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Mensaje por Reino Vie Abr 18, 2014 12:56 pm

Su llegada hasta el Hotel Palace había sido prudente, algo que le acomodaba bastante si consideraba la situación en la que se encontraba. Reino caló la nicotina de su último cigarrillo antes de adentrarse allí y dar cuenta a los recepcionistas de quién se trataba, su apariencia siempre hacía dudar y esta no fue la excepción. Claro que no podían dejar acceder así como así a un sujeto de semblante tan peligroso: su altura, su ropa, la cicatriz, el cabello entintado, los piercings e incluso el color de su piel sembraban la desconfianza en los demás.

Ya estaba acostumbrado, no era algo que le afectara. De hecho estaba bastante aliviado de que los recepcionistas fueran tan estrictos en el ingreso, no podía permitir que Layla corriera ninguna clase de peligro habiendo tanto fan loco rondando por ahí por lo que se había preocupado de conseguirle un hotel privado. Una vez tomaron la identificación del mánager los encargados se relajaron y le permitieron acceder hasta el piso donde se encontraba ella.

Conocía el número de su habitación pues él mismo la había reservado, gracias a una llamada telefónica tenía la certeza de que ella ya se encontraba allí. Cualquier fanático hubiese pagado lo que fuera con tal de conocer esa información pero para Reino Layla era su pequeño pajarillo, a quien debía proteger bajo cualquier costo aún si tenía que enclaustrarla del mundo exterior. Sabía que no era la mejor forma de vivir pero no había mucho que pudiera hacer al respecto, ella no era una amateur como muchos de los vocalistas que actualmente cursaban su carrera en Merveilles: se trataba de una profesional en busca de nuevos desafíos y su deber como mánager era velar por su seguridad.

Con esto en mente, el representante llegó hasta la puerta que alojaba a la muchacha, anunciando con su habitual parsimonia:

Layla, soy yo — dijo desde el exterior, esperanzado de que ella fuera a reconocer su voz ronca y apacible.

Se habían conocido a sus veintinueve cuando, en un intento de salir de su depresión, Reino se aventuró en un viaje a Tokyo sin otra compañía más que la de su guitarra. Allí conoció a quien fue y sigue siendo su primera representada, una hermosa muchacha cuyo semblante le recordaba al de un niño perdido. Ella había llegado a Glass City instada por su recomendación, pues ya con el triunfo en Japón lo más adecuado era plantearse una meta más grande... Y él estaba dispuesto a potenciar ese sueño.
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Mensaje por Invitado Vie Abr 18, 2014 11:14 pm

Siempre había odiado los hoteles, permanecer durante días en pequeñas habitaciones impersonales, con empleadas extrañas que cambian las sabanas y limpian las ventanas temprano en la mañana era algo que la ponía de los nervios. El hotel Palace era todo un lujo, pero estaba acostumbrada a hospedarse en sitios de categoría y eso no mejoraba las cosas. Resultaba increíblemente aburrido pasar allí encerrada todo el día a la espera de noticias por parte del sello. La semana de espera se había cumplido ya y aún no tenía novedades, no sabía si eso debía preocuparle o darle más esperanzas, pero la verdad era que no toleraría mucho más tiempo en ese lugar.  Para peor no había visto a su manager desde su llegada a la ciudad, si bien hablaban a diario por teléfono y siempre se preocupaba de que estuviera sana y salva, no había conseguido liberarse de sus obligaciones para verla. Eso la frustraba un poco, se sentía dejada de lado y muy sola en un sitio desconocido como ese. Había salido a algunos sitios de paseo, y no había estado del todo mal, pero ya deseaba regresar a Tokio. Extrañaba la seguridad de su hogar, la familiaridad de su vecindario, y especialmente la comida japonesa.

Salió de la ducha y envolvió su cabello con una toalla antes de secarse y vestirse, planeaba salir a recorrer el jardín del hotel para despejarse un poco. El aburrimiento la volvía loca, y la soledad sólo lo volvía todo peor. Se vistió con un vestido sencillo y corto en color verde agua y se secó el cabello con la toalla hasta dejarlo apenas húmedo. Fuera el clima era cálido, y el sol bañaba el precioso jardín que podía vislumbrar desde su dormitorio. Se sentó sobre la cama dispuesta a colocarse los zapatos cuando una voz del otro lado de la puerta le hizo dar un salto y correr hacia la puerta. Era imposible que no reconociera su voz, estaba segura de que era él. Abrió la puerta de un tirón y se lanzó a sus brazos abrazándolo con afecto. -¡No dijiste que vendrías! -le reclamó encantada de tenerlo allí sólo para ella. Habían pasado varios meses desde que se habían visto en Tokio, y sólo había pasado una noche en el país pues debía atender otros asuntos en su ciudad de origen. Francamente era complicado trabajar con alguien a distancia, y muchas veces le habían insinuado que debería buscar a alguien que pudiera dedicarle mas tiempo pero Layla nunca lo había considerado. Nunca trabajaría con otro manager, confiaba ciegamente en él, era su apoyo y sostén, estaba segura de que no podría hacerlo sin su ayuda. -Ven, pasa.-le tomó la mano para guiarlo dentro del dormitorio, feliz como una niña.

Se sentó en la cama con las piernas cruzadas, enredado el dedo índice en uno de sus rizos. -Esperaba que si venía hasta aquí obtendría mas atención.-comentó en tono de reclamo, ligeramente ofendida por haberla hecho esperar tanto para presentarse. Lo había extrañado y le había hecho falta, junto con su hermano Reino era la única persona en la que realmente confiaba, con él se sentía cómoda y podía ser ella misma sin preocupaciones. -Aún no tengo novedades del sello...-comentó frustrada estirando sus piernas a lo largo de la cama, moviendo luego los dedos de los pies. Se dejó caer de espaldas, viendo el techo con aire pensativo. -Quizás al final no me acepten-bufó frustrada y volvió a sentarse, mirando con un pequeño puchero al hombre frente a ella. -No tolero mas este lugar, ¡odio los hoteles! -tomó una almohada que estaba cerca, abrazándose a ella. - Hay demasiado bullicio, las empleadas me despiertan temprano y la comida no es buena...-siempre encontraba quejas de sus hospedajes, eso nunca cambiaría. Una idea alocada cruzó por su cabeza, y sus ojos se iluminaron ante la posibilidad. -¿Puedo quedarme en tu casa hasta saber los resultados?- no veía nada de malo en  eso, además sólo serían unos pocos días. Aunque no estaba segura de que fuera a aceptar su pedido, cuando él viajaba a Tokio nunca aceptaba quedarse en su hogar por mas que ella insistiera para que no fuera a un hotel. No entendía porque su firme negativa, pero esperaba que esta vez se apiadara de ella y le diera asilo al menos unos pocos días.


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Última edición por Layla Serizawa el Lun Jul 28, 2014 9:42 pm, editado 4 veces
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Mensaje por Reino Miér Abr 30, 2014 9:15 pm

La ansiedad comenzaba a hacer estragos en su mente, llenándolo de ideas irracionales y paranoias que no venían al caso. Se maldecía a sí mismo por estar padeciendo de esa silenciosa amargura en el momento menos indicado, cuando debía concentrar toda su atención y sus fuerzas en el trabajo. Necesitaba un cigarrillo con urgencia (si, otro).

Layla era una buena chica, alguien a quien tenía mucha confianza e incluso le había confiado algunos de sus secretos, como el de su divorcio y el de su pasado como traficante. Pero aún no era capaz de contarle sobre Noire, a pesar de que ella tal vez ya se había enterado de su existencia por medio de las revistas sensacionalistas de esos años. Hasta la fecha no existía la persona con quien pudiera hablar de su hija. Sus esfuerzos se veían acabados cada vez que simulaba una cálida sonrisa al escuchar ese nombre de labios poco conocedores.

Pero ¿por qué recordaba tales eventos ahora? ¿El asunto de Zinnia le traía mal? No podía descartarlo. El meollo de sus problemas casi siempre tenían como base su mala relación con las mujeres, al parecer tenía asuntos pendientes que saldar con ellas... Y por la misma razón temía acabar lastimando a Layla.

O quizás... Sólo estoy nervioso porque ella me recuerda un poco a Noire.

Se vio en la obligación de apartar este pensamiento de su mente pues la puerta de la habitación acababa de abrirse de forma súbita. Reino recibió la cálida bienvenida de su representada, quien se abalanzó sobre él con gran afectuosidad y sin atisbo de timidez. Tal y como él la recordaba.

Welcome to Glass City, miss~ — saludó empleando un extraño acento gringo con una sonrisa, queriendo entrar en gracia. No pudo evitar llevar una de sus manos hasta la cabeza de Layla, la cual estaba direccionada hacia su pecho en esos momentos, postura que realzaba la gran diferencia de estatura entre ambos. — Jajaja, lo siento por eso, intenté venir apenas mi agenda me lo permitió... ¡Ha pasado tiempo! ¿Estás más delgada? — Preguntó poco antes de adentrarse junto con ella a la habitación, enarcando una ceja entre divertido y preocupado. La pregunta de fondo era: ¿no te estás volviendo anoréxica, verdad? Porque si, la chica estaba en los huesos.

Pero antes de que pudiera ahondar más en el tema (y regañarla) ella le comentó toda su serie de pesares, desde lo del sello hasta lo del hotel. Mientras le escuchaba Reino encaminó sus pasos hacia el amplio ventanal que decoraba la estancia, redirigiendo un cigarrillo a sus labios y encendiéndolo casi en el acto.

Sobre lo primero venía a comentarte. Debes tener paciencia pues Revo se encuentra en un viaje de negocios y no ha podido atender el papeleo con las evaluaciones. Aunque presumo que los resultados de tu audición ya deben estar listos... Probablemente. — Comentó con relajo, haciendo una breve pausa en lo que llenaba sus pulmones con nicotina. — Y no, no pienses que me colaré en la oficina central sólo para venirte con el chisme. — Agregó a lo anterior a modo de advertencia, pues conocía lo suficiente a la muchacha como para saber que era capaz de pedirle algo así. — De cualquier modo, es más que evidente que fuiste seleccionada... ¿Cantaste A Little Pain, no? ¡No hay quién se resista a la emotividad de esa canción! Sin mencionar que tu voz es única y ya tienes experiencia en el rubro, puede que no te hagas famosa de tirón pero ya tienes una gran ventaja en relación a los demás postulantes.

