De regreso a la rutina.

En sus visitas al sello nunca había ido a parar a los salones de estética, y muchos menos habría imaginado que iría para que le atendieran sin ser parte de la compañía, ¿siquiera era eso posible? Suponía y esperaba que así fuera, sin querer en absoluto causarle algún problema o incomodidad a Ren en su trabajo.

Daba cortas miradas hacia el interior del salón para observar a Ren hablar con un hombre un tanto alto que asumía debía de ser su jefe. "Ese cabello se ve bastante extravagante para alguien que viste tan elegante, ¿será él quien se encargue de mi cabello? C-creo que comienzo a arrepentirme, me pregunto si no será demasiado tarde..." pensaba mientras se mantenía de pie en el pasillo, algo preocupada al fijarse en la expresión tan severa y fría del estilista, con aquel semblante dudaba que fuera a aceptar o siquiera considerar la petición de Ren. "Vaya jefe que le ha tocado, pobre de ella... se ve exigente..."

¿Era idea suya o el hombre temblaba? Iba a gritar, estaba segura que iba a gritar. Cerró sus ojos en instinto al esperar que vociferara o algo por el estilo, y porque además temía que mirara en su dirección y le clavara agujeros en el cráneo... parecía tener la habilidad para conseguirlo. Para peor, en cuanto abrió sus ojos notó que Ren la miraba y le hacía señas con sus manos para que entrara... a la guarida de la bestia. No, no pasaba nada, todo marchaba a la perfección, claro que sí.

Inhaló muy profundamente y se paró muy derecha antes de dar el paso definitivo hacia la puerta. Caminó hacia el interior del salón tras abrir la puerta con extremo cuidado, sin siquiera hacerla rechinar, pareciendo más sigilosa de lo usual.

—Con permiso... –murmuró con la voz lo más firme que pudo y con la personalidad con la que habría tratado a cualquier otro invitado a las fiestas de su familia– Buenas tardes, mucho gusto, no he tenido el placer de conocerle. Aria Ainsley –fue su presentación al aproximarse al hombre peliverde para ofrecerle su mano– Tengo entendido que es uno de los mejores estilistas del sello y empleador de la señorita Ren, ¿no es así?

La tensión se podía palpar en el aire, y con cada minuto que pasaba, más temía Aria por la vida de su ahora amiga, pues el estilista se parecía a cada momento más y más a una fiera a punto de abalanzarse sobre su presa, pero ella estaba lista y dispuesta a intervenir a favor de Ren si la situación lo llegase a ameritar.

El aire de pedantería en el hombre al contestarle era sumamente evidente, pero la joven permaneció impasible, manteniéndose firme mientras intentaba traer a la superficie cualquier recuerdo útil de sus tiempos en la mansión cuando debía de comportarse con el carisma digno de un embajador para tratar con todo tipo de invitados, y aquella ocasión no era demasiado diferente, ¿verdad? Lástima que ahora se sentía como si aquello fuera un lejano sueño, como si hubiera ocurrido décadas atrás, pero no habían pasado demasiados meses en realidad.

Sólo suspiró para esconder el bufido que deseaba lanzar tras comprobar que el otro no era ni capaz de responder al saludo; se limitó a comportarse como si aquel desaire fuera un honor para ella "Después de todo, esto es lo que les gusta a personas como él, ¿no? Síguele un poco el juego, así es más fácil si creen que estás de su lado" se decía en su mente. En cualquier otra situación y con cualquier otra persona, Aria hasta se habría sentido halagada por el comentario de "bella" que recibió del estilista, pero parecía tan carente de importancia y significado para él que simplemente no podía tomárselo como algo en serio, sino más bien como una aseveración que se hace al observar una pintura o una escultura. Estaba por dar un paso adelante para objetar en intervenir en defensa de Ren, pero Delta se le adelantó y le dirigió la palabra tras sacar una revista.

Fue cuando el mundo se le fue a los pies.

Si hubiera podido verse en un espejo, sabría que nunca antes en su vida había estado tan pálida como se veía en aquel instante. Seguro había oído mal, era eso, ¿cierto? ¿Cómo podían dirigirse a ella con una oración en donde las palabras "amante" y "Jinguji" iban juntas? Y lo más importante, ¿cómo era que había salido en la prensa sin enterarse de ello? Si habían averiguado su nombre, ¿qué tanto más sabrían de ella? Ya estaba comenzando a sentir náuseas mientras su estómago se revolvía ante la idea. "Por favor dime que esa revista es sólo local... ¿podría mamá llegar a leerla y enterarse? No... ni siquiera lo pienses Aria, vamos, respira y cálmate... ¡pónte firme!". De todos modos, ¿sacrificaría su vida personal por un estúpido corte de cabello? ¿Qué pensaría Ren de ella ahora? No quería echarse para atrás ahora o probablemente sobre ella caería el peso de las consecuencias.

