Perfume de rosa (libre)

Era fin de semana y no tenía muchos deberes en los que ocuparme por lo que decidí dar un paseo por el parque botánico. Aquel parque era nuevo para mi, no estaba construido cuando estaba viviendo en la ciudad pero gracias a una que otra propaganda pude saber de su existencia y el lugar. Esta vez para salir a un lugar desconocido tomé ciertas precauciones llamando a la limusina de la familia para que pasara por mi a la escuela y llevarme, el trayecto no duro más de una  hora.

Al llegar le dije al chofer que iba a tardar de dos a tres horas para que fuera a recogerme,estando en la entrada principal pude tener una vista general de lo que podría ver, y era hermoso, el lugar estaba muy colorido debido a la variedad de flores, solo esbozé una pequeña sonrisa pero en mis ojos se pudo ver un brillo, el cual mostraba mi gran emoción de ver tantas flores reunidas en un mismo lugar, podía quedarme en la entrada pero estaba estorbando en paso a las personas dandome cuenta cuando dos chocaron entra mi hombro, me sonrojé debido a que no podía reclamarles pues yo era la persona que estorbaba, di un suspiro y mejor decidí caminar para empezar mi recorrido.

Caminé unos cuantos metros hasta que vi la zona de los rosales, iría primero a mis flores favoritas. Mientras más me acercaba a las rosas su aroma empezaba a intensificarse, estando a menos de un metro de distancia di un gran respiro para capturar toda la escencia, después vi las flores con mucho amor, no pude evitar estirar un brazo para acariciar el pétalo de una rosa roja siendo casi un roze.

No era la primera vez que visitaba un parque botánico, aunque nunca antes había estado en el de aquella ciudad. Disfrutaba mucho de la natural belleza de las plantas, especialmente aquellas que florecían en primavera, permitiendo a cualquiera gozar de un paisaje sumamente bello. En otoño la mayoría se encontraba en un estado de reposo, preparándose para enfrentar el invierno, ahorrando su energía para luego mostrarse hermosas con la llegada de una nueva primavera. El otoño también presentaba su encanto propio, las hojas cambiaban de color, dejando un maravilloso colchón colorido bajo sus pies. El paisaje lo llenaba de una innegable nostalgia, pero a la vez le permitía relajarse y aquietar su mente. Hacía poco tiempo que la relación mas importante de su vida había llegado a su fin, había sido abandonado por la mujer a la que amaba, y sin embargo no se sentía un completo desdichado. Entendía perfectamente que hubiera escogido su carrera, no era alguien que se conformara con quedarse en casa criando sus hijos, tenía proyectos por delante que no planeaba dejar de lado por convertirse en madre. Aquel había sido uno de los temas que había desencadenado a la ruptura, aunque era joven, George proyectaba una vida con ella, sin embargo la modelo no compartía su ilusión.

La brisa estaba fresca, pero no lo suficiente como para que cerrara la chaqueta, sin embargo ajustó la bufanda que llevaba cubriéndole el cuello. Era extraño que el sitio estuviera tan desierto y silencioso, dándole la impresión de que era el único en aquel inmenso y majestuoso lugar. Por pura casualidad llegó a un invernadero, donde cultivaban toda clase de exóticas flores. El lugar estaba atestado de ellas, de diversos colores y formas, dándole un aspecto de sueño. Entre el colorido paisaje una figura femenina destacaba, de no ser por su elegante vestuario hubiera pensando que trabajaba allí. Estaba rodeada de preciosos rosales rojos, resaltando su cuerpo delgado y su larga cabellera. Estaba de espaldas, pero algo en ella llamó poderosamente su atención, obligándolo a acercarse, como si se tratara de un imán. La debilidad de George por las mujeres hermosas no era una novedad, al ver su delicado perfil pronto se quedó prendado de su peculiar belleza. Femenina. Delicada. -Son hermosas-comentó sacándola de su ensueño, descubriendo que consecuencia del sobresalto uno de sus dedos había rozado una espina, lastimándole la yema. -Lo siento-se disculpó francamente apenado por ello, sacando un pañuelo blanco del bolsillo de su chaqueta para colocarlo en el dedo de la joven, y así detener el sangrado. -Hermosas y peligrosas, como la mayoría de las damas-comentó con una sonrisa galante, sin dejar de sostener el pañuelo de seda contra el dedo de la señorita.

Estaba muy concentrada en las rosas, obervandolas y tratando de acariciarlas con toda la suavidad que me fuera posible pero una voz extraña, masculina, hizo que mis reflejos aparecieran provocando que moviera mi dedo a un área de la rosa que era un tanto peligrosa, las espinas. Logré hacerme una pequeña herida en el dedo, di una pequeña queja, volteando a ver a la persona que me dio el comentario de las flores. Iba a limpiarme el dedo pero el joven actuo enseguida sacando un pañuelo para limpiarme la gota de sangre que ya salia. No pude percatarme de cómo era hasta después de que me ayudara con la pequeña herida. Su comparación de la rosa con las mujeres me causó mucha gracia, sonriendo mientras por fin volteaba a verle el rostro.

