{P} ¡¿RECHAZADA?!

¡Tener a Marshall de cómplice era lo mejor del mundo! Le recordaba al primer año cuando se habían conocido (y posteriormente, enterarse de que eran hermanos), más precisamente cuando mandaron a volar ese bar donde se conocieron luego de causar un gran desmadre con los Scream Queens. Y cómo olvidar lo de Budapest, esa fue otra de sus obras maestras juntos. Su impaciencia le sacaba una sonrisa, tanto que no pudo evitar reírse cuando éste parecía perder sus esperanzas de vida si seguía juntándose con ella. ¿Acaso no era adorable?

- ¿A ti también? Esta gente tiene serios problemas con el envío postal. Deberían contratar lechuzas o algo por el estilo – dijo vagamente, agitando su mano con desdén. Igual y no es como si fuera tan importante, lo que realmente le interesaba era lo posterior que le diría su hermano.

Si el pelinegro creía que ella estaba emocionada, toda esa información, tan jugosa y calentita, le había hecho enloquecer. Cada palabra resultó ser música para sus oídos, sonriendo cada vez más hasta que el muchacho hubo terminado a lo que Marceline sólo rompió a reír. ¿Un súper concierto, eh? Seguramente la nueva víctima de Jinguji estaría ahí, apoyándolo como cualquier admiradora tonta que estaba perdidamente enamorada del Idol. Esto no podía ser más que perfecto, pensaba ella, frotándose las manos como villano de película antes de volver la mirada hacia Marshall, con los colmillos fuera de su sonrisa de oreja a oreja.

- Es fascinante, Mar-Mar. Faaaascinante – volvió a reír, ya un poco más controlada, acomodándose el cabello hacia atrás en un sensual movimiento de cabeza. Glamour ante todo, señores – Un escenario no puede llegar a ser un lugar tan perfecto… o eso es lo que creía hasta que me dijiste lo que me dijiste – suspiró, estirando los brazos como si recién se hubiera levantado de la cama – Tendré el tiempo suficiente para pensar en algo que le arruine la vida, o al menos una buena parte de ella. Será divertido
Estiró el cuello para hacerlo crujir estrepitosamente, antes de elevarse para estar a la altura de su hermano y despeinarle, o al menos, más de lo que de por sí acostumbraba a estar.

- Eres un encanto, Mar-Mar. No sé cómo pagarte por lo que harás por mí – Oh, sí. Apenas y estaba empezando su verdadero trabajo.

- Oh vamos, ¿Realmente te dejó traumatizado lo que sucedió en Budapest? Ya supéralo, Marsh – rodó los ojos con un deje de diversión, haciendo un gesto desinteresado con la mano – Agradece que al menos pudimos encontrar a esa chamana que te restaurara la voz. Suenas mucho mejor que cuando te conocí, hasta te reparó las amígdalas –rió entre dientes, como si el atentado de Budapest había sido sólo juego de niños (que de todos modos, así lo tomaba).

Sentía como si un millón de hormigas corretearan por su cuerpo, ¡Hace años que no se sentía así de emocionada! Principalmente, por alguna atrocidad que iba a hacer. Usualmente se conformaba con espantar a uno o decenas de adolescentes estúpidos que se iban a acampar a media noche en el bosque, pero la idea de poder humillar a un celebridad como parecía ser Jinguji (era casi tan famosa como ella por el mundo… pero sólo en Glass City) era tan delicioso que hasta se le hacía agua a la boca. Relamió sus labios de forma inconsciente, teniendo que estirar los brazos como si se hubiera levantado de la cama recién, con el sol cocinándole la cara como hacía todos los días al despertar.

- Por supuesto, hermanito. ¿Crees que iría a omitirte un puesto en primera fila? Serás el primero en ver la cara de ese idiota de Jinguji siendo humillado por moi~ – rió entre dientes, tirando de sus mejillas para desfigurar su cara para que se pareciera a la del susodicho, poniendo una expresión de total vergüenza y terror, imitando – ¡No, por favor! ¡Harán que me haga en los pantalones y pase más vergüenza! Oh, Marceline, si tan sólo te hubiera hecho caso, no habría pasado tanta pena en televisión nacional – se llevó una mano a la frente, haciendo una pose dramática y “engrosando” la voz para hacerla parecer la de un hombre.

