(R) Nunca mires atrás, ni siquiera por última vez... (+18)

Corría y corría, no podía ni debía mirar atrás. Ese sujeto le había dado la oportunidad de escapar y sería de imbéciles desperdiciarla. Entonces, ¿por qué nacían tantas dudas de su interior? ¿Acaso quería regresar? No, ya nada importaba, solo su libertad.

Ayato siguió corriendo en dirección a los maizales, sin nada en los bolsillos de su vieja chaqueta victoriana, esa que todos los Eraser de la familia Alvatore utilizaban. Si no se deshacía de ella era únicamente por apego, por un estúpido apego que comprobaba cuán débil e inseguro era en realidad.

Su objetivo era llegar al pueblo más cercano antes de que amaneciera.

Frenó en seco al notar las altas murallas de una especie de castillo que se abría en medio del desolado paisaje, o al menos eso parecía. Sin replanteárselo una segunda vez, el dhampiro trepó hasta encontrarse en su interior, pensando en pasar la noche allí.

?: Kyaa!!!
Chillo un grupo de 5 jovencitas que compartían uno de los cuartos del viejo instituto haciendo eco a un estruendoso rayo que atropello cerca del internado. La albina solo suspiró y negó con la cabeza, mientras veía la lluvia comenzar a golpear los ventanales de su habitación, una noche horrible para las princesas del lugar, más para ella a pesar de ser tratada como una por sus protectores esto no significaba nada, se levanto con cuidado de la cama. Podía ser la peor tormenta de lo que llevaban del año, pero no aguantaría todo su curso con las chicas de esa forma, necesitaba algo de paz, la biblioteca sería buena opción.

Veronica: ¿Yui a dónde vas? Si la superiora te encuentra rondando los pasillos, volverás a limpiar los baños.
Estaré bien, solo necesito un poco de agua
Y alejarme de sus gritos, niñas, en ocasiones pueden ser demasiado ruidosas.
Pensó sonriendo con tranquilidad y haciendo una seña a su compañera, se perdió tras la vieja puerta de entrada, para luego de unos minutos verse en los oscuros pasillos que solo alumbraban con algunos rayos de las afueras.

Se detuvo luego de subir un par de escaleras posando las yemas de sus dedos en un ventanal húmedo.

Se volvió un momento a observar el cielo...¿una tormenta? Bien, estaba más jodido de lo que pensaba, encima la garganta empezaba a arderle con tanto olor a humano impregnado en el terreno.

No tuvo mayor dificultad en adentrarse a los jardines de lo que parecía una construcción hecha hace bastantes años. Nadie rondaba por esos lares así que se dio el lujo de trepar un árbol, rama por rama, hasta distinguir una especie de balcón que le facilitaría el ingreso. Dio un brinco desde el árbol hasta las barandas de mármol, sobre las cuales aterrizó y le permitieron acabar en el interior de la fachada.

El olor a humano, sobretodo a mujer, era cada vez más intenso por lo que debía ser precavido. Utilizó su poder de invisibilidad y bajo esta nueva apariencia paseó largo rato por el lugar, escapando de las estiradas inspectoras que de rato en rato deambulaban por los pasillos, observándoles con fastidio tras los pilares del recinto.

Al haberlas perdido, corrió en dirección a un par de puertas cuya placa grababa la palabra "dormitorios". Satisfecho, ingresó a su interior y volvió la vista hacia el frente. Consiguió ver una larga escalera que acababa en un amplio ventanal, y ante él...una humana. Ayato cerró la puerta como por reflejo, sin prever que el sonido llamaría la atención ajena.

Sus rosaceos se habían perdido por completo en los caminos que se dibujaban con las gotas de lluvia recorrer por completo el ventanal junto con esos pequeños destellos de luz en el cielo y fue entonces que un pequeño crujir llego a sus oidos pestañeando y deslizandose hasta ocultarse tras un pilar que llevaba al piso superior.

Creía que las inspectoras estarían en el primer piso por la reunión de los encargados... A-ah.. Su voz tembló aguda mientras se posicionaba para intentar asomarse pero sus ojos no le mostraban nada, como si nada estuviera ahí, entrecerró sus ojos y busco en cada esquina finalmente incorporándose, guiando su diestra hasta su pecho frunciendo los labios, el sonido no había sido más que un crujir pero la presencia de algo la mantenía nerviosa, como si se viera a si misma asechada por alguna bestia.