Admitía que era un joven atractivo, tenía suma elegancia, no solo por la forma en que se vestía o aquel extravagante color de cabello que tenía que no desentonaba para nada, como el mío. No pude contestarle enseguida, seguía examiandolo, cosa que no era lo correcto pero era inevitable no poder hacerlo, en verdad. Me sonrojé, por el descubrirme que me le quedaba mirando, traté de reaccionar parpadeando un par de veces- Son peligrosas solo si no se manejan con delicadeza- Dije bajando por un momento la mirada hacia el pañuelo, notando como éste tenía una pequeña mancha roja, de mi sangre- Aún así estar cerca es un gran deleite- comenté refiriéndome a las rosas, tratando de dar énfasis a esto señalandole con la mirada las rosas.

-Lo siento mucho señor, estaba tan concentrada en mis pensamientos que no he notado su prescencia- Hice una leve inclinación con la cabeza, no tan exagerada- Mi nombre es Zinnia, gracias por curar mi herida- Traté de sonar lo más amable posible, mirando de reojo a nuestro alrededor notando que no había ninguna persona, al menos no a la vista, tal vez la persona estaba esperando a alguien, era un lugar propicio para tener bellos recuerdos con una persona especial-¿Viene también usted a admirar las flores o está esperando a alguien?-

Las mejillas de aquella hermosa mujer se tiñeron de un suave rosado, aparentemente algo en su actuar la había avergonzado. No la culpaba de ello, una chica como ella debía estar acostumbrada a que los hombres se acercaran a elogiarla, sin embargo no por ello la situación dejaba de resultarle incómoda. -Siento haberla importunado-agregó inclinando apenas la cabeza, en un gesto de disculpa, por su causa la joven se había sobresaltado hiriéndose el dedo, aunque no había sido su intención sabía que era su culpa. Permitió que conservara el pañuelo que mantenía apretado sobre la pequeña herida, evitando así el sangrado. Le gustaba como el sol le iluminaba el cabello, arrancando curiosos destellos coloridos de su melena violácea. Su sonrisa fue un obsequio que sin dudas se espejo en los labios de él. Por su apariencia sospechaba que la joven trabajaba en la industria del modelaje, su cuerpo delicado y delgado era perfecto para ello, su piel blanca y sus rasgos hermosos seguramente atraían con facilidad las miradas masculinas. Sin embargo su adorable comportamiento le hacía sospechar de que se trata de una chica con clase, que probablemente tenía unos refinados modales como parte de su educación. -Lo peligroso siempre es lo más atractivo-afirmó en consonancia con el comentario de ella, fijando ahora su vista en las brillantes y provocativas rosas.

-¿Señor?-parpadeó y rió al sentirse mayor, esta bien que vestía de un modo formal en comparación a otros jóvenes de su edad, pero asumía que debía tener una edad parecida a la de la joven, ¿o no? -Koizumi, George-agregó esperando que lo llamara por su apellido o nombre, como mejor le resultara, el señor lo hacía sentir un anciano. -Soy yo el que lamenta interrumpirte, me quedé observándote sin ningún permiso. Sinceramente tu y las flores conformaban una imagen hermosa.-debido a su profesión George era un amante de la belleza en todas sus formas, y la imagen de la joven junto a las rosas realmente lo había cautivado. Metió ambas manos en el bolsillo de su pantalón, viendo alrededor justo como ella lo hacía, sólo por curiosidad. -Sólo he venido de paseo, creo que es una hermosa época para recorrer este lugar. Es inspirador. ¿No crees? -sonrió suavemente, amable, antes de devolverle la pregunta. -¿Tu esperas a alguien? No me gustaría ser una molestia, o ahuyentar a tu cita.

El hombre que tenía enfrente parecia ser una buena persona, muy educada y sobre todo con clase. Claro que eso es lo que mostraba no solo por su hablar, también por su modo de vestir y en general sus rasgos físicos, tenía una delicadeza hermosa, que le quedaba bien. Estaba segura que tenía a muchas señoritas detrás de él. Al escucharle decir la razón por la que me estaba observando no pude evitar el sentirme un tanto halagada por esas palabras que a cualquier chica le haría sonrojar. Afirmé cuando él dijo que el lugar era inspirador- En efecto señor Koizumi, este lugar tiene un ambiente especial- Tal vez eso se deba a que las flores tienen un efecto especial en las personas, sobre todo, pienso yo, en personas sensibles o que pueden apreciar la belleza.

Escuchar la palabra cita y que en ello estuviera implícito mi nombre provocó que diera una leve risita, casi imperceptible, negando un poco con la cabeza, tenía que aclarar ello enseguida para que no se dieran malos entendidos- No espero a nadie, eh venido sola. Pienso que a veces las personas necesitan salir solas, ya sea para darse un respiro de la vida que llevan o para aclarar asuntos que tienen en su cabeza- Bajé la mirada hasta mi dedo, apartando un poco el pañuelo para ver si el pequeño sangrado ya se habia detenido. El pañuelo tenía una pequeña mancha de sangre pero mi dedo ya había detenido el sangrado, volví a subir la mirada, hacia los ojos del chico, sonriendole- Parece ser que ya el sangrado se ha detenido.

