos hebillas plateadas. Casi no se reconocía en el espejo.

No necesito hacer mas de dos cuadras luego de abandonar su piso en el centro para llegar a un bar que le llamara la atención. El murmullo de la música y las voces se mezclaba haciendo que el bello de sus brazos se erizara. Hacia muchísimo tiempo no pisaba un sitio como ese. Le sonrió al barman y le pidió una segunda margarita, prometiéndose que sería la última ya que hacía mucho tiempo no bebía alcohol y no quería avergonzarse a si misma. No tenía intención de nada en particular esa noche, quizás bailar dejándose llevar por la marea humana que ahora se amontonaba en la pista, o una conversación casual con un desconocido. Necesitaba volver a echar raíces en un lugar que por mucho tiempo considero su hogar.

Llegar a ese lugar no le había costado trabajo. La música y un buen trago eran lo que siempre solía buscar con sus anteriores compañeros para crear el ambiente perfecto. Esa noche, el bar estaba lleno de una multitud variopinta, cada persona envuelta en su propio mundo, pero todas conectadas por la atmósfera del lugar. Las luces tenues, el humo de los cigarrillos formando una ligera neblina, y el suave murmullo de las conversaciones creaban una sensación de intimidad y misterio. Para él, esa era una noche tranquila, el tipo de noche que disfrutaba desde lo más profundo de su ser.

Se dirigió a la barra con paso decidido y se sentó en un taburete de madera desgastada. El barman, un hombre fornido con una barba espesa y un aire de sabiduría, le sonrió en reconocimiento. Él ya era un cliente habitual, alguien que apreciaba los pequeños placeres de la vida. Pidió su whisky de siempre, y mientras esperaba que le sirvieran, cerró los ojos. Quería dejarse llevar por la música, permitirse ser transportado a otro lugar y otro tiempo.

Las notas del saxofón y el piano llenaban el aire, y él podía visualizarlas como si pudieran bailar libremente en su cabeza. La música tenía ese poder sobre él; podía hacerle olvidar todo lo demás y concentrarse únicamente en las melodías. "Blue Moon" llegó a su mente. Cuánto le gustaba ese sutil y pegajoso ritmo de los platillos que acompañaban la melodía. Era una de esas canciones que siempre lograba calmarlo y a la vez, llenarlo de una extraña nostalgia.

— Maravilloso... — murmuró casi para sí mismo, dejando que la palabra flotara en el aire como una pluma. No se dio cuenta de que, mientras estaba absorto en sus pensamientos, una mujer extraordinariamente hermosa se había sentado a su lado en la barra. Ella parecía una aparición, una visión etérea que rompía con la monotonía del bar.

La mujer pidió lo que él podría presumir era una Margarita. Observó cómo el barman preparaba la bebida con destreza, mezclando los ingredientes con precisión antes de servirla en un vaso adornado con sal en el borde. Ella lo observó con curiosidad, intrigada por la manera en que él se había perdido en la música. No era común ver a alguien hablar solo, claro que no, y menos de una manera tan absorta.

— Disculpa — dijo él, sonriendo un poco y rascándose la mejilla por lo torpe que había sido —, ¿están ricas? Suelo tomar solamente whisky. — Levantó su vaso, que aún contenía bastante líquido café y un hielo en forma de pequeña esfera.