Liberó una gran cantidad de humo de su interior, sin dejar de observar el bello paisaje citadino que les ofrecía la vista de la habitación. El segundo tema era un poco más delicado por lo que su expresión se ensombreció un poco, aminorando toda la vitalidad previa.

...Y no, no voy a hospedarte — respondió serio y tajante, aparentemente inflexible, sin siquiera dirigirle una mirada. — Ya no eres una niña, tienes que soportarlo. Además ¿tienes idea del revuelo que armarían los medios si se llegan a enterar que vives conmigo? Sabes que no tengo la mejor de las reputaciones y no quiero manchar el nombre que tanto te ha costado enaltecer. — Era éste uno de los motivos más poderosos por los cuales Reino no se podía permitir alojar con ella en un mismo techo, además del respeto que claramente le tenía.
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Mensaje por Invitado Jue Mayo 01, 2014 10:39 am

Conocía a Reino hacía muchísimos años, y confiaba completamente en él. A decir verdad sólo su manager y su hermano se habían ganado el derecho de conocerla como era en realidad: infantil, algo torpe y consentida. No sentía ningún pudor en contarle cualquier cosa, y le encantaba pasar tiempo a su lado. Sabía casi todo sobre ella, y la conocía mejor que nadie. Pese a la distancia se comunicaban con mucha frecuencia, y siempre estaba al tanto de lo que le ocurría. No podría haber encontrado un mejor manager. Lo adoraba, y pese a la corta relación amorosa que habían tenido en el pasado eso no había interferido en forjar entre ellos una hermosa amistad. Sabía muchas cosas sobre él, algunas eran muy tristes, otras bastante complicadas, pero la verdad era que no le importaba. Nunca lo había presionado para que le hablara al respecto, pues no consideraba bien entrometerse en sus asuntos. Sabía que Reino sufría por cuestiones de su pasado, pero no quería hablar sobre ello, y no sería Layla quien lo presionara para hacerlo. Sonrió divertida al escucharle hablar en inglés, adoraba la cadencia de ese idioma, y por desgracia pocos sabían hablarlo en su pueblo natal, ella lo había aprendido al saber de sus raíces americanas.

-¿Mas delgada?-se miró a su misma, sin ser muy conciente de los cambios en su cuerpo. La verdad era que su estructura era naturalmente muy delgada, y nunca tenía que preocuparse por hacer dietas, aunque su alimentación era a base de verduras y semillas por lo que rara vez consumía grasas. -Es posible, ¡es culpa de la comida horrenda que sirven en este lugar!-frunció el ceño mostrándose disgustada, no era fácil adaptarse a sus gustos alimenticios, y había varias noches en que rechazaba la cena por contener carne. Había estado comiendo menos de lo habitual, lo que era bastante común en ella cuando se sentía un poco deprimida. La soledad y la vida en una ciudad nueva no la ayudaban mucho. ¿De verdad se vería tan mal? Debería estar mas atenta, no quería acabar enfermándose y que eso interfiriera con su trabajo, después de todo una vez que la aceptaran en el sello estaría muy atareada. Se acomodó en el borde de la cama dejando sus piernas caer hacia un lado para poder observarlo desde allí, y escuchar atenta su explicación respecto del retraso en la respuesta del sello. Bufó con cierta desilusión al descubrir que debería seguir esperando por conocer su próximo destino. -¿Ya están listos?-se levantó de un salto de la cama y se aproximó a su manager tomándolo suavemente de la manga de su chaqueta. Pero antes de que pudiera hablar él se adelantó a su pedido, la conocía demasiado bien como para adivinar sus reacciones. -Pero pero... No te costaría nada hacerlo-insistió un poco a sabiendas de que no conseguiría nada, pues era un hombre muy recto y responsable en lo que se trataba de trabajo. Lo soltó resignada y descansó los brazos en el barandal del balcón viendo hacia  el jardín.

-No, no es evidente. -murmuró recordando el incidente inicial en su audición, la falta de voz en un cantante era algo terrible, y dudaba que la aceptaran al descubrir ese defecto. Descansó la mejilla sobre los brazos un poco desanimada, la idea de permanecer mas tiempo en Glass City sin nada que hacer no resultaba alentadora. Los elogios de Reino la ayudaban un poco, pero de todos modos estaba insegura al respecto. Además le había hablado con insolencia a uno de los jurados, eso no podía ser bueno. Se incorporó con sobresalto ante su respuesta contundente, sabía que no iba a ser fácil convencerlo, pero tenía  claro que no se quedaría en ese hotel ni una noche más. Su actitud cambió un poco, dejando de lado su habitual postura infantil su expresión se tornó seria. Con facilidad le quitó el cigarro de las manos dándole una calada profunda antes de devolvérselo. Le gustaba mucho el sabor a tabaco, pero tenía estrictamente prohibido fumar, eso arruinaría sus cuerdas vocales. -¿Realmente crees que sería una mala idea?-cuestionó en tono misterioso dejando que su vista vagara por los edificios lejanos que llegaban a verse desde esa altura. -Usualmente diría que me da igual lo que la prensa opine aunque, en este caso... Creo que incluso podría ser muy útil. Que mi nombre este en boca de los paparazzi definitivamente ayudaría darme impulso y volverme conocida en una ciudad nueva. -enredó uno de sus rizos en el dedo índice mientras meditaba, expresando sus pensamientos en voz alta para que el otro pudiera juzgarlos. Sabía que Reino no contaba con la mejor de las reputaciones, pero eso no le importaba para nada, serviría perfectamente de trampolín. Lo miró y sonrió con aquel encanto tan propio de ella. -¿O es que tienes una chica que podría enfadarse si los medios comienzan a relacionarnos?-lo soltó en tono de broma, aunque pronto cayó en cuenta de que no era imposible, quizás tenía una nueva novia que ella ignoraba.

Negó con la cabeza apartando esas ideas y se acercó un poco, tomándose de su brazo y descansando la cabeza en su hombro. -Vamos, será sólo un tiempo hasta que me den una respuesta del sello. Además prometo portarme bien, incluso podría cocinar para ti...-cerró los ojos imaginando que podía ser una vida divertida, en Tokyo siempre había vivido sola y aunque le gustaba mucho su apartamento con frecuencia se sentía solitaria. La verdad no le preocupaba convivir bajo el mismo techo con él, ¡era Reino! Nada malo podía pasar, siempre la había cuidado y se sentía segura cuando lo tenía cerca.  Esperaba haber logrado convencerlo con sus argumentos, pues iba a volverse loca si tenía que quedarse mas tiempo en ese sitio. Tenía aquella especie de fobia a los hoteles que no lograba quitarse pese a recurrir a  ellos con frecuencia debido a las giras.
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Mensaje por Reino Jue Mayo 15, 2014 11:40 pm

Una calada tras otra, la afilada mirada de Reino seguía clavada en el horizonte, en esas luces artificiales que aderezaban la noche. Glass City no era precisamente un buen lugar para vivir, pese a todo el glamour y a lo divertido que podía ser encontrarse a diario con famosos por las calles, vivir allí era un riesgo que no todos soportaban. Las apariencias y la reputación cobraban más importancia que en otros sitios, los apellidos, el estatus, el dinero, el talento... Todas esas variantes te daban peso como persona, daba igual qué tipo de ser humano fueras. Reino había vivido allí desde siempre, los viajes esporádicos no eran más que giras o vacaciones, no tenía pensado abandonar esa ciudad mientras su madre siguiera allí. Pero odiaba esa esencia tan pútrida que le caracterizaba como capital, no era su estilo. Y sobretodo, no quería que Layla se envenenara con esa forma de pensar, debía protegerla.

Los caprichos de ella continuaron y Reino le ignoró sin mucho tacto, manteniéndose sereno... Claro, hasta que ella adquirió esa actitud un poco más pasiva, como si algún pensamiento negativo estuviera ocupando su mente. El mánager le quedó mirando un instante pero antes de que pudiera contestar su representada ya le había robado el cigarro, aspirando la nicotina ante sus narices.

¡...! — La impresión se dibujó en su rostro pues no había conseguido detenerla, el humo ya estaba navegando su garganta. — ¡Te he dicho que no fumes! — Bramó irritado antes de recuperarlo, observándole con notoria desaprobación. Lo peor de todo era que eran cigarros negros, una marca muy fuerte que solía agradarle a pocos. — ¿Ocurrió algo en la audición? Te noto intranquila... — Quiso saber, aún desconcertado por esa acción tan imprudente.

Escuchó lo demás. Su idea de usar la mala reputación que él tenía para escalar resultaba francamente inquietante.

¿Quieres hacerte famosa a base de polémicas? Lo siento pero paso. Estoy convencido de tu talento, cuando la gente de esta ciudad te vea sobre el escenario sabrá que estás allí por lo buena que eres — le respondió con seriedad, aún desconcertado por la estrategia que la muchacha había elaborado.

Layla no era una mujer tonta, podía ser quisquillosa e inmadura en ocasiones pero sabía exactamente lo que quería y cómo obtenerlo... O al menos esa era la impresión que Reino tenía de ella. No quería idealizarla, la situación se volvería contraproducente para él si lo hacía. No quería inmiscuirse en relaciones amorosas, mucho menos con su actual representada, con quien ya había sostenido un romance esporádico durante esas vacaciones en Tokyo.

Unas vacaciones inmemorables, sin duda.

Después de todo fue en ese arranque de locura que Reino retomó las riendas de su vida, dejando de lado las drogas que tanto aliviaban su dolor tras la pérdida de Noire. Fue gracias a ese impulso de salir que Revo le dio una segunda oportunidad en el sello, motivado por la idea de impulsar la carrera de Reira, seudónimo de la muchacha allí presente, una cantante ya famosa en Japón. Aún si su corto noviazgo no significaba nada para ella era uno de los pocos elementos que habían conseguido devolverle la vitalidad, y por eso Reino se sentía en deuda, no importaba que aún no recuperara el estatus y el respeto de sus colegas.