Rió casi tan macabramente como una hiena en una cueva profunda, inclinando la cabeza hacia delante para que su cabello le ocultara el rostro y al volver a levantarlo en una sacudida fabulosa volviera su linda carita asesina. Sonrió con los colmillos fuera, sintiendo que sería buena idea tener algo rojo cerca, porque le estaba entrando el apetito… Y no es recomendable tener cerca a la vampiro cuando sentía hambre.

- Ya usé el truco del fuego artificial con Gaga, ¿Recuerdas? Esa enorme salchicha con dos bollos en el cielo lo había usado hace años cuando se robó una de mis canciones – rió entre dientes, recordando la vez en que la había visto vestir muchas bolsas negras encima. Qué falta de glamour… - Supongo que puedo tomar ideas de mis bromas anteriores, pero quiero hacer algo tan caótico, tan retorcido y desagradable que nadie pueda olvidarse nunca de lo que suceda… – otra vez esa sonrisa maligna. Ella hubiera sido la mejor villana de Disney si tan solo se hubiera postulado, aunque odiaría la idea de cargar un vestido del siglo XV – Y…. ¿Qué tal el Sello? Yo sólo pude alcanzar a ver la sala de audiciones. ¿Algún sitio que pueda ser divertido para armar guarimba?

Insistía: Esos sujetos tenían serios problemas con el servicio postal. Estaba disgustada por no haber tenido la oportunidad de seguir explorando Merveilles, siendo tan grande como lo presumían, no creo que les doliese que un inquilino cualquiera (aunque todos saben que Marcy no es una cualquiera) explorara sus alrededores sin riesgo a que rompa alguna cosa (o no en menos de mil pedacitos). Aunque ciertamente atribuía el comentario de Marshall sobre la rareza de la gente del Sello: Había notado la naturalidad de Jinguji cuando la veía flotar o hacer sus expresiones escalofriantes, casi como si aquello ya fuera una total costumbre en el sello el convivir con “gente extraña” todos los días.

- ¿Verdad que si? Resulta muy, muy extraño – respondió la vampiro, imitando una de las posturas de su hermano al cruzarse de piernas y sentarse en el aire, llevando una mano a su barbilla como pensativa – . La gente de allí no tenía ni una pizca de asustada cuando quise jugar una de mis bromas, ¿Será cierto lo que dices? Nunca he visto al dueño del Sello, ni siquiera recuerdo haberle visto en un cartel o una foto… ¿Es el mismo de la academia Musette, no? Revan… Reshian… Re… ¡Regan! Ese mismo – chasqueó los dedos y señaló al frente, como si Marshall le hubiera dado la respuesta – Me han dicho que es bastante lindo, pero de aquí a que llegue a verle en persona, estoy segura que me muero de vieja primero. – se encogió de hombros, riendo entre dientes.

Bien era cierto que ese sujeto era un misterio. Hasta donde sabía, parecía ser algo así como el “comandante supremo galáctico” de todo Glass City. Poco tiempo debía tener para darse una ducha al dirigir una isla entera, incluidas escuelas, compañías de música e incluso el mercado de víveres. Tuvo una imagen bastante tonta en su cabeza al imaginarse a Regan yendo de un local a otro, cambiándose de uniforme en el camino para ir del mercado al banco, del banco al restaurant y del restaurant al Sello, algo así como si fuera el gerente de todas las empresas de la ciudad y le tocara todo ese trabajo. ¿No le daba pereza? De ser ella una gobernadora, seguramente dejaría que todo se fuera al infierno por no querer firmar un tratado de paz con Haití para cuidar de los niños hambrientos y pobres. Todo un fastidio.

- Deberíamos pensar en hacerle una broma también, no me importaría hacerle pasar pena al mismísimo dueño de Merveilles por haberme rechazado. Aunque, si mal no recuerdo, mi carta fue firmada por un tal “Reino”. – Un nombre no muy original a su opinión, rodando ligeramente los ojos al recordar la pseudo amabilidad que tuvo en su escrito sólo para decirle que le pateaban fuera del Sello – De ése si he oído otro poco, pero es casi tanto como lo que sé de Regan. ¿Tienes alguna idea de lo que hace, además de hacerle el trabajo de cartero?