Prejuicios (Saburo)

(Continuación de Problemas del primer mundo)

Como si fuese alguna clase de ilusión o truco de magia nuestro alrededor se deshizo en hojas otoñales, como una lluvia inesperada de estas que dejó a su paso un nuevo escenario, mas solitario y familiar para un youkai, rodeándonos.

Estábamos en las montañas, en las afueras de la ciudad.

El anochecer caía y los colores en el cielo mutaban de un naranjo opaco hasta un negro azulado pasando por violetas y rojos que parecían sacados de algún cuadro.

De pie frente al cuervo yo ya no era la chica bonita de hace un rato, ahora me presentaba ante él como el youkai que era... o casi. Nunca me presentaría en mi completa forma de zorro, ni frente a él ni frente a nadie.

Mi cabello ahora tenía un corte algo más tradicional, al igual que mis ropas. Mis orejas largas y mis siete colas estaban a la vista y el color de mis ojos ahora era de un intenso y mítico dorado.

Cubrí mis labios con una de mis mangas y me reí de él en su cara.

-Creo que te dije que tenías que tener cuidado... especialmente porque esta ciudad está llena de criaturas no humanas. ¿Por qué rayos uno de los tuyos está en este lugar? -

Su cuerpo se paralizó.

Había cometido un descuido más, añadiéndolo a la pila de errores que estúpidamente había cometido hoy, mirar a los ojos al zorro.

Quiso gruñir mientras oía la voz de la mujer cambiar al canturreo burlón de Kenji, pero mientras el paisaje que los rodeaba mutaba en un lugar demasiado familiar para él, le costaba trabajo formar pensamientos coherentes.

Todo lucía etéreo y borroso ante sus ojos, intentó enfocar la mirada durante varios segundos hasta que pudo distinguir bien lo que tenía en frente. El kitsune al fin revelaba sus verdaderos colores, y le observaba con la mirada traviesa y astuta que los libros solían asociar con los zorros.

Al juzgar por la cantidad de colas que el otro ostentaba, se encontraba frente a un zorro antiguo, muy antiguo. Quizás más antiguo que su propio maestro, quien había vivido ya varios siglos.

Aún algo desorientado y mareado frotó sus ojos con el dorso de sus manos, no sería fácil huir de las garras de una criatura tan antigua y poderosa, ¿Luchar contra alguien así?, un suicidio. Pero estaba tan harto, tan cansado de las ilusiones y poderes que le recordaban tanto a su pasado, que no pudo evitar responder con hostilidad.

— Lo mismo podría preguntarte a ti, ¿Qué hace un zorro antiguo como tú aquí?, pero no es mi problema, así como no es problema tuyo que motivos hay detrás de mi estadía en este lugar. — Espetó furioso, su usualmente apacible rostro ahora llevaba una mueca de enojo y disgusto.

Apretó los puños con fuerza, al parecer no importaba que tan lejos huyera de las montañas y de los youkais y sus estúpidos poderes, nunca estaría realmente en paz.

Me molestó que no se intimidara fácilmente y que tuviera el valor para responderme de vuelta. No... En verdad me molestó que pese a ser un Tengu y haber trapeado el piso con su orgullo aquel día, él no mostrara amago de querer defenderse. Por supuesto, me miraba indingado, enojado, pero incluso con todo lo que le había hecho ¿No planeaba al menos intentar darme un golpe?

- Llevo un buen tiempo viviendo en este lugar. Incluso tengo un pequeño templo. - Le dejé saber sin problemas, mostrando superioridad territorial.

- En verdad no me interesan tus razones. Por lo general me llevo bien con las criaturas de estas montañas, pero no estoy dispuesto a aceptar a un Tengu. Ustedes son egoístas y egocéntricos. Manipuladores orgullosos que no tienen ningún reparo en romper promesas.- Avancé hacia él mientras mi rostro también manifestaba mi enojo, un enojo que más bien rozaba la ira.

-Son lo peor. Ninguno de ustedes es bienvenido en esta ciudad.- Sentencié tomándolo de sus ropas, amenazante.

Las despectivas palabras del kitsune calaron hondo en su pecho, pues eran ciertas, no podía negar lo egoísta y orgullosa que era la naturaleza de los suyos, la misma naturaleza que despreciaba y de la que tanto deseaba desprenderse.