Recordando esto desvió su mirada de la joven, un tanto turbado por su comentario. ¿Una chica que podría enfadarse? Involuntariamente pensó en una, pero no tardó en apartarla de su mente. No, si Zinnia llegaba a molestarse por una nimiedad así no había forma de que fuera por celos o algo semejante. Darse tanta importancia resultaba hasta estúpido.

Sabes que no hay nada de eso... Los medios pueden decir lo que quieran de mí, no me importa. Pero no permitiré que la prensa sensacionalista te asocie con un ex traficante que perdió a su familia por supuesta negligencia. — Aunque tampoco podía negar que ya el hecho de ser su mánager le traería problemas, sobretodo por lo cercanos que lucían. Casi como para confirmar esto, Layla se asió de su brazo con cariño, lo que lo mantuvo impasible... Al menos en apariencias. Reino permaneció en la misma postura sin rechazarle, al cabo de una pausa retomó la palabra, claramente menos a la defensiva que antes. — Merveilles es el paraíso de los que saben jugar sus cartas, si cometes un error se convierte en un infierno. Y no quiero eso para ti.
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Mensaje por Invitado Dom Mayo 18, 2014 5:12 pm

Sin lugar a dudas le divertía terriblemente hacer enfadar a su manager, saberse querida por él era algo que disfrutaba. Para Layla siempre había sido difícil relacionarse con otros de una manera sincera, las relaciones superficiales eran si su especialidad, pero no lograba confiar realmente en los demás. Había aprendido que las personas podían ser muy crueles, que sólo buscaban sacar la mejor tajada y aprovecharse de las situaciones para su conveniencia. Consiguió  crear una máscara con la que se manejaba tanto en las entrevistas, como en su vida en general, mostrándose como una mujer discreta, inteligente y seductora, cuando en realidad su verdadera esencia era infantil y juguetona. Reino era una de esas personas privilegiadas que la conocía realmente, no tenía la necesidad de fingir ni medir sus palabras ante él, podía ser ella misma sin restricciones, no se preocupaba por lo que pudiera pensar de ella, pues la conocía demasiado bien y era incapaz de ocultarle nada. Sentía esa imperiosa necesidad de llamar constantemente su atención, probablemente porque él estaba con frecuencia demasiado ocupado para pasar mucho tiempo con ella, aunque nunca descuidaba su carrera Layla siempre le reclamaba que iba poco a Tokio a verla. Esa era una de las principales razones de su mudanza a Glass City, aunque no quería admitirlo, deseaba poder estar más cerca de su manager para no sentirse tan sola. De todos modos su plan no había funcionado muy bien, él estaba muy ocupado con sus asuntos y no tenía mucho tiempo para ella incluso viviendo en la misma ciudad. Era una gran decepción, aunque no iba a darse por vencida con tanta facilidad.

Le sonrió con picardía ante sus regaños y se encogió de hombros riendo divertida. -Uno cada tanto no hace daño-se excusó restándole importancia  al asunto. Le gustaba mucho el tabaco, y aunque no fumaba con frecuencia sentía necesidad de dar una calada de vez en cuando. Además los cigarros negros que fumaba Reino le resultaban deliciosamente amargos, le recordaban a su esencia. Adoraba como su ropa quedaba impregnada con ese aroma cuando él se marchaba, en su memoria olfativa aquel hombre estaba completamente relacionado con ese aroma peculiar que lograba recordárselo en cualquier sitio donde se encontrara.-Me cuidas demasiado, ya no soy una niña -Paladeó el sabor con una sonrisa, expulsando el humo despacio por la boca sintiéndose mas relajada ahora. -No ocurrió nada en particular-respondió sin muchos deseos de rememorar su actuación en la audición, intentando ocultarle su error pues no quería ser regañada por eso también, se avergonzaba de esas situaciones que escapaban de su control, y no le agradaba la idea de quedar como una novata frente a él. No estaba segura de sonar muy convincente, pero al menos el tema fue dejado de lado por ahora.

Bufó con algo de fastidio cuando le reclamó por su pequeño plan, en realidad le había parecido una buena manera de convencerlo para que le permitiera vivir en su apartamento, pero no había funcionado para nada. Parecía estar muy firme en su postura y sería inútil insistir al respecto. Una vez que tomaba una decisión era casi imposible que diera el brazo a torcer. -Sólo quiero irme de este lugar pronto...-reconoció un poco desanimada por la perspectiva de pasar más días en el hotel. -Creo que empezaré a buscar un apartamento, si dices que tengo tantas posibilidades de ingresar al sello podría ya mudarme de aquí ¿no?-no estaba seguro de que clase de apartamento deseaba, debería buscar con calma y no ser impaciente. Lo mejor sería recurrir a un asesor inmobiliario para escuchar ofertas y escoger algo a su gusto, no quería recargar a su manager con trabajo extra, de modo que ella misma se ocuparía del asunto, luego podría invitarlo a conocer su hogar cuando todo estuviera listo. Llevaban años de conocerse, y las cosas entre ellos nunca habían cambiado. Se conocían muy bien, y podían entenderse con una increíble facilidad. Aún recordaba bien la primera vez que lo había visto en Tokio, apenas era una niña recién llegada a la gran ciudad, ingenua y llena de sueños, intentando triunfar por su cuenta. Había conseguido hacer shows en algunos bares del centro, aunque le pagaban miserias al menos le permitían cantar sobre un escenario, y aunque el público no era más que un grupo de ebrios eso no le desanimaba. Una de esas noches conoció a quien se convertiría en su representante, había hablado con ella luego de escucharla cantar asegurándole que tenía futuro pero que necesitaba orientar su carrera de una mejor manera. Pronto se convirtió en su manager, y las cosas mejoraron mucho para la vocalista que daba los primeros pasos en su carrera. Probablemente se vio deslumbrada por la seguridad y el talento de Reino, aún era demasiado joven e ingenua como para entender el peso de los problemas del hombre con el que sostuvo un romance que duró algunos meses. Su relación era esporádica y extraña, aunque definitivamente fue una de las épocas que recuerda con más cariño. Todo terminó sin motivo alguno, simplemente se disolvió, dejando lugar a una fuerte amistad que perduraba hasta la actualidad. Nunca habían hablado al respecto, y ambos actuaban como si no hubiera ocurrido, quizás porque hubiera sido demasiado incómodo conversar al respecto, o porque ninguno de los dos tenía en claro que decir. A veces se preguntaba que habría ocurrido si la relación entre ellos hubiera continuado, convirtiéndose en algo serio con el paso del tiempo, aunque era ridículo hacer tales conjeturas pues estaba segura de que él no la veía de esa manera. A sus ojos aún era una niña a la que debía cuidar, y aunque Layla disfrutaba de esa situación a veces deseaba que se diera cuenta de que ya había crecido.

-Eres demasiado duro contigo mismo-mencionó con suavidad, apretando ligeramente el agarre de su brazo, cerrando los ojos sintiéndose a gusto con su cercanía que siempre la llenaba de seguridad. Podía sentir el delicioso aroma de su cigarro, y el calor de su cuerpo cerca del suyo. Suspiro y levantó la cabeza para poder mirarlo, con un poco mas de seriedad de la habitual aunque sin que su sonrisa desapareciera. Llevó sus dedos a la mejilla del hombre dándole una suave caricia que terminó en sus labios, acariciándolos despacio con la yema de los dedos. -Sabes que me importa poco lo que la prensa opine, además no soy alguien popular por aquí, de momento puedo darme el gusto de vivir de una forma mas despreocupada-en Tokio siempre debía estar atenta cuando salía de su apartamento, era insoportable ser vigilada por los reporteros que intentaban tomarle fotografías que dieran que hablar. Allí se sentía mas relajada, por ahora sólo era una aspirante al sello y nadie se fijaba en ella, eso le daba la posibilidad de ser libre y divertirse un poco. Rió divertida por sus palabras, como de costumbre se preocupaba demasiado. -ranquilo, se como jugar este juego, sólo que aún no tengo mis cartas-respondió fijando la vista en la ciudad con cierto entusiasmo renovado. Muchas cosas emocionantes estaban a punto de ocurrir, estaba segura de que su estadía en la ciudad traería muchos cambios a su vida. Lo soltó y se llevó las manos al cabello para poder amarrarlo en una coleta alta, ya estaba casi completamente seco gracias a la suave brisa del balcón. -Ayer hablé con mi madre-comentó como si nada aún con la mirada perdida en la inmensidad de la ciudad. -Quería saber como estaba adaptándome a la nueva ciudad... -mencionó jugando con un mechón de cabello que se había soltado del amarre. -Me gustaría mucho volver a casa, extraño el aroma al mar....-cerró los ojos, con cierta nostalgia, hacía muchísimos años que no veía a sus padres, ni regresaba a su pueblo. Su familia era increíblemente estricta y tradicionalista, le habían dejado muy en claro que no regresara a casa hasta que estuviera dispuesta a establecerse y formar una familia. No habían estado de acuerdo con que partiera a Tokio, pero tampoco habían logrado impedirlo. Miró de reojo a Reino a sabiendas que ya conocía estos detalles, con frecuencia discutían de las extrañas costumbres familiares a las que debía obedecer. -A este paso  creo que nunca regresaré a casa-mencionó un poco divertida, aunque realmente le hacía daño pensar en esta posibilidad. La verdad es que nunca había tenido una relación seria con ningún hombre, y no se imaginaba dejando a un lado su carrera para casarse y tener hijos. Era algo que sus padres no lograban comprender, y no parecían listos para aceptarla tal cual era. Suspiró y se sentó en el suelo del balcón, de espaldas a la ciudad. -¿Crees que algún día me permitan regresar de todos modos?


