Té con leche (Priv. Laala)

Ya se había convertido en un cliente habitual en aquel local, adoraba poder dedicarse a hacer aquello que más le agradaba mientras tomaba una taza de té con leche, y sin duda hoy no iba a hacer una excepción pues podría decirse que últimamente tenía más tiempo libre del que le gustaría... pero también eso sería una buena señal según cómo se mire. Ya estaba apoderándose de una de las mesas cuando, apenas habiéndose sentado en la silla, una joven camarera se acercó antes de lo esperado.

- ¿Qué le sirvo?

- Lo de siempre, por favor -apenas se fijó en la muchacha ya que estaba demasiado ocupado en buscar algo de entre sus bolsillos, iba muy a menudo y no había razones para que algo fuera relativamente inusual o diferente... sin embargo, y habiendo dado por hecho que el pedido ya había sido efectuado, notó una presencia y cierta incomodidad por parte ajena en el ambiente; fue entonces cuando volteó la vista hacia ella y, en un escueto silencio, esbozó una sonrisa que pronto dejaría paso a una suave y elegante risotada- Oh, vaya -sin duda sí había algo distinto ésta vez: no era la camarera de siempre, ni siquiera la había visto antes- Mis disculpas, la confundí, usualmente me atiende otra persona -sus labios dibujaron una sosegada sonrisa pues en realidad no le dio demasiada importancia al asunto.

- No pasa nada -mientras le devolvía la sonrisa- ¿Qué es lo "de siempre"?

- Es un té darjeeling con leche... pero... -alzó ligeramente un dedo para querer llamar su atención al enfatizar un detalle- ...si no es molestia, señorita, quisiera que el té esté ardiendo y la leche muy fría, separados en dos vasos, sin mezclar.... Es para hallar la temperatura ideal, mis labios son muy delicados pero nada en comparación con mi sinhueso -entrecerró los ojos en una refinada sonrisa divertida- tengo lengua de gato, ¿Sabe? -en voz ligeramente baja como si eso fuera un secreto, aunque en realidad no lo era pues en su país, los "lengua de gato" o "Nekojita" es un vocablo que engloba a las personas que, a diferencia de todos los demás, no son capaces de comer los alimentos cuando éstos están recién hechos, y aunque parezca algo muy normal, en Japón lo usual es comer la comida ardiendo pues es considerado que es el punto en que está más rica. No obstante Masamune era consciente que fuera de su país habían términos que, si se traducían literalmente, quizá no tendrían el mismo sentido de primeras o siquiera la misma expresión, por eso cuando la camarera le miró confundida... sintió cierta satisfacción interior.

Dejó que la joven se marchara para así emprender de nuevo la búsqueda entre sus bolsillos y así sacar un pequeñísimo y fino bloc de notas además de un bolígrafo, éstos le servían para hacer sus haiku, apuntar notas mentales o cualquier asunto que le pasara por la cabeza escribir. No es que no tuviera sus sentidos puestos en lo que le rodeaba, eso era imposible para él, y si algo le llamaba la atención no dudaría en levantar la vista de sus escrituras, o mejor dicho, "garabatos".

Quebrarse la cabeza en intentar hacer un haiku decente era algo que adoraba, más sin embargo en ocasiones le llevaba tan de cabeza que perdía la noción del tiempo y, por ende, se olvidaba que estaba rodeado de más gente. Por supuesto que escuchaba a las personas de su alrededor, pero no es que prestara la atención suficiente como para fijarse, no hasta que la camarera trajo su pedido.

- Disfrútelo

- Gracias, señorita. No lo dude que lo haré -dedicando una agradable y amistosa sonrisa dejando que se aleje a seguir con su trabajo. Se aseguró que la leche estaba bien fría y que el té estaba tremendamente caliente; ya que tiene la capacidad de serle transmitidas las cosas que le rodean, se centró en sus manos para sentir en ellas la temperatura exacta del contenido; entrecerró ligeramente un ojo y esbozó una sonrisa con un leve deje de dolor por su pobre mano derecha, la que sentía arder, pero lo aguantó sin problema alguno pues eso no era nada comparado a todo lo que ha tenido que pasar en su vida, así que, sin prisa pero sin pausa, vertió la leche en el té con suma tranquilidad empezando a notar cómo su mano derecha cambiaba de temperatura, al igual que su mano izquierda la cual empezaba a calentarse un poco al ir vaciando el recipiente frío de la leche.

