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{L}■the arrival of the devil■
Music is War :: Glass City :: Centro de la Ciudad :: Calles
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{L}■the arrival of the devil■
La mañana deslumbraba con su cálida tonalidad, el sol comenzaba a ocupar la posición más alta, reluciendo sobre el reluciente uniforme del miliciano que caminaba a paso lento y seguro por la ciudad, resonando sus botas de cuero contra el asfalto. Había llegado nuevo a la ciudad y, apartando el tema de la búsqueda de su hermano, había decidido evaluar el lugar, que a primera vista parecía otra ciudad más, salvo por la peculiaridad de que constantemente veía a muchachos con guitarras, algún tipo de instrumento o maletín que los transportaba, dándole a MIW un toque más artístico, lo cual no desagradaba en absoluto al azabache, siendo él amante de la música; caminando por las calles se dio cuenta que era un sitio muy transitado, la gente caminaba de un lado a otro, yendo y viniendo de las tiendas de las que salían con varias bolsas en sus manos. Ya conocía el hecho de que el mundo se había convertido en un parámetro hostil y avaro en el que la gente compraba por comprar, sin ninguna causa o efecto al respecto, lo cual cada vez lograba ponerle más enfermo.
Mientras iba caminando, deslizó su única visible esfera dorada hacía un lado, percatándose de que por una de las desembocaduras de la calle central había una de aspecto misterioso y acogedor por la que no deambulaba mucha gente, parecía estar hecha para aquellos que se aventuraban a no seguir las mareas de gente, resultándole menos agobiante caminar por un tránsito no tan concurrido como era la calle central.
Exhaló, mirando hacia el frente con sus manos metidas en sus bolsillos, relajando su paso por allí convirtiéndolo en un paseo más relajante y tranquilo, admirando el tipo de tiendas que habían por allí, todas parecían mucho más humildes y tradicionales, nada comparado con las shops modernas y los boutiques, como las solían llamar hoy a día, aquello era más acogedor, sabía que las ciudades a medida que iban creciendo arrasaban con las pequeñas empresas o tiendas que no podían llegar a alcanzar el avance moderno de la civilización actual, por lo que el verlas le hacía recordar, en cierto modo, lo cual hacía crecer el sentimiento de anhelo hacía su país el ejército japonés, cada vez fijando más su objetivo de venir a cumplir su única misión para luego regresar a Japón a seguir ejerciendo su posición.
Aun cuando seguía su recorrido se percató de que en una esquina, un poco escondida del resto de las tiendas, había un cartel de madera desgastada por el paso del tiempo, que anunciaba que había una pequeña librería, bajando unas escaleras de aspecto victoriano. Efectivamente en su interior también constaba de una imagen antigua, juzgaría a ciencia cierta que era una bibliotequita de aspecto victoriano británico. Las estanterías estaban repletas de libros, no como las actuales, esos libros forrados de plástico y cartón, los que estaba viendo eran los auténticos, los grandes libros antiguos con cubiertas de tapa duras envueltas en telas decorativas de colores planos y apagados un exquisito deleite para la vista de todo amante de la lectura tradicional. En ella se veía la recopilación de lo que parecían grandes y auténticas piezas de arte de los grandes escritores de la época británica: Shakespeare, Jane Austen, Lewis Carroll... Lo que sí debía admitir era que el lugar realmente olía a antiguo y no exactamente en el buen sentido, lo cual encontraba sentido al ver a un anciano de rostro pálido y mirada serena, se notaba que era un británico natal. Este sonrió al dragón que alzó su cabeza como gesto de saludo y prosiguió con su visita. Su mirada danzaba de un lado a otro, parecía inspeccionar el lugar, el silencio abundaba en aquel lugar lo que lo hacía aún más reconfortante.
