Underground (R)

—¿Ver cómo otro…? ¡Oh! —una risotada suave escapó de sus labios cuando una imagen mental le atravesó— Qué  travieso con sus fetiches… Va a ser una experiencia muy didáctica.

No parecía asustado ni perturbado por lo que pudiera sucederle. Tanto si lo tomaba el mismísimo señor de esas tierras, como si lo hacía otro ser ante sus narices, era como si fuese otra criatura quien lo fuese a vivir, no él en carne propia. Quizá su curiosidad superaba su sentido de autopreservación, si es que aún le quedaba algo de eso... dadas las circunstancias.

La carcajada ajena lo sorprendió, pero pronto una media sonrisa curvó sus labios al captar el sentido: en aquel lugar, el concepto de «amor» parecía ser algo completamente distinto. Si es que existía. Escuchar las palabras «creador» y «detestable» en la misma frase le resultó, cuanto menos, satisfactorio.

—Creo que me gusta lo que estoy escuchando —murmuró. Era mucho mejor que en su propio lugar de origen, donde creció bajo un régimen opresivo. Esa nueva libertad lo tenía algo desorientado aún, pero estaba ansioso por probar sus límites. Miró de reojo al otro cuando escuchó su susurro, levantando las cejas con una leve sonrisa—. Creo que puedo entenderle. Todo es muy reciente para mí, y es inevitable comparar un lugar con otro, pero… —desvió la mirada hacia el horizonte, el ceño ligeramente fruncido—. No dudo que pronto sentiré cosas que antes me estaban prohibidas… como la rabia o el odio. Bueno, de todos modos estoy aquí por una razón, y no fue precisamente por ser un arcángel obediente —terminó con un encogimiento de hombros, su tono impregnado de una sutil sorna.

Se detuvo de golpe y relajó la expresión, dejando que sus propias palabras se asentaran en su mente. Por fin era… libre. No es que no fuera consciente de ello, pero a veces, hasta que algo no hace «clic» en la mente, no se asimila por completo. Se inclinó hacia adelante, apoyando las manos en las rodillas antes de caer en cuclillas. Inhaló profundamente y exhaló despacio, hasta que sus hombros comenzaron a temblar y sus alas se estremecieron levemente. Una pequeña risa lo sacudió. La cortó bruscamente, pero volvió a reírse antes de soltar un largo suspiro y ponerse en pie.

Con una sonrisa eufórica, puso sus manos en los hombros del can, obligándolo a mirarlo de frente.

—Eso es, Sagadalius, ¡soy libre! —Técnicamente, ahora estaba bajo dominio del diablo, pero si lo comparaba con su lugar de origen, aquello era el verdadero paraíso. Dejó escapar un jadeo, apartándose con una mano en el pecho por ser la primera vez que sentía algo así. Era irónico que hubiese alcanzado algo similar a la felicidad en un lugar como ese, ¿quién lo iba a decir?

Saboreaba esa euforia, consciente de que tarde o temprano se desvanecería. Era una emoción que vibraba hasta la punta de sus alas. Bajó los ojos hacia su propio pecho, como si pudiera ver sus emociones a través.

—¿Tú también te sientes así aquí? —Preguntó, alzando la mirada hacia el can. De repente, una duda cruzó su mente, recordando lo que había dicho antes—. Si aquí existen esas reglas instintivas que dijiste, ¿es eso lo que te lleva a obedecer a tu amo? ¿O lo haces por voluntad propia?

El canino avanzaba con paso ocioso por el camino, escuchando ni con mucho ni poco interés al otro, era casi una rutina aunque claro, siempre ese tipo de almas eran diferentes entre sí.

Lo tomó por sorpresa la pausa del arcángel caído, obligándolo a girar y volver en sus pasos hasta él, pero notó entonces su  temblor y su expresión eufórica. Sus ojos oscuros como el negro más profundo se clavaron en la mirada ajena, regalándole una expresión neutra y una respuesta simple.

"Solo a veces." comentó ladeando la cabeza como si estuviera buscando las palabras correctas para expresarse y explicar. "A veces este lugar es monótono, a veces es un parque de diversiones. A veces la energía se me desborda y a veces simplemente quiero dormir entre el pelaje de mis hermanos. A veces me siento poderoso y a veces siento que mi vida corre peligro frente a mi amo." explocó pero no parecía afligido por lo que describía.

"No es un mal sitio, pero no conozco otros sitios." Entonces se giró para seguir caminando con el mismo paso flojo que llevaba antes.

"¿Qué me lleva a obedecer a Lucifer...?" se lo cuestionó seriamente, pero no había una respuesta lógica para eso. O tal vez, nunca se había detenido a pensarlo, nadie nunca lo había preguntado tampoco, por lo que Sagadalius sencillamente se permitió vomitar sus pensamientos sin filtros de la situación.

"Fuimos creados de su propia sangre, pero no solo es nuestro creador como el de ustedes. Nos acompañamos mutuamente desde el principio, nos adaptamos, evolucionamos con él y creamos una relación mutuamente beneficiosa brindándole protección y ayuda en lo que decidió sería su nuevo reino, a cambio el nos da refugio y alimento. Creo que es normal para nosotros tres buscar su aprobación y su atención. Aunque pienso que quizás él nos creo por que se sentía solo e inseguro al llegar aquí."

Apenas las palabras salieron de su boca, Sagadalius cubrió sus labios y tensó su cuerpo, preocupado de un inminente castigo sorpresivo por lo que acababa de decir. Esperó unos segundos tieso, congelado en su lugar y después soltó un suspiro de alivio al notar que nada había ocurrido.

"No digas que dije eso." le advirtió con el dedo y luego continuó la caminata. "Así que supongo que es instintivo y natural, así que también es por voluntad propia. No podría ir contra mi naturaleza, sería como ir contra mis hermanos, contra mi mismo o una parte de mí."