— ¿Y crees que tú eres mejor? ¿Crees que puedes juzgarme así? — Con el entrecejo fruncido y los labios retorcidos en una mueca de asco le lanzó una mirada ponzoñosa — Los tengus podemos ser de las criaturas más despreciables que puedas encontrarte, pero no creas que eres mejor con tus jugarretas crueles e infantiles, zorro. No puedes ir por ahí con jugando con la gente y luego sentirte superior a nosotros.  — Odiaba referirse a ellos como “nosotros”, lo que más deseaba era abandonar sus alas y olvidar sus orígenes, pero aunque olvidado y enterrado, su pasado seguía ahí.

Tomó con fuerza las manos que lo sujetaban por la ropa, sus manos temblaban por la furia y la adrenalina ya que sabía que estaba acorralado.

— Por fin encontré un lugar donde estar tranquilo… no lo voy a abandonar así de fácil solo por tus rencillas con los alados. — Estaba siendo tonto e ingenuo al intentar zafarse del agarre de un zorro tan poderoso, pero vagar sin un hogar a donde regresar y temer día a día el ser descubierto, no pasaría por eso de nuevo.

Los ojos fieros del tengu me recordaron, nuevamente, a aquel que no quería tener presente en mi cabeza. Me hervía la sangre por cada parecido que encontraba en sus rasgos, en su actuar. No era estúpido, bien sabía que no eran la misma persona, porque de lo contrario ya estaría estrujando su cuello entre mis manos, pero no podía contener la rabia, el instinto de querer mantenerlo alejado de mí.

- ¿Tanto te hirieron el orgullo unas pequeñas bromas? - Afilé la mirada y agregué un tono más irónico a mi voz.- No sabía que ustedes eran tan sensibles ¿Acaso tienen corazón? - Acorté la distancia entre los dos mientras mostraba mis dientes, entonces noté que sus manos se aferraban a las mias, temblorosas, pero firmes.

-¿Ah? ¡¿Mis rencillas?! No sería así si ustedes no fueran tan despreciables. - Lo solté con un empujón brusco buscando que perdiera el equilibrio, no quería sentir sus manos sobre mí. Tampoco quería pelear físicamente con él, tan solo quería espantarlo de Glass City.

-No me siento superior a nadie, simplemente ustedes son los que no valen nada.- Espeté hiriente, frío.

El empujón lo sacó de balance y lo mandó directo al suelo, el zorro estaba intentando espantarlo sin herirlo, eso estaba claro, de lo contrario lo hubiese hecho pedazos en el momento que pisaron la montaña.

— ¿Orgullo?, ¿Es que eso es lo único de lo que los youkais saben hablar? — Soltó una risa ronca más cercana al cansancio y la amargura que la ironía.

— No creas que soy igual de idiota que los viejos cuervos, jamás arriesgaría mi vida y mi tranquilidad por algo tan estúpido como el orgullo. Territorio, orgullo y rencores, estoy harto de todo eso, no sé qué tipo de rencor cargues contigo, pero si tanto deseas pisar el orgullo de un tengu, busca a otro, yo lo abandoné hace mucho tiempo. — Se levantó con un cansancio que parecía ir más allá de lo físico y miró directamente a los ojos dorados que lo despreciaban.

— Se muy bien que estás siendo suave conmigo, y que debiese marcharme de aquí ahora que me lo permites, pero considero esta ciudad mi hogar y me aferraré a ello cuanto me sea posible. — Hablaba con la terquedad que solo podías encontrar en un youkai joven, no podía negar que la fría y furiosa mirada del kitsune lo intimidaba, si fuese mayor y más sabio hubiese tomado la oportunidad en cuanto la tuvo para huir volando, pero el buen juicio nunca había sido su aliado.

En la medida que el otro se expresaba yo iba suavizando la expresión de mi rostro ,sin realmente querer hacerlo, hasta terminar un tanto estupefacto. Miré al chico con incredulidad ante su firme y testaruda respuesta. ¿Es que acaso tenía valor de sobra o simplemente era un tonto?

-¡¿Un cuervo sin orgullo?! - Pregunté con la misma incredulidad que acompañana mi cara, llevándome luego una mano al rostro como si lo que escuchaban mis orejas fuese la estupidez más grande jamás dicha.