En su recorrido visual su mirada se paró frente a un libro de cubierta aterciopelada oscura, lo que le llamó la atención su lisa cubierta carente de título, tomándolo con su mano recubierta de cuero, abrió el libro para ojearlo parcialmente, parecía que no lo había leído nunca, mas lo que le llamó realmente la atención fue el contenido, una intrigante historia sobre el dominio mental. No costó mucho para que el azabache se viera envuelto en la historia, acompañando alguno de sus pensamientos con gesticulaciones de su boca, frunciendo el ceño cuando se cuestionaba algún párrafo.
Su lectura se vio interrumpida cuando un sonido estrepitoso llamó su atención, lago debió pasar fuera que parecía llamar su atención-¿qué demonios?- masculló, alzando su mirada en dirección a la salida.
Mientras iba caminando, deslizó su única visible esfera dorada hacía un lado, percatándose de que por una de las desembocaduras de la calle central había una de aspecto misterioso y acogedor por la que no deambulaba mucha gente, parecía estar hecha para aquellos que se aventuraban a no seguir las mareas de gente, resultándole menos agobiante caminar por un tránsito no tan concurrido como era la calle central.
Exhaló, mirando hacia el frente con sus manos metidas en sus bolsillos, relajando su paso por allí convirtiéndolo en un paseo más relajante y tranquilo, admirando el tipo de tiendas que habían por allí, todas parecían mucho más humildes y tradicionales, nada comparado con las shops modernas y los boutiques, como las solían llamar hoy a día, aquello era más acogedor, sabía que las ciudades a medida que iban creciendo arrasaban con las pequeñas empresas o tiendas que no podían llegar a alcanzar el avance moderno de la civilización actual, por lo que el verlas le hacía recordar, en cierto modo, lo cual hacía crecer el sentimiento de anhelo hacía su país el ejército japonés, cada vez fijando más su objetivo de venir a cumplir su única misión para luego regresar a Japón a seguir ejerciendo su posición.
Aun cuando seguía su recorrido se percató de que en una esquina, un poco escondida del resto de las tiendas, había un cartel de madera desgastada por el paso del tiempo, que anunciaba que había una pequeña librería, bajando unas escaleras de aspecto victoriano. Efectivamente en su interior también constaba de una imagen antigua, juzgaría a ciencia cierta que era una bibliotequita de aspecto victoriano británico. Las estanterías estaban repletas de libros, no como las actuales, esos libros forrados de plástico y cartón, los que estaba viendo eran los auténticos, los grandes libros antiguos con cubiertas de tapa duras envueltas en telas decorativas de colores planos y apagados un exquisito deleite para la vista de todo amante de la lectura tradicional. En ella se veía la recopilación de lo que parecían grandes y auténticas piezas de arte de los grandes escritores de la época británica: Shakespeare, Jane Austen, Lewis Carroll... Lo que sí debía admitir era que el lugar realmente olía a antiguo y no exactamente en el buen sentido, lo cual encontraba sentido al ver a un anciano de rostro pálido y mirada serena, se notaba que era un británico natal. Este sonrió al dragón que alzó su cabeza como gesto de saludo y prosiguió con su visita. Su mirada danzaba de un lado a otro, parecía inspeccionar el lugar, el silencio abundaba en aquel lugar lo que lo hacía aún más reconfortante.
En su recorrido visual su mirada se paró frente a un libro de cubierta aterciopelada oscura, lo que le llamó la atención su lisa cubierta carente de título, tomándolo con su mano recubierta de cuero, abrió el libro para ojearlo parcialmente, parecía que no lo había leído nunca, mas lo que le llamó realmente la atención fue el contenido, una intrigante historia sobre el dominio mental. No costó mucho para que el azabache se viera envuelto en la historia, acompañando alguno de sus pensamientos con gesticulaciones de su boca, frunciendo el ceño cuando se cuestionaba algún párrafo.
Su lectura se vio interrumpida cuando un sonido estrepitoso llamó su atención, lago debió pasar fuera que parecía llamar su atención-¿qué demonios?- masculló, alzando su mirada en dirección a la salida.
