{L} ¿No que el sol mataba a los vampiros?

Lo que posiblemente en el exterior se veía como una aterradora escena de cualquier película de Tiburón, bajo el agua podría ser el mejor entretenimiento que cualquier percebe pudo tener en toda su vida: Keilla trataba de usar de puente a Marceline hacia la superficie, pero la vampiro, iracunda, la tiraba hacia abajo y ambas peleaban por ver quién saldría ilesa en esa pelea de féminas. Claro que no había problema sobre eso de respirar porque técnicamente ella no respira, aún y con su parte humana, pero igual y tragaba agua con sus intentos de deshacerse de su compañera, a ver si al menos ahogada era más controlable.

Sin embargo, una lucecita verde parecía llegar para socorrerlas, apenas y logrando reconocer los enormes y voluptuosos músculos de Kazuki (casi a comparación a los grandes senos de una mujer en cuanto a exuberantes… vaya), teniendo que pelear por que fueran socorridas por el mismo para finalmente tomar una deliciosa bocanada de aire del exterior.

Finalmente, en tierra firme, ambas vampiros se quedaron un momento sobre la arena para así recuperar el aliento. Keilla parecía tener un par de pescados enredados en el cabello (a saber cómo) que peleaban por volver a su sitio. Keilla se retorcía en el suelo cual pescado igual que sus compañeros, hasta que voltea a mriar de reojo a la vampiro que estaba con las rodillas y manos al suelo, tosiendo descontroladamente.

- Jope, Marcy… – dijo Keilla, siendo abofeteada por uno de los pescados antes de medio acercársele a la otra vampiro – ¿Estás bien?

Cualquier tomaría esto como un gesto de amistad milenaria de ambas, por la manera en la que Keilla, por muy chiflada que estuviese, en el fondo todavía se preocupaba por sus amigos. Sin embargo, tal y como se pensaba que estaban en Tiburón, sucede algo muy gracioso: Marceline suelta un sonido de ultratumba desde la garganta, gruñendo hacia la otra vampiro y mostrando unos amenazantes ojos rojos en su totalidad, lo que asusta a la vampiro. Se le abalanza a Keilla, echándosele encima para así ahorcarla y sacudir su cabeza con todas sus fuerzas, mientras la otra vampiro estaba entre tratar de tranquilizar a su compañera o reírse porque le hacía gracia que su cabeza diera tantas vueltas.

- ¡TE. VOY. A. MATAR, KEILLA! – gritó, agitando una y otra vez a la vampiro y a ella misma, mientras Keilla sólo agitaba los brazos y reía/pedía auxilio – ¡Esta será la última vez que iré a la playa contigo, maldita sea! ¡Por poco haces que muera allá abajo! ¿Qué no ves que tengo mucho público encima? ¡Si algo me pasase, sólo amarían más mi mercancía, pero técnicamente ya estoy muerta así que no me queda de otra, maldita imbécil! – ojalá y pudiera arrancarle la cabeza, pero era una lástima saber que Keilla era capaz de ponérsela otra vez.

Si, la verdad no le extrañaba en lo absoluto que Keilla disfrutara de los arañazos que ella le proporcionaba. Era casi masoquista, algo que le ponía los pelos de punta en muchas ocasiones porque no entendía para nada el comportamiento irracional de la otra vampiro. Sin embargo, el que fuera poco pensante le hacía sentir menos culpa de hacerla añicos, así que mientras Marceline la apedreaba, Keilla parecía solamente disfrutar de la cara iracunda que la otra le ponía.

Como era de esperarse, Kazuki hizo intervención para separar la pelea de gatos que traían encima. La vampiro no se detuvo a pesar de separarla de su “presa” lanzando varios arañazos al aire y haciendo sonidos como de serpiente con la lengua, hasta que le tomó desprevenida el que le cargasen en brazos aún y cuando lanzaba más arañazos instintivamente, aunque nunca sin llegar a lastimar al chico. Keilla, por su lado, seguía riéndose, aunque ahora con menos fuerza que antes porque el porrazo que se había dado contra la arena en la retaguardia fue lo suficiente como para llenársele de arena, algo que en el fondo no le gustaba.