Última edición por Layla Serizawa el Mar Mayo 27, 2014 8:06 pm, editado 3 veces
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Mensaje por Reino Sáb Mayo 24, 2014 10:33 pm

¿Podía confiar en sus declaraciones? ¿Realmente Layla se había comportado en la audición? ¿Qué tal si había pasado algo más? Reino se limitó a observarle con el rabillo del ojo, desconfiando de su respuesta. Bien, decidió no indagar demasiado en el tema, debía acostumbrarla a hacerse cargo de sus propios problemas y a resolverlos. Era una buena chica pero en ocasiones se metía en más embrollos de los necesarios por culpa de ese carácter tan independiente y libre. Su representada era sumamente llevada a su idea y eso podía ser razón de conflicto con más de un funcionario del sello, pero por otro lado, aunque no quisiera admitirlo, le agradaba esta parte de ella. Probablemente sin esa tenacidad jamás hubiese llegado a ser la estrella de Tokyo que es hoy, su fuerza de voluntad le había motivado a ayudarla a surgir. Era su principal atractivo como artista y persona.

No quedaba más que aceptar con resignación lo que fuese que hubiese pasado en su audición... Confiaba en que el talento de Layla pudiera opacar cualquiera de sus impertinencias.

El mánager escuchó con atención sus otras declaraciones, su deseo de partir y de instalarse en un apartamento. Mantuvo la mirada fija en el horizonte, percibiendo en silencio el silbido de la brisa nocturna colarse en la conversación, ya más aliviado de que Layla hubiera desistido a la posibilidad de vivir con él. Era lo mejor para ambos, aunque tampoco le daba buen sabor de boca eso de rechazarla. Reconocía que le atraía la idea de convivir con alguien con quien tuviera tan buena relación, además que alguien cocinara de vez en cuando para él no estaba para nada mal. Reino estaba acostumbrado a sobrevivir a base de comida preparada debido al poco tiempo que pasaba en casa, pero conociendo a esa chica no sería raro que le pidiera "algo" a cambio de esa clase de favores. No, no, no era un negocio conveniente.

Puedo ayudarte a buscar un buen sitio, solo debes dejarme claro cuánto estás dispuesta a gastar por él — le ofreció con el mismo relajo de siempre, tampoco podía permitir que viviese en una pocilga. Para eso mejor el hotel. — Aunque... No creo que eso sea un problema para ti, señorita Reira — agregó con un ademán divertido, dudando que ella escatimara en gastos cuando se trataba de su comodidad personal.

Un ligero desconcierto se apoderó de su frío semblante al sentir el contacto de los dedos ajenos rozarle la piel. El representante se volvió hacia Layla con sorpresa, en el momento que ella tocó la aspereza de sus labios lo único que pudo hacer fue apretarlos y evitar su mirada con aparente hostilidad. Era la única forma de disimular el nerviosismo que se apoderaba de sí con tales gestos, en el fondo era un sujeto bastante tímido que acostumbraba a trazar su distancia con los demás, aunque eso era algo que la vocalista sabía muy bien. ¿Se estaría fijando en la cicatriz que atravesaba su boca o solo quería jugar un poco con él? Relacionarse con mujeres no era su fuerte, menos cuando se trataba de una que de alguna forma u otra le atraía.

Reino no pudo evitar soltar un suspiro lleno de alivio cuando ella dejó de tocarle, sin embargo los ánimos volvieron a tensarse cuando le escuchó hablar acerca de la llamada de su madre. El hombre se volvió a observarle con las cejas un tanto arqueadas, escuchando lo que ella tenía que decirle al respecto, comprendiendo todos esos sentimientos de aprehensión y deseos de ser aceptada. Hubo un silencio tras su pregunta, quería ponerse en el lugar de esos padres y explicarle del modo más ordenado posible lo que pensaba, de manera que Layla pudiera relajarse.

No conocía a su familia pero creía ser capaz de comprender los sentimientos de cualquier padre preocupado por su hija, y era este sentimiento de amor el que quería que captara su representada.

Tarde o temprano lo harán, te lo aseguro — le respondió con determinación, ya con todo el cuerpo girado hacia ella y el filo de su mirada centrado en sus orbes color caoba. — Los padres hacen lo que pueden por el bienestar de sus hijos. Aunque en ocasiones sus acciones no cuadran en lo absoluto con lo que sus niños quieren o necesitan, todo lo hacen por amor... — Sin quererlo, en su rostro se dibujó una clara expresión de tristeza, pues el recuerdo de Noire había aparecido irremediablemente en su mente. — Tu familia cree que la única forma de hallar la felicidad es estableciéndose, es por eso que son tan duros contigo, no quieren que te desvíes del camino que ellos crean correcto para sobrevivir en este mundo — continuó explicándole, un tanto obnubilado por esa convicción, conduciendo sus manos hacia los delgados hombros de la joven, aproximándola un poco hacia él solo para enfatizar: — Pero no importa lo estrictos que sean, tú sigues siendo su niña preciosa. No debe haber noche en la que no piensen en ti. — Agregó con toda seguridad, como si él mismo fuese su padre, esa sensación le apremiaba con una intensidad que no podía regular. Noire y su esposa de seguro se sintieron muy solas por culpa de sus obligaciones, de seguro se sintieron abandonadas por él, pero todo lo hizo por su bien... Por lo que él creía que era lo mejor. ¿Fui egoísta?Es por ello que debes demostrarles que también puedes brillar por medio de tu arte... — acabó por decir, deslizando suavemente sus manos por los brazos de Layla, perdiéndose en sus pensamientos.
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Mensaje por Invitado Lun Mayo 26, 2014 11:09 am

No tenía en claro que clase de sitio quería rentar. En Tokyo vivía en un piso lujoso aunque no demasiado amplio, pues era conciente de que no necesitaba mucho espacio y rara vez tenía visitas. Le gustaba estar cómoda, aunque no necesitaba mucho. Su mudanza a Glass City era un gran cambio, le había costado trabajo adaptarse a la gran ciudad, pues había transitado toda su infancia y adolescencia en un pueblo bastante pequeño. Con el tiempo le había tomado  el gusto, y había comprado un sitio en el centro. Adoraba su apartamento, y extrañaba un poco a la ciudad que tanto la había ayudado a brillar. De todos modos debía ser fuerte y adaptarse, no conseguiría un lugar similar, sencillamente porque aunque lo intentara siempre acabaría encontrándole defectos y opinando que su antiguo hogar era mejor, por tanto lo mejor sería intentarlo con un sitio completamente diferente. No tenía problemas económicos, podía darse el gusto de rentar un lugar algo mas grande y cómodo. -Quizás una casa con jardín...-mencionó mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios al imaginarlo, podría plantar muchísimas flores, e incluso tener una mascota. Sus padres nunca le habían permitido adoptar una, y cuando se volvió independiente se resistió a la idea sabiendo que dejaría muchas horas sólo al pobre animal. Puede que fuera un buen momento para cumplir uno de sus sueños pendientes. Deseaba que fuera un lugar luminoso, alejado del centro y de la zona comercial, de modo que pudiera obtener algo de paz y silencio. Incluso podía montar su propia sala de ensayo, y convertirlo luego en el lugar de reunión de la banda. El plan era alentador, y sólo debía poner manos a la obra y comenzar a buscar el sitio perfecto. Vivir con Reino un tiempo hubiera sido divertido, pero probablemente su mánager tuviera razón y hubiera traído problemas a la carrera de ambos. A Layla no le importaba mucho correr esa clase de riesgos, pero conocía lo suficiente al hombre como para saber que no opinaba como ella. Procuró no desanimarse, y centrarse en la expectativa de su nuevo hogar, uno al que podría invitar a sus futuras amistades y disfrutar tiempo al aire libre. -¿Vendrás a visitarme?-preguntó entusiasmada ante la idea, acostumbrada a que sus diálogos fueran vía Internet o telefónica era extraño saber que podría ver a Reino con mucha más frecuencia. Incluso podrían cenar juntos de tanto en tanto, no era muy buena en la cocina, pero se esmeraría por sorprenderlo.

-No es necesario-aseguró moviendo su cabeza hacia los lados, haciendo que sus rizos rebotaran producto del movimiento. -Puedo ocuparme yo misma, además será un buen modo de mantenerme entretenida. -necesitaba desesperadamente algo en que ocuparse. No podía ensayar, y aunque trabajaba en algunas canciones no lograba concentrarse hasta no tener la respuesta del sello. Buscar miembros para la banda se tornaba una tarea difícil, aunque había conocido a un posible candidato unas noches atrás en el karaoke no estaba segura de que el chico estuviera interesado, ni que fuera a encajar del todo con su estilo. Reira era una chica de naturaleza inquieta, necesitaba mantenerse activa y con la mente ocupada para ser feliz. Además sabía que Reino era una persona ocupada, y no quería robarle mas tiempo. Quería demostrarle que podía ser independiente y cuidarse por si misma, deseaba que dejara de verla como una niña.

Su expresión la avergonzó al descubrirse una vez más rechazada por él. No había tenido intenciones de incomodarlo, pero evidentemente eso había conseguido y se sentía horrible por ello. Pronto apartó su mano al notar que esto le disgustaba, y evitó mirarlo temiendo encontrarse con una mirada de desprecio. Clavó sus ojos en algún punto del paisaje sin decir nada por un rato, esperando que el ambiente se distendiera. A veces no comprendía que pasaba por la cabeza de su representante, tenía la sensación de que en oportunidades cuando la veía no era a ella en realidad a quien observaba, sino a Noire. Conocía la historia por revistas, pero nunca se había atrevido a tocar el tema con Reino. Sabía que no le gustaba conversar al respecto, y no quería presionarlo. Era paradójico saber que si bien al comienzo se sentía cómodo en el papel de su hija, siendo de este modo protegida y querida por él, ahora deseaba algo diferente. Había madurado y crecido, y deseaba ser considerada de una manera diferente por el hombre al cual siempre había admirado en secreto. No se debía sólo a su talento ni a su carrera, le parecía una persona increíble, llena de fortaleza y valentía, que había salido adelante pese a todos los conflictos. Lo mejor sería cambiar de tema, pues no deseaba desanimarse una vez más. Tenía la facilidad de enredarse con sus propios pensamientos y acabar deprimida por suposiciones que no podría nunca confirmar. Hablar respecto de su familia pensó que ayudaría a que Reino se distrajera, pero en cambio pareció tomarse el tema con mucha seriedad.