Invitado- Invitado
Re: {L}■the arrival of the devil■
Habría que ser sumamente imbécil o cotilla como para meterse en un rincón oscuro como ése, pero conociendo que la vampiro era un poco de ambos, no tenía nada que perder. ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Qué vinieran unos hombres a asaltarla al ver que era una jovencita “frágil y delicada”? Era cuestión de ver que tenía los pies fuera de la tierra como para que pensaran dos veces para meterse con ella, además de la cara de aburrimiento total que tenía: Era capaz de degollar ardillas sólo por diversión.
Y resulta que algo así es lo que había pasado, en realidad. No, no eso de degollar ardillas, sino que un dúo de imbéciles, cuyo aspecto parecía más de zombie que de una persona normal, la acorralaron a cada lado del callejón por el que andaba, sólo para saber adónde la llevaba. Miró a ambos lados, percibiendo ese olor a muerto que no era de ella. ¿Quién demonios levantaba zombies a estas horas? ¿Es que eran lo suficientemente idiotas como para saber que NO deben hacerlo durante el día? Seguro y era alguien en contra de la vampiro, o Keilla que había jugado a “cómo revivir muertos con una pócima de Internet”. De cualquier forma, sonrió, divertida con lo que pasaba.
Bastaba con decir que los estruendos de afuera agitaban la pequeña lámpara donde estaba un cartelito que llevaba a una biblioteca. El hombre de la tienda, bajito por demás, se asomó desde su ventana a ver hasta donde alcanzaba ver, cuando un choque contra la misma lo sobresaltó y por poco lo echaba fuera de su silla, teniendo que abrir la puerta para ver lo que estaba sucediendo. Con lo único que se había encontrado era con la vampiro, despeinada (o más de lo que acostumbraba) frente a la puerta, con un par de arañazos y lo que parecía ser un brazo de Zombie aferrado al suyo, mientras ella simplemente se limitaba a sonreírle de oreja a oreja al viejo, posando como si nada hubiera pasado afuera.
- Buenas, Doc – saludó al anciano, que la miró extrañadísimo de pies a cabeza – . Perdone el alboroto de afuera, ¿Tiene algo interesante para hoy?
El anciano le dejó pasar, mirando fijamente al brazo que todavía le colgaba a la vampiro. Supuso que estaría metida en sus cosas, a fin de cuentas, esos dos ya se conocían y había sido sorpresa que se reencontraran en Glass City. Dejando un poco de lado el asunto de los zombies y el aspecto desaliñado de la vampiro, Marceline avanzó por las grandes columnas de libros y decidió tomar el primero que vio, uno de tapa rojiza y pinta de ser ridículamente viejo. Flotó hasta incorporarse en un puff que el hombre había conseguido precisamente a la vampiro, encogiéndose en su propio asiento hasta sentir que estaba abrigada entre el puff y el polvo.
Sonriente, cruzó las piernas y abrió el libro, centrándose en su lectura aparentemente al azar. Segundos después, se distrajo al ver cómo el anciano se aclaraba la garganta y rodaba los ojos, muy disimuladamente, en dirección a los libros. Volteó la mirada, curiosa, encontrándose con un muchacho que le había sacado una sonrisa, y no una tímida precisamente, sino una de esas coquetas y depredadoras que soltaba la vampiro cuando veía algo que le gustaba. Saludó con la manito al humano, volviendo la mirada hacia el libro mientras volvía a acomodarse en el puff en una pose que buscaba llamar la atención del joven.
Y resulta que algo así es lo que había pasado, en realidad. No, no eso de degollar ardillas, sino que un dúo de imbéciles, cuyo aspecto parecía más de zombie que de una persona normal, la acorralaron a cada lado del callejón por el que andaba, sólo para saber adónde la llevaba. Miró a ambos lados, percibiendo ese olor a muerto que no era de ella. ¿Quién demonios levantaba zombies a estas horas? ¿Es que eran lo suficientemente idiotas como para saber que NO deben hacerlo durante el día? Seguro y era alguien en contra de la vampiro, o Keilla que había jugado a “cómo revivir muertos con una pócima de Internet”. De cualquier forma, sonrió, divertida con lo que pasaba.