Termino la oración regulando su respiración, debía proteger su mente, y apaciguar sus miedos. Manteniendo consigo un crucifijo con joyas incrustadas.
Veinte segundos y abrió nuevamente sus ojos decidida a volver a los cuartos no estaba asustada pero era mejor no correr riesgos si las superiores habían acabado la reunión y una sensación de necesidades humanas la golpeo Mejor atiendo esto antes que nada Sonrió divertida y un tanto apenada girando su cuerpo meciendo sus pequeñas coletas usadas para dormir.

Una humana. Una joven y frágil humana...con poco busto. Eso era lo que observaba, pero al menos le aliviaba el haber conservado su apariencia invisible. Tuvo que contener las carcajadas ante el rostro confundido y asustado de la niña, quien intentaba divisarlo inútilmente en la oscuridad. No había forma que supiera que él estaba parado justo delante de ella y eso volvía todo más interesante.

Ayato se aproximó varios pasos, con sigilo, ascendiendo la escalera en su dirección, la rodeó sin apartarle la mirada de encima, permaneciendo lo suficientemente cerca como para acecharle como un fantasma travieso. Apoyando una mano en el pilar contiguo, se permitió inclinarse hacia ella y olfatearle la nuca al descubierto, deslizando la punta de su nariz por la misma hasta acabar hundiéndola en su cabello, inspirando con suavidad aquél dulce aroma, lo que seguramente le provocaría un ligero cosquilleo.

No era realmente su gusto pero no podía negar el apetito que le provocaba ese blanco cuello expuesto gracias al peinado que llevaba consigo, esas clavículas pulcramente delineadas, invitándole a indagar en ellas y en ese cálido cuerpo oculto bajo el camisón.

"Nada mal..."

Comenzaba sus pasos cuando una pequeña brisa se deslizo por su espalda aún encima de la tela, frenando sus vagos pensamiento al igual que su andar, dejando uno de sus pies elevados.
Eh? Iba a girarse, cuando el acecho antes mencionado tomo forma de manera tan notoria, que aún viéndose sola en el lugar, sentía como alguien a sus espaldas respiraba sobre ella, "analizándola". Su postura se tenso, hundiendo un poco sus uñas en su propia piel al empuñar sus manos para evitar entregarse al miedo.


Trago duro, cerrando los ojos con fuerza, totalmente inmóvil en su propio lugar. ¿Quien es hoy? Susurró en un hilo de voz, si había algo se le presentaba en algunos episodios, era la presencia de espíritus, aunque de eso ya muchos años, por esta mismo razón no se asustaba con facilidad, pero siempre la existencia de estos visitantes la ponía nerviosa. Después de todo... algunos no eran tan tranquilos y apacibles como otros.
Esperaba la respuesta cuando movió con gracia sus pies para girarse sobre ellos, su tono de piel era un poco más pálido debido a la inseguridad, pero su ceño fruncido dejaba claro que no huiría como cualquier chiquilla por el contrario, y un rayo en las afueras del instituto jugó con sus facciones comenzando al mostrar una sombra ante ella.

Se apartó un instante al notar que la humana se movía en su dirección, restando en el mismo lugar con la mirada clavada en ella. La cercanía de su rostro con el ajeno era ínfima, y aunque no había forma de que la humana pudiera saberlo, las mejillas de Ayato se encendieron en un intenso color carmín. ¿Realmente sabía que "alguien" estaba allí, acechándola como un espíritu? Admiraba en parte que no sintiera terror por los muertos pero esa sensibilidad suya podía jugarle seriamente en contra, ¿qué podía hacer?

- Llévame a un lugar donde podamos estar solos, te contaré mi secreto - respondió el dhampiro acercando sus labios a los oídos de la niña, aprovechando que quizás para ella no sería del todo extraño que "la nada" le hablase - ...¿has entendido? - Quiso saber, interrogando con voz grave y profunda, con el fin de intimidarla.

Podía detectar a distancia el olor de otras humanas acercándose a la escalinata y prefería prevenir, además necesitaba un sitio dónde alojarse y no creería encontrar algo mejor, el poblado más cercano estaba a millas de ahí.