Giró ligeramente su rostro para observarlo, dejando su peso recargando sobre sus antebrazos que descansaban en el barandal del balcón. Lo escuchaba atenta, sin interrumpirlo. Sabía que hablaba desde experiencia como padre, aunque ella tenía la creencia de que no todos los padres deseaban lo mismo para sus hijos. Sabía que los suyos deseaban su bienestar y felicidad, aunque a la vez no le permitían a ella misma escoger el camino de su propia vida. -Nunca estuvieron de acuerdo con que me vaya a Tokyo, ni con que me dedicara a la música... -menciono regresando su mirada al horizonte, el sol ya se había ocultado del todo y la luz artificial de los edificios y negocios era lo único que iluminaba la ciudad. -No creo que sean capaces de aceptarme tal cual soy-agregó con cierta tristeza aunque convencida de que debería aceptar los hechos. Quizás nunca volviera a verlos, pues no estaba dispuesta a resignar su sueño por el capricho de sus progenitores. Se dejó llevar por el, sintiendo sus manos acariciar con suavidad sus brazos desnudos. Sonrió ante sus últimas palabras, preguntándose si realmente sus padres pensarían en ella de ese modo, probablemente la recordaran como una niña rebelde e inquieta que siempre desobedecía sus órdenes y se negaba a seguir las convenciones. Reino debía haber sido un maravilloso padre con Noire, aunque él pensara lo contrario, estaba segura de que debía ser un héroe para su hija. Pese a hablar con convicción Layla era capaz de notar esa pizca de tristeza en los ojos de su representante, odiaba cuando lo descubría triste, atrapado en sus propios fantasmas del pasado. -Desearía poder quitarte toda esa tristeza...-murmuró viéndolo fijamente, casi sin darse cuenta de que estaba hablando en voz alta. Pocas veces había visto a su manager realmente feliz, ojala pudiera hacer algo para devolverle la alegría que había perdido.

El nudo que se formó en su garganta era la señal que necesitaba para saber que debía detenerse, no quería llorar frente a él una vez más, se había prometido que se volvería mas fuerte. Rodeó su cintura con los brazos, apegándose a él, y escondiendo el rostro en su pecho buscando calmarse. Le llevó unos pocos instantes recobrar la compostura, pero de todos modos no lo soltó, y sólo giró su rostro hacia un lado descansando la mejilla contra su pecho. -¿Te quedas conmigo hoy?-preguntó en tono de súplica infantil, no deseaba pasar esa noche sola, y Reino era la mejor compañía que se le podía ocurrir. Cerró los ojos, aspirando su delicioso aroma a cigarro que siempre lograba tranquilizarla, y elevó un poco el rostro para poder mirarlo desde su posición. -Podemos pedir servicio a la habitación y cenar en la cama-afirmó sonriendo un poco entusiasmada con la idea de pasar una noche divertida, podrían buscar una película en la televisión y relajarse. No estaba segura de que fuera a responder su representante, pero a diferencia del asunto del apartamento, esta vez no iba a darse por vencida.
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Mensaje por Reino Mar Jul 22, 2014 6:06 pm

En el balcón de ese hotel tan lujoso, alejado del bullicio citadino, una serie de sentimientos contradictorios le embargaron. Sabía que su representada no estaba escogiendo el camino fácil, el propio Reino pensaba que la opción más sana siempre sería cualquiera que le alejara de la farándula y el estrellato. Había visto de primera mano la miseria, las crisis de autoestima, los trastornos mentales que germinaban en ese ambiente... En ese sentido podía entender perfectamente a los padres de Layla, Glass City era un nido de desgracias si los artistas no sabían moverse apropiadamente. Tal vez la razón por la que ellos no le aceptan tenga relación con eso... ¿Acaso querrían protegerle de ese destino? Layla también era muy importante para él, le había conocido después del momento más difícil de su vida y en parte le debía su rehabilitación. De ningún modo querría que terminara como la mayoría de las estrellas, lamentablemente todo lo que sube tiene que bajar.

Pero no podía sacarla de allí ni congeniar enteramente con su familia, no a estas alturas. Verla luchar por su independencia y por sus sueños era un agrado, además, no le cabía la menor duda de que era una mujer talentosa que podía alcanzar la cima si se lo planteaba en serio. Reino no pretendía hacerse millonario a costa de su presunto éxito ni mucho menos recuperar la reputación perdida después de todas sus vivencias, él quería ayudarle a surgir de forma auténtica... Del mismo modo que Layla le había ayudado a él.

Pero el miedo aún existía, no quería verle tocar fondo.

Se encontraba atrapado en estas ideas, ya desligado de ese contacto fútil que sostenía con ella, cuando su voz susurrante le hizo volver a la realidad. Podía detectar con suma facilidad su pena, lo sola que se sentía, pero no supo encontrar las palabras adecuadas para confortarla. O mejor dicho, las pensó, se permitió formular algunas frases pero ella no le permitió pronunciarlas... Las pupilas de Reino se dilataron ligeramente al oírle comentar acerca de su propia tristeza, mas restó en la posición habitual, observándole desde la altura con cierto impacto. Se dejó abrazar en silencio, preguntándose una y otra vez si Layla estaría enterada de su historia personal, aunque por la cantidad de rumores que podían circular a su costa temía que la información que ella tuviera fuera falsa. Pero ¿qué tal si no lo era? ¿Qué le suponía un desconcierto mayor?

Como pocas veces, Reino se sentía atrapado. No soportaba la idea de tener su alma desnuda ante la mujer que debía cuidar, por el bien de su carrera y de su integridad personal quería mantenerla alejada de todo su dolor y de sus precarias emociones. Pero también le abrumaba el saber que los reportajes de su situación habían llegado hasta sus oídos. Sabía que Layla no cambiaría su impresión de él tan fácil, pero ¿qué tal si algo de eso era cierto? Por su boca, Layla sabía el asunto de las drogas y lo de su mujer pero no se había atrevido a comentarle siquiera de la existencia de Noire... No por desconfianza sino por negación, ¿qué información manejaba ella del tema? ¿Pensaría que es un cretino por ocultarle el hecho de haber tenido una hija? En Japón esos rumores pasaban completamente desapercibidos, allá estaban centrados en hablar de los artistas nacionales, no así en Glass City, donde él no era nada más ni nada menos que el "dudoso" mejor amigo y mano derecha de Regan Vosuet.

Antes de poder continuar el tema, Layla le pidió encarecidamente que se quedara con ella esa noche. En una situación normal este tipo de comportamientos no le sorprenderían en lo más mínimo; fuera cual fuera su respuesta, ya sea rechazo o aceptación, él hubiese reído ampliamente junto a ella, gastándole una broma o dos. Pero esa noche las cosas eran diferentes, sin querer Layla había tocado una fibra sensible en su interior, un tema que le resultaba imposible tramitar de forma inmediata.

Reino se llevó de lleno la diestra a la sien, incapaz de mantener su bienestar por más tiempo... ¿Qué le estaba pasando? Aquellos modos tan directos de demandar afecto le torturaban.

Intentó aclarar sus pensamientos tras una prolongada pausa, buscando tranquilizarse. Fue entonces que dirigió la misma mano en su sien hasta el mentón de Layla, sosteniéndolo con firmeza. Hecho esto, depositó un ínfimo beso en el espacio exacto entre su mejilla y la comisura de sus labios.

Eres cruel... — Masculló al unísono de su movimiento, arrastrando las palabras contra su garganta, haciéndola vibrar. El representante se apartó para observarle un instante, dedicándole una mirada ligeramente afilada. — Tu idea suena un poco arriesgada, ¿no te parece? — Preguntó con ademán divertido, dejó colar un silencio entre ambos antes de dejar escapar un suspiro, cerrar los ojos y apartarse de ella. Quería recordarle que habían estado juntos, que a pesar de la amistad que sostenían no quería jugar con fuego ni desafiar su propia caballerosidad. — Mi deber como tu representante es protegerte... Incluso si debo hacerlo de mí mismo — agregó, observándole a cierta distancia con picardía. Pero en el fondo estaba hablando muy en serio.

Volvió su cuerpo hacia el balcón con el mismo aparente relajo de siempre, dio una larga calada a su cigarrillo y lo aplastó contra el barandal... Extinguiendo la llama.
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Mensaje por Invitado Mar Jul 22, 2014 7:40 pm

Aquella cercanía física con su representante se había convertido en una reciente necesidad. Una especie de adicción. No había descubierto cuanto lo extrañaba mientras estaba en Japón, acostumbrada a verlo ocasionalmente y mantener la relación a distancia gracias a la tecnología, había llegado a acostumbrarse a la falta de contacto. No podía negar que una de las verdaderas razones por las que se había mudado a Glass City era él, su deseo de poder estar cerca había crecido con lentitud con el paso del tiempo. Por más que Reino solía mostrarse alegre y de buen animo, lo conocía lo suficiente como para descubrir algo más en el tono pícaro de su voz pese a estar a muchos kilómetros de distancia. Su mudanza no había sido por motivos por completo egoístas, pensaba que quizás, su presencia podría animarlo un poco, sanar viejas heridas. No conocía algunos detalles de la vida de aquel hombre, mucho era lo que se decía en las revistas y la televisión, pero la verdad es que la vocalista no creía en nada de todo lo que aquellos periodistas amarillistas eran capaces de inventar. Confiaba ciegamente en la palabra de su manager, y aunque estaba convencida de que guardaba celosamente algunos secretos no tenía intenciones de indagar al respecto. No se sentía traicionada o enfadada por ello, segura de que podrían conversar al respecto a su debido tiempo. El contacto físico con él se había vuelto algo de primera necesidad, sentir su delicioso aroma a tabaco, el calor tibio de su  cuerpo contra el propio y la textura peculiar de su piel la llenaba de dicha. Se negaba a pensar demasiado y complicar su mente con esos extraños sentimientos, dejándose llevar sin preocupaciones.

