{P} Funkytown!

- ¿Los… Los paparazzis? – repitió con la voz quebrada, casi sintiéndose traicionada por su hermano cuando le separó para mirarle a la cara.

Gimoteaba, hipaba, parecía una niñita de 8 años que se había raspado las rodillas o que se había peleado por una muñeca con su hermano mayor y éste había acabado por quitarle la cabeza y ahora se encerraba en su habitación hasta esperar a que su padre llegara a consolarla. Obviamente, Marceline no tenía 8 años y estaba muy lejos de eso, y más lejos todavía lo del padre consolándola, pero esos son hechos que superó hace mucho, mucho, muchísimo tiempo.

Hizo lo posible para escuchar con atención a su hermano, que ahora y más que nunca, necesitaba de “su querida y responsable hermana mayor”. Se limpió las lágrimas, sintiendo una tremendísima lástima por su hermano al escuchar su relato. Obviamente, no se tragaba el hecho de que a Bolas de Chicle le tuviera estima, o bueno, sí. Había que admitir que el chico era adorable y todo eso, pero Marceline no lo pasaba ni con un vaso de agua, ni dos, ni tres, ni cien. Le darían demasiadas ganas de ir al baño y seguramente se descargaría completamente con él, como siempre.

Pero apartando las ganas de quemar vivo al muchacho rosado, se sintió en la necesidad (o mejor dicho, en el deber) de abrazar a su hermano, no de la manera cariñosa/coqueta de siempre, sino un abrazo lleno de afecto, era como si tratara de transmitirle ese calor de hermanos que les hizo falta en esos… ¿Cuántos, novecientos y pico de años que no sabían de la existencia uno del otro?

- No lo sé, MarMar. – respondió con un suave susurro, acomodándose en la banca para que su hermano estuviese más cómodo sobre ella – Supongo que será por nuestra parte humana: En el fondo, seguimos siendo igual de estúpidos como los demás. – no sabía muy bien cómo explicar esa parte, se supone que ella era la hermana mayor, la que debería haber tenido experiencias de mayor índole que su hermano menor, la que debería saber más de la vida que el “pequeño vampiro” que trataba de acurrucar sobre su pecho – Los sentimientos son estúpidos, Marshall. Nosotros no lo somos.

Se quedó allí, acariciándole la cabeza y jugueteando con las hebras de su cabello con los dedos. Le parecía gracioso aquella escena, también para los pocos que estaban a su alrededor: Un dúo de personas estúpidamente parecidas que estaban en una escena que debería ser sentimental, que en parte si lo era, pero en parte sólo era un momento para desahogarse de manera no-violenta. Se le había olvidado el hecho de que tenía que cuidar a un vampiro perro que le encantaba destruir cualquier cosa que tuviera entre manos, a un fantasma con complejo de madre preocupada, y a un humano que quería que la tierra se lo tragara. Sus ojos, en ese momento, estaban centrados en su hermanito menor, Marshall.

- Con Bonnie no me pasa nada; solamente está muy ocupada con sus cosas que no se fija en ningún momento que estoy tratando de ligar con ella. O lo nota, pero lo toma como si sólo quisiera joderla. Ahora me acosa por teléfono esperando a que le diga dónde estoy. – soltó una risita amarga, mientras seguía acariciando el cabello de su hermano y miraba hacia arriba – Supongo que por fin conseguí captar su atención, ¿No crees?