Los rayos resonaban en aquella noche, cada vez de forma más estruendosa que la anterior, y con esto la silueta frente a su "visión" se mostraba un poco más clara. Cuanto más rápido le ayudará la noche tardaría menos en llegar a su fin. Con los años ayudando a este tipo de seres el valor la hacía más fuerte pero era por algunos como los últimos con los que se había topado que la cautela se había transformado en su compañera de cada día, la única, debido a que había preferido desistir de tener amigas, y cercanos. Era mejor de esa forma, a veces la impaciencia absorbía a los del otro mundo haciéndolos recurrir a la violencia con tal de atarla a la situación.

Debo alejarlo de esta zona... Está muy cerca del cuarto Pensó al sentir la penetrante voz rosando su oreja, miró por unos segundos en esa dirección, no podía verla pero el sentir esa mirada atenta en ella le hizo sonrosarse por unos segundos, haciendo que la fuerza con la cual empuñaba su mano se acentuará.

La cuarta planta estaría desocupada en ese horario si la reunión continuaba con oración nocturna. Cuanto antes supiera el objetivo de su acompañante de media noche, más pronto concluiría todo, y su única preocupación volvería a ser los gritos de las chicas.

Cerró sus ojos y asintió con el rostro solo pasando de su lado comenzando a subir las escaleras, por el tonó de él podía percibir que la paciencia y simpatía no eran de sus virtudes, no le importaba solo continuó subiendo las escaleras dejando crujir los peldaños asumiendo que el espíritu la seguiría.
Así como los rayos cesaron por unos minutos de eterno silencio en que no hizo más que mirar por donde daba sus propios pasos, la antigua puerta de la biblioteca estuvo frente a ella, y con ello sacó el broche de cabello girándolo con agilidad en la cerradura hasta escuchar el "click".
Amaba ese lugar por lo que en momentos de soledad se escabullía en su interior, y ahora.. uno de ellos irrumpía a su lado en el. Listo

No hubo aviso ni respuesta verbal, la humana se limitó a ascender la escalera y guiar sus pasos en dirección a un salón vacío alejado de las ahora audibles voces femeninas, cada vez más próximas a ellos. Le obedecía, para su alivio, el riesgo tomado había valido la pena. Ayato se dejó conducir, sin apartar la hambrienta mirada de la nuca ajena, relamiéndose con lascivia, como si éste fuera un auténtico cebo que él debía seguir.

Al cabo de unos minutos se encontraron en el interior de una vieja biblioteca. Apenas ella cerró la puerta tras de sí y se volteó en su dirección, Ayato dejó descubrir su apariencia en las sombras, presentándose con esa chaqueta victoriana que le cubría hasta las rodillas, aderezada con pulcras cadenas de plata y el logo de la familia Alvatore grabado en un símbolo de oro.

- Oi... - le llamó con voz rasposa, sin simular la malicia trazada en su sonrisa.

Un dejo de ansiedad le empezaba a escocer la garganta, una horrible sensación que jalaba cada uno de los músculos de su cuerpo, incluyendo las peligrosas fibras de carne que conformaban su entrepierna. No podía apartar de su mente ese impulso violento y bestial, aquello que le pedía tomar lo que quisiera, cuando quisiera.

Su comportamiento ya no se encontraba normado por los Alvatore, nadie le examinaría las canillas al término del día. Ya no era presa sino cazador.

Reposo su espalda y manos contra la puerta de madera suspirando mientras aseguraba la cerradura.
Guió su mirada hacía el frente con ligero recelo, frunciendo sus labios, observando cómo se revelaba la imagen del “espectro” frente a ella, se detuvo en cada detalle de su vestuario pero principalmente en la insignia de oro. Victoriano... No era del todo aficionada a la historia como para especificar procedencia, pero por el estilo de su ornamentación indicaba su antigüedad de al menos medio siglo.
La alborotada cabellera y sonrisa zorruna le daba un aire infantil, bastante en contraste con su profunda voz, sin embargo... la maldad en esa mirada ahora carmín le hizo pegarse aún más al roble tras ella.

Perdón... Enderezó un poco su postura al escucharlo Por favor, cuénteme qué desea. Susurró desviando su rostro para no tener que enfrentarle por completo, no podía mostrarse asustada, éste hombre no le daba un buen augurio. Pero era mejor ser la única afectada a si volviera la tragedia como la ocurrida hace un par de años.