Separadas nuevamente, Marceline actuó como niña pequeña y se cruzó de brazos, negándose a disculparse con Keilla. Si ni siquiera lo hacía al tropezar con ancianas inválidas, menos lo haría con una compañera de toda la vida (que tenía más que asegurado que el orgullo de la pelinegra iba por encima del resto). Siguió con la mirada a Kazuki, soltando un suspiro como resignada antes de estirar la mano hacia Keilla, tomándole por sorpresa al ver que parecía ceder con la idea:

- Me discuuuulpo por haber querido ahogarte en el agua – dijo con un tono más fastidioso que sincero, pero eso fue suficiente para Keilla, quien le estrechó la mano sonriéndole con la lengua afuera.
- No te preocupes, Marcy, sabes que no me importa lo que me hagas – respondió, moviendo su mano energéticamente ante el apretón.

Marceline esperaba una disculpa por su parte también, pero al ver la cara de estúpida que traía Keilla encima, volvió a suspirar impaciente y desistió de la idea de sacarle algo de provecho a su compañera. Bueno, al menos había desviado un poco la atención de Kazuki hacia ella, lo que tal vez le haría ganar unos puntos por muy simples que fueran.

- Ok, ahora que todos somos amiguitos otra vez – dijo la vampiro con extremo sarcasmo, moviendo las manos haciendo una ilusión de chispas de hadas o algo por el estilo, todo cursi – ¿Por qué no nos alejamos del agua antes de que me dé por querer matar a Keilla por enésima vez?

Y sin siquiera haber terminado la frase, Keilla gritó y salió corriendo en cuatro patas, trayendo la rama que supuestamente había ido a buscar cuando realmente había resultado ser un tubo de cualquier verja que haya arrancado cuando se le acabaron los sitios dónde buscar.

Suspiró, pensando que su compañera definitivamente no tenía remedio alguno (algo que ya debería saber considerando que tenía muchos siglos conociendo a Keilla) para dejar que hiciera lo que le pegara en gana. No es como si fuera muy compleja, cuando le pegaba esos complejos de perro (como había dicho Kazuki, lo que le sacó una pequeña risita) lo único que quería era perseguirse la cola, buscar palos y morder carteros. Era como una mascota, si se ponían a pensar, ya hasta estaba acostumbrada a dormir sobre periódico y comer de una taza en el piso. Algo no muy elegante si quería conquistar a Guy.

Lo sorprendente del caso era la inocencia del… chiquitín… de su compañero. La sonrisa de punta a punta y sus palabras habían sido algo que dejó a Marceline casi en shock, mirándole con los ojos abiertos llenos de confusión, reaccionando a los pocos segundos con una carcajada que pudo haber hecho temblar a la mismísima luna. Tuvo que sujetarse el estómago y encogerse para que no le diera algo, limpiándose una lagrimita que se le escapaba para finalmente tomar un respiro y suspirar, guiñándole un ojo a su compañero:

- Por supuesto, cariño. Eres adorable – respondió, flotando hacia su dirección para pellizcarle la mejilla y tirar de ella como si de plastilina se tratase.

Podía ver que Keilla volvía a lo lejos, corriendo a orillas del mar con el tubo entre los dientes, muy feliz de haberlo atrapado en el aire a pesar de que tuvo que correr al otro lado de la playa para alcanzar el lanzamiento de Kazuki. Tal fue la sorpresa de la vampiro-perro cuando una ola se levantó lo suficiente para llevársela, dejando el tubo clavado en la arena mientras ella “forcejeaba en una pelea épica contra el océano” para que la liberara. Marceline miraba todo desde la lejanía junto a su compañero, sonriendo un poco más impaciente como si sus instintos asesinos todavía estuvieran latentes y los estuviera controlando (cosa que era cierta). Se llevó una mano a la nuca, mirando nuevamente a donde había visto a Keilla se arrastrada por el agua:

- ¿Quién va a salvarla? ¿O jugamos piedra, papel o tijeras para ver quién pierde?