Bastaba con decir que los estruendos de afuera agitaban la pequeña lámpara donde estaba un cartelito que llevaba a una biblioteca. El hombre de la tienda, bajito por demás, se asomó desde su ventana a ver hasta donde alcanzaba ver, cuando un choque contra la misma lo sobresaltó y por poco lo echaba fuera de su silla, teniendo que abrir la puerta para ver lo que estaba sucediendo. Con lo único que se había encontrado era con la vampiro, despeinada (o más de lo que acostumbraba) frente a la puerta, con un par de arañazos y lo que parecía ser un brazo de Zombie aferrado al suyo, mientras ella simplemente se limitaba a sonreírle de oreja a oreja al viejo, posando como si nada hubiera pasado afuera.
- Buenas, Doc – saludó al anciano, que la miró extrañadísimo de pies a cabeza – . Perdone el alboroto de afuera, ¿Tiene algo interesante para hoy?
El anciano le dejó pasar, mirando fijamente al brazo que todavía le colgaba a la vampiro. Supuso que estaría metida en sus cosas, a fin de cuentas, esos dos ya se conocían y había sido sorpresa que se reencontraran en Glass City. Dejando un poco de lado el asunto de los zombies y el aspecto desaliñado de la vampiro, Marceline avanzó por las grandes columnas de libros y decidió tomar el primero que vio, uno de tapa rojiza y pinta de ser ridículamente viejo. Flotó hasta incorporarse en un puff que el hombre había conseguido precisamente a la vampiro, encogiéndose en su propio asiento hasta sentir que estaba abrigada entre el puff y el polvo.
Sonriente, cruzó las piernas y abrió el libro, centrándose en su lectura aparentemente al azar. Segundos después, se distrajo al ver cómo el anciano se aclaraba la garganta y rodaba los ojos, muy disimuladamente, en dirección a los libros. Volteó la mirada, curiosa, encontrándose con un muchacho que le había sacado una sonrisa, y no una tímida precisamente, sino una de esas coquetas y depredadoras que soltaba la vampiro cuando veía algo que le gustaba. Saludó con la manito al humano, volviendo la mirada hacia el libro mientras volvía a acomodarse en el puff en una pose que buscaba llamar la atención del joven.
Marceline- Ocupación : Vocalista
Mensajes : 282
Fecha de inscripción : 28/07/2014
Edad : 25
Re: {L}■the arrival of the devil■
Deslizó sus dedos sobre la cubierta del libro, pendiente a lo que en el exterior se escuchaba hasta que de pronto el olor a podrido ensanchó sus fosas nasales invadiendo su afilada nariz y sus amplios pulmones, si fuera alguien sensible hubiera tosido o vomitado, pero el hedor de la muerte siempre le acompañaba. No obstante no se movió del sitio, parecía que quien estaba armando semejante alboroto tenía todo bajo control lo que le hacía centrarse más en su ligera molestia al no poder regresar a su estimulante lectura, lo que se hizo su colmo el ver a dicha causante entrar tranquilamente por la puerta. Por un momento su entrecejo se regañó más se vio obligado a controlar su mal genio desviando su mirada hacia el tomo, volviendo a abrirlo por el punto en el que se había quedado.
Lo peor vino cuando de pronto, mientras se dedicaba a pasar otra página más absorto en su lectura de la cual no sabía cuantos segundos minutos u horas había pasado, un infame muchacho con aire de encantador quiso acercarse a la joven vampira para saludarla o lo que él veía más claro cortejarla, acto que nunca entendió de la humanidad pero que aun así ignoraría de no ser porque dicho desgraciado osó pisar sus botas perfectamente impolutas cuyo brillo hacían ver que parecieran nuevas a pesar de su uso. A pesar de romper la pulcritud de su calzado este ni siquiera se disculpó lo que terminó por enfurecer al dragón. Sabía que había jurado mantener la calma y no hacer daño a nadie en tierra desconocida, pero qué demonios ese malcriado le había pisado y encima no se disculpaba, aunque bien era cierto que el perdón tampoco entraba en su vocabulario.