-¡Imposible! - Me crucé de brazos, completamente negado a creer tal barbaridad. Mi mirada seguía juzgando al cuervo del que tenía claro, pese a no saber su edad, que era un tengu todavía joven e ingenuo... Y que era también otro rebelde, tal como yo y como el cuervo que resentía en mis recuerdos.

No, no iba a dejarme caer en su lastimera trampa de nuevo.

-Bien... Si lo que dices es cierto y eres un "inusual caso de un tengu sin orgullo" entonces tendrás que demostrarlo. -Sumido en la negación, mi sonrisa volvió a mi rostro, pero esta vez con un toque cruel y macabro.

- Arrodíllate frente a mí y suplica. Si obedeces te dejaré vivir en la ciudad.- Indiqué el lugar frente a mis pies, seguro de que el chico no sería capaz de hacer eso, porque claro ¿Qué tengu dejaría que lo humillaran de esa manera?

Arqueó una ceja al oír la petición del zorro, un incómodo silencio reinó durante unos instantes entre ambos youkais, solo interrumpido por el crujido de las ramas y hojas contra el viento.

—… ¿Era eso lo que buscabas con todo esto? — No pudo contener el enorme y pesado suspiro que escapó de sus labios, todo el maldito día fuera de casa corriendo de un lado a otro por el rencor de un kitsune.

— ¿Es que tienes algún problema personal en contra de los de mi naturaleza? No puedo creer que hicieras todo esto solo para probar que somos todos iguales. — Le miró con reproche, la situación le parecía tan absurda que incluso su enojo se había disipado un poco.

— No sé qué tipo de macabro gozo te trae el ver a un tengu suplicando, y no me agrada el complacer a una persona como tú, pero… — Lentamente se apoyó en el suelo con sus rodillas y obedeció — Está bien, tu ganas, por favor permíteme quedarme en Glass City, y si no es mucho pedir, paremos esto para poder regresar a mi casa, estoy harto. — Desde su posición arrodillada lo observó exhausto, después de esto necesitaba un largo baño y hasta vacaciones si era posible. Hasta había temido por su vida, maldición, nunca esperó verse inmiscuido con una criatura tan caprichosa.

Si su padre y sus hermanos mayores se enterasen de que se había postrado frente a un zorro, lo expulsarían del clan, de nuevo, pero más que sentirse humillado o pisoteado, sentía unas inesperadas ganas de echarse a reír de puro nerviosismo e incredulidad ante todos los acontecimientos del día.

Pues sí, tenía un problema personal contra lo suyos, pero no iba a admitirlo, aunque quizás el repentino sonrojo de mi rostro me delató un poco.

Entonces el muchacho se inclinó.

Mi expresión se volvió a disolver. No, se desmoronó ante la escena que se daba a mis pies. No podía creer que en verdad el Tengu había obedecido mis palabras y se encontraba ahí, de rodillas frente a mi, suplicando.

¿Qué tipo de macabro gozo me traía? Ninguno. Sentí como el estómago se me apretaba y una sensación de malestar me inundaba el cuerpo. Sabía que él no era el otro cuervo. Sabía que me estaba desquitando a costa del muchacho y lo había llevado al punto de humillarlo innecesariamente. Incluso si en verdad fuese Suiren el que ahora me estuviese suplicando, no creía ser capaz de poder sentir gozo al verlo así. Yo no era como ellos.

Un profundo pesar me oprimió el pecho al verlo tan... ¿cansado? ni siquiera había rabia, rencor o humillación en su mirada, solo un profundo y enorme agotamiento, uno que pude entender muy bien. Retrocedí un paso, tembloroso por la inesperada situación y miré al rededor con los nervios apoderándose de mí.

¿Ahora qué?

- L-lo siento... - Murmuré con las cejas arqueadas, preocupado. Sin dudarlo más me incliné junto a él y sin preguntar por permisos lo abracé. Mojado, embarrado o sucio, eso daba igual. -Escúchame un momento. Soy un imbécil ¿si? Lo sé.- Apreté un poco más el abrazo, sabía que podría querer matarme por lo contradictorio que estaba siendo, por invadir así si espacio personal o tomarme las confianzas para abrazarlo, pero necesitaba aclarar todo eso.