Lo quería, como a nadie más, y eso en definitiva no podía ser algo malo. ¿O si? Hubiera dado todo cuanto había conseguido por hacerlo verdaderamente feliz, por arrancarle aquel halo de tristeza que parecía estar oculto de forma implícita bajo una máscara de despreocupación. Con frecuencia sospechaba que estaba lejos de sus posibilidades borrar las huellas de su desdicha, que por más que se esforzara, las heridas eran tan profundas que no lograría que desaparecieran. Pero Layla era naturalmente terca, y no se daría por vencida por más que su cabeza se diera contra la pared un millón de veces. Cada vez que lograba obtener una sonrisa de los labios de Reino su corazón se sentía satisfecho, era una minucia, un detalle, pero al menos temporalmente lograba despertar un rayo de esperanza. Cuando se conocieron, hacia ya tantos años, ella era alguien realmente diferente. Una adolescente obstinada, deseosa de ser la reina y soberana del escenario. Triunfar. Llegar a la cima. Hoy día, aunque su ambición no había disminuido, pero el enfrentamiento con la dura realidad la había vuelto más ruda. Había adquirido ese hábito de sostener una imperturbable fachada frente a todos, guardándose para sí misma sus sentimientos,  y así poder convertirse en una profesional. Sólo con él conseguía dejar a un lado el maquillaje, y mostrarse sin miedo, sólo a su lado podía ser sincera sin temor a ser juzgada. ¿Cuando es que había pasado a ocupar un lugar tan vital en su existencia?

Para muchos su relación podía parecer ambigua, vista desde fuera probablemente no sería un error fantasear con un romance oculto. Y a decir verdad, no estaba segura de que sentía realmente en ese aspecto, siquiera necesitaba pensarlo mucho, pues estaba absolutamente segura de que correr el riesgo de perder a Reino no valía la pena. Y lo más probable es que fuera rechazada, como cada vez que se acercaba demasiado, logrando incomodarlo. Necesitaba que dejara de verla del modo que siempre lo hacía, como un ave débil que requería suma protección y cuidado. Durante mucho tiempo había amado ser protegida por él, vista como un pequeño tesoro frágil. Pero ya no más. Necesitaba hacerle saber que era fuerte y podía valerse por si misma, necesitaba que la viera como la mujer en que se había convertido. Nunca habían habado en voz alta de lo ocurrido entre ellos hacia ya tantos años, esa relación fugaz que siquiera podía calificarse de romance, que los había mantenido unidos por un corto periodo de tiempo. Preferían no entrar en tema, y aquel era un acuerdo tácito que ninguno de los dos se atrevía a romper, sin embargo con frecuencia la vocalista se preguntaba que habría significado aquello para Reino. ¿Se habría arrepentido? Todo había iniciado y terminado sin palabras ni explicaciones, ella no se las había pedido, y el tampoco las había ofrecido. Un buen día simplemente la distancia consiguió apartarlos. Últimamente pensaba con frecuencia en esa lejana época, ¿que habría pasado si se hubiera atrevido a hablar? Era ridículo sembrar hipótesis en un terreno tan infértil como lo era un pasado ya concluido, pese a todo le seguía dando vuelas en la cabeza que las cosas podrían haber acabado diferente. Aquel sentimiento que crecía cada día era imposible de ser definido, no era capaz de nominarlo con ninguna palabra que conociera. Simplemente era para él. Para Reino. Nada ni nadie podría ocupar ese lugar. Nunca.

Mantuvo los ojos cerrados sintiendo su suave calor rodear su cuerpo, no era una noche fría, sin embargo era sumamente agradable esconderse entre sus brazos. De ese modo consiguió calmar su arrebato, tranquilizándose enseguida. Ese era otro de sus poderes sanadores sobre ella, aquietar su mente y su cuerpo, llevándola a un estado de maravilloso relax. Aquella unión podría haber sido eterna, pero llegado el momento el hombre interrumpió la cercanía para mirarla.  Sus ojos se fijaron en los contrarios, viéndolo en la forma que siempre lo hacía, con aquella mezcla de cariño y respeto impresa en sus pupilas. Lo que Reino hizo a continuación la paralizó y sorprendió, un gesto de cariño inusual e inesperado. Un beso fugaz, suave. Sintió como se ruborizaba en consecuencia, algo en ella vibraba junto con la voz ronca de él, haciendo que sus palmas hormiguearan y sus rodillas se aflojaran. ¿Que le estaba pasando? Por un breve instante se había quedado sin habla, con la mente en blanco. Fue el tono bromista de Reino el que la hizo reaccionar y responder a su vez. Una movida arriesgada, sin duda, pero el límite entre ellos siempre se había basado en un delicado equilibrio. ¿Cruel? No se consideraba para nada cruel, al contrario, sus deseos de hacerlo feliz eran totalmente altruistas.

Se giró, de modo de descansar la espalda contra el barandal y mirarlo de reojo.-Tú nunca me harías daño, eso lo sé-respondió con sincera certeza recorriendo con sus ojos cada detalle de su rostro endurecido por los años. Se llevó ambas manos a su propio cabello, hundiendo los dedos en él en un intento de ordenarlo, una misión casi imposible, sus rizos salvajes no permitían ninguna pauta. -¿Vas a rechazarme de nuevo?-aquel era probablemente un golpe bajo, pero utilizaría todas sus armas en el intento de que aceptara su pedido. No deseaba pasar otra noche sola en una ciudad extraña, su compañía familiar la ayudaría a sobrellevar mejor los cambios, dormir tranquila y sentirse en casa. Porque así era, su antiguo hogar se había convertido en un sitio lejano y desconocido. Japón le gustaba, pero a pesar de todo no lo encontraba del todo atractivo. Reino... él era el hogar al que siempre necesitaba regresar en busca de paz. -¿Que te gustaría comer?-sin esperar respuesta ingresó a la habitación sentándose sobre la cama para tomar el teléfono y llamar a la recepción. Allí le informaron que esa noche el menú consistía en ravioles de ricota y nuez, algo que milagrosamente era de su agrado. Pidió dos porciones junto con un vino tinto, dejando el tubo en su sitio al terminar la breve conversación. No le daría la oportunidad de negarse, ya estaba hecho, al menos debería quedarse a cenar con ella.
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Mensaje por Reino Dom Jul 27, 2014 7:52 pm

La afirmación de Layla consiguió paralizarle, empero sus facciones permanecieron sin mutar. Le observó un instante más bien breve, analizando su expresión llena de vida. Ya no era la niña que conoció hace unos años. Su forma de moverse, de hablar... Todo en ella refería a una persona mucho más madura. Pero eso no era suficiente para él, a sus ojos Layla seguía siendo la niña perdida en busca de brazos acogedores que le recibieran... ¿O quizás era él quien estaba empeñado en verle de esa manera? Era una posibilidad, no podía descartar la idea de que verle como una mujer le incomodaba por varios factores que incidían directamente con su relación. Le agradaba ser en parte paternal con ella, conseguía situarlo en una posición diferente a la usual... Una posición que echaba en menos.

De forma involuntaria y repentina recordó a Zinnia, al daño que le había hecho sin quererlo siquiera. Ella no había buscado provocarle pero él, hastiado de su atractivo y temeroso de tener sentimientos por ella, decidió poner fin a su recién nacida amistad. Así era él, siempre distanciando a las mujeres de sí por temor a hacerles daño, a acabar destruido como había ocurrido con su esposa e hija. No quería que con Layla pasara lo mismo, aunque la relación de ambos ya era bastante ambigua lucharía por trazar la diferencia entre un antiguo romance y una bella amistad. Era su representada, no quería mezclar las cosas... Pero contradictoriamente le había besado.

¿Qué pensaba cuando lo había hecho? Oh, nada importante, sólo quería una reacción similar a la de Zinnia... Una bofetada o dos, un maltrato que sirviera de vía de escape, una excusa para marcar distancia. Pero Layla no era así, para su espanto, ella podía detectar sus bromas con facilidad. Esta certeza volvió para abrumarle. Aún si de forma externa Reino se limitaba a observarla ella y al paisaje que el balcón les ofrecía, de forma intercalada, internamente estaba apenado por su reciente acción.

Claro que no quería hacerle daño, eso nunca había estado en discusión, pero ¿qué tal si las circunstancias le obligaban a hacerlo? Así como había dañado a su mujer, a Noire y a Zinnia... ¿Qué tal si acababa hiriéndola sin querer? Siempre había creído que las personas acababan lastimándose de manera natural y más aún cuando nacían sentimientos decidores como el amor, el odio, los celos, entre otros. Reino estaba obligado a ser sumamente estricto con sus representados y, pese a todo el cariño que sentía con Layla, ella no era la excepción. No quería ni imaginar qué tipo de discusiones levantarían ambos por el consecuente trabajo en equipo. Debía ser firme, tampoco podía ser visto de un modo demasiado amoroso o blando, ella tenía que centrarse en su trabajo y en nada más.

Pero no sacas nada con darle mensajes con doble significado, ¿no?

Dejó escapar un profundo suspiro, exasperado.

Ah~ Podrías al menos tomarte en serio mis amenazas... — Murmuró con aparente fastidio, aunque le divertía saber que Layla le conocía lo suficiente como para saber que ese tipo de acercamientos suyos eran meros jugueteos. Pero entonces una idea le abrumó. Reino volvió de lleno el cuerpo hacia ella y le dijo, con firmeza y seriedad: — Si alguna vez un tipo te repite algo como esto debes correr, ¿me has entendido? — No quería por ningún motivo que su vocalista estrella tuviera conflictos con un aprovechado, tampoco le extrañaba que Layla se sintiera lo suficientemente independiente como para enfrentar a cualquier persona así. — Bueno... Siempre podré darle una paliza... Si llego a dar con él... — masculló con cierto aire agresivo, cual yakuza que no presenta conflictos en acabar con su presa.

Dicho lo anterior, dejó escapar una breve carcajada que le permitió recuperar su actitud habitual. No quería quedarse pues temía que esa clase de deslices permitieran a los paparazzis o a los propios recepcionistas del hotel hacerse ideas erróneas, pero sabía que por más que rechazara Layla era capaz de bloquearle el umbral de la puerta con un mueble o con su propio cuerpo, impidiendo su escape. Tal y como lo esperaba, ella hizo un pedido a la habitación sin siquiera escuchar sus opiniones.