Todo se dio como si mentalmente se hubiera forzado a usar una máscara, salvo por el continuo ataque de náuseas. Su expresión se calmó antes de tomar la palabra que ahora le correspondía.

—¿Amante? Hahaha, se equivoca, en absoluto señor Duquesne –dijo con una risa para calmarse a sí misma más que para acompañar su comentario– Lamento haber causado tal confusión o si le he decepcionado. ¿Es esa una revista de farándula, asumo bien? –señaló la susodicha revista en el escritorio de Delta– Seguramente han de haber malinterpretado todo, es una lástima, ¿verdad?

"Eso es, calma, ahora... probablemente no pueda decir la verdad, seguiría pareciendo evidencia para sustentar la historia de los amantes... entonces, ¿ahora qué?". Permaneció pensativa unos instantes más, intentando idear qué haría para salir de tal embrollo y sentirse a la vez con su moral intacta. "Parece ser que sólo puedo conseguir una de las dos opciones, no puedo tenerlo todo en esta ocasión..."

Se paró más firme antes de hablar, concentrándose en dar la explicación más convincente posible.

—Pues verá usted, no es nada del otro mundo. Una de mis mascotas tuvo un accidente y, justamente, el... joven Jinguji me prestó su ayuda, además... ¿sabía usted que él se desmaya si es que no está junto a una mujer? Supongo que no, pero asumo que por tal... padecimiento, fue que decidió ayudarme, meramente por interés. Fue entonces cuando seguramente la prensa nos vio... –intentó mantener su compostura durante todo su relato para no echarse a reír tras imaginarse la escena, pero se sentía muy mal por Ren al no poder explicarle lo que ocurría para que no hubieran malentendidos sin que Delta lo notara, por lo que se limitó a mirarla, tratando de guiñarle un ojo disimuladamente.

Se mantuvo unos momentos en silencio, casi como para dejar una pausa dramática o esperar la reacción de Delta hasta curvar sus labios en una sonrisa casi victoriosa, a ojos cerrados. ¿Lo ve, señor Duquesne? Así como ha sido de fácil para mí el inventar una historia para complacer y satisfacer la curiosidad de quienes escuchan, ¿no es igual de fácil para la prensa el crear historias que vendan más ejemplares o que llamen la atención con sus titulares?. A pesar que de cierto modo se sentía triunfante porque sabía que tenía un punto con lo que había dicho, en el fondo se estaba muriendo de nervios... y por la incertidumbre de no saber si conservaría su cuello aquel día... o en su defecto, su cabello.

Tenía que mantener la calma, no podía dejarse amedrentar de esa manera, sobre todo por chismes de un tabloide cualquiera. Si estaba así sólo por un rumoreo nada más estando de estudiante, ¿qué sería de ella si esto llegaba a pasar cuando fuera vocalista del sello?

Su madre... su madre ya sería harina de otro costal para después... o eso se repetía para poder tranquilizarse, gastando toda su concentración en respirar con lentitud y suprimir el temblor que estaba apoderándose de sus manos poco a poco, con los labios apretados en un torpe intento de controlar las náuseas.

En el fondo agradecía que no siguiera insistiendo en el tema, pero tampoco podía dar un suspiro de alivio o cantar victoria, por ahora. Si esa tal Sadie Brauss era como la estaban describiendo, debería de irse con todo el cuidado posible.

—¿Eh...? –¿estaba hablando de poner incómoda a Ren? Entonces, ¿lo que los rumores decían de ella eran ciertos? ¿Tendría una relación sentimental con Ren?

Ahora sí iba a sentirse mal... qué ironía. Ren en su intento por ayudarla, había salido más lastimada al final. ¿Sería muy tarde para desistir?

Cuando estuvo a punto de abrir la boca, Ren la detuvo por los hombros e insistió que aceptara antes de poner una extraña sonrisa y marcharse.

—¡Ren, espera...! –pero ya era tarde, había pegado la media vuelta antes de irse del salón– Sí que lo disfruta usted, ¿no es cierto? La mismísima Sadie Brauss estaría orgullosa si lo viera –dijo intentando diluir el veneno que cargaban sus palabras. Aquel tipo de persona que sólo buscaba lastimar a otros porque sí o para sentirse mejores consigo mismos en el ámbito del espectáculo le generaban mucha repulsión.

Y aún más asco le daba saber que estaba repleto de ese tipo de personas en aquel mundo.