Así avanzo con la frente en alto y una mirada desafiante, a paso ligeros como si una pluma se desplazará por el lugar directo a la acechadora criatura de absorbentes rubís. Si era como se lo imaginaba, hacerlo esperar con lo que sea que deseara, sería su peor error, pero no por ello le indicaría que podría 'romperse' como un gato asustadizo.

- ¿No es evidente? - Replicó, acortando la distancia unos pasos. El brillo carmesí incendiaba su mirada al enseñar los pulcros colmillos en una pérfida sonrisa, reflejando la tenue luz de la luna que tímida se asomaba por la ventana - ...no puedo creer que finalmente puedo...tomar a alguien sin el permiso de nadie...serás la primera...tú... - balbuceó de forma incomprensible, acercándose cada vez más a su víctima.

Sumidos en un breve silencio, Ayato comenzó a dibujar un círculo con cada paso que daba, acechándola como un auténtico depredador, presionándola a mantener su espalda contra la puerta de roble.

Su mente se encontraba aturdida, cegada por el hambre y la creciente excitación. Hacía lo posible por canalizar su concentración en aquél cuerpo menudo, humano y cálido, tan contrastante al suyo propio. A más cercanía mejor podía percibir el delicioso olor de su cabello, sus ojos siguieron disimuladamente la línea que le dibujaba el busto pues con ese camisón podía incluso distinguir parte de su sujetador, aún vistiendo un escote casi inexistente.

Sus pantalones apretaban. Disminuyó el ritmo de sus pasos a fin de disimular la necesidad dibujada en su rostro cadavérico. Necesitaba calmarse. Los ojos de ella le observaban con insistencia. Lo sabía. Mierda, ella lo sabía.

La soberbia y seguridad en su tono de voz salía con tanta naturalidad de su boca que al verle con mayor atención notando su aspecto el miedo fue suprimido por la molestia, haciendo a penas visible la sensación de acecho al cual él comenzaba a someterla con cada paso y palabra. Le siguió con sus rosáceos sin perderle el rastro, y solo fue la ansiedad y hambre con que dijo lo último lo que volvió a llamar toda su atención en sus fauces, procesando su significado. Y el destello de la luna reveló por completo su identidad. Vampiro Por acto reflejo busco con su diestra el pomo de la puerta sin detener el contacto visual, todo era probable, única razón por la cual no lo creía imposible era el que algunos demonios le habían visitado siendo los causantes de su recelo.

Parecía haber algo más oscuro que el simple hambre en sus ojos, más allá, casi perverso, pero no sabría describirlo, y siendo consciente de que había un ser sobrenatural esperando alimentarse de ella no podría decir que era su prioridad. Gritar no era opción, atacaría a quien viniera en su auxilio, lo mismo si intentaba huir.
Entonces, solo debería entregarse? Parecía ser lo único sensato que le quedaba, pero la idea le irritaba, pensaba en esto al ver la dirección de su mirada en ella.

Q-qué estas...Bajo sus ojos extrañada y un fuerte carmín baño su rostro cubriendo como podría su cuerpo, gritando de forma ahogada, para girarse mostrando su cuerpo de perfil, meciendo de forma juguetona sus coletas que revotaban con cada movimiento S-si esa es tu intención lo haré... solo por favor... no me hagas nada más... Era predecible, pero no lo aceptaba, no, no podía.

Adoraba cómo el dulce timbre de su voz pronunciaba la palabra clave, la mentira más cruel que intentaba creerse. Un vampiro, un ser oscuro que podía hacer temblar a cualquier humano con su sola presencia, una criatura llena de misterios e indudable magnetismo. Eso era, eso sería a partir de esa noche...un depredador nocturno, párticipe de las remotas leyendas relatadas por los pueblerinos.

Finalmente, después de todo ese tiempo de sumisión y resigna se sentía libre, capaz de convertirse en el vampiro que por nacimiento no era. Podía matarla, desmembrarla, hacerla suya a la fuerza y descargar toda la tensión acumulada durante años sobre aquél cuerpo tan frágil. Se despojaría de ese peso terrible, de esa rabia contenida y esa implacable tristeza que solo guardaba para sí.

- ¿Te pregunté? - Respondió pedante ante la aparente sumisión de la niña - harás todo lo que yo te pida si quieres mantener a tus compañeritas de cuarto fuera de esto - le amenazó sonriente, fascinado por el irresistible aroma impregnado en su camisón, conducido a él como un animal salvaje.