Qué rápida... — fue lo único que comentó, observándole desde el umbral del ventanal con los ojos ligeramente entrecerrados y la media sonrisa dibujada en sus labios. Dio unos pasos para adentrarse a la habitación del hotel y, recordando el asunto de la mudanza, decidió preguntar: — Hace un momento me nació esta pequeña duda... Sabes cocinar, ¿no? — Minutos atrás se había imaginado a sí mismo junto a Layla, preparando platillos en su apartamento, pero la sola idea de tenerle en una cocina y con un delantal resultaba del todo incompatible con su manera de ser. — ¿Qué harás viviendo sola en una casa sin nadie que te prepare la cena? No puedo permitir que sobrevivas a base de comida preparada, no es sano para tu cuerpo. — Le recordó, muy seguro de que el arte culinario no era su especialidad.
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Mensaje por Invitado Dom Jul 27, 2014 9:54 pm

Sólo con Reino podía ser ella misma, despreocuparse de mantener falsas apariencias y simplemente mostrarse tal cual era. Sabía que la aceptaba y la quería de ese modo, aunque dudaba que sintiera algo más allá de una especie de cariño paternal hacia ella siempre se obligó a  convencerse de que eso era mas que suficiente.  Lo respetaba y lo admiraba, y por eso obedecía cada una de sus indicaciones en lo ligado a su carrera. Incluso más de una vez le había pedido consejo respecto a su vida privada, le costaba encarar relaciones estables, y en general se aislaba prefiriendo estar sola. Sus experiencias no eran muy buenas, y delataban su pésimo gusto a la hora de escoger a los hombres. Siempre terminaba liándose con sujetos problemáticos, que acababan trayéndole más problemas que soluciones. Nunca había sentido nada especialmente intenso por ninguna de esas personas, sin embargo no toleraba aquella sensación de soledad que creía con el paso de los meses, y siempre acababa cayendo con algún idiota.

Se puso de pie de un salto al terminar la llamada y cerró suavemente la puerta balcón, sólo llevaba aquel vestido liviano y comenzaba a sentir algo de frío. Descansó la cadera contra la cómoda, dándole la espalda al amplio espejo que decoraba la pared opuesta a la cama del dormitorio. No pudo evitar reír ante su comentario sobreprotector, adoraba cuando se comportaba de esa manera, le entraban ganas de saltar a sus brazos y darle un beso, lo cual hubiera sido una completa locura. En cambio respondió con fingida ingenuidad. -¿Correr? ¿No estarás exagerando?-no le extrañaba que se preocupara por ella, y tenía motivos de sobra para hacerlo, su pasado la condenaba con una fila de pésimas relaciones amorosas. Sintió un repentino escalofrío al escuchar lo de la paliza, pues un recuerdo vino a su memoria, algo como eso había ocurrido una vez, hacia ya muchos años, cuando uno de sus novios había amenazado con golpearla. Diablos. Realmente había tenido suerte de que Reino estuviera en la ciudad en aquel momento. Deslizó sus dedos por el brazo de manera suave sin dejar de observarlo con aquella media sonrisa pícara. -Puedes estar tranquilo, sólo me dejo llevar contigo-agregó sinceramente sin dudar en hacerle ver el lugar especial que ocupaba en su vida. Aquella faceta agresiva de su representante nunca la había asustado, siquiera cuando se había enterado sobre su oscuro pasado. Por el contrario se sentía segura cuando estaba cerca suyo, convencida de que nunca permitiría que nada malo le ocurriera.

Se acercó nuevamente a la cama sentándose sobre ella, quedando frente a frente con su manager. Giró apenas el rostro, mientras sus ojos recorrían la línea de su quijada hasta sus labios, deteniéndose un instante en aquella cicatriz que él tanto detestaba. Cuando volvió a hablar su mirada se dirigió a sus ojos, encontrándose con los ajenos que parecían haber recuperado su chispa habitual. -¿Cocinar...?-su pregunta la delató enseguida, y se sintió algo avergonzada por su ignorancia, de todos modos aquello no la detuvo para encogerse de hombros y bromear al respecto. -La verdad soy pésima en eso, pero hasta ahora sobreviví bien a base de comida preparada.-llevaba ya años viviendo sola, y en Japón se las arreglaba de ese modo. No es que fuera lo mejor ni lo mas delicioso, pero era realmente pésima cocinando y aunque lo había intentando algunas veces pronto se había dado por vencida. Rodó los ojos fingiendo fastidio ante su reproche adelantado y una vez más aquella sonrisa se hizo presente en su rostro. -Quizás necesite conseguir un novio que cocine para mí-comentó con intenciones de indagar sobre su reacción, era probable que la idea no le gustara, pero por las razones equivocadas. Comenzaría con la cantinela de que era arriesgado para su carrera, que no podía meter a un desconocido en la casa, y demás cuestiones que poco interesaban a la vocalista. Deseando adelantarse a todo el sermón acotó algo más. -O podrías hacerlo tú -iba a decir algo más pero el sonido de la puerta la interrumpió. Se levantó para ir a atender al servicio que llevaba la cena para ambos, entregándole una generosa propina antes de que se retirara.

-Mmmmm huele bien-murmuró acercando la mesa rodante con la cena hasta la cama, para después acomodarse contra el respaldar de la misma y tomar uno de los platos. Se llevó una porción a la boca, comprobando que la pasta estaba perfecta. Layla siempre había sido de poco comer, y aunque aquel platillo sabía muy bien, le bastaron unos pocos bocados para sentirse satisfecha. Bebió la copa completa de vino tinto y de un salto bajo de la cama. -¿Quieres que te enseñe mi nuevo trabajo?-preguntó entusiasta acercándose al interruptor colocado en la pared para desactivar la luz del techo y en cambio, encender el pequeño velador junto a la cama. Sin esperar respuesta sacó su guitarra acústica y la acomodó entre sus brazos, lista para iniciar. Respiró hondo sólo una vez, mientras sus dedos se deslizaban despacio por las cuerdas, y pronto comenzó a cantar. Había compuesto aquel tema durante su breve estadía en Glass City, como un modo de descomprimir su cabeza y liberar sus emociones por algún sitio. El resultado final, en su opinión, había sido bueno. Y aunque necesitaba algunos retoques se sentía conforme con el resultado. Cerró los ojos para no distraerse con la mirada de Reino, siempre conseguía ponerla nerviosa cuando la observaba de aquella forma fija. Se preguntaba que estaría pensando. ¿Acaso captaría el mensaje que la canción transmitía?


Canción:
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Mensaje por Reino Lun Jul 28, 2014 8:52 pm

Era aliviador, en parte, oírle hablar de ese modo. Reino no iba por la vida pretendiendo ser más importante o influyente que los demás, estaba ya bastante mayor para eso, pero quería de todo corazón que Layla no demostrara ser una chiquilla inocente ante otras personas. En el mundo del espectáculo esa clase de comportamientos eran riesgosos, aunque también estaba seguro de que ella ya era lo suficientemente madura como para saberse desenvolver sin su ayuda. Puede que estando en Japón haya solicitado sus consejos pero aún así había podido hacerlo todo por su cuenta.

Era toda una mujer, aunque él no quisiera verlo. Le estaba consintiendo, sí, pero eso se debía a que en el fondo Reino era un tipo tan o más solitario que ella. Cuidar de otra persona le hacía sentir menos miserable, le resultaba imposible contenerse. Debido al mismo motivo no podía aceptar con tanta facilidad que Layla tuviera al novio que se le placiera, pero esto era algo que no iba a expresar abiertamente.

¿Esas son tus ideas de vida independiente? — Le preguntó con una ceja en alza y aparente indignación ante su propuesta del novio cocinero.

No quiso decirlo en voz alta pero claro que iban a tener problemas si ella volvía a salir con un cretino como los anteriores, era una especialista en enamorarse de los peores especímenes. Y debido a lo mismo, tal vez, Reino no había tenido la oportunidad de sentirse celoso al respecto. Se dejaba dominar con suma facilidad por su instinto sobreprotector, dejando solapado cualquier sentimiento secundario que surgiera en base a las relaciones de Layla. Él no iba a aceptar a cualquier imbécil con ella, podía ser más cabrón que su propio padre o que su hermano si se lo proponía, no solamente para proteger su carrera sino que también por cariño a ella. No lo dijo, pero tronó los nudillos en silencio ante la sola idea de tener que pasar de nuevo por eso.

Se detuvo al oírle mencionar que él podría ser quien cocinara por ella. Reino se limitó a reír por lo bajo, con una media sonrisa trazándole el fatigado semblante.

¿Por qué no me sorprende? — Masculló divertido, momentos antes de ser interrumpido por el sonido de la puerta llamando. Era el pedido de Layla, la cena. Ella acomodó la mesilla sobre la cama para comer mientras Reino agradecía al encargado, obviando la dudosa mirada que éste le dirigía. Siempre era lo mismo, o le miraban por pinta o por haberlo visto en uno que otro reportaje amarillista. El tipo se retiró y Reino dejó escapar un prudente suspiro. — ¿Qué tal si mejor te enseño a cocinar? Además de útil, será divertido — le propuso a Layla mientras se quitaba la chaqueta, acomodándola en el respaldo de uno de los elegantes sillones que llenaban la estancia.

Vestimenta:

Se situó a orillas del camastro, incentivado por la invitación de su representada. Tomó los servicios restantes y comenzó a comer de su respectivo plato de un modo bastante veloz, lo que denotaba que estaba muerto de hambre. Reino no tenía conflictos con la comida por lo que se sintió rápidamente a gusto con el platillo, agradeciendo que no incluyera pollo, el único alimento que despertaba sus mañas.