Tomó al joven por la nuca con su amplia mano y lo elevó en el aire hasta estamparle la cara contra el mostrador para no estropear los libros- ¿quién demonios te crees que eres para pisarme?, insolente- la ira se notaba en el siseo de su boca en como apretaba su mandíbula prominente y el cómo se marcaba, bajo su tez blanca, acto seguido lo agarró del cabello y le pegó la cara a su bota mancillada -¿ves lo que has hecho?, no lo vuelvas a hacer, ¿entendido?-agregaba mientras limpiaba su zapato, frotando el rostro del joven, ignorando los arañazos y forcejeos por parte de este hasta que vio su zapato impecable, soltándolo a un lado - no me gusta que ensucien mis cosas, ten más cuidado la próxima vez- advirtió con su mirada afilada e imperiosa, acercándose luego al mostrador para extender aquel libro de ausente titulación- me llevo este- anunció al pobre anciano que parecía que se encontraba al borde de un infarto, angustiado por tal escena en un mismo día, mas la paciencia de Ryuichi se agotaba por lo de su mirada se fijó en la vampira -¿tú trabajas aquí ? -
Lo peor vino cuando de pronto, mientras se dedicaba a pasar otra página más absorto en su lectura de la cual no sabía cuantos segundos minutos u horas había pasado, un infame muchacho con aire de encantador quiso acercarse a la joven vampira para saludarla o lo que él veía más claro cortejarla, acto que nunca entendió de la humanidad pero que aun así ignoraría de no ser porque dicho desgraciado osó pisar sus botas perfectamente impolutas cuyo brillo hacían ver que parecieran nuevas a pesar de su uso. A pesar de romper la pulcritud de su calzado este ni siquiera se disculpó lo que terminó por enfurecer al dragón. Sabía que había jurado mantener la calma y no hacer daño a nadie en tierra desconocida, pero qué demonios ese malcriado le había pisado y encima no se disculpaba, aunque bien era cierto que el perdón tampoco entraba en su vocabulario.
Tomó al joven por la nuca con su amplia mano y lo elevó en el aire hasta estamparle la cara contra el mostrador para no estropear los libros- ¿quién demonios te crees que eres para pisarme?, insolente- la ira se notaba en el siseo de su boca en como apretaba su mandíbula prominente y el cómo se marcaba, bajo su tez blanca, acto seguido lo agarró del cabello y le pegó la cara a su bota mancillada -¿ves lo que has hecho?, no lo vuelvas a hacer, ¿entendido?-agregaba mientras limpiaba su zapato, frotando el rostro del joven, ignorando los arañazos y forcejeos por parte de este hasta que vio su zapato impecable, soltándolo a un lado - no me gusta que ensucien mis cosas, ten más cuidado la próxima vez- advirtió con su mirada afilada e imperiosa, acercándose luego al mostrador para extender aquel libro de ausente titulación- me llevo este- anunció al pobre anciano que parecía que se encontraba al borde de un infarto, angustiado por tal escena en un mismo día, mas la paciencia de Ryuichi se agotaba por lo de su mirada se fijó en la vampira -¿tú trabajas aquí ? -
Invitado- Invitado
Re: {L}■the arrival of the devil■
¡Ding ding ding! Había dado en el blanco. Llamó la atención del guapísimo chiquillo que estaba a un par de metros de ella. Volvió la mirada hacia el libro, haciéndose la que no sabía nada mientras esperaba a que éste se acercara para entablar lo que sería una divertida conversación. Sin embargo, una persona con un carácter mucho peor que ella parecía atravesarse con su camino, cuando ni tiempo le había dado al chico de saludarla porque le atrajo hacia él y luego lo estampó contra el mostrador, haciendo que el anciano se escondiera detrás de su mesa mientras la vampiro se limitaba a levantar la mirada, observando la payasada.