Le informé. Si bien había comentado antes que las personas de vez en cuando necesitaban estar solas y pore se motivo me encontraba ahí, tener por un poco más de tiempo de su prescencia no me resultaría desagradable, al contrario, sería una buena experiencia el conocer un poco más al hombre- Y usted no me resulta desagradable, al contrario ¿Gusta de dar un paseo conmigo? Estaba pensando en ir a la sección de flores exóticas, son las mas interesantes por sus formas y sus colores.

Anticuado quizás, pero sobretodo conservador, no veía bien que una mujer tan bella y delicada anduviera paseando sola. No era correcto, especialmente hoy día con la cantidad de peligros que asechan a la vuelta de cada esquina. Se sentía, por ello, en la obligación de acompañarla, sólo para asegurarse de que se mantuviera sana y salva hasta su regreso. Se veía como una niña aristocrática, educada, bella y con clase. Había conocido muchas jóvenes como esas, con una risa cristalina, unas pestañas largas y unos labios del color de los pétalos de una rosa. Sin embargo se aburría pronto de las muñecas de porcelana, prefiriendo las mujeres más sanguíneas y decididas. No podía juzgarla sólo por su apariencia, sería cruel y desconsiderado, sin embargo tampoco podía evitar formarse unas cuantas ideas sobre Zinnia sólo a primera vista. No pensó aunque aquel paseo sencillo lo llevaría a encontrarse con una mujer como esa, sin embargo agradecía al destino la posibilidad de poder conocer a nuevas personas en una ciudad que aún le resultaba desconocida. -Debería tener cuidado, señorita, usted llamaría la atención de cualquier hombre, y no todos son dueños de buenas intenciones-comentó con una sonrisa agradable, dejando ver su lado caballeroso. Volvió luego su vista al bello y sereno paisaje, sin duda era un lugar hermoso, un remanso en medio del caos de una ciudad musical como Glass City, donde todos luchan por sus propios sueños. George también lo hacía. -Sin dudas este es un sitio excelente para aclarar la cabeza, espero que pueda hallar una buena resolución para sus conflictos.-acotó con buenos deseos en cada una de sus palabras.

-Excelente-mencionó en referencia a su dedo herido, corroborando él mismo que el sangrado se había detenido ya. -Será un placer acompañarla-respondió su vez, ofreciéndole su brazo como todo un caballero esperando que aceptara servirle de sostén. Juntos comenzaron a andar siguiendo el sendero delimitado por pequeñas piedras blancas, el sitio era soñado, y llevaba a George a preguntarse porque no era más concurrido. Sin dudas lo prefería así, si se llenaba de gente ruidosa perdería todo su encanto. En el silencio podía escucharse el piar de los pajarillos que pasaban volando cada tanto sobre sus cabeza, en busca de un buen árbol para hacer un nido o buscando algo con que alimentar a sus crías. La primavera era la época mas hermosa del año, donde todo florecía y se llenaba de vida, reanudando las esperanzas. Recorrieron juntos un buen tramo, en silencio disfrutando de la mutua compañía y el maravilloso paisaje que los rodeaba, hasta que el estilista rompió el silencio. -Es la primera vez que vengo aquí, pero definitivamente no será la última-comentó con una sonrisa plasmada en sus labios mientras sus ojos recorrían las diferentes variedades de coloridas flores.

El pequeño gesto que tuvo del brazo me indicaba que él sabía sobre etiqueta, que era una persona con conocimiento de como comportarse en la sociedad, una persona con una familia de buena posicion. Por lo menos eso es lo que llegaba a sacar en conclusión así que sería sencillo de entablar una conversación con él, esperaba llevarme bien con este caballero sobre todo por que no está demás el tener nuevas amistades.

Incliné mi cabeza antes de aceptar su brazo y tomarlo para de este modo comenzar nuestra caminata. El silencio no era para nada incómodo, sobre todo por que así teníamos oportunidad de escuchar los sonidos de la naturaleza. Por un momento uno no pensaría que estuviera en la ciudad, si no en una pradera o un paisaje que te hiciera sentir en libertad, sin aquellas responsabilidades que conlleva la ciudad. Lo admito con un poco de verguenza pero no estaba del todo atenta a mi compañero y podría seguir sin prestarle tanta atención de no ser por que retomó la conversación- Lo mismo digo, solo espero que cuiden mucho este lugar- Di un pequeño suspiro.

Voltee a verlo riendo un poco, cubriendo mis labios con la mano libre- A veces pienso que Glass City es como Hollywood, es un lugar que reúne a personas talentosas y muchos hacen lo imposible por alcanzar la fama. También hay personas que vienen para comenzar una nueva vida- Dije con una pequeña sonrisa en mi rostro, aunque desapareció un poco, la competencia era algo que estresaba a las personas. La ciudad era bella pero también pudiera ser dura- Por eso es que se necesitan este tipo de lugares, donde la gente se relaje ¿Usted que piensa señor Koizumi?-