No la usó toda, sólo lo suficiente, y ya cuando notó su mano derecha a una temperatura aceptable, se aproximó el nudillo a los labios y así asomar la punta de la sinhueso y probar si estaba perfecto, al menos antes de aventurarse a tocar el líquido con ella; notó en ese momento la mirada de alguien, volteando la vista hacia donde sentía que le estaban viendo...y dio en el clavo. Una muchacha cuyo rasgo que más le llamaba era su pelo color lavanda, lo cual le recordaba al envase de un detergente que tenía por casa. Inclinó la cabeza dibujando una sonrisa en sus labios, luego cerró unos instantes los párpados en una suave y educada reverencia, para así luego proseguir con sus asuntos; tomó la taza y la apoyó sobre sus labios para catar el té con cuidado “al menos creo que hoy no me voy a dejar la lengua por sorpresa” o eso esperaba, ya que en algunas ocasiones el truco le fallaba pero se divertía pensando que, de esta suerte, la vida da más pie a la incertidumbre y al misterio… y asarse la lengua así, por doloroso que fuera, le terminaba haciendo gracia.

Aun perdido en los mundos del haiku escuchó no muy lejos a dos personas conversando, en especial a la camarera de antes que, al parecer, se había confundido. Pudo oír las insistentes disculpas de una y el apuro de otra, o al menos eso creía que era, en realidad le resultaba una situación la mar de graciosa aunque sintiera algo de pena por la trabajadora del local. No es que las mesas estuvieran muy lejos así que, con una sonrisa divertida en los labios, alzó ligeramente la voz pero no demasiado, lo justo para que la joven le pudiera escuchar.

- Estoy seguro que es una novicia, menos mal que le tocó a clientes tan amables como nosotros -ya que sin duda otros no serían tan comprensivos- ¿Es la primera vez que viene? -apoyó el brazo sobre la mesa relajando su cuerpo pero sin dejar de lado su actitud elegante en la pose- Ah... disculpe mis modales -esbozó una suave sonrisa terminando en una pequeña risa amigable- En ocasiones tiendo a hablar a la gente sin motivo alguno, pero eso es lo divertido, ¿No cree? -inclinó la cabeza entrecerrando los ojos en una nueva sonrisa- Así quizá pueda incluso romper un poco la rutina de alguien -al menos, por lo que a él respecta, el hecho que alguien le hablara de la nada era algo que le encantaba, en especial por el factor sorpresa.

No es que esperara que aquella jovencita de cabellos peculiares le respondiera, ni mucho menos le siguiera la conversación pues a esas alturas se esperaba cualquier cosa, incluso que la pobre le ignorara algo confundida, pero fuera cual fuera la reacción no es como si se fuera a ofender, ni mucho menos, él era una persona demasiado positiva como para entristecerse o enfadarse por esas cosas, además, él lo entendería perfectamente.

Le parecía curiosa la forma de gesticular de aquella jovencita, sin duda era muy expresiva y eso hacía que llamara su atención, aparte de su pelo, por supuesto- Las cosas buenas es mejor decirlas, creo que hay demasiada gente que se dedica a resaltar lo malo -y debía admitir que por la edad que tenía era bastante educada, una anotación más para su análisis- Entonces, siendo su primera vez -alzando las cejas- ¿Le gusta el lugar? La primera vez que entré aquí me sentí casi como en casa -no podía estar más de acuerdo con ella en respecto a conocer nueva gente, siempre había sido algo entretenido para él.

No pude evitar soltar una pequeña risa al ver cómo la joven parecía disfrutar aquel flan, era algo tan simple y a la vez era capaz de hacerla feliz con sólo eso, ese tipo de sencillez era la que le gustaba a Masamune. Al escuchar lo que creía que era un móvil hizo un gesto con la mano para que supiera que no se preocupara sin molestar la llamada, centrándose en sus haiku de nuevo sin querer entrometerse en asuntos ajenos.

- Oh, no se preocupe -una vez volvió a escuchar a la muchacha dirigirse a él- no tiene porqué disculparse tanto conmigo -entrecerró los ojos e una sonrisa- a fin de cuentas fui yo quien irrumpió en su tiempo de la nada -y por descontado que no iría a molestarle que interrumpieran su conversación y menos si además son amistades de la joven- espero que su amiga no se moleste -cogió su taza y dio un sorbo a su té sin prisa alguna, quería disfrutar del sabor y del relax del momento, ya tendría asuntos más movidos que atender por parte de su familia en cuanto le enviaran trabajo que hacer. Oteó de reojo su reloj para saber más o menos la hora que era, no es que tuviera prisa alguna, no ese día, era más bien una pequeña costumbre que le inculcaron de hace ya tiempo y que, le guste o no, se convirtió ya en un hábito.