Enarcó las cejas, un poco decepcionada por ver que el chiquillo era incapaz de defenderse, pero parecía que su desilusión habían pasado totalmente por debajo de la mesa (como el pobre bibliotecario) al ver al “agresor” de su pequeño juguetito: Alto (mucho), fornido (todavía más), cabello oscuro y desordenado (definitivamente estaba empezando a ganar puntos con ella), con un bonito ojo dorado y otro con un parche (¿Qué le habrá pasado? ¡El nivel de curiosidad sobrepasa los nueve mil!), con un carácter agresivo e imponente. Resultado: «… Me gusta…~»
Y entonces su mirada se centró en ella. El muchacho que había intentado ligar salió del local en seguida por miedo a que el tipo le tirase media biblioteca encima, aunque la vampiro no parecía estar afectada por lo que había pasado. Todo lo contrario: Tenía una sonrisa de oreja a oreja, incluso había dejado el libro a un lado para así disfrutar mejor el espectáculo y sin distracciones. Enarcó una ceja cuando hubo contacto visual directo, disfrutando de su afilada y asesina expresión en su rostro, como si fuera gratificante para ella. Se levantó de su asiento, contoneándose hasta finalmente quedar a la misma altura que su acompañante (o al menos hasta donde podía, porque el sujeto era un buen pedazo más alto que ella. Técnicamente, estaban frente a frente, pero ella tenía que levantar la cabeza), extendiendo su sonrisa de oreja a oreja:
- Trabajaba – respondió, ladeando la cabeza – , aunque suelo hacerle uno que otro favor al dueño sobre deshacerme de algunas plagas – sonrió, mostrándole uno de sus finos y peligrosos colmillos. – . No pareces serlo, cariño, pero si llega a darle un infarto necesitaré tu nombre para hacer una denuncia pública. Ahora, ¿Con quién tengo el placer de establecer contacto? ¿O eso podría ensuciar tus botas también? – le guiñó un ojo, riendo con suavidad.
Enarcó las cejas, un poco decepcionada por ver que el chiquillo era incapaz de defenderse, pero parecía que su desilusión habían pasado totalmente por debajo de la mesa (como el pobre bibliotecario) al ver al “agresor” de su pequeño juguetito: Alto (mucho), fornido (todavía más), cabello oscuro y desordenado (definitivamente estaba empezando a ganar puntos con ella), con un bonito ojo dorado y otro con un parche (¿Qué le habrá pasado? ¡El nivel de curiosidad sobrepasa los nueve mil!), con un carácter agresivo e imponente. Resultado: «… Me gusta…~»
Y entonces su mirada se centró en ella. El muchacho que había intentado ligar salió del local en seguida por miedo a que el tipo le tirase media biblioteca encima, aunque la vampiro no parecía estar afectada por lo que había pasado. Todo lo contrario: Tenía una sonrisa de oreja a oreja, incluso había dejado el libro a un lado para así disfrutar mejor el espectáculo y sin distracciones. Enarcó una ceja cuando hubo contacto visual directo, disfrutando de su afilada y asesina expresión en su rostro, como si fuera gratificante para ella. Se levantó de su asiento, contoneándose hasta finalmente quedar a la misma altura que su acompañante (o al menos hasta donde podía, porque el sujeto era un buen pedazo más alto que ella. Técnicamente, estaban frente a frente, pero ella tenía que levantar la cabeza), extendiendo su sonrisa de oreja a oreja:
- Trabajaba – respondió, ladeando la cabeza – , aunque suelo hacerle uno que otro favor al dueño sobre deshacerme de algunas plagas – sonrió, mostrándole uno de sus finos y peligrosos colmillos. – . No pareces serlo, cariño, pero si llega a darle un infarto necesitaré tu nombre para hacer una denuncia pública. Ahora, ¿Con quién tengo el placer de establecer contacto? ¿O eso podría ensuciar tus botas también? – le guiñó un ojo, riendo con suavidad.
Marceline- Ocupación : Vocalista
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Fecha de inscripción : 28/07/2014
Edad : 25
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