{P} Una rebanada extra.

- ¡¿Que no vea qué, Danie-?! – pero cuando quise levantarme para ver el porqué de su tono aterrorizado, ¡BOOM! Se apagaron las luces para el profesor Jones – ¡H-Hey! ¡¿Qué pasa?! ¡¿Quién apagó la vela?!

Traté de no levantarme para que ella no se viniera abajo por mi torpeza, sujetándole las manos mientras mantenía el equilibrio por lo desprevenido que estaba, ¡¿Y yo cuándo rayos iba a esperar a que me abalanzara de aquella forma?! ¡Claro que no hubiera imaginado! Cuando finalmente la muchacha se bajó, volteé a mirarla esperando a que me diera razones para acapararse sobre mí, pero Danielle parecía muy insistente con la idea de ver el invernadero, así que tuve que limitarme a soltar otro “¡Hey!” mientras me dejaba llevar por la pelirrosada.

Pronto le hice dar cuenta a mi compañera que el invernadero nos quedaba al otro lado, así que tuvimos que pasar nuevamente por el sitio secreto que le había llevado (“¡Está bien, está bien! ¡Pasaré sin ver, no seré cotilla!” le decía a Danielle para tranquilizarla, ¿A qué venía todo ese alboroto por esas cosas en la grama?) para cruzar otros matorrales y mostrarle la casita envuelta en lianas y flores que estaba e en el “claro” de los jardines, invitándola a pasar con sumo cuidado, puesto que habían puesto unas macetas en toda la puerta (un sitio malísimo para ubicar flores, a mi parecer) y si las estropeábamos nos iríamos a llevar muy mal con la jardinera.

- Y aquí están los tulipanes, los girasoles, los calita, las orquídeas, ¡Oh, han sembrado jacintos, qué monos están! – decía señalando a todas las plantas y flores que estaban alrededor. En el camino hasta le daba una pequeña explicación de cómo las habían cultivado, sorprendiéndome a mí mismo de mis conocimientos sobre botánica – Yooooo no te recomiendo que te quedes mucho raro viendo a la carnívora, ésa me mordió un dedo y la tuve envuelta como por 3 días, por poco y me arranca un dedo. – la sujeté por los hombros y traté de alejarla de la Venus atrapamoscas. No iba a contarle la parte de la historia en la que me dio curiosidad por ver si tenía una flor adentro y la estuve molestando picándole con el dedo hasta que se enojó, así que…

¡Ding, ding, ding! Tal y como lo sospechaba, la campana sonó en cuánto habíamos terminado la expedición en el invernadero. La llevé nuevamente hasta el caminito que habíamos seguido en un principio para llegar al jardín secreto, encontrándonos con las pistas deportivas. Esperaba a que ninguno de los estudiantes nos hubiesen visto llegar de repente de los arbustos, ¡Se vería muy extraño y sabiendo que no le soltaba la mano por miedo a que se perdiera entre los jardines!

- ¿Y bien? ¿Qué te ha parecido? – pregunté a Danielle con una radiante sonrisa – Es la campana para las clases. No sé si tienes que ir a por un aula o tienes bloque libre. Mi turno empieza a la siguiente hora así que… ¿Necesitas algo más?