Antes de poderle agradecer el gesto, Layla anunció que quería mostrarle su nuevo trabajo. Una canción, una guitarra, su voz... Era todo lo que necesitaba para tenerle allí, clavado junto a ella, como su guardián y protector. La letra caló hondo en él, transmitiendo sentimientos que hubiese preferido olvidar, como sus inminentes deseos de desaparecer del mundo y de la realidad. No quería imaginar que ese era un mensaje para él, eso era darse demasiada importancia... Pero vaya que le dificultaba alejarse de la idea y cortar la conexión que pendía entre ambos gracias a esas indirectas, a ese peligroso equilibrio que les mantenía juntos.

Como siempre, tu voz es formidable... — dijo admirado, dedicándole una mirada llena de cariño y una sonrisa quebrada por su vieja herida. — ¿Cómo le llamarás? — Fue lo único que preguntó, no se atrevía a indagar más acerca del origen de esa composición.
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Mensaje por Invitado Lun Jul 28, 2014 10:14 pm

Soltó otra carcajada ante su comentario, siempre se jactaba de ser independiente, aunque en general se sentía atrapada por sus responsabilidades. Amaba su trabajo, y estaba convencida de que sólo era buena cantando, sin embargo su pasión llegaba a convertirse en una prisión cuando le impedía salir con libertad, comer lo que quisiera o incluso escoger sus amistades. Reino no era especialmente controlador o estricto con ella en general, sólo se preocupaba por su seguida, era mas bien ella misma quien se limitaba en muchos aspectos poniendo por delante su carrera. Sometiéndose a dietas estrictas, ejercicio, y prácticas de vocalización a diario. Perder su voz sería su fin. Literalmente. Había pasado periodos por los que no había podido cantar, sus fluctuantes estados de ánimo afectaban su garganta privándola de la voz. Había sido revisaba por eminencias médicas, y todos concordaban en que nada estaba mal con su cuerpo, era su cabeza la que la bloqueaba y le impedía hacer lo que más amaba. Por paradójico que sonara, parecía que era un último intento por protegerla de lo que le hacía daño. ¿Por que entonces seguía cantando? Disfrutaba estar sobre el escenario, pero aquello nada tenía que ver con el público, la fama, o el dinero. Aquellas cosas inicialmente le habían resultado atractivas, pero pronto perdieron su brillo, volviéndose aburridas. Vivir cómodamente, darse grandes lujos y ser reconocida no era lo que la motivaba a continuar con  su carrera. En el fondo se debía a que no se concebía haciendo una cosa diferente, como un canario encerrado en una jaula que sólo sirve para cantar, y le esta prohibido extender sus alas y lanzarse al vuelo. Soñar con ir demasiado lejos era peligroso, y debía conformarse con la comodidad que había conseguido. Desperdiciar tantos años de esfuerzo, de estudio y de dinero invertido habría sido una completa estupidez. ¿Pero era feliz?

-Soy independiente, gano mi propio dinero, tengo una casa y tomo decisiones sin consultar a nadie...Bueno, casi-sonrió divertida recordando que cuando se trataba de algo importante recurría a él para que le diera el visto bueno, una manía que no podía quitarse por mas que hubieran pasado los años. -Igualmente es bonito tener a alguien que cuide un poco de ti, ¿no?-era perfectamente conciente de que era exactamente eso lo que buscaba en los hombres. Más allá de su atractivo, o su inteligencia, lo que más le interesaba es que fueran capaces de cuidarla. Pese a su actitud bromista y en general firme, Layla era débil, necesitaba alguien a su lado en quien poder apoyarse. Sobre quien descargar el peso de sus hombros y sencillamente ser esa misma. Hasta ahora esa persona siempre había sido su manager, pero a veces pensaba que estaba cargándolo con demasiado. Después de todo aunque eran amigos, con frecuencia terminaba ayudándola en asuntos que en realidad no le correspondían, no quería meterlo en un problema, o robarle demasiado tiempo. -Tú no estarás siempre al lado mío para levantarme cada vez-agregó sin poder evitar que su sonrisa despareciera, dejando un halo de amargura en su rostro. Aquella dolorosa verdad la atormentaba, y aunque evitaba pensar en ello sabía que Reino haría su vida, y tarde o temprano dejaría de estar siempre disponible para sus caprichos. -Algún día encontrarás a alguien a quien ames, formaras una familia y...-se quedó callada, sin deseos de continuar hablando. Se quedó callada, aguantando las lagrimas justo en el borde de sus ojos, apartándolas disimuladamente con los dedos cuando creyó que su representante no se daba cuenta.

El cambio de tema le vino bien para disimular aquella tristeza, y regresar la conversación a un clima más distendido. -Sería divertido que lo intentes, pero déjame decirte que corres el riesgo de que acabe incendiando la cocina.-una pequeña sonrisa volvió a iluminar su rostro, aunque no se sentía del todo bien, la idea de imaginarlos juntos, preparando el almuerzo o la cena, era realmente divertida. Cantar seguramente lograría aliviar aquel revuelo emocional, por lo que se escudó una vez más en lo que mejor sabía hacer. Convencida de que de ese modo captaría por completo su atención, y no se equivocaba. Al terminar se acercó de nuevo a la cama, haciendo a un lado la mesa con ruedas de la cena, para poder sentarse frente a él, cerca. -¿Te ha gustado?-preguntó en un susurro, viéndolo fijamente, sin molestarse en volver a encender la luz central, con la pequeña era suficiente para distinguir las pequeñas arrugas que se formaban alrededor de las comisuras de Reino cuando sonreía. Se acomodó mejor, descansando las manos sobre su falda, sin dejar de observarlo, aunque le pareció que él esquivaba su mirada. ¿Por que? Genial, había logrado incomodarlo. -Lo siento-soltó de repente, sintiendo que había estado mal al componer una canción como aquella, que lograba hacerlo sentir triste. -La música debe alegrar a las personas... tu me enseñaste eso-agregó desviando la mirada, mordiéndose ligeramente el labio inferior, arrepentida por lo que acababa de hacer.
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Mensaje por Reino Lun Ago 04, 2014 6:19 pm

Jajajajaja no vayas tan rápido, que aún no has comprado la casa — le recordó de inmediato, convencido de que Layla sería un auténtico dolor de cabeza para los corredores de propiedades. Reino sonrió para sí, divertido ante la imagen de ella buscando el sitio ideal donde vivir en esa ciudad tan llena de glamour como de miseria. A menos que al hacer el trámite actuara con la madurez que mostraba en los canales de televisión japonesa o con sus productores, donde todos sus berrinches eran solapados por la actitud 'profesional' que adquiría. Esa era otra Layla, una mujer inaccesible y desconocida para él. No estaba mal, al contrario, creía muy prudente de su parte el haber diseñado una especie de coraza ante la posibilidad de ser atacada por los medios. Pero no dejaba de ser desconcertante verle actuar así.

Él era diferente, incluso en la actualidad Reino tenía dificultades para fingir ante cámaras o con los reporteros. Los detestaba, a ellos y a su insistente deseo de arruinar la vida de los artistas, quienes para él eran personas sumamente perdidas que traían consigo un millón de carencias. Admiraba mucho a Revo por tener que lidiar a diario con la prensa, siempre salía airoso, no se le escapaba nada. En el fondo esperaba que Layla acabara aprendiendo de él y de sus técnicas para eludir a los chismosos.

Dejó escapar una animada carcajada al oír lo del incendio. Sí, sin lugar a dudas algo así podría ocurrir si no se cuidaba lo suficiente con ella en la cocina, pero la idea era precisamente ir aprendiendo juntos. Él había aprendido a cocinar por mera necesidad, porque desde pequeño se crió solo con su madre y muchas veces ella no tenía el tiempo ni las energías para tostarle algo de pan. Desde entonces, sin tener demasiado talento en ello, Reino se esmeró en ser un chico empeñoso, que pudiera valerse por sí mismo en todos los aspectos.

El comentario de Layla referido a la familia le incomodó durante un breve instante, pero supo mantener la compostura y el silencio. Siguió comiendo, sin observarle, razón por la que no notó que los ojos de la cantante comenzaban a empañarse. Reino no tenía planeado dejarle y quería que ella lo supiera, pero no sabía cómo decírselo sin ahondar en el asunto de la familia, de su pasado y de su hija... Un tema que fijo quería evadir.

No era primera vez que escuchaba a alguien decirle algo semejante pero prefirió guardarse la respuesta: Yo ya tengo una familia, no necesito otra.

Le dejó hablar, guardándose sus apreciaciones para sí.

No, no me has entendido bien... — Acotó tras oír sus disculpas y la supuesta enseñanza que él le había transmitido. Reino dejó de lado los cubiertos y le observó fijamente, con una dureza que no le pertenecía. Ni a él ni a Layla. — Una obra de arte lo es en tanto pueda reparar un trozo de tu alma. No tiene por qué ser perfecta ni mucho menos tiene que darte felicidad. Muchas veces la tristeza, el tiempo y la distancia son buenas compañeras para sanar viejas heridas. — El brillo en sus ojos era intenso, remitía a la experiencia y no necesariamente a un regaño. — Si una canción logra tocarlas, aunque acabes desbordándote en lágrimas, te permitirá pensar otra vez en ese dolor... Revivir la angustia por medio del arte te obliga a descubrir que no estás solo, que muchas personas en el mundo han sufrido lo mismo que tú. Y que tú, al igual que muchos otros, debes tener la fuerza para seguir adelante. — Eso había aprendido, a costa de duros golpes y numerosas caídas. — Compartir emociones tales como la tristeza o la felicidad sirve para comprender que nacimos para vivir, para nada más.

La música me ha salvado. Tú también me has salvado, aún cuando no lo sepas. Dijo a Layla en pensamientos, poco antes de alivianar sus expresiones y dedicarle la calidez de una sonrisa paternal.

Está delicioso — respondió a su pregunta de forma tardía, refiriéndose a la comida. Luego de ello levantó la mirada hacia ella con su ánimo habitual, con la alegría y el optimismo surcándole el rostro. — Y no te confundas, tu canción ha calado fuerte en mí, tal como esperaba de ti... — Era una verdadera obra de arte, interpretada por una voz sin comparación, y él estaba orgulloso de ser quien representara a esa mujer tan talentosa. — No me has dicho, ¿cómo le llamarás? — Reiteró su pregunta poco antes de volver a llevarse un bocadillo a la boca.
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