-Me dejé llevar. No pensé que llegaría a esto. Tienes razón, tengo un problema personal con los Tengus, pero eso es otra historia y en verdad no justifica lo que hice. Al comienzo solo quería jugarte una broma, pero comencé a reflejar mis frustraciones en ti. Me terminé comportando como lo que detesto... -Me di cuenta que lo estaba sofocando un poco con el abrazo, por lo que me separé un poquito- Ups, lo siento.... Como sea, el punto es que... no confío en los cuervos, por asuntos personales no tan pasados... Me encabroné contigo y bueno, fui un idiota.- Alcé la vista hacia él, arrepentido.

...

-Ven.- Dije de pronto, sin esperar su respuesta, poniéndome de pie y tomándolo a él por la muñeca, arrastrándolo conmigo más profundo en el bosque. Por más que me disculpara, al final las disculpas solo eran palabras. Tenía que enmendar de alguna manera mi infantil comportamiento.

¿Los zorros eran fácilmente conmovidos? No tenía experiencia suficiente como para saberlo, pero ni toda la experiencia del mundo lo hubiese preparado para lo que seguía.

Disculpas y un abrazo sofocante y apretado. Quiso decirle que estaba bien, aunque no lo estaba, pero el shock no dejaba que su voz saliese a formar alguna frase coherente. Oh dios, este zorro está demente, no se parece en nada a lo que era hace unos minutos.

Levantó la vista como pudo entre los firmes brazos que lo rodeaban y se sorprendió al ver el rostro compungido del zorro. No tenía claro si esto era otra jugarreta o se trataba de sincero arrepentimiento, pero si estaba seguro de que el tipo era la persona más rara que había conocido en su vida, tanto humano como youkai.

Agradeció el espacio extra para respirar que por fin le había sido concedido, al escuchar la explicación del zorro solo le quedó asentir, por supuesto que se trataba de una rencilla personal, sabía que no pertenecía a la familia de criaturas más agradables de Asia pero tanto odio solo podía venir de una experiencia personal.

Cuando creyó que todo había acabado, fue sorprendido de nuevo al ser arrastrado hacia el bosque a paso rápido por el kitsune.

—¡E-e-espera un momento!— Extendió su mano libre para intentar detener a su captor —Te perdono, ¿Si?, solo déjame ir y quedamos bien. ¡¡O al menos dime a donde me llevas!!—

- Iremos al templo.- Contesté en voz alta, sin detener nuestros pasos por ningún motivo ni aflojar el agarre en su muñeca, pues sabía que ante cualquier descuido el Tengu probablemente arrancaría de mí y las opciones de volverlo a pillar en la ciudad no serían muy altas.

- Está más cerca que tu casa ¿no? Te compensaré por lo de hoy.- Le aseguré mientras avanzabamos en medio de la noche, delante nuestro el camino se iluminaba por las pequeñas llamas azules que iba formando con mi poder. Luego de algunos minutos llegamos a unos peldaños de madera enterrada en la tiera que marcaban una escalera que de alguna manera se asemejaba a las antiguas escaleras de piedra de los templos de japón, pero mucho más rústico.

Estabamos en mi territorio.

Al final del camino se veía un pequeño templo, pero desvié nuestros pasos a la izquierda justo a dos tercios de la subida.

-¿ Has visitado termas ultimamente? Glass City tiene un bosque realmente privilegiado. - Le dejé saber de forma casual nuestro destino.- Lo mínimo que puedo hacer es ofrecerte un baño caliente. - En poco llegamos a nuestro destino, era una terma natural, virgen, que probablemente ni siquiera los aldeanos hermitaños del pequeño pueblito entre las montañas conocían. Mucho menos ahora que el territorio de un par de kilómetros a la redonda estaban bajo mi control.

El zorro tenía razón, cosa que parecía suceder a menudo el día de hoy, si bien no sabía orientarse en aquella ciudad aún, sospechaba que estaban lejísimos de su hogar y no quería recurrir a sus alas.

Aún le parecía muy raro el cambio de actitud del mayor, y no podían reprochárselo, después de todo lo ocurrido cualquiera desconfiaría, pero al oír cuál era su destino sus ojos se encendieron con expectación.