Sin poder resistirlo más la asió con violencia, valiéndose de la propia presión de su cuerpo para retenerla contra la pared. Apartó sus muñecas, manteniéndolas en alza con el fin de no verse interrumpido por un posible forcejeo, golpe o arañazo. Invadió su cuello con hambrientas lamidas que empezaron a recorrerle dominadas por la ansiedad, abriéndose paso por su rostro y clavícula.

Ya no existía nada que diera tiempo a dudas, el deseo de sangre se percibía a flor de piel, y a media noche cuando ella debió estar en su dormitorio, se encontraba con el papel de mártir quien suprimiría las ansías por el bien del resto, estilo de vida que le habían dado las malas experiencias.


Recuerdos venían a ella, extractos de su infancia, tan diferentes a todo lo que ella había vivido, ahora estaba sola. La salvación se alejaba cada vez que él avanzaba hacia ella de forma tan prepotente, por fracciones de aquél tenso momento sus ojos se desviaron hacía las posibles salidas de escape.
No puedo arriesgarlas, si soy la que escogió, prefiero que sea mi sangre la derramada. Volvió a mirarle cuando ese pensamiento la empujo a avanzar fuera de dudas entre azulados y oscuros tonalidades que los acompañaban a esas horas, solo para toparse con el cuerpo varonil que la tenía presa entre sus colmillos y brazos
Acaso quieres demostrar algo ante tu victima? Hablo el fastidio en ella, si debía enfrentar a la muerte no podría simpatizar con la criatura, con lo que decía indicaba su impulso. Le miro de reojo sonrojada por su cercanía, sintiendo que esta misma le sofocaba en medio del aroma varonil y húmedo que desprendía su depredador. Todo esto batallando por un pequeño gemido que salió de su boca al sentir su lengua, se sentía asqueada. No hagas eso, no ensucies mi cuerpo… Murmuro con su voz más aguda conteniendo lágrimas, sabía que era inútil, pero si estaba todo asumido por qué la tensión entre ellos parecía más allá del deseo de saciarse, este hombre parecía de alguna forma torpe e imprudente, como si hubiera esperado por mucho algo, pero qué. Si los libros no mentían los de su especie vivían del consumir, sin miedos ni ataduras, solo regocijándose en extraer las vidas debido a su sobrevivencia, a su propio egoísmo

- Jaja...jajajaja...¡JAJAJAJAJAJA! - Una estridente carcajada escapó de sus labios al escucharle, aumentando en volumen y descontrol de forma progresiva. Las pupilas de Ayato le observaron completamente dilatadas, evidenciando que su juicio pendía de un hilo. - ¡¿No te parece simplemente imbécil demostrarle algo a una presa?! Desde el momento en el que caíste en mis garras...¡tú ya estás muerta! - No le molestaba que un cadáver le viera en semejante estado, era ridículo preocuparse de una tontería como esa.

Expresión de referencia:

Su muslo intervino en medio de las piernas ajenas, separándolas y limitando aún más su movilidad, manteniendo un indecente contacto con la intimidad de la niña y su propia rodilla, la cual no tuvo reparos en presionar sin atisbo de delicadeza. Asimismo, se esforzó en sostener las muñecas arrimadas por sobre las cabezas de ambos con su sola diestra mientras él deslizaba el filo de su lengua por la blanca mejilla de la menor, degustándola con creciente excitación.

Se sirvió de la mano contraria para privarla de su intimidad, rasgando las telas de su camisón con un solo zarpazo. Examinó su silueta por sobre las prendas interiores, recorriéndola con su tosco roce desde la cintura hasta detenerse en el busto, acariciándolo con torpeza y agresividad.

- ¡Tsk! - Gruñó de repente, un poco decepcionado, aunque ya había previsto que la humana no estaba lo suficientemente dotada para su gusto. - Los cadáveres no hablan...no respiran...no recuerdan... - comentó en un profundo susurro que hizo vibrar su garganta, sin detener sus violentas caricias - ...pero no será divertido si te mato tan rápido, vamos a jugar, Chichinashi...

Dicho esto, friccionó el duro bulto de su entrepierna contra el cuerpo ajeno, permitiéndose liberar un gemido bajo que acarició la mejilla de la chica. Extasiado.

- Quiero hacerte pedazos...