Termas, maravillosas y relajantes termas, no lo diría en voz alta pero eran de sus cosas favoritas en el mundo.
Al llegar tuvo que aguantar una sonrisa, ¡El agua lucía maravillosa!, sabía que en el momento en que su cuerpo se sumergiera en esas termas, todo cansancio desaparecería, y estuvo a punto de permitírselo, pero al último momento se giró hacia Kenji con una mirada de profunda desconfianza.

— Ha pasado un largo tiempo desde que visité unas termas y no puedo negar que son tentadoras, ¿Pero cómo se yo que no me estas tendiendo una trampa? Podría haber un Suiko oculto ahí esperando a morderme. — Esperaba no sonar muy duro, pero vamos, tenía al menos un poquitito de derecho a desconfiar.

Bueno sí, el chico tenía todo el derecho de desconfiar de mí. De hecho lo que decía se me hacía hasta un poquito tentador, como para una futura broma tal vez, pero no, no era el caso ahora.

Suspiré resignado, era mi culpa después de todo.

Sin responderle verbalmente comencé a quitar mis prendas una a una, dejándolas sobre una rama de uno de los árboles más próximos a la orilla. Mi cuerpo tenía algunas pequeñas cicatrices, pero nada demasiado exagerado. Era inevitable llevar algunas marcas después de haber vivido tanto tiempo, pero la verdad es que no me incomodaba estar desnudo, después de todo la ropa y todo eso era una cosa netamente humana.

-¿Será suficiente si entro yo y no me muero, verdad?- Le pregunté con las manos en mis caderas y una sonrisa desafiante y sin esperar por su respuesta entré al agua y me senté en uno de los lados donde el agua me alcanzaba a cubrir hasta la mitad del torso. La temperatura era simplemente perfecta por lo que se me escapó un suspiro de gustito.

-Vamos, vamos, entra~ ¿O quieres que te ayude a quitarte la ropa? - Pregunté con una mano sobre mi boca, haciendo una mueca pervertida.

Observó en silencio como el pelirrojo se despojaba de su ropa y entraba al agua, esperó unos segundos y al ver que nada malo pasaba sonrió.

— ¡No gracias! — Se quitó las sucias prendas de ropa de encima, indignado por la expresión pervertida del zorro, pero acostumbrado a bañarse desnudo con sus hermanos, la desnudez masculina no le parecía nada de lo que avergonzarse.

Su cuerpo tenía algunas cicatrices, huellas de los estrictos entrenamientos a los que fue sometido en su estadía con el clan, el mayor también las tenía y brevemente se preguntó como las había obtenido el.

Cuando al fin entró al agua suspiró de gusto y se sentó apoyado en una roca cercana al otro, cerró los ojos por un momento, mientras su cuerpo se acostumbraba a la temperatura.

— Kenji no es tu verdadero nombre, ¿Verdad? — Un Youkai tan antiguo no sería tan ingenuo como para revelar su verdadera identidad, ese era un error de novato.

- Nop - Respondí con honestidad mientras comenzaba a lavar una a una mis colas.- Pero todavía no te conozco bien como para decirte mi nombre. Si llego a confiar en ti entonces te lo diré. - Estaba siendo hipócrita, lo sabía. Con Kamui, el Ookami de las montañas no había tenido tal precaución, pero no podía evitarlo, no cuando se trataba de esas aves.

Tal y como recordaba del que fue alguna vez mi pareja, el tengu parecía disfrutar del agua.

- Saburo-kun~ - Lo llamé, quizás queriendo recordarle a mi subconciente que este era otro cuervo.- ¿Dijiste que eras estilista verdad? -Pregunté mientras sacaba algunas ramitas por entre el pelo de mis colas. Estaba esforzandome en hacer un buen lavado.

- ¿Estás trabajando en algún lugar? ¿Vives en la ciudad? ¿No te has topado con otros youkais? Ah... de a una.- Me reproché el haber hecho muchas preguntas a la vez.

-Yo generalmente ando por la ciudad, pero "vivo" aquí en el bosque. Me siento más "en casa", ya sabes.-Preferí responder mi parte primero, así no pensaba que intentaba sacarle información con motivos ocultos.